El edificio de Kina Safuran-shu Honpo, un tesoro redescubierto en Settaya
Guíade Japón
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Una próspera localidad dedicada a la fermentación ubicada junto a una importante arteria vial
En Settaya, a unos cuatro kilómetros al norte del centro de la ciudad de Nagaoka, sobreviven edificios y almacenes que datan de los periodos Meiji (1868-1912) y Taishō (1912-1926), que, junto con el olor a la levadura kōji, crean el ambiente nostálgico que caracteriza al distrito. Los sabores que se producen aquí se han convertido también en la sazón tradicional para los oriundos de Niigata. El sake de Yoshinogawa, con más de 470 años de historia; la salsa de soja con caldo dashi de Koshi no Murasaki, fundada en 1832, son solo algunos de los productos fermentados que se han elaborado por largo tiempo en Settaya y que ahora gozan de gran popularidad en todo el país.
Settaya se encuentra a la orilla del viejo camino de Mikuni, cerca del río Shinano. El camino de Mikuni es una arteria vial que conecta en Takasaki (prefectura de Gunma) con el camino Nakasen-dō, por lo que durante el periodo Edo (1603-1868) también fue utilizado como camino en los traslados a las residencias alternas (parte de la política gubernamental del Gobierno Tokugawa) del feudo de Nagaoka y otros de la zona de Hokuriku. Según la hipótesis más plausible, el nombre de Settaya tiene su origen en las pensiones que agasajaban a los visitantes, conocidas antiguamente como settaiya.
Es un lugar con buenas vías fluviales y terrestres y era controlado directamente por el Gobierno Tokugawa e incluso llegó a formar parte de los terrenos del Ueno Kan’eiji, templo familiar de los Tokugawa. Al ser una zona conocida por su producción de arroz, cuenta con agua subterránea de buena calidad y, al no haber sido objeto de las reglas estrictas de los señores feudales, pudo prosperar gracias a la elaboración de productos fermentados tales como el sake, la pasta miso y la salsa de soja.
La prosperidad de Settaya continuó incluso después del periodo Meiji. Gran parte de la ciudad de Nagaoka fue consumida en los incendios ocasionados por los ataques aéreos al final de la Segunda Guerra Mundial, pero Settaya logró esquivarlos de forma milagrosa. Actualmente, hay cinco empresas que continúan salvaguardando los métodos tradicionales de fabricación así como sus sedes y almacenes, que han sido designados bienes culturales tangibles de Japón.
Un redescubrimiento que disparó la popularidad turística de Settaya
Los almacenes de Settaya sufrieron daños en el terremoto de Chūetsu que azotó Niigata en 2004. Sin embargo, esta tragedia dio origen a una organización sin fines de lucro para la preservación de los almacenes que, junto con el apoyo de la gente de la localidad, ayudaron a la reconstrucción y al descubrimiento de un nuevo atractivo en Settaya. El tesoro que estaba escondido en el distrito eran los edificios de Kina Safuran-shu Honpo.
Yoshizawa Nitarō, fundador de Kina Safuran-shu Honpo, nació en 1863 en Jōmyō, aldea de Koshi, pueblo colindante con Settaya. A los 17 años entró a trabajar en una botica donde aprendió sobre remedios chinos y alcanzó el éxito cuando sacó a la venta su producto Kina Safuran-shu, una bebida alcohólica medicinal que mezclaba azafrán, canela, clavo y miel, entre otros ingredientes.
En 1894 se trasladó a Settaya y empezó a trabajar también en la producción de whisky y vino. Consiguió una gran fortuna con el éxito de su vino Jūjirushi. Yoshizawa era un investigador activo cuyo carácter sin duda armonizaba con el ambiente libre que reinaba en Settaya desde el periodo Edo. También era un gran aficionado a la arquitectura y la jardinería, y en sus terrenos, que alcanzaban unos 7.600 metros cuadrados, construyó varios edificios y jardines de gran lujo.
Nitarō murió en 1941 a los 78 años y tras la Segunda Guerra Mundial decayó la producción de su empresa. Los descendientes de la familia Yoshizawa lograron conservar las propiedades, pero no hacerse cargo por completo del cuidado que necesitaban las construcciones y los jardines, por lo que cayeron en el abandono y en el olvido por parte de los habitantes de la localidad.
Debido a los terremotos, las decoraciones kote-e y los jardines sufrieron daños. La fortuna de un particular no era suficiente para restaurarlos.
La agrupación que estuvo a cargo de la restauración se sorprendió al descubrir los kote-e y decidió que eran lo suficientemente valiosos para conservarlos, por lo que se solicitó que fueran registrados como bienes culturales tangibles de Japón. En el año 2006 el almacén principal decorado con kote-e consiguió dicha designación, gracias a lo cual pudieron recibir fondos de parte del Gobierno para su restauración.
El desherbaje y la limpieza de los jardines comenzaron en 2009 con el apoyo de voluntarios universitarios y de la población local. Poco a poco resurgió el atractivo estilo de las construcciones planeadas por Nitarō. Dentro de los edificios también se encontraron libros, obras de arte y otros objetos antiguos de gran valor. En el año 2013 se creó una asociación ciudadana para la protección de Kina Safuran-shu Honpo y, al mismo tiempo que se llevaban a cabo las reparaciones, las instalaciones abrieron sus puertas al público los fines de semana a partir de 2015. Muchos consideran que en el almacén principal se encuentran los kote-e más magníficos de Japón, lo que ha atraído a muchos turistas de todo el país.
Settaya, un lugar turístico que no deja de desarrollarse
Las propiedades de Kina Safuran-shu Honpo fueron adquiridas por la ciudad de Nagaoka en 2017 y a partir de ahí comenzó un plan de conservación. La primera parte del proyecto consistió en restaurar el almacén de arroz komegura, que posteriormente se convirtió en el Museo de la Fermentación de la Avenida Seis de Settaya – Komegura, inaugurado en octubre de 2020. Todavía quedan aproximadamente 10 años para completar la restauración de los nueve edificios restantes y el jardín.
Al otro lado del estacionamiento administrado por la ciudad de Nagaoka, junto al museo, se encuentra el Museo del Sake Yoshinogawa - Jōgura, que fue inaugurado en octubre de 2019. La construcción es un gran almacén que data del periodo Taishō, con una estructura en la cual las vigas triangulares de hierro sostienen el techo. Además, es un bien cultural tangible de Japón. Cuenta con un espacio de exhibición donde se explica la historia de Yoshinogawa, empresa fundada en 1548, así como el método de producción del sake japonés. Están expuestas herramientas que se utilizaban en la fabricación de sake y botellas de diferentes épocas.
El pasatiempo favorito de Nitarō eran los fuegos artificiales. Se dice que el primer lugar donde se lanzó una sanjakudama, pirotecnia de unos 90 centímetros de diámetro, fue en el festival de Nagaoka. En el año 1903, lanzaron como exorcismo unos fuegos artificiales, los cuales quemaron por completo el templo Kōfukuji, que era el bastión principal del feudo de Nagaoka durante la guerra de Boshin. Esta anécdota sin duda refleja el carácter de Nitarō.
Los trabajos de restauración también están avanzando en el antiguo camino de Mikuni y zonas aledañas. El parque de Settaya, que sirve como lugar de descanso y paseo, tiene unos baños muy particulares con forma de barril. Seguramente es un lugar que desearemos visitar cuando termine la pandemia.
Reportaje, texto y fotografías: equipo editorial de nippon.com.