Centenario de la Revolución de Xinhai

La Revolución de Xinhai y las relaciones entre Japón y China

Política Historia

Desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX, Japón fue una fuente de aprendizaje moderno para China. También fue la “cuna de la revolución”, proporcionando un lugar de refugio a numerosos exiliados. En este contexto estalló la Revolución de Xinhai en 1911. Con el caos reinante en la política internacional, Japón desempeñaría un papel complejo y diverso a medida que iban desarrollándose los acontecimientos.

Las relaciones Japón-China en el siglo XIX

Durante la era Edo (1603-1868), el comercio y otras relaciones entre Japón y el exterior estaban estrictamente controladas por el shogunato de Tokugawa. Además del comercio admitido oficialmente con China y los Países Bajos, que se realizaba a través del puerto de Nagasaki, el dominio de Tsushima mantenía relaciones comerciales con Corea; y el de Satsuma lo hacía con las Islas Ryūkyū y con Fuzhou, en el sur de China. El dominio de Matsumae, en el norte, también comerciaba con la Dinastía Qing a través de los pueblos ainu y tungús.

En China, el comercio con los países vecinos se desarrollaba en el marco del antiguo sistema tributario de China y el Gobierno permitía un comercio limitado con los países occidentales a través del puerto de Guangzhou (comercio de Cantón). Además, los mercaderes privados de ciertas ciudades costeras estaban autorizados a comerciar con otros países asiáticos.

Las relaciones comerciales entre Japón y la Dinastía Qing de China se abrieron a finales del siglo XVII después de la rendición del Gobierno Zheng, leal a la Dinastía Ming, en Taiwan. Durante los siguientes 170 años, aproximadamente, mercaderes chinos visitaron Nagasaki y comerciaron con los japoneses. A través de estos comerciantes residentes en Nagasaki -que se contaban por millares en su momento cumbre- China importaba de Japón cobre y productos marinos, mientras que los japoneses importaban azúcar y diferentes artículos culturales y de lujo.

Esta situación cambió en ambos países a mediados del siglo XIX. La derrota de China en la Guerra del Opio y la presión de las potencias occidentales forzaron al Gobierno de Qing a abrir otros puertos, además del de Guangzhou, al comercio con Occidente. De modo similar, Japón fue forzado a abrir Nagasaki y otros puertos a la navegación extranjera en 1859. Los comerciantes chinos se propagaron rápidamente desde Nagasaki a Kobe, Yokohama, Hakodate y otras ciudades costeras, y comenzaron a exportar directamente productos marinos locales y otros bienes a China. Las autoridades portuarias de Nagasaki y Hakodate buscaron formas de enviar directamente productos japoneses a Shangai sin depender de intermediarios chinos y occidentales. De hecho, ésta fue originalmente la misión del barco Chitose Maru en la que el samurái de Chōsyū, Takasugi Shinsaku, viajó a Shanghai en 1862.

En 1868, la Restauración Meiji sentó las bases para que Japón se convirtiera en el primer estado moderno de Asia Oriental. En 1871, Japón y China firmaron el Tratado de Comercio y Amistad Sino-Japonés. Era el primer tratado de igualdad entre los dos países, pero tanto el proceso de negociación como el resultado fueron testigos de la superioridad de China. Aunque la Restauración Meiji se vio con el tiempo como un éxito rotundo, en aquel momento China y Corea consideraban que un cambio radical de esa magnitud solo podía conducir al caos. El nuevo gobierno de Japón se vio con escepticismo hasta al menos 1880, después de aplastar la Rebelión de Satsuma e implementar las reformas financieras de Matsukata. China tenía también una ventaja decisiva sobre Japón en potencia naval, al menos hasta la segunda mitad de la década de 1880. La debilidad de Japón frente a China en aquellos primeros años se puede apreciar claramente en su respuesta diplomática a la revuelta de 1886 de los marineros chinos en Nagasaki.


Puerto de Nagasaki en la era Meiji (Foto: Museo de Historia y Cultura de Nagasaki)

Todo esto cambió después de la Guerra Sino-Japonesa de 1894-1895. Gracias a su victoria, Japón pudo apoderarse de Taiwan y asegurarse concesiones económicas y territoriales a la par de las que las potencias occidentales impusieron a China. Esta guerra también marcó un punto de inflexión en la actitud japonesa hacia China. La valoración de la guerra por el ministro de Relaciones Exteriores, Mutsu Munemitsu, como una guerra entre la modernidad (Japón) y la tradición (China) era típica de la importancia simbólica que la victoria tenía para muchos japoneses, que tendían cada vez más a pensar que su país era ahora superior a China. En cambio, en este último país, la victoria japonesa suscitó llamamientos a la creación de un gobierno nuevo y moderno en la dirección establecida por la Restauración Meiji.

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