El centenario de la Primera Guerra Mundial y Japón

Los presos alemanes en los campos de prisioneros de guerra en Japón y el cumplimiento del derecho internacional

Política Historia

Durante la Primera Guerra Mundial, unos 4.700 prisioneros de guerra alemanes estuvieron internados en campos de Japón. Los presos recibían un trato acorde con lo estipulado por el derecho internacional y la cultura estaba muy presente en su vida diaria a juzgar por los documentos e imágenes de la época.

Correspondencia gratis y sueldos mensuales para los prisioneros de guerra

Analicemos tres reglas del Convenio (IV) Relativo a las Leyes y los Usos de las Guerras Terrestres que a día de hoy podrían causar sorpresa.

“Artículo 10. Los prisioneros de guerra podrán ser puestos en libertad bajo palabra, si las leyes de su país les autorizan a ello, y en este caso estarán obligados, bajo la garantía de su honor personal, a cumplir escrupulosamente los compromisos que hayan contraído, tanto respecto de sus propios Gobiernos como respecto del que les ha hecho prisioneros. En el mismo caso, su propio Gobierno estará obligado a no exigir y aceptar de ellos ningún servicio contrario a la palabra empeñada.”

En la actualidad, esta norma, que libraba a los militares del juramento prestado, puede resultar extraña, pero en la época de la Primera Guerra Mundial se incluyó en el Convenio de La Haya del 18 de octubre de 1907.

Esta situación se produjo también en los campos de prisioneros de Japón. En Fukuoka fueron varios los militares que quedaron libres del juramento prestado, al comienzo de su internamiento. Con la firma del armisticio el 11 de noviembre de 1918, prisioneros de guerra de Francia (naturales de las regiones de Alsacia y Lorena), Italia, Polonia y Checoslovaquia, entre otros, quedaron libres del juramento prestado; la cifra total llegó al centenar.

“Artículo 16. Las oficinas de información gozarán de la franquicia de puerto. Las cartas, mandatos y envíos en metálico, así como los paquetes postales destinados a los prisioneros de guerra o expedidos por ellos, estarán libres de toda tasa postal, tanto en los países de origen y de destino como en los países intermedios. Los donativos y socorros en especie destinados a los prisioneros de guerra se admitirán libres de todo derecho de entrada y de cualesquiera otros, así como de los impuestos de transporte sobre los ferrocarriles explotados por el Estado.”

La cantidad de correspondencia que podían enviar los prisioneros de guerra variaba según su rango, pero el promedio mensual era de cinco cartas o postales para los oficiales, tres para los suboficiales y dos para los soldados rasos. Los envíos se realizaban gratuitamente, y no se limitaban al extranjero, sino que también se realizaban entre campos de prisioneros. Se estima que el correo total de los aproximadamente cinco años de estancia en los campos de prisioneros de Japón superó el millón, incluyendo la correspondencia recibida desde los países de origen de los presos. De hecho, las investigaciones relativas a los presos alemanes y a los campos de prisioneros en los que estos estuvieron internados tras el conflicto entre Japón y Alemania tienen su origen en un filatelista que colecciona correspondencia de presos.

“Artículo 17. Los oficiales prisioneros podrán recibir el complemento, si ha lugar, del sueldo que tienen en esa situación por los Reglamentos de sus países, a cargo de reembolso por sus Gobiernos.”

Saigō Toratarō, director del campo de prisioneros de guerra de Tokio, abordó en su día el tema del trato a los presos:

“El sueldo mensual de un prisionero con el rango de teniente coronel asciende a 183 yenes y es el más alto. Los tenientes cobran 47 yenes, los alférez y los suboficiales, 40 yenes, y de ahí para abajo 0,3 yenes al día. Estos sueldos se basan en lo que perciben los militares japoneses en función de su categoría. (…) El objetivo de esto es que los presos mantengan su honor, y se trata de algo de acuerdo con los reglamentos relativos al trato de los prisioneros de guerra. Los militares cuyo rango sea superior al de oficial deben pagar de su bolsillo todos los gastos, incluso los correspondientes a comida, vivienda e indumentaria. El sueldo de los militares cuyo rango sea inferior al de suboficial cubre los gastos de alimentación y vestimenta, pero todo refrigerio o producto que pueda ser considerado un pequeño placer, como las naranjas, las galletas, el café y el tabaco, se les suministra a petición.”

