El mundo de Kurosawa a través de sus carteles en el extranjero
Guíade Japón
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En abril de 2018 el Centro Cinematográfico, que hasta ese momento había pertenecido al Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio, se independizó y pasó a ser conocido como el Archivo Nacional Cinematográfico, el sexto museo estatal. Como parte de sus celebraciones de apertura, en el Archivo se realiza una exposición que conmemora los veinte años desde la muerte del director Kurosawa Akira.
Rashōmon, la película que estremeció al mundo
Kurosawa fue uno de los directores japoneses de cine mejor conocidos a nivel internacional. O quizá el más conocido. Muchos japoneses probablemente conocen los premios que Kurosawa recibió en festivales internacionales de cine, o el respeto que le profesaban los grandes maestros del cine de otros países, pero quizá no estén familiarizados con las películas mismas del legendario director.
La presente exposición acerca a los habitantes de Japón al “Kurosawa del mundo”. Todas las obras de la exposición son parte de la colección privada de Makita Toshifumi, investigador y experto en Kurosawa, y su sección más importante está compuesta por 84 carteles, de 30 países diferentes, de películas del director, así como material de prensa, programas de proyección, documentos relacionados, anuncios en periódicos y demás, con un total de 145 piezas expuestas. Examinemos con Okada Hidenori, director del Archivo Nacional Cinematográfico, cuáles son los puntos que no debemos perdernos en la presente exposición.
Kurosawa dirigió a lo largo de su carrera un total de 30 largometrajes, los cuales podríamos dividir en tres grandes épocas según su acogida en el extranjero. El primer periodo, tras su debut como director, comprende las diez cintas que van desde Sugata Sanshirō (estrenada en 1943) hasta Sukyandaru (Escándalo, 1950). El segundo periodo comienza con Rashōmon (1950) y abarca hasta Akahige (Barbarroja, 1965), con un total de trece películas. El último periodo son sus siete películas finales, desde Dodesukaden (1970) hasta Mādadayo (1993).
La razón por la que Sukyandaru y Rashōmon, estrenadas en el mismo año, se clasifican en periodos diferentes, es porque la segunda fue la responsable de que el cine de Kurosawa saltara a la fama a nivel mundial. El año después de que fuera estrenada, en 1951, se presentó en el Festival Internacional de Cine de Venecia, donde obtuvo el León de Oro, la primera vez que una obra cinematográfica japonesa lograba una distinción de ese calibre en el extranjero. El sector cinematográfico japonés comenzó a ser consciente, tras Rashōmon, de poder producir obras artísticas significativas capaces de recibir premios en festivales internacionales de cine.
El cartel con el que Rashōmon se proyectó en Alemania el año después de recibir el prestigioso premio muestra únicamente, además del título de la obra en alfabeto, la frase “Una sensación en las ciudades del mundo”, y no incluye el nombre ni del director ni Mifune Toshirō u otros actores. No se menciona que sea una película japonesa, y aunque uno se lo puede imaginar por los nombres de los personajes que aparecen y por un edificio ambiguo que se asemeja a una pagoda de cinco pisos, en el cartel se nota un misterioso exotismo. Siete años más tarde, cuando se volvió a estrenar en ese mismo país, se encargó del cartel un joven diseñador por aquel entonces de moda, llamado Hans Hillmann, con lo que la portada final se produjo con un fresco sentido artístico. Habían pasado siete años desde el impacto que la obra produjo al ser estrenada, y el cartel da la impresión de que el público se había ido acostumbrando a la existencia del arte de Kurosawa y a la madurez de su visión.
