El centenario de la Primera Guerra Mundial y Japón
Los presos alemanes en los campos de prisioneros de guerra en Japón y el cumplimiento del derecho internacional
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En 2014 se cumplieron cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Este conflicto, conocido también como Guerra Europea, es un tema del que apenas se habla en Japón, quizás porque la contienda que realmente se recuerda en este país es la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Aunque ambos conflictos reciben la denominación de “Guerra Mundial”, son notables las diferencias entre ellos: en la Primera Guerra Mundial, Japón luchó en el bando de los Aliados. No obstante, la participación nipona en las actividades bélicas en sí se limita a la Batalla de Qingdao, durante la cual las fuerzas japonesas se enfrentaron a las alemanas en este puerto de la península de Shandong, en China. Las hostilidades apenas duraron un mes y medio, y unos 4.700 prisioneros de guerra alemanes fueron encarcelados en 16 campos repartidos por el territorio japonés; pasaron en ellos unos cinco años. En la actualidad, esta parte de la historia permanece enterrada en el olvido.
La gestión de los campos de prisioneros de acuerdo con el derecho internacional
En aquella época, a los prisioneros de guerra, sensōhoryo en japonés, se los denominaba oficialmente furyo. Ambos vocablos tienen el mismo significado, si bien este último no suele emplearse en la actualidad. La institución encargada del control de los campos donde se los internaba recibía el nombre de furyo jōhōkyoku, que en español se traduciría como Centro de Información sobre Prisioneros de Guerra. Por otra parte, aunque se suele hablar de prisioneros de guerra alemanes, entre estos se contaban también presos austriacos, húngaros, checos y polacos. No obstante, la diferencia numérica entre unos y otros era tan abrumadora que a todo el colectivo se lo conoce por esta denominación.
En lo que respecta a los prisioneros de guerra alemanes, Japón respetaba el derecho internacional y tomó medidas basadas en el Convenio (IV) Relativo a las Leyes y los Usos de las Guerras Terrestres, firmado el 18 de octubre de 1907 en La Haya (Holanda), y promulgado el 13 de enero de 1912. El Artículo 4 del Capítulo 2 de este documento estipula que se debe tratar a los prisioneros de guerra con humanidad. Japón, que una década antes de enfrentarse a Alemania en Qingdao había vencido la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905), realizó esfuerzos para que los países de Europa y Norteamérica lo consideraran un país civilizado. Por este motivo, en sus campos de prisioneros no tuvieron cabida ni la tortura ni los trabajos forzados.
Sin embargo, el 15 de noviembre de 1915, Masaki Jinzaburō, director del campo de prisioneros de guerra de Kurume (prefectura de Fukuoka), agredió a dos presos. Ese día se daba a los cautivos una botella de cerveza y dos manzanas, con motivo de las celebraciones por la entronización del emperador Taishō; Masaki, enfadado, golpeó en la cara a dos oficiales que se habían negado a aceptar ese gesto especial aduciendo que Japón y Alemania estaban en guerra. Los prisioneros protestaron enérgicamente por la conducta del militar japonés, argumentando que el Convenio de La Haya del 18 de octubre de 1907 prohibía el maltrato a los cautivos de guerra, y se generó un gran problema: exigieron que se enviara a alguien de la embajada de Estados Unidos, país que por aquel entonces todavía era neutral. Poco después, el director del campo fue destituido. Podría considerarse este episodio como un incidente aislado, ya que en los campos de prisioneros de Japón surgieron desavenencias sin importancia entre los presos y los militares de bajo rango, pero apenas se produjeron casos de violencia que puedan calificarse como tortura.
Fotografías que reflejan una disciplina moderada para los prisioneros de guerra alemanes
Fotografía 1: Imagen tomada a principios de abril de 1916 en el campo de prisioneros de guerra de Marugame, en la prefectura de Kagawa, en la que aparecen varios oficiales presos y el personal del campo. Se cree que la instantánea se habría tomado con motivo del retiro de Ishii Yashirō, director de la institución, sentado en el centro de la primera fila. Ishii, que enfermaba con frecuencia, aparece un tanto encogido, mientras que los oficiales alemanes que se encuentran a ambos lados con las piernas cruzadas presentan un aspecto majestuoso. No parece que se trate de prisioneros de guerra. Esta fotografía reflejaría un aspecto del trato que recibían en los campos.
Fotografía 2: Presos del campo de prisioneros de guerra de Nagoya. Se desconoce cuándo se tomó esta imagen, pero por el atuendo de los que aparecen en ella podría decirse que fue en invierno. En la fotografía se puede ver a seis hombres en una habitación soleada posando según se les antoja, y uno no tiene la sensación de que vivieran sujetos a una disciplina férrea.
