Los jóvenes agricultores de Kōriyama y su lucha contra los rumores tras el accidente nuclear en Fukushima
Guíade Japón
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La ciudad de Kōriyama tiene en el oeste el lago Inawashiro; en el norte, el monte Adatara y en el este, la cordillera de Abukuma. Además de tierras arcillosas y ricas en minerales, su frondosa naturaleza también nos ofrece aguas cristalinas y aire puro. En otras palabras, es un lugar perfecto para la agricultura. En 2019, Fukushima obtuvo el séptimo lugar de mayor producción de arroz de todo Japón y Kōriyama fue la ciudad con mayor volumen de cosecha dentro de la prefectura.
Las verduras de Kōriyama, además de su característico dulzor, resultado de la diferencia de temperaturas, son ricas en nutrientes y sabor. Sin embargo, ninguna es realmente representativa de esta zona como sí lo es el arroz. Con el fin de mejorar esta situación, a partir de 2003 un grupo de agricultores experimentados comenzó a seleccionar las hortalizas más adecuadas a las tierras y clima de la región para incluirlas en la marca Verduras de Kōriyama, con la que promocionan los atractivos de sus productos en actividades locales y mercadillos en Tokio.
Los métodos de producción que eligieron buscan explotar al máximo las características de las tierras de Kōriyama, lo que ha incrementado los costos y cuidados necesarios. Como consecuencia, sus precios son demasiado elevados para el comercio a través de las rutas tradicionales de venta y tampoco se pueden comprometer a entregar cierto volumen de producción en fechas específicas. Es decir, que tienen que buscar por sí mismos restaurantes y otros establecimientos para vender sus productos, así como crear espacios donde ofrecer sus verduras directamente al público. Por si fuera poco, los productos agrícolas de la prefectura de Fukushima continúan siendo víctimas, incluso ahora, de los rumores de contaminación que surgieron tras el accidente en la central nuclear Fukushima Dai-ichi en 2011. A pesar de todo, cada vez más agricultores jóvenes trabajan en la producción de verduras distintivas de Kōriyama con el fin de devolver la vitalidad a la región. Para alcanzar este objetivo, se han aliado con restaurantes que comparten sus ideales acerca de la promoción de la calidad y sabor de sus verduras.
Sus famosas espinacas dulces de tallos largos
Ōtake Hideyo, dueño de la granja Nikkei Farm, produce cerca de 100 tipos de verduras al año. En sus campos solo utiliza abono orgánico y ha decidido prescindir de cualquier tipo de pesticidas. En la realización de este reportaje, tuvimos la oportunidad de degustar sus espinacas estrella y comprobar que además de hojas jugosas, también son dulces sus tallos largos en los que se acumula una alta concentración de azúcares que, según Ōtake, incluso supera la de las sandías.
La meta de Nikkei Farm es producir verduras sin sabores astringentes y para ello no utilizan químicos que puedan afectar los terrenos o los plantones. Tampoco utiliza estiércol de ganado como abono ya que desconoce cómo fueron alimentados dichos animales. Al igual que las espinacas, también pudimos comprobar que el dulzor de la col recién cortada llega hasta el centro.
Es tan meticuloso con sus métodos de producción que pensamos que su única vocación había sido la agricultura, pero, en realidad, trabajó como peluquero al terminar el instituto. Cuando su madre enfermó y tuvo que dejar los campos para concentrarse en su tratamiento, Ōtake se enfrentó a la disyuntiva de dejar morir los campos. Finalmente, decidió continuar con la labor de su madre y dedicarse a la agricultura, puesto que con su licencia de peluquero puede retomar esa profesión en el momento que quiera.
Sin embargo, de inmediato se enfrentó a un problema: desde pequeño era un gran apasionado de los insectos. Por esa razón decidió que no utilizaría ningún tipo de pesticidas. Cuando encuentra insectos, los guarda en una botella y los libera en algún bosque en su camino de regreso. Al prescindir de químicos tiene que dedicar mucho más tiempo al campo, pero Ōtake está convencido de que lo natural es que los huertos tengan insectos y los arrozales, ranas. Además, nos dice, los mismos insectos le ofrecen ideas sobre las condiciones de los campos y los métodos agrícolas. Concluye diciendo en tono de broma que no es tan malo que un bicho raro como él trabaje como agricultor.
De proteger hasta los insectos a tener que desechar todas sus verduras
Cuando empezó a hacerse cargo de la granja, Ōtake recibía consejos de Suzuki Kōichi, dueño de la granja Suzuki y presidente del Consejo de las Verduras de la Marca Kōriyama. Aunque era un proceso de ensayo y error, sus cosechas iban aumentando paulatinamente. Durante la época de su madre, Nikkei Farm tenía ingresos anuales de aproximadamente un millón de yenes, pero en su segundo año, Ōtake logró elevarlos hasta los seis. En 2011, su tercer año en la granja, y justamente cuando pensaba que las ganancias podrían superar los diez millones de yenes, se registró el accidente nuclear. Tuvo que deshacerse de todas las verduras de sus campos.
