Tres grandes festivales de Japón
Tres grandes festivales japoneses con caballos
Guíade Japón
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Los caballos, un medio de transporte para los dioses
Según la teoría dominante de estos últimos años, los caballos se empezaron a domesticar hace más de cuatro milenios en el sur de Rusia y Asia Central. Como permitían un transporte más rápido de personas y mercancías, se valoraban mucho para montar y cargar.
En el siglo V, una gran cantidad de caballos mongoles llegaron a Japón a través de Tsushima. Al principio se destinaron a fines militares porque, además de moverse con agilidad por el campo de batalla, permitían atacar al enemigo desde una posición elevada. Al ser un bien escaso, en el periodo Nara (710-794) empezaron a ser muy apreciados como medio de transporte para los dioses, y los de color blanco se veneraban como animales sagrados. Posteriormente, por todo Japón se crearon variopintos festivales protagonizados por caballos, relacionados con el entrenamiento de artes marciales y para las ceremonias para rogar por una cosecha abundante, que siguen celebrándose en la actualidad.
El Sōma Nomaoi de Fukushima
(Sōma y Minamisōma, último fin de semana y lunes de julio).
La milenaria historia del festival Sōma Nomaoi está relacionada con la figura de Taira no Masakado (903-940), un samurái del periodo Heian (794-1185) que se entrenaba para la guerra persiguiendo caballos salvajes como si fueran el enemigo. Para que la Corte Imperial no sospechara, ofrendaba los ejemplares que atrapaba a los dioses asegurando que se trataba de un matsuri. El reputado clan Sōma, del que supuestamente Masakado era antepasado, continuó con aquel ritual, que hoy en día forma parte de las tradiciones veraniegas de la zona de Sōma, en la prefectura de Fukushima.
El festival se inaugura con el sōdaishō shutsujinshiki (ceremonia de partida al frente del general) en el santuario Sōma Nakamura de la ciudad de Sōma. El general guía a la caballería a Hibarigahara, el lugar principal del festival.
La mañana del segundo día, más de 400 caballos de cada distrito participan en la procesión ogyōretsu. Los jinetes, equipados con armadura y katana, desfilan hasta el lugar del festival portando banderas de sus antepasados que ondean al viento. Por la tarde, guerreros a caballo compiten en la carrera kacchū keiba, en la que galopan sin casco por una pista de un kilómetro levantando nubes de polvo. A continuación, tiene lugar la shinkisōdatsusen (batalla de la bandera), en que los guerreros a caballo compiten para atrapar una bandera sagrada que cae del cielo después de ser lanzada con un cohete.
El nomakake del último día es el ritual más tradicional y destacado. Un jinete guía a unos cuantos caballos sin montura hasta el recinto del santuario Odaka de la ciudad de Minamisōma. Jóvenes llamados okobito, vestidos de blanco y con una cinta a juego en la cabeza, atrapan a los caballos con las manos para ofrendárselos a los dioses.
Los caballos son un elemento tan imprescindible en la región de Sōma que incluso hay familias y clubs de equitación que llevan generaciones criándolos para el festival. Sin embargo, después del Gran Terremoto del Este de Japón en 2011, muchas familias perdieron a sus equinos en el tsunami. Aquel verano se celebró un festival más reducido y solo se efectuaron los ritos sintoístas, pero nunca olvidaré el juramento que hizo el general en la ceremonia de partida al frente: “Superaremos el triple reto del terremoto, el tsunami y el accidente nuclear con el espíritu samurái”. Al año siguiente se logró restaurar el festival con la participación de unos 400 jinetes y 40.000 visitantes.
El Chagu Chagu Umakko de Iwate
(Takizawa y Morioka, segundo sábado de junio).
El norte y centro de la prefectura de Iwate abunda en praderas y es famoso como tierra de caballos desde el periodo Nara. El dominio de Nanbu (Morioka), que controlaba la zona en el periodo Edo (1603-1868), se dedicaba a la cría como actividad principal y los de Nanbu tenían mucha demanda entre los daimios como caballos de batalla.
Los caballos de uso militar acabaron destinándose a la agricultura y la prosperidad que trajeron al campo hizo que arraigaran cada vez más profundamente en la región. Son un vestigio de aquella época las magariya, un tipo de casa tradicional de Iwate compuesta por una vivienda principal y un establo contiguo en ángulo recto, donde humanos y caballos convivían bajo un mismo techo.
En el santuario Onikoshi Sōzen de Takizawa se rinde culto a Ukemochi-no-kami, una deidad que se encarga de la comida y que también se venera como protectora de los caballos. En junio, cuando humanos y equinos siguen con la dura tarea del arado de los arrozales después de haber nivelar el suelo para prepararlo para plantar, se lleva a los caballos al santuario para rogar por la buena salud.
Para honrar a los esforzados animales, los visten con ornamentos vistosos y los llevan a pie 14 kilómetros hasta el santuario Morioka Hachiman-gū. Los verdísimos campos de principios de verano, con el monte Iwate de telón de fondo, combinados con el sonido de los cascabeles de los caballos, crean una escena bucólica. El Chagu Chagu Umakko es un festival en que las personas demuestran su profundo amor por los caballos.
El Ondasai de Miyazaki
(Misato, primer domingo de julio).
El Ondasai, que se celebra en la zona de Saigō del municipio de Misato (norte de la prefectura de Miyazaki) y en el que los caballos de labranza se desbocan, es el festival de la cosecha más salvaje de Japón. Se trata de un matsuri del santuario Tashiro, en la ladera del monte Gongen, que se creó hace unos mil años con la veneración de un arado sagrado.
El festival empieza cuando el sacerdote principal del santuario Uenno, al pie de la montaña, recibe a las deidades del monte. La procesión de mikoshi, guiada por el dios Sarutahiko, baja por la tranquila ladera y se dirige al arrozal sagrado, que está repleto de agua enlodada.
Después de los ritos y el kagura (representación de música y danza sagradas), que se desarrollan en la capilla sintoísta, empieza la parte más espectacular del festival: el umaire. Jóvenes vestidos con chaquetas happi y montados en caballos sin montura cabalgan por el arrozal salpicando agua enlodada. Algunos van solos y otros compiten con otro jinete que cabalga en paralelo. Cuando un caballo se detiene de repente porque se le quedan las patas atrapadas en el barro y el jinete sale disparado, el público estalla en vítores. Y, si un caballo logra dar la vuelta al arrozal sin detenerse, recibe una ovación.
El agua enlodada salpica al público, pero se dice que cuanta más les caiga, más sanos estarán. Los jinetes agarrados a caballos que luchan por avanzar entre el barro, chapoteando, crean una escena pintoresca que muchos espectadores intentan inmortalizar con sus cámaras.
Después del umaire, los santuarios portátiles entran en el arrozal seguidos por bueyes y caballos, y finalmente unas saotome (jóvenes plantadoras), vestidas con kimono y sombrero de paja, plantan el arroz. Los dioses de los arrozales, satisfechos con la vitalidad de los feligreses, les prometen una cosecha abundante en otoño.
*Fechas estimadas a partir de las de años anteriores.
Fotografías: Haga Library.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Carrera de caballos con armadura en el festival Sōma Nomaoi.)