Meiji Mura, un museo al aire libre para conocer el patrimonio arquitectónico del Japón moderno
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Un proyecto para rescatar edificios históricos
Inaugurado en marzo de 1965, Meiji Mura es el mayor museo al aire libre de Japón. En él se conservan edificios y documentos históricos que datan de la era Meiji, período que sentó las bases de la modernización del archipiélago nipón.
Los orígenes de Meiji Mura se remontan a 1940, cuando el arquitecto Taniguchi Yoshirō, que posteriormente se convertiría en el primer director del museo, fue testigo de la demolición, debido a su deterioro, del Rokumeikan, un edificio símbolo del florecimiento de toda una civilización. Taniguchi, que lamentaba que no se hubiera podido conservar una construcción de la época en la que él mismo había nacido, se propuso trasladar las edificaciones de la era Meiji (1868-1912), abocadas al derribo, y abrirlas al público con el objetivo de que las generaciones futuras pudieran disfrutar de lo que él consideraba un regalo.
Unos 20 años después de la demolición del Rokumeikan, el arquitecto aprovechó una reunión de antiguos alumnos de su instituto de educación secundaria superior para comunicarles a sus amigos su ferviente deseo de preservar los edificios de la era Meiji para el disfrute de las generaciones venideras. En esa ocasión se ganó el beneplácito de Tsuchikawa Motoo, el vicepresidente —y posterior presidente y director general— de Meitetsu (la Compañía de Ferrocarriles de Nagoya); a partir de ese día, ambos comenzaron a trabajar en pos de la apertura de Meiji Mura. Al enterarse de que iban a derribar algún edificio destacado de la era Meiji, los integrantes del Comité de Construcción de Meiji Mura, todos ellos expertos en Historia de la Arquitectura, acudían al lugar donde se encontrara la “víctima” en cuestión como lo hace una ambulancia ante una enfermedad repentina.
En esa época lograron salvar 15 edificios, repartidos desde Hokkaidō, al norte, hasta Kioto, al sur, y los trasladaron, con el objetivo de reconstruirlos, a un terreno de 50 hectáreas, propiedad de Meitetsu, a orillas del estanque Iruka, en la ciudad de Inuyama (Aichi). Tras realizar las modificaciones pertinentes en el paisaje para que se adecuara a las distintas construcciones, el 18 de marzo de 1965 quedó inaugurado el Museo Meiji Mura.
Once Bienes Culturales Intangibles de Importancia
Incluso después de abrir sus puertas, en Meiji Mura no cejaron los esfuerzos para seguir conservando edificios de la era Meiji: en 1975, una década después de su inauguración, ampliaron el terreno otras 50 hectáreas y superaron las 40 construcciones. En pleno período de desarrollo económico acelerado, había muchos edificios destacados de la era Meiji que, a pesar de haber salido ilesos de catástrofes naturales o de la Segunda Guerra Mundial, corrían peligro de ser derrumbados, por ejemplo, para ampliar carreteras. Sin embargo, gracias a la labor del museo, se han podido preservar hasta nuestros días.
A día de hoy, Meiji Mura alberga 64 edificios de distintos tipos: religiosos, gubernamentales, residenciales de los asentamientos extranjeros, comerciales, educativos, un faro… Además, las propiedades no se limitan al territorio nacional, sino que abarcan también construcciones que se encontraban en países adonde habían emigrado antaño los japoneses, como Estados Unidos (Hawái y Seattle) y Brasil. De ellas, 11 fueron declaradas Bien Cultural Intangible de Importancia tras su reubicación en el museo. Por otra parte, en 1968, año en el que se conmemoró el centenario del comienzo de la era Meiji, recibieron a más de 1,5 millones de visitantes, una muestra más del boom que desató la efeméride. Asimismo, la existencia de Meiji Mura ha fomentado los trabajos de preservación de la arquitectura moderna en distintas partes de Japón y se ha traducido en un redescubrimiento del valor del patrimonio cultural regional.
