Religión y espiritualidad en Japón

La religión en Japón: irreligiosidad y “elementos casi religiosos”

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La religión es un elemento que ejerce una profunda influencia tanto sobre la identidad del individuo como sobre la configuración de la sociedad, pero ¿qué significado tiene para los japoneses en la actualidad y qué papel desempeñó en el proceso de formación nacional de Japón antes y después de la Segunda Guerra Mundial? En este artículo el especialista en estudios religiosos Shimazono Susumu nos descifra la relación de los japoneses con la religión.

De la preguerra a la posguerra: el gran punto de inflexión del sintoísmo de Estado

En la era Meiji el Ministerio de Educación japonés estableció que el sintoísmo que promulgaba la veneración del emperador era una tradición japonesa y no una religión, y esta disposición se mantuvo vigente hasta bien entrada la Segunda Guerra Mundial. De este modo se obligó a toda la ciudadanía, fueran creyentes del budismo, del cristianismo o de cualquier otra fe, a participar en los ritos del sintoísmo de Estado que se celebraban en santuarios y escuelas. Por otro lado, en esta época las escuelas sintoístas que promulgaban dogmas distintos al de la veneración del emperador se clasificaban como "sintoísmo religioso" y se les daba el trato de religiones.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno militar de ocupación estadounidense se convenció de que el militarismo y el ultranacionalismo japoneses estaban íntimamente relacionados con la religión. El gobierno de ocupación consideró especialmente problemática la falta de división entre la política y la religión y se apresuró a intervenir en ello. De ahí surgió la idea de que era necesario eliminar la influencia negativa de la ideología y la religión que habían conducido a los japoneses a perpetrar una guerra sangrienta y suicida. Finalmente esta idea motivó la emisión de la Directiva Sintoísta del 15 de diciembre de 1945 y la posterior Declaración de Humanidad que negaba el carácter divino del emperador, pronunciada por el emperador Shōwa en el Comunicado Imperial de Año Nuevo del 1 de enero de 1946.

Este hito se ha considerado históricamente como el punto en que el sintoísmo de Estado quedó oficialmente desmembrado. Sin embargo, el sintoísmo imperial siguió desarrollándose tras la guerra, restableciendo su relación con el sintoísmo de santuario y viéndose apoyado por continuos e impetuosos movimientos para reforzar su presencia en los actos nacionales. En ese sentido podemos afirmar que el sintoísmo de Estado siguió existiendo tras 1945, apoyado por las iniciativas privadas que originalmente vincularon la veneración del emperador al sintoísmo. En el período que siguió a la guerra los santuarios y las órdenes religiosas (asociaciones de santuarios sintoístas), convertidos en organizaciones civiles, tomaron el timón del movimiento de recuperación del sintoísmo de Estado. Aunque su poder se haya difuminado en comparación con el de antaño, el sintoísmo de Estado que defiende la naturaleza sagrada de Japón sigue contando con un gran número de seguidores. La adhesión a esta ideología se ve amparada por el derecho a la libertad religiosa que recoge la Constitución, pero su alcance debe contenerse a un nivel en que no llegue a violar la libertad de pensamiento del resto de las posturas.

La función del artículo 20 de la Constitución: la libertad religiosa

La historia previa a la Segunda Guerra Mundial encierra motivos más que razonables para temer la posibilidad de que el pueblo vea su libertad de pensamiento y fe arrebatadas por la imposición forzosa del sintoísmo de Estado. El artículo 20 de la Constitución japonesa prescribe la libertad religiosa. La primera disposición reza: "La libertad religiosa está garantizada a todas las personas. Ninguna organización religiosa puede recibir privilegios del Estado ni asumir poder político. La segunda disposición dice así: "Nadie puede ser obligado a seguir ningún tipo de conducta religiosa ni a participar en ceremonias o actos religiosos. Y la tercera disposición dicta: "El Estado y sus instrumentos no pueden ofrecer educación religiosa ni celebrar ningún tipo de actividad de carácter religioso". En definitiva, la Constitución prohíbe explícitamente obligar a practicar el sintoísmo de Estado u otorgar un trato privilegiado al sintoísmo desde las instituciones estatales.

La visita que el primer ministro Abe Shinzō realizó al santuario Yasukuni el 26 de diciembre de 2013 volvió a situar en el punto de mira el debate sobre el significado de dicho santuario. Si consideramos el Yasukuni como un lugar de culto nacional oficial, la visita de Abe implicaría un acercamiento al talante nacional de preguerra que incitaba al pueblo japonés a profesar un respeto de carácter religioso al Emperador.

El artículo 20 de la Constitución ha desarrollado una función importantísima en la contención del poder del sintoísmo de Estado. Por más que la mayoría de los japoneses tengan una conciencia religiosa tan laxa que se les pueda considerar irreligiosos, el sintoísmo de Estado es un claro ejemplo de que la religión en Japón conserva un vínculo muy íntimo con la sociedad y el Estado. Y este es un hecho que no debemos pasar por alto.

Fotografía del encabezado: gente comprando tabletas votivas y amuletos en la tradicional primera visita del año al santuario Yasaka de Kioto (Fotografía cedida por R.Creation/AFLO)

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