Los fenónemos meteorológicos anómalos y la sociedad japonesa

Librarse de la sobreprotección administrativa para sobrevivir a los desastres meteorológicos

Sociedad Vida

Katada Toshitaka [Perfil]

Cuando el tsunami originado por el Gran Terremoto del Este de Japón asoló la ciudad de Kamaishi (prefectura de Iwate), el 99,8 % de los niños de primaria y secundaria lograron salvarse gracias a que huyeron rápidamente a refugiarse. El autor de este artículo, que contribuyó a instruir a los niños de Kamaishi para tomar la iniciativa en las evacuaciones de emergencia, lanza una llamada de alarma sobre la necesidad de prepararse para los desastres meteorológicos.

Superemos la sobreprotección oficial para dejar de depender de la administración

Hasta que se produjo el tifón de la bahía de Ise en 1959, el número de muertes por desastres naturales ascendía a varios miles al año. En el tifón de Ise perdieron la vida más de 5.000 personas de la ciudad de Nagoya. En aquella época Japón estaba a punto de entrar en un período de crecimiento económico acelerado; para un país desarrollado no es normal perder a varios miles de habitantes al año en desastres, es decir que Japón carecía de la infraestructura más básica para considerarse un país desarrollado.

La aprobación de la Ley Básica de Medidas contra Desastres en 1961, dos años después del tifón de la bahía de Ise, marcó el inicio de una reducción drástica del número de fallecidos por desastre. Exceptuando los casos de Hanshin-Awaji y el Gran Terremoto del Este de Japón, en los últimos años el número de víctimas mortales causadas por desastres ha caído por debajo de las 100 al año.

El hecho de que de una población de 100 millones de habitantes fallezcan varios miles todos los años por desastres indica un error del sistema, y por eso el Gobierno ha venido esforzándose por corregirlo. Sin embargo, cuando la cifra se reduce a menos de 100 víctimas por cada 100 millones de personas, prácticamente entra en la categoría de accidente. Igual que con los accidentes de tráfico: los atropellos producidos porque el peatón decide cruzar la calle indebidamente, a pesar de que se construyan pasos de peatones y puentes elevados, son accidentes. Es decir que la prevención de accidentes en gran parte recae en manos del individuo. Sin embargo, en Japón la administración ha ido invadiendo esa parcela de prevención que corresponde al individuo.

Por ejemplo, los rompeolas se construyen en previsión de fenómenos extremos e infrecuentes; es decir, que se diseñan para aguantar lluvias torrenciales que se producen una vez cada cien años o incluso menos. De este modo, el rompeolas logra proteger a los ciudadanos cuando se presentan inundaciones menos importantes pero mucho más frecuentes que esas lluvias torrenciales. Por desgracia, este tipo de medidas hace que se pierdan los conocimientos y la conciencia comunitaria que se desarrollaban desde antiguo para la prevención de desastres naturales. El sistema actual ha debilitado la conciencia sobre la prevención de desastres de los ciudadanos, haciendo inevitable que se produzca un cierto número de víctimas mortales cada vez que hay una catástrofe.

Actualmente la tarea pendiente en cuestión de prevención de desastres es encontrar el modo de salir de esta situación de “sobreprotección” oficial que nos protege de forma artificial como un rompeolas. Dicho de otro modo, debemos recuperar la conciencia individual y la iniciativa necesarias para que cada uno sea capaz de proteger su propia vida.

Inculcar iniciativa propia para la prevención desde la infancia

Volviendo a tomar Kamaishi como ejemplo, antes del desastre de 2011 ya había 34 monumentos conmemorativos de tsunamis dentro del término municipal. En 1896 la zona de Sanriku sufrió el tsunami de Meiji Sanriku, con el que Kamaishi perdió a 4.000 de sus 6.500 habitantes y quedó prácticamente arrasada. Antes del 11 de marzo de 2011, al preguntar a los niños de Kamaishi si sabían cuántas veces había llegado un tsunami a su ciudad hasta entonces, decían que sí. Aun así, al preguntarles adónde huirían si llegase un nuevo tsunami, los niños respondían que no necesitarían huir porque ya contaban con un fabuloso rompeolas en la costa.

