
El mundo de Kurosawa a través de sus carteles en el extranjero
Guíade Japón
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En abril de 2018 el Centro Cinematográfico, que hasta ese momento había pertenecido al Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio, se independizó y pasó a ser conocido como el Archivo Nacional Cinematográfico, el sexto museo estatal. Como parte de sus celebraciones de apertura, en el Archivo se realiza una exposición que conmemora los veinte años desde la muerte del director Kurosawa Akira.
Rashōmon, la película que estremeció al mundo
Kurosawa fue uno de los directores japoneses de cine mejor conocidos a nivel internacional. O quizá el más conocido. Muchos japoneses probablemente conocen los premios que Kurosawa recibió en festivales internacionales de cine, o el respeto que le profesaban los grandes maestros del cine de otros países, pero quizá no estén familiarizados con las películas mismas del legendario director.
Kurosawa Akira (1910-1998). Fotografía tomada en una rueda de prensa al regresar a Japón, justo después de que le concedieran el Gran Premio en el Festival Internacional de Cine de Cannes por Kagemusha (26 de mayo de 1980, aeropuerto internacional de Narita, Chiba (Jiji Press)
La presente exposición acerca a los habitantes de Japón al “Kurosawa del mundo”. Todas las obras de la exposición son parte de la colección privada de Makita Toshifumi, investigador y experto en Kurosawa, y su sección más importante está compuesta por 84 carteles, de 30 países diferentes, de películas del director, así como material de prensa, programas de proyección, documentos relacionados, anuncios en periódicos y demás, con un total de 145 piezas expuestas. Examinemos con Okada Hidenori, director del Archivo Nacional Cinematográfico, cuáles son los puntos que no debemos perdernos en la presente exposición.
Kurosawa dirigió a lo largo de su carrera un total de 30 largometrajes, los cuales podríamos dividir en tres grandes épocas según su acogida en el extranjero. El primer periodo, tras su debut como director, comprende las diez cintas que van desde Sugata Sanshirō (estrenada en 1943) hasta Sukyandaru (Escándalo, 1950). El segundo periodo comienza con Rashōmon (1950) y abarca hasta Akahige (Barbarroja, 1965), con un total de trece películas. El último periodo son sus siete películas finales, desde Dodesukaden (1970) hasta Mādadayo (1993).
(De arriba a abajo, y de izquierda a derecha) El cartel polaco de Yoidore tenshi (El ángel ebrio, estrenada en Japón en 1948), creado en 1960 por Wladyslaw Janiszewski; un cartel argentino de Ikiru (Vivir, estrenada en 1952) de la década de los cincuenta; el cartel tailandés de Akahige (Barbarroja, 1965); cartel inglés de Tengoku to jigoku (Cielo e infierno, 1963); cartel de Alemania Oriental de Kagemusha (Estrenada en 1980; cartel de Otto Kummert de 1981)
La razón por la que Sukyandaru y Rashōmon, estrenadas en el mismo año, se clasifican en periodos diferentes, es porque la segunda fue la responsable de que el cine de Kurosawa saltara a la fama a nivel mundial. El año después de que fuera estrenada, en 1951, se presentó en el Festival Internacional de Cine de Venecia, donde obtuvo el León de Oro, la primera vez que una obra cinematográfica japonesa lograba una distinción de ese calibre en el extranjero. El sector cinematográfico japonés comenzó a ser consciente, tras Rashōmon, de poder producir obras artísticas significativas capaces de recibir premios en festivales internacionales de cine.
El León de Oro que Rashōmon ganó en la duodécima edición del Festival Internacional de Cine de Venecia (abajo a la izquierda), y dos obras de Alemania Occidental sobre dicha película (en el centro). Una de esas dos versiones del cartel de Rashōmon (1959, Hans Hillmann, a la derecha)
El cartel con el que Rashōmon se proyectó en Alemania el año después de recibir el prestigioso premio muestra únicamente, además del título de la obra en alfabeto, la frase “Una sensación en las ciudades del mundo”, y no incluye el nombre ni del director ni Mifune Toshirō u otros actores. No se menciona que sea una película japonesa, y aunque uno se lo puede imaginar por los nombres de los personajes que aparecen y por un edificio ambiguo que se asemeja a una pagoda de cinco pisos, en el cartel se nota un misterioso exotismo. Siete años más tarde, cuando se volvió a estrenar en ese mismo país, se encargó del cartel un joven diseñador por aquel entonces de moda, llamado Hans Hillmann, con lo que la portada final se produjo con un fresco sentido artístico. Habían pasado siete años desde el impacto que la obra produjo al ser estrenada, y el cartel da la impresión de que el público se había ido acostumbrando a la existencia del arte de Kurosawa y a la madurez de su visión.
El diseño de Hillmann se aleja de la práctica común de mostrar el título en grandes letras; según Okada, “se trata de un cartel horizontal, compuesto de tres paneles cruzados por un mismo horizonte sobre el que se mezclan las motivaciones de cada personaje, una característica que simboliza la inusual estructura narrativa de la película. Se puede deducir que se ha dado un paso adelante en el entendimiento de la película”. Esta “estructura narrativa” llegó a tener tal efecto sobre creaciones posteriores que dio lugar al término “efecto Rashōmon”, con el que se hace mención, en referencia a un suceso determinado, a las contradicciones que surgen cuando las diferentes personas que se ven envueltas en él toman decisiones completamente distintas. También resulta interesante comparar nueve carteles diferentes de Rashōmon creados en siete países distintos, incluyendo un cartel sueco que toma prestados elementos del artista japonés Utamaro.
Carteles de catorce países para Los siete samuráis
Okada, del Archivo Nacional de Cinematografía, nos habla sobre el cartel alemán (1962, Hans Hillmann) de Shichinin no samurai (Los siete samuráis)
La obra con más carteles en esta exposición es Shichinin no samurái (Los siete samuráis, estrenada en 1954), de la que se hallan expuestas catorce obras. De entre todas ellas llama la atención un gigantesco cartel alemán formado por ocho paneles de tamaño A0 (814 x 1189mm). Es una obra también creada por Hillmann. Okada no tiene constancia de si la empresa de distribución creó carteles de este tamaño para otras películas, pero sí sabe que Shichinin no samurai, de Kurosawa, recibió un tratamiento especial. Quizá el hecho de que los cinco colores -rojo, amarillo, verde, azul y negro- coincidan con los colores de los aros olímpicos no sea casualidad. Pero para Okada el uso de esos cinco vibrantes colores para representar la escena de la batalla final entre los últimos samuráis y los bandidos “usando sobre el papel la misma estructura de la película era una forma de expresar su respeto hacia Kurosawa”.
En esa obra ya no queda ni un ápice del exotismo asiático que se valoraba respecto al cine japonés. Seis años después de su estreno en Estados Unidos se hizo una versión en tono de western de Shichinin no samurai, titulada The Magnificent Seven (Los siete magníficos); quizá por eso, cuando se estrenó en España Shichinin no samurai en 1965 su cartel daba, tanto por su estructura como por su estilo, la impresión de pertenecer totalmente al género western. Quien acuda a la exposición tampoco debería perderse los carteles de Tailandia e Irán, obras realmente extrañas.
Los carteles de Shichinin no samurai de España (1965) y Argentina (1957), que pese a compartir idioma difieren en el título