El patrimonio arquitectónico que salvó el primer ministro Satō Eisaku
La entrada principal del Hotel Imperial es la edificación más conocida de las muchas que alberga Meiji Mura. Las obras de construcción de dicho hotel, diseñado por el arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright —una figura representativa de la arquitectura del siglo XX—, concluyeron el 1 de septiembre de 1923. Una hora antes del comienzo de la fiesta para conmemorar la conclusión del proyecto, ocurrió el Gran Terremoto de Kantō; con todo, el edificio apenas sufrió daños y dio cobijo a muchísimos damnificados de la catástrofe. En los años venideros recibiría multitud de elogios, tanto en Japón como en el extranjero, por su condición de hotel de referencia para los huéspedes de Estado, así como por ser toda una obra maestra de la arquitectura de Lloyd Wright.
Sin embargo, en la segunda mitad de la década de 1960, el Hotel Imperial ya no podía atender a su creciente clientela y el edificio comenzaba a deteriorarse; consecuentemente, la administración del establecimiento decidió demolerlo y construir uno nuevo, a pesar de las numerosas voces que se posicionaron a favor de conservar un edificio tan representativo de la arquitectura del siglo XX. No obstante, todo cambió en 1967 gracias a la rápida respuesta del primer ministro Satō Eisaku, que acababa de regresar a Japón tras una cumbre con el presidente de Estados Unidos. Durante su comparecencia ante la prensa, un periodista de ese país le preguntó qué iba a pasar con el Hotel Imperial. “Se trasladará a Meiji Mura para su reconstrucción allí”, sentenció el mandatario nipón. Aunque solo se conservó la entrada principal del hotel, la respuesta inmediata de Satō hizo posible que las generaciones posteriores heredaran un patrimonio arquitectónico de semejante valor.
El interior que diseñó Wright, apodado El mago lumínico, contiene ladrillos y terracota de Tokoname (Aichi) y piedra de Ōya (Tochigi) y muestra un aspecto distinto en función de la estación, el clima y la hora; hoy en día sigue fascinando a las numerosas personas que lo visitan.
Con el objetivo de transmitir la cultura propia de la era Meiji, se trasladó también un edificio, construido originalmente en Sendagi (Tokio), donde vivieron, en períodos distintos, dos figuras ilustres de la literatura japonesa de dicha época: Mori Ōgai y Natsume Sōseki. Aunque se trata de una vivienda recogida de estilo nipón, en ella fue donde el primero de ellos redactó Fumizukai (El mensajero), una de las tres obras que escribió tras haber estudiado en Alemania, mientras que el segundo dio vida aquí a Soy un gato, su primera novela. Consecuentemente, puede decirse que este edificio tiene también valor literario.
Edificios de estilo colonial que se confunden con la arquitectura occidental
Entre los edificios trasladados a Meiji Mura se cuentan algunos de estilo colonial que, a ojos de los japoneses, pasan por construcciones occidentales; por ejemplo, los antiguos edificios del Gobierno de Mie y del Ayuntamiento de Higashi-Yamanashi, Bienes Culturales de Importancia y muestras de la arquitectura colonial del Sudeste Asiático. Ambos tienen un balcón delantero y fueron diseñados para evitar que los potentes rayos solares dieran directamente en el interior. Otra de sus peculiaridades es que la madera veteada de elementos de partición como los marcos de las ventanas está pintada, para lo cual los carpinteros japoneses se inspiraron en los edificios de asentamientos extranjeros como los de Yokohama y Tsukiji. Por otra parte, aunque el otrora edificio del Ayuntamiento de Higashi-Yamanashi es de madera, las esquinas se enlucieron para que pareciera de piedra auténtica. Además, la decoración del techo incluye elementos propios de esa estética tradicional japonesa cuya temática es la belleza de la naturaleza. Ambos aspectos son ejemplos claros de la técnica de los yeseros.
En la residencia de Saigō Tsugumichi, un Bien Cultural de Importancia que se caracteriza por tener un balcón semicircular que sobresale, se perciben pinceladas de la influencia de la arquitectura propia de Luisiana, colonia francesa en el Nuevo Mundo. Las ventanas y la chimenea contienen metal, en otros materiales, importados de París debido a que un ingeniero francés intervino en el proyecto de construcción.