Fotografía 3: Imagen tomada el 27 de enero de 1915 en el campo de prisioneros de guerra de Kurume, prefectura de Fukuoka. Los presos organizaron una fiesta para celebrar el cumpleaños del káiser Guillermo II. En la fotografía se puede ver al teniente Yamamoto Shigeru, que trabajaba en el campo, charlando amistosamente con los presos. Yamamoto había estudiado en la Academia Militar de Alemania y dominaba la lengua germana. Para mejorar sus competencias en este idioma, realizaba clases de intercambio lingüístico de alemán y japonés con uno de los presos en el campo, actividad que quedó registrada en el diario de este último. Existen muchas imágenes de los soldados y oficiales japoneses y alemanes, pero son pocas en las que aparecen sonriendo.
Correspondencia gratis y sueldos mensuales para los prisioneros de guerra
Analicemos tres reglas del Convenio (IV) Relativo a las Leyes y los Usos de las Guerras Terrestres que a día de hoy podrían causar sorpresa.
“Artículo 10. Los prisioneros de guerra podrán ser puestos en libertad bajo palabra, si las leyes de su país les autorizan a ello, y en este caso estarán obligados, bajo la garantía de su honor personal, a cumplir escrupulosamente los compromisos que hayan contraído, tanto respecto de sus propios Gobiernos como respecto del que les ha hecho prisioneros. En el mismo caso, su propio Gobierno estará obligado a no exigir y aceptar de ellos ningún servicio contrario a la palabra empeñada.”
En la actualidad, esta norma, que libraba a los militares del juramento prestado, puede resultar extraña, pero en la época de la Primera Guerra Mundial se incluyó en el Convenio de La Haya del 18 de octubre de 1907.
Esta situación se produjo también en los campos de prisioneros de Japón. En Fukuoka fueron varios los militares que quedaron libres del juramento prestado, al comienzo de su internamiento. Con la firma del armisticio el 11 de noviembre de 1918, prisioneros de guerra de Francia (naturales de las regiones de Alsacia y Lorena), Italia, Polonia y Checoslovaquia, entre otros, quedaron libres del juramento prestado; la cifra total llegó al centenar.
“Artículo 16. Las oficinas de información gozarán de la franquicia de puerto. Las cartas, mandatos y envíos en metálico, así como los paquetes postales destinados a los prisioneros de guerra o expedidos por ellos, estarán libres de toda tasa postal, tanto en los países de origen y de destino como en los países intermedios. Los donativos y socorros en especie destinados a los prisioneros de guerra se admitirán libres de todo derecho de entrada y de cualesquiera otros, así como de los impuestos de transporte sobre los ferrocarriles explotados por el Estado.”
La cantidad de correspondencia que podían enviar los prisioneros de guerra variaba según su rango, pero el promedio mensual era de cinco cartas o postales para los oficiales, tres para los suboficiales y dos para los soldados rasos. Los envíos se realizaban gratuitamente, y no se limitaban al extranjero, sino que también se realizaban entre campos de prisioneros. Se estima que el correo total de los aproximadamente cinco años de estancia en los campos de prisioneros de Japón superó el millón, incluyendo la correspondencia recibida desde los países de origen de los presos. De hecho, las investigaciones relativas a los presos alemanes y a los campos de prisioneros en los que estos estuvieron internados tras el conflicto entre Japón y Alemania tienen su origen en un filatelista que colecciona correspondencia de presos.
“Artículo 17. Los oficiales prisioneros podrán recibir el complemento, si ha lugar, del sueldo que tienen en esa situación por los Reglamentos de sus países, a cargo de reembolso por sus Gobiernos.”
Saigō Toratarō, director del campo de prisioneros de guerra de Tokio, abordó en su día el tema del trato a los presos:
“El sueldo mensual de un prisionero con el rango de teniente coronel asciende a 183 yenes y es el más alto. Los tenientes cobran 47 yenes, los alférez y los suboficiales, 40 yenes, y de ahí para abajo 0,3 yenes al día. Estos sueldos se basan en lo que perciben los militares japoneses en función de su categoría. (…) El objetivo de esto es que los presos mantengan su honor, y se trata de algo de acuerdo con los reglamentos relativos al trato de los prisioneros de guerra. Los militares cuyo rango sea superior al de oficial deben pagar de su bolsillo todos los gastos, incluso los correspondientes a comida, vivienda e indumentaria. El sueldo de los militares cuyo rango sea inferior al de suboficial cubre los gastos de alimentación y vestimenta, pero todo refrigerio o producto que pueda ser considerado un pequeño placer, como las naranjas, las galletas, el café y el tabaco, se les suministra a petición.”
