Tres grandes festivales de Japón
Tres grandes festivales en los que se baila el ‘bon odori’
Guíade Japón
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La fusión de un antiguo culto a los ancestros y una ceremonia budista
Cuando termina la estación de lluvias, empiezan a celebrarse festivales de la danza del bon odori en parques, plazas, templos y santuarios de todo Japón. El escenario del baile se decora con lámparas de papel, suena una música animada y se montan ristras de paradas de comida como el algodón de azúcar o el kakigōri, y de juegos como el kingyō sukui (atrapar peces de colores) o el tiro a diana. Todo el mundo lo pasa en grande.
El bon odori es una celebración propia de Japón en la que confluye una compleja amalgama de elementos históricos y religiosos. Cuando el calendario lunar ―basado en el movimiento de la Luna― y las 24 divisiones del año solar ―basados en el movimiento del Sol― se introdujeron desde China en la antigüedad, se empezó a otorgar importancia a las fechas clave del año y los cambios de estación, como el antiguo Año Nuevo lunar o el primer día de la primavera. Y surgió la creencia de que las almas de los antepasados regresaban a nuestro mundo un par de veces al año: en Año Nuevo y en julio. El rito budista del urabon-e se fusionó con la visita de los muertos de julio y nació el Obon.
La expresión urabon-e deriva de la transcripción a los caracteres chinos de la palabra ullambana, que en sánscrito significa ‘un sufrimiento como el de estar colgado cabeza abajo’. En el Gege, día 15 del séptimo mes del calendario lunar, se hacían generosas ofrendas de bebida y comida para salvar a las almas hambrientas. Era parecido al Segaki que se celebra en los templos budistas hoy en día, pero la creencia propiamente japonesa de que las almas de los antepasados regresaban a sus casas se solapó con el rito budista.
Está documentado que el 15 de julio del año 606 la emperatriz Suiko celebró la ceremonia del Saie, un ritual de ofrenda budista. Parece ser que, ya en aquel entonces, en la época del Obon se recibía a los espíritus de los antepasados, se pasaba tiempo con ellos y se recitaban plegarias budistas para que regresaran al lugar del que habían venido.
Ippen (1239-1289), un monje que fundó la rama Jishū de la secta Jōdo en el periodo Kamakura (1185–1333), extendió la práctica del odorinenbutsu, un rito en el que se bailaba vigorosamente mientras se recitaba el nianfo. Entre dicho mismo periodo y la era Muromachi (1333-1573), se introdujeron en la danza una serie de elementos llamados furyū (vistosos atuendos, adornos, música festiva, etc.) para atraer las miradas del público. El ritual religioso del odorinenbutsu se vio influenciado por el furyū y se materializó en la manifestación folclórica del nenbutsu odori. Este nuevo arte fue la forma primigenia del bon odori, con el que arraigó la costumbre de recibir a las almas de los antepasados y bailar con ellos para que regresaran a su lugar satisfechos.
En la actualidad, el bon odori se celebra en el periodo del Obon, que va del 13 al 16 de agosto. A continuación, les presentamos tres festivales centrados en este baile que se desarrollaron de forma peculiar de entre los muchos que han surgido por todo Japón.
El Nishimonai Bon Odori de Akita
(Ugo, del 16 al 18 de agosto)
El clan Onodera, que gobernaba el castillo de Nishimonai del pueblo de Ugo, en la prefectura de Akita, fue derrotado en la batalla de Sekigahara en el año 1600 y se extinguió al año siguiente. La danza votiva que ejecutaron los vasallos supervivientes del señor del castillo en su memoria se fusionó con una danza local llamada hōnen odori y surgió el actual Nishimonai Bon Odori.
Cuando se pone el sol, en la calle principal del pueblo se crea un círculo de mujeres vestidas con una ropa llamada hanui que se elabora con retales de tela de kimono y se pasa de madres a hijas, de generación en generación. Esa danza de mujeres protegidas por sus antecesoras se considera una de las más excelsas de Japón. Los coloridos hanui y los sombreros de paja lucen iluminados por las hogueras de la calle.
Hay mujeres que llevan un yukata y una capucha negra que solo deja ver los ojos. Representan los espíritus de los difuntos, que se manifiestan junto a los espíritus de los antepasados, y bailan para ofrendarlos. Estas bailarinas encapuchadas son menores de edad que, cuando mejoran su técnica de baile y la profesora les da permiso, pasan a vestir hanui.
