La celebración del “shichi-go-san”
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Una visita al santuario para pedir que los hijos crezcan sanos y fuertes
Al llegar el otoño los padres y madres de Japón llevan a sus hijos de tres, cinco y siete años a los santuarios y templos, donde rezan para poder criarlos de manera saludable y para que crezcan sanos y fuertes. Es la celebración tradicional del shichi-go-san.
Antiguamente era una ceremonia para los niños y niñas de tres años, los niños de cinco años, y las niñas de siete años. Hoy en cambio se celebra al cumplir las niñas tres y siete años, y los niños cinco.
Aunque antes se visitaban los templos o santuarios únicamente el 15 de noviembre, hoy las familias realizan la visita cualquier día del mes según su disponibilidad, y en la mayoría de los casos en un sábado, domingo o festivo.
En la antigüedad, cuando aún no estaba desarrollada la medicina, había una alta mortalidad infantil. Los niños morían a edad temprana por enfermedades que hoy tienen cura. Los niños hasta los seis años eran considerados “protegidos por dios” y al alcanzar los siete se convertían en “miembros formales de la comunidad”, un hito en su vida que era como nacer por segunda vez.
Hay distintas teorías sobre los orígenes del shichi-go-san. Una de ellas dice que las edades de tres, cinco y siete años eran consideradas nefastas y por ello había que realizar ceremonias de purificación. Por el contrario, otra afirma que los números impares eran propicios, y por eso se celebraba la llegada de los hijos a dicha edad.
Hoy el shichi-go-san es una celebración en la que se muestra agradecimiento a los dioses por permitirles vivir con salud.
El sichi-go-san es una gran ceremonia para toda la familia
En el período Heian (794-1192) los niños y las niñas comenzaban a dejarse el pelo largo a partir de los tres años. Al cumplir los cinco, los niños vestían por primera vez el hakama, y las niñas que cumplían siete años se anudaban por primera vez el obi. Antiguamente las ceremonias de los niños de tres, cinco y siete años se celebraban por separado, pero con el paso del tiempo comenzaron a celebrarse juntas, dando lugar al shichi-go-san.
Hoy en día en el shichi-go-san las familias visten a sus hijos con sus mejores galas para visitar los distintos santuarios y templos, les compran el chitose-ame (un caramelo cuyo nombre puede traducirse como “el caramelo de los mil años”), y se toman fotografías en familia para recordar el momento.
En cuanto a la visita al santuario, hay familias que hacen plegarias sintoístas y participan en la ceremonia de purificación, y otras que tan solo hacen una donación durante su visita y piden por la salud de sus hijos.
El vestido formal que llevan las niñas de tres años es un kimono de talla ajustada a los hombros, con un chaleco de un intenso bermellón conocida como hifu y sin obi. Los niños de cinco años llevan una chaqueta haori con el emblema familiar y un pantalón hakama, y las niñas de siete años visten un kimono con obi. Los estudios de fotografía alquilan los vestidos y adornos para los retratos familiares, al igual que ofrecen la opción de ayudar con el peinado y el maquillaje.
Recientemente han aparecido toda una serie de servicios que permiten, como reza el famoso lema, “ver cómo nuestros hijos crecen con salud”. El más exitoso es el que ofrecen los estudios de fotografía, en los que es imprescindible reservar con bastante antelación. El servicio incluye el alquiler de vestidos para los hermanos que no han cumplido los siete, cinco o tres años pero que igualmente participan en esta ceremonia, y kimono para las madres y los padres. Por supuesto, hay establecimientos que se encargan de crear estupendos álbumes de fotos para los abuelos. Algunos negocios ofrecen “Tours familiares para el shichi-go-san”, donde se hacen cargo de todos los preparativos para que las familias visiten el santuario, toman las fotografías de recuerdo y crean un álbum en un mismo día.
Cada vez más familias, sin embargo, celebran el shichi-go-san simplemente tomándose las fotografías de recuerdo, aunque por otra parte en las prefecturas de Saitama, Chiba e Ibaraki los hoteles han comenzado a ofrecer sus salones de boda para que sus clientes también celebren opulentos banquetes en este día tan especial para los niños.
El imprescindible chitose-ame, un dulce típico de esta celebración
Una de las escenas más tiernas del shichi-go-san es ver a los niños vestidos de gala y disfrutando del popular chitose-ame, unas barras de caramelo de color rosa y blanco hechas para simbolizar el crecimiento de los niños con salud y alegría en sus vidas. Estos caramelos son estirados durante su fabricación, un proceso que otorga al popular dulce la idea de la longevidad, razón por la que es conocido también como sen-nen ame (“caramelo de los mil años”).
El envoltorio en el que se entrega el chitose-ame está decorado con imágenes que dan buena suerte como las típicas grullas y tortugas, y pinos, bambú y ciruelos, y suele incluir entre 3 o 5 caramelos de 15 milímetros de diámetro y 15 centímetros de largo más o menos. Aunque hay niños que intentan comerse todo el caramelo, muchos se hartan a la mitad y lo dejan.
Aunque esta ceremonia tradicional japonesa ha ido cambiando a lo largo del tiempo, continúa siendo un momento central en la vida de los niños y de sus padres en el que, invariablemente, se desea lo mejor para los pequeños.
Créditos de la fotografías:Fotografía del encabezado: una niña de tres años vestida para el shichi-go-san con un chitose-ame en la mano. MIKI Yoshihito
Un padre junto a su hija de tres años durante el shichi-go-san. See Tatt Yeo
Fotografías en un estudio en las que se muestran los vestidos típicos de esta celebración. Daisuke Matsumura