El diseño de Hillmann se aleja de la práctica común de mostrar el título en grandes letras; según Okada, “se trata de un cartel horizontal, compuesto de tres paneles cruzados por un mismo horizonte sobre el que se mezclan las motivaciones de cada personaje, una característica que simboliza la inusual estructura narrativa de la película. Se puede deducir que se ha dado un paso adelante en el entendimiento de la película”. Esta “estructura narrativa” llegó a tener tal efecto sobre creaciones posteriores que dio lugar al término “efecto Rashōmon”, con el que se hace mención, en referencia a un suceso determinado, a las contradicciones que surgen cuando las diferentes personas que se ven envueltas en él toman decisiones completamente distintas. También resulta interesante comparar nueve carteles diferentes de Rashōmon creados en siete países distintos, incluyendo un cartel sueco que toma prestados elementos del artista japonés Utamaro.
Carteles de catorce países para Los siete samuráis
La obra con más carteles en esta exposición es Shichinin no samurái (Los siete samuráis, estrenada en 1954), de la que se hallan expuestas catorce obras. De entre todas ellas llama la atención un gigantesco cartel alemán formado por ocho paneles de tamaño A0 (814 x 1189mm). Es una obra también creada por Hillmann. Okada no tiene constancia de si la empresa de distribución creó carteles de este tamaño para otras películas, pero sí sabe que Shichinin no samurai, de Kurosawa, recibió un tratamiento especial. Quizá el hecho de que los cinco colores -rojo, amarillo, verde, azul y negro- coincidan con los colores de los aros olímpicos no sea casualidad. Pero para Okada el uso de esos cinco vibrantes colores para representar la escena de la batalla final entre los últimos samuráis y los bandidos “usando sobre el papel la misma estructura de la película era una forma de expresar su respeto hacia Kurosawa”.
En esa obra ya no queda ni un ápice del exotismo asiático que se valoraba respecto al cine japonés. Seis años después de su estreno en Estados Unidos se hizo una versión en tono de western de Shichinin no samurai, titulada The Magnificent Seven (Los siete magníficos); quizá por eso, cuando se estrenó en España Shichinin no samurai en 1965 su cartel daba, tanto por su estructura como por su estilo, la impresión de pertenecer totalmente al género western. Quien acuda a la exposición tampoco debería perderse los carteles de Tailandia e Irán, obras realmente extrañas.
La obra de Kurosawa en el mundo
Otro punto interesante de la presente exposición consiste en fijarse en las características de los carteles de películas en cada país, además de las diferencias entre ellos como muestra de las diferentes maneras que tenían los autores extranjeros de dichos carteles de entender y expresar las obras de Kurosawa. Los carteles italianos, por ejemplo, muestran tanto antes de la guerra como en la posguerra un gran respeto por el arte pictórico. Una obra que demuestra esta idea de forma impactante es el cartel de Kumonosu jō (Trono de sangre, 1957). En él aparece Mifune Toshirō atravesado por varias flechas, imagen que podemos suponer se inspiró en uno de los fotogramas enviados desde Japón para la promoción de la película, pero pese a tratarse de una cinta en blanco y negro el cartel cuenta con varios colores que añaden un efecto dramático, como el rojo de la sangre que brota de las heridas. Además, la tipografía usada para el título se asemeja en gran medida a la de muchas obras del género de terror tradicional de ese mismo país.
Por otro lado, no son pocos los casos en que el cartel de un país del Este de Europa, como Polonia o el territorio en aquel momento conocido como Checoslovaquia, muestra una estructura abstracta con gran énfasis en el propio diseño. El cartel polaco de Kakushi toride no san akunin (La fortaleza escondida), que para nada da la impresión de ser la imagen de una película de acción, es un ejemplo perfecto. En Cuba, país que no producía en esa época carteles de películas en grandes cantidades, existía la costumbre de imprimir en serigrafía. Así fue como se pudieron producir obras de tan alto valor artístico como el cartel de Akahige (Barbarroja, 1965).