En la torre del flanco de la calle se toca el Akita Ondo para acompañar la danza. Esta animada canción se baila a ritmo lento, mientras que la triste Ganke se baila deprisa, un contraste que cautiva a los espectadores. Cuando pasan las 10 de la noche, el Akita Ondo se convierte en una canción de cariz más erótico que hace sonreír a los oriundos que entienden el dialecto de Akita.
El Himeshima no Bon Odori de Ōita
(Himeshima, del 14 al 16 de agosto)
Se dice que Himeshima, una isla del mar Interior de Seto situada en el extremo norte de la prefectura de Ōita, aparece en el mito de la creación de Japón del Kojiki. Es una isla pequeña de solo 1.600 habitantes, pero su peculiar tradición del bon odori atrae a un número de turistas que supera a la población isleña. Para el festival, se montan unos escenarios de danza llamados bontsubo en la plaza de ferris del puerto y en seis aldeas, y los bailarines van recorriendo las distintas ubicaciones una tras otra.
Las decenas de “danzas creativas” que se inventan cada año son muy entretenidas, pero el punto álgido del festival son las danzas tradicionales. El sarumandayū lo bailan mujeres en kimono y sombrero de paja con movimientos gráciles y elegantes. El zenidaiko odori y el aya odori, que se bailan en pareja, resultan interesantes porque los hombres ejecutan movimientos vigorosos que contrastan con los hermosos gestos de las mujeres.
La danza más famosa, el kitsune odori, tiene su origen en un nenbutsu odori adoptado en el periodo Kamakura y en ella niños con la cara pintada de blanco y la ropa a juego danzan divertidamente imitando a zorros.
Desde tiempos antiguos, en Japón existe la creencia de que los zorros blancos son mensajeros de los dioses y se los ha venerado junto a la divinidad de los cereales en santuarios de tipo inari por todo el país. Según una leyenda de Himeshima, representar a los zorros durante el Obon permite transmitir las plegarias por una cosecha y una pesca abundantes.
El tanuki odori, interpretado por niños disfrazados y maquillados de tanuki (mapache japonés), se sumó a las danzas tradicionales desde hace ya algún tiempo. Los adorables disfraces de los niños causan furor entre los turistas.
El Gujō Odori de Gifu
(Gujō, del 15 de julio al 9 de septiembre)
La localidad de Gujō-hachiman de Okumino (prefectura de Gifu), apodado “pequeño Kioto”, conserva las antiguas calles de la época en que fue una ciudad al pie de un castillo y los canales que flanquean sus calles bajan llenos de agua pura del río Nagara. En este bello pueblo situado en una cuenca, llevan 400 años celebrando un festival de bon odori durante 31 noches de verano. Los cuatro días que coinciden con el Obon son especialmente animados gracias al tetsuya odori, una danza que dura hasta las 4 de la madrugada, cuando empieza a amanecer.
En el centro del círculo, miembros de la Asociación para la Conservación del Gujō Odori vestidos con yukata a juego bailan sincronizados, sirviendo de guía al resto de los participantes, que bailan vestidos con yukata de su elección.
La banda musical, subida en una carroza, interpreta con shamisen, taiko, flautas, hyōshigi y otros instrumentos diez canciones populares urdidas a partir de elementos de la cultura local. Kawasaki, originada en la zona ribereña de Ise, se baila con elegancia acompañada de una melodía apacible. Harukoma ensalza las virtudes de Gujō, que en el periodo Edo fue una importante zona criadora de caballos, e incorpora enérgicos movimientos de riendas a la danza.
De los orígenes del Gujō Odori, se dice que un señor feudal de principios del periodo Edo lo promovió para establecer buenas relaciones entre los habitantes de su dominio, o bien que se creó para transmitir a las generaciones futuras las penurias de campesinos que se rebelaron por una subida de impuestos abusiva.
En cualquier caso, el tetsuya odori eran noches de saltarse las convenciones en la que todos bebían, cantaban y bailaban juntos, sin importar su posición social. Se convirtió en la mayor fuente de ocio para el pueblo llano. En este municipio de montaña de hermoso paisaje y larga historia, la gente sigue bailando hoy en día como lo ha hecho siempre.
*Fechas estimadas a partir de las de años anteriores.
Fotografías: Haga Library.
(Traducido al español del original en japonés.)