Los atractivos de la arquitectura tradicional japonesa de la era Meiji
Aunque durante la era Meiji hubo una atracción generalizada hacia la arquitectura occidental, esta época puede considerarse también como el cenit de la carpintería japonesa. La residencia de los Tōmatsu, una familia de comerciantes de Nagoya, presenta un exterior austero, pero basta con entrar en ella para darse cuenta del buen gusto de semejantes técnicas. Tiene el techo abierto hasta la segunda planta, configurada a dos alturas y al fondo de la cual hay una habitación de aspecto humilde y modesto que refleja a la perfección las preferencias del cabeza de familia; el primer piso alberga una galería comparable con un jardín típico de una casa de té, así como una estancia para la ceremonia del té. En definitiva, es una construcción digna de la fama de Nagoya como ciudad de esta bebida. Además, no está adaptada únicamente a los gustos de una persona refinada, sino que también sorprende por su combinación de un diseño elegante con la inclusión de aspectos funcionales para mejorar la calidad de vida, como el aprovechamiento de la iluminación natural y un sistema de ventilación, así como las diferentes medidas de seguridad que se tomaron cuando la familia cambió de negocio y se pasó de la venta de aceite a la banca.
Exposiciones sustanciosas en interiores
Además de edificios con historia, en Meiji Mura se dedican activamente a coleccionar muebles y documentos históricos. En la actualidad, poseen unas 30.000 piezas, parte de las cuales se expone en el interior de las construcciones. No hay ninguna otra colección en territorio japonés que tenga parangón con esta, que comprende mobiliario del Rokumeikan, el Palacio de Meiji y el antiguo Palacio Tōgū (en la actualidad, el Palacio de Akasaka; esto es, la Casa de Huéspedes del Estado), así como muebles diseñados por Frank Lloyd Wright, Takeda Goichi y Endō Arata, entre otros objetos. Además, al entrar en el estudio y el comedor de los distintos edificios y sentarse en estos muebles, los visitantes se sentirán como si hubieran viajado en el tiempo.
Por otra parte, en la Fábrica de Ferrocarriles de Shinbashi, construida en los albores de la industria ferroviaria japonesa, se exhiben varios tipos de maquinaria que sentaron las bases de la modernización de Japón. Entre todos los objetos de la exposición, destacan tres máquinas declaradas Bien Cultural de Importancia y un motor Brunat empleado en la Fábrica de Seda de Tomioka, Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2014. Además, los guías voluntarios explican el funcionamiento de algunas de las máquinas a la par que las manipulan.
Asimismo, se conservan unos 5.000 documentos, libros y fotografías, rescatados de los antiguos archivos de la Cruz Roja de Japón, que estuvieron a punto de ir a parar a la basura cuando se decidió reconstruir la sede de esta institución. Entre ellos figuran los registros de la ayuda en zonas de desastre, una iniciativa pionera en todo el mundo, y los de la primera campaña japonesa de ayuda humanitaria, el rescate de un grupo de huérfanos polacos en Siberia; son unos materiales históricos valiosísimos para que las generaciones futuras conozcan la labor de la organización.
Gracias a una campaña de micromecenazgo organizada en 2018, se restauró un armonio de gran tamaño fabricado en Estados Unidos en la década de 1890 y el instrumento recuperó su timbre. Ahora el personal del museo lo toca para deleitar a los visitantes con los sonidos característicos de la era Meiji.
Asimismo, los visitantes pueden subirse a una locomotora a vapor que hacía el trayecto entre Shinbashi y Yokohama en los albores de la industria ferroviaria japonesa y al primer tranvía de Japón, que circulaba por Kioto. El sonido del silbato y el humo que sale de la chimenea al quemar el carbón, por una parte, y el traqueteo, por la otra, evocan la era Meiji.
“La arquitectura es música congelada”, decía el escritor alemán Goethe. Significa que, mientras que la música acaba cuando terminan de interpretarla, la arquitectura es un tipo de belleza con una forma visible y, por ello, perdura en el tiempo. Sin embargo, todo lo que tiene forma perece. Por consiguiente, los edificios famosos que nos legó el primer director del Museo Meiji Mura son de un valor incalculable.
Imagen del encabezado: Vista alejada del Museo Meiji Mura (esta fotografía y el resto de las imágenes que ilustran el artículo son cortesía del Museo Meiji Mura).
(Traducción al español del original en japonés)