Los ciervos y las linternas del gran santuario de Kasuga, símbolos de una devoción que perdura
Guíade Japón
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Creencias antiguas relacionadas con los populares ciervos del parque de Nara
El gran santuario de Kasuga, así como los templos Tōdaiji y Kōfukuji, han sido designados Patrimonio de la Humanidad bajo la denominación Monumentos históricos de la antigua capital, Nara. Los rebaños de ciervos que se pasean por el parque de Nara rodeado por estos tres recintos y el templo Tōdaiji, conocido por el Gran Buda de Nara, son unos de los mayores atractivos para el turismo extranjero.
Además de ser una especie salvaje, los ciervos de Nara también son monumentos naturales de Japón. Existen muy pocos lugares en el mundo en los que se puede disfrutar de un paisaje urbano en el que conviven humanos y ciervos salvajes. Estos animales han contado con el aprecio de la población, ya que se los considera enviados de los dioses del gran santuario de Kasuga.
Un artículo académico publicado en enero de 2023 llamó la atención del público al demostrar que la devoción por los ciervos sagrados data del periodo Nara (710-794). Estos seres se establecieron en Nara hace cerca de 1.400 años. Deduce que mientras que los rebaños de ciervos de las regiones aledañas se extinguieron a causa de la cacería, los de Nara han mantenido hasta hoy un ADN único.
La historia del santuario de Kasuga comienza cuando la deidad de la guerra Takemikazuchi-no-mikoto descendió a la tierra en el pico Ukigumo del monte Mikasa (conocido coloquialmente como monte Kasuga). Según el mito, este dios llegó procedente de Kashima (prefectura de Ibaraki) montado en un ciervo blanco, por lo que en esta zona estos animales fueron considerados seres sagrados.
La aristocrática familia Fujiwara, próspera en los periodos Nara y Heian, era devota del gran santuario de Kasuga. Dentro de la corte hacían alarde de su poder e influencia, pero se dice que cuando se encontraban con los ciervos, bajaban de sus palanquines a saludarlos con reverencias.
La caza y la tala estaban prohibidas en el sagrado monte Mikasa, así que era una zona segura para los ciervos salvajes. En el bosque virgen de Kasuga, que se extiende al este del gran santuario homónimo, sobreviven muchos ecosistemas, además de ser uno de los Monumentos históricos de la antigua capital, Nara.
Una fe que se propagó entre la aristocracia Heian y los guerreros del periodo Sengoku
Takemikazuchi-no-mikoto fue adorado temporalmente en el pico de Ukigumo, pero en el año 768, por órdenes del emperador Shōtoku, los Fujiwara construyeron un gran santuario en la misma ubicación en la que se encuentra ahora. Al mismo tiempo se consagraron otras tres deidades: Futsunushi-no-mikoto, de Katori (prefectura de Chiba), Amenokoyane-no-mikoto, supuesto antepasado de la familia Fujiwara oriundo de Makioka (prefectura de Osaka), y Himegami, su esposa.
Los Fujiwara eran devotos de la deidad principal del santuario de Kasuga, del que cuidaron con gran respeto junto a su templo familiar Kōfukuji. La familia imperial, así como los aristócratas visitaron el santuario particularmente durante el periodo Heian. En el año 849 se llevó a cabo por primera vez el gran festival de Kasuga, al que asistieron enviados del emperador. Este continúa celebrándose cada 13 de marzo y se considera uno de los tres grandes festivales a los que asisten los enviados del emperador, junto con el festival Kamo (Aoi Matsuri) y el festival Iwashimizu de Kioto.
A partir del siglo XII, aproximadamente, los guerreros se convirtieron en una nueva clase social gobernante que buscaba la mejora de sus habilidades marciales y las victorias en guerra a través de su devoción al santuario. El fervor se fue extendiendo entre la gente de a pie y, en nuestros días, existen unos 3.000 santuarios Kasuga en todo el país.
La zona sagrada centrada en el pabellón principal que comprende los cuatro edificios dedicados a cada una de las deidades se conoce como ōmiya. Casi todas las construcciones, incluidos el portal Chūmon, el pasillo colindante, los pabellones, el almacén Hōko, los pasillos que los rodean y otros cuatro portales son propiedades culturales importantes.
Los edificios del santuario Kasuga son excelentes representantes de la tecnología arquitectónica de los periodos Nara y Heian. Cabe destacar el kasuga-zukuri, un estilo representativo de los santuarios, en el pabellón principal ōmiya, que ha sobrevivido hasta nuestros días. Se caracteriza por un techo hermosamente curvado que se une con el alero. Cada 20 años, desde hace 1.200, se repara y reconstruye. Es poco común que cuatro pabellones consagrados a las deidades se encuentren alineados de lado a lado, por lo que han sido designados Tesoro Nacional de Japón.
Dentro del ōmiya hay una gran variedad de flora maravillosa. Se encuentra el gran cedro del santuario, con una edad de entre 800 y 1000 años, así como el árbol sagrado Nanairo no Yadorigi, adorado por sus poderes espirituales para la concepción.
