La Familia Imperial de Japón
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La monarquía hereditaria más antigua del mundo
El Emperador no tiene ni voz ni voto en las cuestiones de gobierno. Según el artículo primero de la Constitución japonesa, promulgada el 3 de mayo de 1947 –tras la Segunda Guerra Mundial–, el monarca constituye un símbolo de la nación y de la unión de su pueblo. No obstante, puede asistir a actos de Estado como el nombramiento del primer ministro o el presidente del Tribunal Supremo y la promulgación de leyes, o cuando la Dieta o Parlamento requiera su presencia. Además, se reúne con jefes de Estado y de Gobierno que visitan Japón, con los embajadores y otros diplomáticos extranjeros y con los embajadores japoneses y sus cónyuges antes de que partan a su destino. Por otra parte, participa en diversos actos públicos, entre los que cabe destacar las ceremonias de entrega de premios y de plantación de árboles, las audiencias, las conferencias de prensa, las ceremonias del té, los banquetes –diurnos y nocturnos– y el recital de poesía de Año Nuevo. Tampoco son escasas las ocasiones en las que viaja a otros países o visita lugares relacionados con la cultura y la actividad industrial de Japón, así como instituciones dedicadas al bienestar social. En los últimos años, el matrimonio imperial ha viajado a Okinawa, Saipán, Iwojima y Palaos para rendir tributo a las víctimas de la guerra, y a zonas afectadas por desastres naturales del archipiélago nipón.
El papel de los Emperadores en la preservación de elementos de la cultura tradicional como los poemas waka y las ceremonias imperiales que se vienen celebrando desde tiempos antiguos, como las oraciones de Año Nuevo, se consideran labores públicas de gran importancia. Además, los monarcas dedican el tiempo que les queda al estudio de diversas disciplinas.
El Emperador actual representa la generación 126 de una línea genealógica tradicional que se basa en diferentes mitos, algunos de los cuales pueden encontrarse en documentos históricos como el Nihonshoki, o Crónicas de Japón, que data del año 720. Sin embargo, desde la coronación del Emperador Jimmu, supuestamente en el año 660 antes de Cristo, hasta aproximadamente el siglo VI, no se dispone de información concluyente sobre la existencia real de una gran cantidad de monarcas. Según la mitología, los orígenes del Emperador Jimmu se remontan a la diosa Amaterasu, de quien provendrían los tres tesoros de la religión sintoísta –un espejo, una joya y una espada–, profesada por los sucesivos monarcas japoneses.
Las limitaciones de la vivienda y las actividades laborales
El término “Casa Imperial” alude tanto al Emperador como a su familia. Los integrantes de la Familia Imperial carecen de apellido, por lo que solo utilizan su nombre a la hora de firmar. El Emperador Shōwa era conocido en vida como el Emperador Hirohito. Los monarcas japoneses solo son nombrados por el nombre de su era de manera póstuma. La actual pareja imperial es conocida como Naruhito y Masako. Los padres de Naruhito son nombrados ahora como el Emperador Emérito Akihito y la Emperatriz Emérita Michiko. Merece la pena destacar el caso de los varones de la Familia Imperial, que al contraer matrimonio crean su propia rama y reciben un título nuevo, como Fumihito, hijo menor de los Emperadores Akihito y Michiko, que ostentó el título de príncipe Akishino antes de convertirse en Príncipe Heredero después de las ascensión de su hermano al Trono del Crisantemo.
Los integrantes de la Familia Imperial no gozan de libertad a la hora de elegir profesión: solo pueden dedicarse a actividades no lucrativas que tengan por objetivo el beneficio de la sociedad; además, el Emperador debe dar su consentimiento. No tienen derecho al voto ni pueden presentarse como candidatos a las elecciones, ya que prevalecen sus obligaciones públicas. En cuanto a su patrimonio, lo controla el Estado. Los Emperadores residen en el Palacio Imperial, en el distrito tokiota de Chiyoda, mientras que el Príncipe Heredero y su familia viven en un palacio exclusivo para ellos, el Tōgūgosho, situado en Akasaka, también en la capital japonesa (distrito de Minato). El resto de integrantes de la Familia Imperial reside en viviendas del Estado bajo gestión de la Agencia de la Casa Imperial.
Como curiosidad, cabe mencionar el ejemplo de Michiko, la Emperatriz Emérita, que se convirtió en la primera mujer no perteneciente a la nobleza en formar parte de la Familia Imperial. Pidió que en la residencia imperial se instalara una cocina y se dedicaba a preparar platos para su familia.
Ni el Emperador ni otros integrantes de la Familia Imperial pueden adoptar. En cuanto al matrimonio, cuando se trata de los varones, este debe ser aprobado por el Consejo de la Casa Imperial. Las mujeres, sin embargo, tienen libertad para casarse, pero dejan de pertenecer a la Familia Imperial si el cónyuge es un ciudadano de a pie.
La sucesión al trono por la línea masculina
La Ley de la Casa Imperial estipula aspectos básicos de la monarquía japonesa como el derecho a la sucesión, el orden de la misma, los miembros de la Familia Imperial y la regencia.
Según la Constitución, la sucesión al trono de Japón es hereditaria. Aunque se tiene constancia de la existencia de emperadores hijos de alguna concubina y de mujeres en el trono, la Ley de la Casa Imperial vigente en la actualidad establece que solo los varones cuyo padre o abuelo paterno haya sido Emperador pueden acceder a la corona.
Fotografía del encabezado: El Emperador Naruhito, tercero desde la izquierda, y otros miembros de la Familia Imperial saludan desde el balcón del Palacio Imperial de Tokio a una multitud que celebra el Año Nuevo el 2 de enero de 2020. Todas las fotografías son cortesía de la Agencia de la Casa Imperial.
(Traducción al español del original en japonés)