Ninagawa Mika, una artista de vanguardia en pos de imágenes innovadoras
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Hablar de Ninagawa Mika implica hablar de sus orígenes. Su padre es el cineasta Ninagawa Yukio, de fama internacional, y su madre es la actriz Mayama Tomoko, como también lo son sus primas, Ninagawa Yuki y Miho. Es indudable que se trata de una familia repleta de talento.
Crecer en una familia en la que se codeaba con tantos artistas provocó en la joven Mika una gran curiosidad. Resulta obvio que no solo representó una influencia positiva para ella, sino también una fuerte presión sobre su futuro. Mika utilizó esa presión como un trampolín desde el que lanzarse al mundo de la fotografía. En sus procesos creativos fotográficos hizo buen uso de imaginación escénica heredada de sus padres. Aunque en el pasado la solían presentar como la hija de Ninagawa Yukio, últimamente es su padre el que ha empezado a verse presentado como padre de Mika. Es un claro testimonio de la creciente presencia artística de esta mujer como fotógrafa y directora de cine.
El auge de las “fotos de chica”
Ninagawa Mika nació en Higashikurume, Tokio, en 1972. Tras graduarse en el instituto femenino Tōhō entró en la Facultad de Diseño Gráfico de la Universidad de Bellas Artes de Tamagawa. Siendo niña solía retratar a su muñeca Barbie en diversas poses, en lugares como las rocas Onioshidashi del monte Asama; era evidente que no le faltaba interés por la fotografía. Pero no fue hasta que entró en la universidad cuando empezó a producir seriamente obras fotográficas, y tras comenzar a presentarse a exposiciones públicas obtuvo, en 1996, el gran premio de la séptima Exposición 3.3m2 (hitotsubo), así como el Premio a la Excelencia en la quinta Exposición Shashin shin seiki (Nuevo siglo de la fotografía), galardones que le supusieron una cierta fama inicial. En 1998 ganó el noveno Premio de Fotografía Konica, y con el dinero recibido realizó un viaje por todo el mundo para sacar fotografías. Ese mismo año publicó una selección de las mismas, su primer libro, bajo el título 17 9 ’97.
Ninagawa debutó en medio del fenómeno que se dio en llamar onna no ko shashin o girly photo (fotos de chicas). Con la década de los noventa llegó una inversión en el porcentaje entre hombres y mujeres en los cursos y departamentos de fotografía de las universidades, así como entre los estudiantes de escuelas vocacionales de fotografía. A medida que el amplio uso de ciertas herramientas, como las cámaras compactas o las fotocopiadoras a color, iba facilitando la creación de imágenes, aumentaban también las filas de candidatos a fotógrafos, y muchas mujeres jóvenes comenzaron a fotografiar su entorno más cercano como forma de expresión y reafirmación. De ese movimiento surgieron fotógrafas como Nagashima Yurie o Hiromix, artistas con un toque especial, y la moda del girly photo acaparó la atención mediática.
Las fotografías de Ninagawa en la época de su debut parecen encajar perfectamente con esa moda del girly photo: autorretratos (que incluyen desnudos), personas cercanas como su hermana menor o sus amigos, paisajes de un viaje, escenas de interior... Es muy posible que Mika tuviera la opción de mantener una cierta distancia con respecto a esa moda, pero decidió sumarse al fenómeno. Es evidente que ya contaba con esa seguridad en sí misma, heredada de su padre, que la capacitaba para comunicarse hábilmente con el objeto de la imagen, para controlarlo y llevarlo con rapidez a la pantalla. Pero también contaba con otra arma: se trataba de una sensación especial con el color, que reacciona vívidamente a sus vertiginosos tonos primarios. Esta segunda arma fue heredada, sin duda, de su madre, creadora de kilts (faldas escocesas). Al principio de su carrera, Mika decidió usar una fotocopiadora con un problema en sus funciones de ajuste de colores, algo que la ayudó a popularizar el “color Ninagawa”.
A partir de su segundo fotolibro, Baby Blue Sky (Metalog, 1999), Mika evita las fotografías sobre sí misma y sus seres más cercanos, con la intención de diferenciarse del resto de fotógrafas. En lugar de usar esos temas comienza a usar instantáneas coloridas y rápidas, sacadas principalmente durante sus viajes. Al mismo tiempo, en el campo de la fotografía publicitaria y en el de la moda, comienza también a utilizar esa forma natural de trabajar. Las primeras fueron compiladas en la colección Pink Rose Suite, y las segundas en Sugar and Spice; en 2001 ganó, junto con Nagashima Yurie y Hiromix, el 26.º Premio Kimura Ihei de Fotografía.
Áreas de expresión para capturar y expandir el subconsciente
A raíz del premio Kimura Ihei de fotografía la obra de Ninagawa cobró un gran impulso. Ya no se limitaba a realizar esas instantáneas en las que expresaba la alegría de un encuentro al asimilarse con el objeto captado, sino que la cámara de Ninagawa realizaba también primeros planos de pétalos, de flores artificiales que podrían considerarse casi extremidades artificiales, de peces de colores... Esas fotografías de lo tierno y lo grotesco atraen al lector a un microcosmos de flores onduladas en Acid Bloom (Flores ácidas), de peces de colores en Liquid Dreams (Sueños líquidos), o de flores artificiales ofrecidas en cementerios, en Eien no hana (Flor eterna), acentuadas con intensos colores; esas nuevas colecciones iban revelando nuevos aspectos del mundo fotográfico de Ninagawa.