La ciudad de Kamaishi, afectada por numerosos tsunamis a lo largo de su historia, solía albergar una planta de fundición de acero de la empresa Nippon Steel Engineering. Como muestra de prestigio nacional, en la entrada de la bahía de Kamaishi se construyó un enorme rompeolas de 10 metros de alto y 63 metros de profundidad. Su envergadura le valió el título de la mayor obra de ingeniería civil del mundo en el libro Guinness de los récords.

La existencia del rompeolas hizo que los adultos de Kamaishi bajasen la guardia y que los niños se dijeran “si mis abuelos y mis padres no huyen, tampoco tengo por qué huir yo”. Sin embargo, dada la naturaleza cíclica de los tsunamis, yo estaba absolutamente convencido de que otro gran tsunami llegaría en algún momento de la vida de esos niños. Si los niños no huían cuando eso sucediese, la culpa sería de los adultos. Por eso hice hincapié en cambiar la forma de pensar de los adultos y decidí involucrarme en la educación para la prevención de desastres de los niños y transmitirles los recursos necesarios para vivir y sobrevivir.

El profesor Katada Toshitaka enseña a los niños a elaborar mapas para la prevención de desastres. Recorrer a pie las rutas hasta la escuela para comprobar la ubicación de los refugios antitsunami seguros y dibujarlos en el mapa es una de las actividades principales del programa de educación para la prevención de desastres. (Fotografías tomadas en 2006 en la Escuela Primaria de Tōni de Kamaishi)

Si se integra la formación para prevenir desastres dentro del marco de la educación infantil, tras 10 años de formación continuada los niños pasarán a formar parte de la población adulta de su zona, y tras 10 años más esos niños se convertirán en los padres que transmitirán esos conocimientos a los niños de las siguientes generaciones. Incluyendo esa formación en la educación obligatoria, a los 10 o 20 años los niños que la recibieron se convertirán en la generación transmisora de la cultura y, aunque no podamos impedir la llegada de nuevos tsunamis, por lo menos contaremos con una sociedad preparada para evitar que estos causen más muertes.

La resistencia ciudadana como mejor baza para la resistencia nacional

No niego la importancia de la función de la administración en la prevención de desastres. Los rompeolas, por ejemplo, cuanto más altos se construyan más grandes serán los tsunamis que podrán contener. La administración tiene el deber de dedicar la debida inversión en bienestar social para garantizar las medidas físicas necesarias para mejorar la seguridad de la ciudadanía.

En la Dieta se trata este tema con el término “resistencia nacional”. Cuando me citaron a una reunión del Comité de Presupuestos de la Cámara Baja, dije lo siguiente: “La construcción de rompeolas cada vez más altos hace que las medidas físicas de seguridad debiliten el factor de prevención humano, porque acabamos creando una dependencia a dichas medidas. Se trata de un mecanismo análogo al de los padres que sobreprotegen a sus hijos y los crían vulnerables. Por eso debemos contar con una población tan bien preparada como altos sean los rompeolas que se construyan”. En resumen, quería decir que las medidas para garantizar esa “resistencia nacional” de la que habla la Dieta deben equipararse con medidas para garantizar la correspondiente “resistencia ciudadana”.

Después de vivir la tragedia de marzo de 2011 y ahora que los fenómenos atmosféricos anómalos reúnen la atención del público, es necesario concienciar a la ciudadanía japonesa. Insisto en que no me opongo a las medidas físicas de seguridad; estas medidas son importantes, pero debemos darnos cuenta de que su existencia nos hace más vulnerables y construir una sociedad capaz de enfrentarse a los desastres por sí misma.

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Profesor de la Escuela de Posgrado de Ciencias e Ingeniería de la Universidad de Gunma y director del Centro de Investigación para la Prevención de Desastres en la Zona Metropolitana de Tokio, asociado a la misma universidad. Nacido en 1960. Especializado en Sociotecnología de Desastres. Además de investigar sobre una amplia variedad de temas relacionados con los desastres naturales, participa en la organización de actividades para la prevención de desastres en todo el país. Desde 2004 organiza en Kamaishi actividades educativas para niños sobre la prevención de desastres causados por tsunamis, en las que aplica un enfoque proactivo a la hora de abordar las evacuaciones. Sus principales publicaciones son Inochi wo mamoru kyōiku: 3.11 Kamaishi kara no kyōkun; Centro de Investigación PHP, 2012) y Hito ga shinanai bōsai; Shūeisha Shinsho, 2012).

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