Kusama Yayoi al natural: un mensaje de amor perpetuo
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Un genio que atravesó dificultades
Kusama Yayoi recibió en 2016, a sus 87 años, la Orden de la Cultura, la mayor condecoración que se le puede otorgar a un artista en Japón. El talento para la pintura de Kusama, que nació en el seno de una familia de linaje de la ciudad de Matsumoto, en la prefectura de Nagano, se le reconoció ya durante su juventud. Posteriormente, acaparó la atención del público con trabajos como la serie Net Painting (Pinturas de red), de su época en Nueva York, pero es a partir de la década de 1990 cuando empieza a organizar sucesivas exposiciones retrospectivas en las principales exhibiciones internacionales y en museos de arte de importancia en todo el mundo: la Bienal de Venecia, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Tate Modern, en Londres, el Centro Nacional de Arte, en Tokio. Si pensamos en lo superficial, se la podría considerar un genio artístico con todo a su favor, pero lo cierto es que este argumento es cuestionable, ya que Kusama lleva haciendo frente a problemas mentales desde que era una niña y luchando contra la incomprensión y los prejuicios de su entorno; se ha visto obligada a recorrer este camino impresionante y espinoso. No obstante, precisamente este trayecto repleto de dificultades transmite las ideas más destacadas de esta artista que anhela salvar el mundo a través del amor. Posiblemente esto haya sido también lo que haya causado una honda impresión en el público.
La primera vez que vi a la artista fue en 1976, después de su regreso a Japón de Estados Unidos, en una exposición de minicollages en una pequeña galería de arte de Ginza. Recuerdo que Kusama, de estatura baja, estaba sentada tranquilamente en una silla en un rincón. Yo era un joven más y había oído rumores sobre sus escándalos en Nueva York, donde había realizado performances en varias ocasiones, así que abandoné la galería por no tener el coraje suficiente de acercarme a hablar con ella. No obstante, he de decir que su obra me impresionó mucho: los extraños prejuicios desaparecieron de golpe ante la profundidad de la poesía rebosante en la imagen y su sensualidad estremecedora.
Poco después, comencé a trabajar en un museo. Como curador, siempre tenía en mente que mi misión era que se volviera a valorar en el plano internacional este talento increíble, esto es, que no se la considerara una intrusa, sino una figura central en el desarrollo del arte de posguerra; parecía una labor jocosa. No eran pocos los que valoraban en aquel entonces las cualidades únicas de Kusama pero se centraban en que se trataba de un talento sumamente interesante por su cualidad de hereje.
Afortunadamente, Kusama goza en la actualidad de un amplio reconocimiento como artista increíble, sublime, incluso. Esto tiene su explicación en que con las obras que ha creado pasados los 80 años no ha venido a menos, o quizás en el hecho de que está mostrando un desarrollo digno de ser calificado de segunda edad de oro. Al mismo tiempo, el mensaje en pos del amor perpetuo que viene transmitiendo desde siempre cobra un significado más fuerte si cabe en una época en la que se propagan las ideologías intolerantes.
La vanguardia para todos
Sin embargo, ese mensaje cargado de amor guarda una estrecha relación con una obsesión peculiar que la artista no podía contener ya de niña. Dibujaba con frecuencia motivos florales que le provocaban alucinaciones en las que ella misma desaparecía entre las flores, pero en las creaciones que realiza en la escuela primaria aparecen ya los diseños de redes y puntos, con los que Kusama habría buscado librarse de esa carga mental representando esas escenas espeluznantes. Es posible decir que su instinto la llevó a utilizar el arte de forma terapéutica.
El estilo "simple a la par que complejo" que corresponde a su época en Nueva York y en el que se sucede un sinfín de puntos, puede considerarse un producto de esa horripilante obsesión por el espacio que manifestaba ya en su niñez. La disposición de estas creaciones recuerda a las pinturas all-over(*1), pero lo cierto es que el hecho de que constituye el punto de inflexión de la Escuela de Nueva York(*2) –de la pintura de acción, que buscaba destacar los trazos dinámicos, al minimalismo ascético– prueba que Kusama no era una hereje que simplemente se había encerrado en sí misma, sino, más bien, una figura razonable que encarna una dinámica dialéctica capaz de impulsar la historia.