Las glicinas a fines de la primavera son especialmente famosas. A la izquierda, luego de cruzar el portal Nanmon se encuentran unas glicinas colgantes que incluso tocan el suelo, conocidas como sunazuri no fuji. Estas flores son representativas del gran santuario Kasuga, aparecen en su emblema y están relacionadas con el escudo familiar de los Fujiwara, cuyo apellido lleva el kanji de “glicina”. Desde la antigüedad había flores autóctonas en el recinto, y en el jardín botánico Manyō Shokubutsu-en se puede disfrutar hoy de más de 200 árboles de 20 variedades.
El gran número de linternas revela el arraigo de una creencia
Probablemente, la característica principal del gran santuario de Kasuga son las cerca de 3.000 linternas de piedra que hay en su recinto. Akita Shingo, encargado de las relaciones públicas del santuario, nos explica que estas linternas comenzaron a ser donadas a partir del periodo Muromachi (1333-1573) no solo por los guerreros y aristócratas, sino también por la gente de a pie. Se cree que cerca del 70 % de las linternas de piedra de todo el país anteriores al periodo Muromachi están en el gran santuario de Kasuga, el mayor poseedor de Japón.
Se dice que fue en este lugar donde se originó la costumbre de colocar en el camino de acceso al pabellón principal las linternas de piedra que ahora caracterizan los santuarios y templos. Originalmente, las linternas se utilizaban para iluminar las imágenes de las deidades o Budas frente a los altares, pero en el gran santuario de Kasuga se colocaron en el camino de acceso Oaimichi que conectaba ōmiya con el santuario auxiliar de Wakamiya para designar el camino como una zona sagrada. Estas habrían comenzado a aparecer desde finales del periodo Kamakura y su número fue aumentando gradualmente hasta ocupar todo el recinto. En el periodo Edo (1603-1868) los santuarios y templos de todo el país imitaron esta costumbre y todos los caminos de acceso que llevaban a sus edificaciones estaban adornados con linternas.
Se recomienda observar cuidadosamente las columnas de las linternas al pasear por el recinto. La mayoría tienen grabada la leyenda “Kasuga-sha”, pero solo 15 de las cerca de 3.000 que hay dicen “Kasuga Daimyōjin”. Según la leyenda, la persona que logre en una noche encontrar tres linternas que digan “Kasuga Daimyōjin” se hará millonario, así que no hay que desaprovechar la oportunidad.
Un paisaje espiritual que supera el tiempo
Las linternas metálicas colgantes que se encuentran en el pasillo del ōmiya, siguen siendo ofrendadas incluso ahora. En el recinto hay cerca de mil y las más viejas datan del periodo Heian. Aquí se pueden admirar las que donaron Tokugawa Tsunayoshi, el quinto shōgun, y Tōdō Takatora, Naoe Kanetsugu y Ukita Hideie, guerreros del periodo Sengoku.
Akita explica que todas las linternas se encendían diariamente hasta el periodo Edo. En la actualidad solamente se hace durante las festividades de Setsubun, en febrero, y en la ceremonia tradicional Mantōrō las noches del 14 y 15 de agosto, durante el obon. Con las linternas encendidas es posible disfrutar de una atmósfera solemne con las luces de los pasillos y los caminos de acceso ondeando en la profunda oscuridad del bosque.
En el pabellón Fujinami-no-ya, dentro del ōmiya el visitante puede deleitarse todo el año con un paisaje parecido al de la celebración Mantōro. Este edificio se utilizó hasta el periodo Edo como lugar de trabajo de los sacerdotes sintoístas. Aquí hay más de 100 linternas colgantes que, al iluminarse, nos hacen perder la noción del tiempo.
A veces, los ciervos se asoman al camino de acceso repleto de linternas de piedra. Es conmovedor imaginar que hace cientos de años, los guerreros y los aristócratas se deleitaron con este mismo paisaje. Los ciervos han sobrepasado los tiempos, ahora gozan de popularidad entre los visitantes, quienes sonríen y se sienten reconfortados con su presencia.
Gran santuario de Kasuga
- Dirección: Kasugano-chō 160, ciudad de Nara, prefectura de Nara
- Horario: pabellón principal, de 6:30 a. m. a 5:30 p. m. (marzo a octubre) y de 7 a. m. a 5 p. m. (noviembre a febrero). Venta de amuletos y sellos goshuin, de 9 a. m. hasta el cierre. Visitas especiales al pabellón principal, de 9 a. m. a 4 p. m. (hay días y horas no disponibles)
- Costo: la entrada al recinto es gratuito. El coste para ingresar al pabellón principal es de 500 yenes.
- Cómo llegar: desde las estaciones JR Nara o Kintetsu Nara (Nara Kōen-mae) tome el autobús Nara Kōtsu hasta la parada final Kasuga Taisha Honden
Reportaje y texto: equipo editorial de nippon.com y EditZ
Fotografías: EditZ.
(Traducido al español del original en japonés.)