Hablar de las películas de Kurosawa es también hablar de Mifune Toshirō, que protagonizó dieciséis de ellas. En los carteles extranjeros también llaman la atención aquellos en los que se muestra el rostro del actor, y de entre todos ellos el más impactante quizá sea el cartel estadounidense de Yōjimbō (1961), en el que más que la cara de Mifune aparece su expresión retratada con un único color prominente, como si fuera un recorte. Un cartel minimalista como este es, en dicho país, una rareza entre las películas de Kurosawa.
Kurosawa era un perfeccionista, y debido a sus grandes presupuestos la industria japonesa del cine comenzó a verse en una situación en la que pronto no podría mantener el ritmo del director. Fue en ese momento en el que Kurosawa decidió colaborar con el extranjero. Al recibir una oferta de Hollywood el cineasta, tras terminar el rodaje de Akahige, entró en preproducción para dirigir en Estados Unidos Runaway Train (El tren del infierno), pero el proyecto no llegó a materializarse (aunque se filmó años después, con otro director al timón). En 1968 comenzó a rodar Tora! Tora! Tora!, pero tras apenas un mes abandonó el proyecto. En esta exposición se puede admirar la icónica chaqueta del director, semejante a la que llevaban los miembros importantes del equipo en esa producción.
No fue hasta 1975 que Kurosawa logró completar una coproducción internacional: Derzu Uzala fue rodada en la antigua Unión Soviética. Posteriormente, en 1980, George Lucas y Francis Ford Coppola sumaron sus fuerzas para producir la versión internacional de Kagemusha, cinta que recibió la Palma de Oro en el Festival Internacional de Cine de Cannes. En 1985 Kurosawa rodó Ran, una coproducción nipo-francesa, y en 1990 estrenó, con ayuda de Steven Spielberg, Yume (Sueños); la reputación de Kuwosawa en el extranjero le permitía ya plantearse todo tipo de producciones internacionales.
Desde Kagemusha hasta el ocaso de su vida, Kurosawa (que aspiró en su día a convertirse en pintor) comenzó a usar cuadros propios para explicar al equipo sus instrucciones como director. Algunas de esas pinturas se utilizaron en el cartel francés de Mādadayo, y otra de ellas, realizada para Kagemusha, en el cartel del 36 Festival Internacional de Cine de Cannes, en 1983.
Como colofón, Okada opinó sobre el diseño de la exposición.
“Simplemente con ver todos estos carteles nos quedamos con la impresión de que las obras de Kurosawa se fueron presentando al mundo de muy diversas maneras. Me parece muy interesante comprobar cómo diferentes diseñadores con distintos entornos culturales de todo el mundo fueron interpretando sus películas. Algunos capturan la esencia de la obra, mientras que otros buscan sus propios métodos expresivos. Algunos se adhieren a las normas de sus países, en lo que a carteles se refiere, mientras que otros las rompen. Las propias películas se hallan ambientadas en periodos diversos y poseen todo tipo de temas. Kurosawa es el único director de cine japonés capaz de aunar todos esos aspectos en una misma persona”.Conmemoración de la apertura del Archivo Nacional Cinematográfico
20 años tras la muerte de Kurosawa Akira: carteles de la colección de Makita Toshifumi
- Periodo: del 17 de abril de 2018 (martes) al 23 de septiembre (domingo)
- Cerrado los lunes y los días entre el 7 (martes) y el 12 de agosto (domingo), y entre el 4 (martes) y el 7 de septiembre (viernes)
- Lugar: Sala de exposiciones del Archivo Nacional Cinematográfico (séptimo piso); Tokio, Chūō-ku Kyōbashi 3-7-6 (a un minuto a pie desde la estación Kyōbashi de la línea de metro Ginza)
- Horario: de 11:00 a 18:30 (admisión hasta las 18:00)
- Los lunes, abierto de 11:00 a 20:00 (admisión hasta las 19:00)
- Precio: entrada normal, 250 yenes; universitarios, 130 yenes (para estudiantes de instituto, menores de 18 años, mayores de 65 años y personas con discapacidad, la entrada es gratuita)
- Página web: http://www.nfaj.go.jp/