En las declaraciones de Saigō no hay mención al sueldo de los capitanes, algo que se debe a que en el campo de prisioneros de guerra de Tokio no había presos con este rango. El salario oficial en yenes para los integrantes de la Marina ascendía a 262 yenes para los capitanes de navío, 200 yenes para los capitanes de fragata, 137 yenes para los capitanes de corbeta, 82 yenes para los tenientes de navío, 55 yenes para los alférez de navío y 46 yenes para los alférez de fragata. En lo que respecta al Ejército de Tierra, la cantidad alcanzaba los 240 yenes para los coroneles, 183 yenes para los tenientes coronel, 129 yenes para los comandantes, 75 yenes para los capitanes, 46 yenes para los tenientes y 42 yenes para los alférez.
Si convertimos estas cifras teniendo en cuenta el coste de la vida actual, 200 yenes de la época equivaldrían a 1.600.000 yenes aproximadamente, unas ocho mil veces más. El sueldo inicial de un empleado de banco de una entidad bancaria de gran envergadura ascendía a los 40 yenes mensuales. Se sabe que los oficiales superiores de las fuerzas militares ganaban mucho.
Una labor de asistencia técnica útil y remunerada
El Artículo 6 aborda la cuestión laboral de los prisioneros de guerra. A este respecto, uno podría pensar en los trabajos forzados, pero esto dista de la realidad:
“El Estado puede emplear como trabajadores a los prisioneros de guerra, según su grado y sus aptitudes. Dichos trabajos no serán excesivos, y no tendrán ninguna relación con las operaciones de la guerra. Los prisioneros pueden ser autorizados para trabajar por cuenta de administraciones públicas o de particulares o por su propia cuenta. (…)”
Por ejemplo, existe un documento con fecha de octubre de 1916 en el que se explica la importancia de emplear a los prisioneros de guerra como mano de obra.
Los prisioneros de guerra que trabajaban percibían un sueldo. Para los soldados rasos esto suponía una manera de ganarse algo de dinero para sus gastos y la oportunidad de disfrutar de las salidas del campo en el que se encontraban internados. En casos excepcionales, realizaban labores relacionadas con las obras públicas, pero la mayoría de las veces se trataba de asistencia técnica. Sus tareas abarcaban sectores dispares, desde la alimentación –ordeño de vacas y elaboración de kétchup, pan y salchichas, entre otros– hasta el trabajo de orientación técnica en empresas que se dedicaban a la fabricación de caucho o la instalación de calderas en fábricas.
Poco después de su puesta en libertad, hubo prisioneros que fueron contratados en los lugares donde habían estado trabajando durante su internamiento. Su sueldo mensual superaba los 300 yenes, algo excepcional.
Actividades culturales diversas en los campos de prisioneros de guerra
Los prisioneros de guerra realizaban diferentes actividades en los campos en los que se encontraban internados. Lo único que les imponían las autoridades era pasar lista, algo que se hacía dos veces al día, por la mañana y por la noche. El resto del tiempo se les permitía hacer lo que quisieran. Un preso escribió en su diario que “La rutina es el peor enemigo en el campo de prisioneros”.
En Europa continuaba una guerra interminable, de ahí que el orden militar no cambiara incluso para los que eran internados en los campos de prisioneros de Japón. Se considera que en aquel entonces no era deseable que los soldados jóvenes pasaran todo el día sin hacer nada. En los campos de prisioneros, los presos organizaban y participan activamente en grupos de estudio, conferencias, competiciones deportivas, obras de teatro, conciertos, etc.
El campo de prisioneros de guerra de Bandō, a las afueras de la actual ciudad de Naruto, en la prefectura de Tokushima, se conoce por ser el primer lugar de Japón en el que se interpretó la Novena sinfonía de Beethoven. Además, en comparación con otras instituciones de este tipo, los internos disfrutaban de mucha más libertad, e iban incluso de excursión y a la playa. Suele decirse que esta era la manera en que Matsue Toyohisa, director del campo y descendiente del clan Aizu, mostraba su consideración hacia los perdedores. Aunque en todos los campos se imponían castigos por infringir las normas o por desavenencias entre prisioneros, los casos en que esto ocurría en Bandō eran tan escasos como para sorprenderse. Esto evidencia el trato humano que Matsue daba a los presos.
Fotografía 4: Imagen tomada en diciembre de 1919 delante de la granja láctea Tomita, en la actualidad llamada Establo alemán. El edificio fue construido conjuntamente por un grupo de 30 personas, entre carpinteros de la zona y prisioneros del cercano campo de Bandō. En la fotografía se puede ver a un soldado alemán con una niña pequeña en brazos, y a otro que los observa con un cigarrillo en la mano. No hay nada en su aspecto que lleve a pensar que se trata de prisioneros de guerra y es una prueba de que se los trataba de acuerdo con el derecho internacional.
(Traducción al español del original en japonés del 30 de junio de 2014)