Ōtake nos dice que sintió una gran impotencia ya que todos sus esfuerzos para producir verduras sin pesticidas se fueron por la borda a causa de la radiación. Además, esto fue solo el comienzo de un calvario. Para poder obtener la indemnización por el accidente nuclear tenía que continuar con la producción de verduras. Pero por los dos años siguientes tuvo que tirar absolutamente todo lo que cosechaba y nos asegura que esto se convirtió en una carga mental indescriptible.
Incapaz de matar ni siquiera una mosca, tuvo que tirar toda su producción de verduras. No es difícil imaginar su profundo sufrimiento. Como consecuencia de los rumores sobre la contaminación, sus ventas cayeron hasta los 300.000 yenes al año. Esto ocasionó que tuviera que trabajar a tiempo parcial en una constructora para sostener a su familia. A pesar de las dificultades, cuando se convirtió en padre reafirmó que deseaba seguir produciendo verduras deliciosas y no desistió del trabajo en los campos. Nos dice que un factor primordial que lo animó a retomar la agricultura fue la presencia de camaradas que compartían su amor por las verduras de Kōriyama. Su aliado más cercano en esta aventura ha sido Shinohara Yūtaro, gerente del bar de estilo japonés Shinoya y quien también asistió a este reportaje.
Ōtake nos comenta entre risas que Shinohara se enamoró de sus verduras y lo presionaba cada año para que le vendiera más. También nos dice que saber que sus verduras dan alegría a las personas se ha convertido en un motor para seguir trabajando en los campos a pesar de las dificultades. En el bar Shinoya también venden al por mayor, así que incluso reciben órdenes de restaurantes de muy alto nivel en Tokio. Ōtake afirma que, con esto, sus posibilidades se ampliaron y fue otro factor que lo animó a continuar en el mundo de la agricultura.
Promocionar con ahínco las verduras de Kōriyama
El lema del bar Shinoya es “un lugar para saborear Fukushima”, ya que en sus platos se utilizan verduras y pescados frescos de la región, además de ofrecer sakes y otros productos locales.
Originalmente, Shinohara trabajaba en una sucursal de una cadena de bares frente a la estación de Kōriyama. Nos dice que este empleo le ofrecía estabilidad económica, pero que al tener una carta común en todo el país no podía cumplir los deseos de aquellos clientes que le pedían beber un sake poco común de Fukushima, ni de aquellos que querían saborear un plato típico de Kōriyama. Después del desastre, con la burbuja de la reconstrucción, la estación de Kōriyama recobró su vitalidad gracias a los empleados de las empresas de la construcción. Sin embargo, también se percibía la amenaza de que los agricultores locales podrían desaparecer.
En el año 2014, Shinohara decidió independizarse e inauguró un local cerca de la estación de Kōriyama en el que ofrece sakes y platos que usan ingredientes de Fukushima.
Su estilo de trabajo se basa en visitar las granjas y hablar directamente con los productores. También dialoga con ellos sobre qué tipos de platos son más adecuados para aprovechar el sabor de sus ingredientes y les pide degustar los platos que pretende introducir en la carta. Un año después de inaugurar su primera sucursal pudo abrir la segunda. Shinohara nos dice que desea que más personas conozcan los ingredientes que se producen en Fukushima y que confía en que él es el indicado para esta tarea ya que ha establecido un trato directo con los productores. Hoy también ha comenzado a aventurarse a las ventas al por mayor y vía internet.
Por otra parte, la pandemia del coronavirus ha asestado un duro golpe a los restaurantes y bares. El bar Shinoya ha tenido que suspender o reducir sus horarios de servicio y, como consecuencia, sus ventas han caído un 70 %. Por esa razón, cuando Ōtake, de la granja Nikkei Farm, recibió la solicitud para nuestro reportaje, no dudó en llamar a su amigo Shinohara para que nos acompañara.
Ōtake recuerda que, tras el desastre, los agricultores se encontraban en una muy mala situación, mientras que los restaurantes, bares y firmas de construcción se beneficiaban de la burbuja de la reconstrucción. En esos momentos, señala, sintió que se había quedado solo, pero Shinohara, con su apoyo, lo animó a no darse por vencido. “Como consecuencia de la pandemia”, dice Ōtake, “hemos tenido que pasar más tiempo en nuestras casas, pero, a pesar de la situación, tenemos garantizada una ruta de venta para nuestros productos por la demanda de los hogares y es hora de agradecer los favores recibidos”.
Shinohara tampoco se ha quedado con los brazos cruzados. En enero inauguró la verdulería Shun-sen-choku Shokusai Shinoya, en la ciudad de Kōriyama. En su establecimiento ofrece recetas perfectas para sacar el mayor provecho a las verduras, algo que ha tenido gran aceptación entre los consumidores locales.
Reportaje, texto y fotografías: redacción de nippon.com.
(Fotografía del encabezado: el huerto de coles de Nikkei Farm.)