En Nueva York, Kusama creó, además de pinturas, esculturas blandas de muebles y tablas, entre otros, cubiertas con cojines fálicos. El uso de objetos de la vida diaria en su forma original hace que a esta serie se la considere también el principio del arte pop, pero el hecho de que esté llena de imágenes de una sexualidad inquietante produce una fuerte impresión de esa obsesión mental característica de la artista.
Las obras de Kusama son, evidentemente, una forma de liberarse de la presión mental, pero no cabe duda de que la verdadera grandeza de la artista reside en su capacidad de sublimar su anhelo personal para que sea, al mismo tiempo, una salvación para el resto del mundo. Las performances antibelicistas de Nueva York lo ejemplifican: aunque pueda parecer que Kusama se aísla, no se trata de una intrusa que ha roto con la sociedad, sino de una figura representativa de una "vanguardia para todos" que viene transmitiendo un mensaje de amor.
(*1) ^ All-over: Denominación utilizada para referirse a un tipo de pintura en que la superficie total del soporte se trata de una forma prácticamente uniforme, sin fijar un punto central; esto es, se concede importancia a lo plano desechando la ilusión y preservando la totalidad, la unidad y la homogeneidad.
(*2) ^ Escuela de Nueva York: Grupo no oficial de poetas, pintores, bailarines y músicos que desarrollaban su actividad en esta ciudad estadounidense en las décadas de 1950 y 1960.
El nacimiento de una musa: el misterioso proceso de creación
Kusama posee una capacidad de concentración extraordinaria y se dedica en la actualidad a la creación de obras enérgicas como nunca antes. Sus cuadros más recientes destacan por una composición que se aleja de las pinturas all-over de otros tiempos y por incorporar imágenes concretas. Además, el audaz sentido del color de la serie Mi alma eterna antagoniza con el mundo monocromático de las pinturas de red y permite observar su destacada capacidad como colorista(*3). Por otra parte, con frecuencia sus obras presentan una imagen que parece ser su autorretrato, con un gorro, gafas, una taza o un bolso, y transmite un sentimiento pop novedoso que atrae la atención debido a que la forma en que utiliza el pincel representa una combinación entre técnicas propias del dibujo y de los cuadros.
Sorprende ver cómo trabaja en su taller Kusama. A la hora de crear sus obras, la artista no sigue el método de ensayo y error en absoluto: no necesita ni estudios ni bocetos; las completa directamente, sin dudar. En los movimientos de sus manos, que podrían parecer arbitrarios, reside el misterioso proceso relacionado con una inevitabilidad que se debe considerar fruto de la providencia del universo.
Durante una aparición en televisión, el entrevistador le preguntó a Kusama, que tenía un lienzo nuevo delante, qué iba a dibujar. La artista respondió que esa pregunta había que formulársela a sus manos. A simple vista, estas palabras evocan un automatismo propio del surrealismo, pero la artista no busca confiar sus palabras a la casualidad. Lo cierto es que, aunque comienza el proceso de creación sin contar con un plan previo, Kusama tiene una visión clara en el momento en el que el pincel toca el lienzo; no se estanca mientras va dando pinceladas.
Las escenas en las que se van repitiendo sucesivamente nuevas imágenes sorprendentes evocan a cualquiera la frase "una musa desciende".
El mundo de Kusama: amor e inquietud
En las obras más recientes de Kusama se alternan dos mundos: uno puro con tintes humorísticos semejante al de los dibujos infantiles y otro del más allá, espiritual. Esa ambigüedad se percibe también en sus esculturas; por ejemplo, en la serie en la que aparecen flores gigantes, conviven una fantasía semejante a la de los jardines de Shangri-La y un toque diabólico que evocan las espesas flores insectívoras. La propia Kusama afirma que el diablo es su enemigo y, al mismo tiempo, su camarada. Sin duda alguna, en el abismo creativo de este genio quedan todavía enigmas que no será fácil resolver. La artista seguirá sorprendiéndonos con su mundo de amor e inquietud.
Imagen de la cabecera: Proceso de creación © YAYOI KUSAMA
(Traducción al español del original en japonés)(*3) ^ Colorista: Pintor que otorga mayor importancia a los colores que a aspectos como las líneas, los bocetos, las figuras, la profundidad o la perspectiva.