En las declaraciones de Saigō no hay mención al sueldo de los capitanes, algo que se debe a que en el campo de prisioneros de guerra de Tokio no había presos con este rango. El salario oficial en yenes para los integrantes de la Marina ascendía a 262 yenes para los capitanes de navío, 200 yenes para los capitanes de fragata, 137 yenes para los capitanes de corbeta, 82 yenes para los tenientes de navío, 55 yenes para los alférez de navío y 46 yenes para los alférez de fragata. En lo que respecta al Ejército de Tierra, la cantidad alcanzaba los 240 yenes para los coroneles, 183 yenes para los tenientes coronel, 129 yenes para los comandantes, 75 yenes para los capitanes, 46 yenes para los tenientes y 42 yenes para los alférez.

Si convertimos estas cifras teniendo en cuenta el coste de la vida actual, 200 yenes de la época equivaldrían a 1.600.000 yenes aproximadamente, unas ocho mil veces más. El sueldo inicial de un empleado de banco de una entidad bancaria de gran envergadura ascendía a los 40 yenes mensuales. Se sabe que los oficiales superiores de las fuerzas militares ganaban mucho.

Una labor de asistencia técnica útil y remunerada

El Artículo 6 aborda la cuestión laboral de los prisioneros de guerra. A este respecto, uno podría pensar en los trabajos forzados, pero esto dista de la realidad:

“El Estado puede emplear como trabajadores a los prisioneros de guerra, según su grado y sus aptitudes. Dichos trabajos no serán excesivos, y no tendrán ninguna relación con las operaciones de la guerra. Los prisioneros pueden ser autorizados para trabajar por cuenta de administraciones públicas o de particulares o por su propia cuenta. (…)”

Por ejemplo, existe un documento con fecha de octubre de 1916 en el que se explica la importancia de emplear a los prisioneros de guerra como mano de obra.

Los prisioneros de guerra que trabajaban percibían un sueldo. Para los soldados rasos esto suponía una manera de ganarse algo de dinero para sus gastos y la oportunidad de disfrutar de las salidas del campo en el que se encontraban internados. En casos excepcionales, realizaban labores relacionadas con las obras públicas, pero la mayoría de las veces se trataba de asistencia técnica. Sus tareas abarcaban sectores dispares, desde la alimentación –ordeño de vacas y elaboración de kétchup, pan y salchichas, entre otros– hasta el trabajo de orientación técnica en empresas que se dedicaban a la fabricación de caucho o la instalación de calderas en fábricas.

Poco después de su puesta en libertad, hubo prisioneros que fueron contratados en los lugares donde habían estado trabajando durante su internamiento. Su sueldo mensual superaba los 300 yenes, algo excepcional.

Actividades culturales diversas en los campos de prisioneros de guerra

Los prisioneros de guerra realizaban diferentes actividades en los campos en los que se encontraban internados. Lo único que les imponían las autoridades era pasar lista, algo que se hacía dos veces al día, por la mañana y por la noche. El resto del tiempo se les permitía hacer lo que quisieran. Un preso escribió en su diario que “La rutina es el peor enemigo en el campo de prisioneros”.

En Europa continuaba una guerra interminable, de ahí que el orden militar no cambiara incluso para los que eran internados en los campos de prisioneros de Japón. Se considera que en aquel entonces no era deseable que los soldados jóvenes pasaran todo el día sin hacer nada. En los campos de prisioneros, los presos organizaban y participan activamente en grupos de estudio, conferencias, competiciones deportivas, obras de teatro, conciertos, etc.

El campo de prisioneros de guerra de Bandō, a las afueras de la actual ciudad de Naruto, en la prefectura de Tokushima, se conoce por ser el primer lugar de Japón en el que se interpretó la Novena sinfonía de Beethoven. Además, en comparación con otras instituciones de este tipo, los internos disfrutaban de mucha más libertad, e iban incluso de excursión y a la playa. Suele decirse que esta era la manera en que Matsue Toyohisa, director del campo y descendiente del clan Aizu, mostraba su consideración hacia los perdedores. Aunque en todos los campos se imponían castigos por infringir las normas o por desavenencias entre prisioneros, los casos en que esto ocurría en Bandō eran tan escasos como para sorprenderse. Esto evidencia el trato humano que Matsue daba a los presos.

Fotografía 4: Cortesía de la empresa farmacéutica Tomita.

Fotografía 4: Imagen tomada en diciembre de 1919 delante de la granja láctea Tomita, en la actualidad llamada Establo alemán. El edificio fue construido conjuntamente por un grupo de 30 personas, entre carpinteros de la zona y prisioneros del cercano campo de Bandō. En la fotografía se puede ver a un soldado alemán con una niña pequeña en brazos, y a otro que los observa con un cigarrillo en la mano. No hay nada en su aspecto que lleve a pensar que se trata de prisioneros de guerra y es una prueba de que se los trataba de acuerdo con el derecho internacional.

(Traducción al español del original en japonés del 30 de junio de 2014)

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