Noir y Tokyo Innocence son también obras interesantes. Los vivos colores primarios del llamado “Ninagawa Color” son ya sinónimos de la fotógrafa, pero en este caso parece reacia a enfatizar esa imagen enérgica y brillante. En estos dos álbumes de fotos enfatiza más bien una preferencia por objetos extraños que se retuercen en una oscuridad que estaba, desde un principio, en su propio interior. En palabras acuñadas por Araki Nobuyoshi, se trata de una fotografía erotos, que se inclina hacia el elemento tanatos (el impulso hacia la muerte) desde el eros (el impulso vital); es decir, eros + tanatos. El mundo fotográfico de Ninagawa fue incorporando elementos subconscientes durante este periodo, y se expandió de forma significativa.
Una imaginación teatral
En su trabajo comercial, por otro lado, combina su sentido natural del color con su desbordante creatividad para completar un estilo que habría que llamar “Neo Japanesque”, con el que enfatiza los elementos más lujosos y decorativos. Las fotografías de Ninagawa, en las que incorpora con habilidad una dosis de exotismo, no solo le han valido una gran fama en los países asiáticos, sino que también han atraído la atención de Europa y Estados Unidos. Su colección fotográfica Mika, de 2010, fue publicada por Rizzoli, editorial de Nueva York. Resulta increíble la sensación de velocidad con la que la artista se convierte en el medio mismo, capta al vuelo la atmósfera de los tiempos y crea nuevas imágenes, una tras otra, antes de agotarse.
Impulsada de este modo, dio sus primeros pasos en el mundo del cine, y dirigió las obras Sakuran (2007), Helter Skelter (2012), Diner Diner (2019), Ningen shikkaku, Dazai Osamu to sannin no onna tachi (Indigno de ser humano – Dazai Osamu y tres mujeres), todas las cuales recibieron una excelente acogida. La producción cinematográfica parece ser un medio lo suficientemente adecuado como para que Ninagawa demuestre su imaginación escénica.
La “Exposición de Ninagawa Mika - Flores en el suelo, colores del cielo”, inaugurada en la Galería de Arte del edificio Opera City de Tokio de noviembre a diciembre de 2008, recorrió posteriormente Iwate, Kagoshima, Nishinomiya y Kōchi hasta 2010. Desde la celebración de esta exposición a gran escala Ninagawa ha ido realizando una serie de exposiciones en diversos museos. Entre enero y mayo de 2015 se llevó a cabo la exposición “Ninagawa Mika: Self-Image” en el Museo de Bellas Artes de Hara. Esta exposición se centraba en autorretratos de la fotógrafa que durante mucho tiempo no había mostrado. La “Exposición Ninagawa Mika - Entre la ficción y la realidad”, inaugurada en el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad de Kumamoto entre junio y septiembre de 2018, ha estado de gira por todo el país hasta 2021, y ha recibido un gran número de espectadores.
Una fuerte voluntad por volver a sus orígenes como fotógrafa
Últimamente Ninagawa ha continuado puliendo aún más sus habilidades, con obras como Sakura, una serie de 2.500 fotografías que realizó tras el terremoto de marzo de 2011 atraída por la vitalidad de los cerezos en flor, Light of (Luz de), colección realizada con el espíritu de exaltación de los fuegos artificiales japoneses, Utsukushii hibi (Días hermosos; Kawade Shobō Shinsha, 2017), una serie de imágenes personales, tomadas poco antes y después del fallecimiento de su padre, Ninagawa Yukio, que también expuso en mayo del mismo año en el Museo de Bellas Artes de Hara.
En junio de 2020 se celebró la exposición Tōkyō en el Parco Museum Tokyo, en el edificio Parco de Shibuya, que acababa de ser renovado. Hasta entonces Ninagawa no había creado ninguna obra concreta desde la que se enfrentara adecuadamente a Tokio, donde nació y creció, pero la fotógrafa se decidió por fin a dirigir su cámara hacia la metrópoli y a su gente, en tiempos del coronavirus. Sacó la mayoría de las fotografías con cámaras Fujifilm de usar y tirar, algo que nos permite también notar su fuerte voluntad de volver a sus orígenes como fotógrafa.
Quizá Ninagawa Mika ya no pueda quedar enmarcada simplemente como fotógrafa. Ha realizado también trabajos cinematográficos, pero además fue nombrada en 2014 miembro de la junta directiva del Comité Organizador de Tokio para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Como artista femenina, y probablemente modelo a seguir para la generación más joven, podemos esperar éxitos aún mayores en su futuro.
Imágenes: Ninagawa Mika.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Editions Treville, 2003, de la colección Liquid Dreams. @mika ninagawa, Courtesy of Tomio Koyama Gallery)