Obusedō: algo más que confituras de castaña
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La cultura Obuse en el periodo Edo
Con sus 12.000 habitantes, el pequeño municipio de Obuse –el menor de entre los de su categoría administrativa en la prefectura de Nagano– ocupa lo que los geólogos denominan un abanico aluvial en el río Matsukawa, que vierte sus aguas en el Chikumagawa.
A finales del periodo Edo (1603-1867) se inició el transporte fluvial a lo largo del río Chikumagawa, dando un fuerte impulso a la actividad comercial en la región de Kitashinano, en la parte más septentrional de la actual prefectura de Nagano. Obuse prosperó gracias a este comercio, que enriqueció a labradores y mercaderes. Sobre la base de esta gran acumulación de riqueza floreció una cultura propia, a la que contribuyeron personalidades de las artes y las letras como el gran pintor de ukiyoe Katsushika Hokusai (1760-1849) o autor de haikus Kobayashi Issa (1763-1828) .
Sin embargo, Obuse entró en decadencia cuando, en 1888, comenzó a operar al otro lado del río Chikumagawa la línea ferroviaria Shin´etsu Honsen, que transformó completamente el mapa del transporte humano y de mercancías de la región. La economía local de Obuse pasó a depender entonces de la cría de gusanos de seda. Hoy en día se sostiene principalmente en la manzana, la uva y otros productos hortícolas.
El kurirakugan y la castaña de Obuse
Pero, para los japoneses, Obuse es ante todo famoso por sus castañas. Se cree que este cultivo se inició en Obuse a mediados del periodo Muromachi. Según esta teoría, lo habría introducido el potentado Ogino Jōrin, quien en 1367 se asentó en esta montañosa región procedente del feudo de Tanba (actual ciudad de Nantan, prefectura de Kioto). Así pues, la castaña de Obuse sería una adaptación de la castaña de Tanba a estos terrenos de alta acidez. En su nueva tierra de adopción la castaña fue ganando renombre por su calidad, convirtiéndose incluso en uno de los productos locales que el señor feudal de Matsushiro enviaba al shogun como presente de otoño. Fue así como la fama de las castañas de Obuse se extendió por todo el país.
El más antiguo entre los dulces de Obuse en cuya elaboración interviene la castaña es el llamado kurirakugan, a base de castañas molidas a las que se da forma en moldes de madera para someterlas luego a un proceso de secado. La idea, del año 1808, partió del fundador del Sakurai Kanseidō, una casa comercial local. Puede decirse que la confitería de Obuse nació con este dulce. En 1819 comenzó a producirse yōkan puro de castaña, en vez de la judía dulce que habitualmente se utiliza. En 1892 nació el kurikanoko, en cuya versión original las castañas, previamente adobadas en miel, se presentaban dentro de una jugosa pasta de castañas molidas. Con introducción del enlatado durante la era Meiji, estos dulces pasaron a comercializarse a lo largo de todo el año.
El sabor natural de los dulces de castaña en los mejores almacenes de Tokio
Durante sus primeros años de existencia, la casa comercial Obusedō abarcaba un amplio espectro de negocios. No solo era mayorista de sal y té, sino que producía al mismo tiempo aceite de colza y sake e incluso fabricaba medicamentos. Pero el negocio central era la producción de sake en la bodega Masuichi-Ichimura, creada en 1755.
La empresa se embarcó en el negocio de la confitería en los últimos años del siglo XIX. Para elaborar su nuevo kurikanoko aprovecharon las técnicas de enlatado y su know how del sistema de fabricación del sake. De esta experiencia nacería, años después, la sociedad anónima Obusedō (1923).
El miso (pasta de soja fermentada) y la salsa de soja son otros productos con los que la empresa ha probado suerte. “Hoy en día solo subsisten la bodega y la confitería”, explica Tsugio Ichimura, que dirige conjuntamente ambos negocios como sucesor de decimoséptima generación. En términos de facturación, la primera representa apenas la décima parte de la segunda. La primacía de la castaña está, pues, fuera de toda duda.
Pese al éxito de su empresa, Ichimura siempre ha pensado en la necesidad de un “regreso” a los modos de una kashiya (confitería) tradicional. “En el negocio de los confites se ha aspirado a industrializar los métodos productivos. Los grandes almacenes de Tokio ofrecen productos de nuestra empresa producidos en serie y que permiten un amplio periodo de consumo. Pero cuando los turistas comenzaron a acercarse a nuestra casa matriz comprendí que a lo que debíamos aspirar era a seguir siendo una kashiya”, reflexiona Ichimura.
Este deseo de su presidente se ha hecho realidad en la tienda que la compañía abrió en septiembre de 2013 en los grandes almacenes Isetan de Shinjuku (Tokio), donde se muestra como una tradicional kashiya, donde pueden comprarse dulces de castaña para consumo inmediato, según explica el propio Ichimura. En febrero de 2014, de igual modo, la empresa renovó su imagen en el establecimiento de Matsuzakaya, otros importantes almacenes, en el barrio tokiota de Ueno.
Embellecimiento paisajístico, el otro empeño de Obusedō
Un rasgo muy especial de la empresa Obusedō es la forma en que se ha implicado en el desarrollo de su localidad, en concreto en el compromiso que ha mostrado en la restauración de viviendas y calles de arquitectura tradicional. Para dotar el casco urbano de un mejor aspecto, Obusedō promueve traslados de edificios enteros mediante arrastre, desguace para su reubicación e incluso reconstrucciones propiamente dichas. En algunos casos se ha cambiado la orientación y la altura de los edificios. Rehacer y revisar los planes una y otra vez son “gajes del oficio” cuando de lo que se trata es de realzar las bellezas paisajísticas de una localidad. Algo muy diferente a una mera labor de “conservación del caserío urbano”, que consistiría en retrotraer la colocación, forma, altura y otros rasgos de los edificios a su estado en una determinada época del pasado y conservarlos en tal estado sin ningún cambio.
Tsugio Ichimura, que tomó el relevo de su predecesor, Ikuo, en 1980, ha abierto al público una parte de los terrenos familiares, que ahora se denominan Sasa no Hiroba (Plaza de los Bambús Enanos). Otras empresas locales del mismo ramo, como Chikufūdō o la referida Sakurai Kanseidō están colaborando también en el mantenimiento y arreglo de las inmediaciones. Ichimura y los propietarios de terrenos adyacentes se han puesto de acuerdo para establecer una zona de embellecimiento paisajístico, para cuyo acondicionamiento no dependen de los presupuestos de la administración local. Si conducimos nuestros vehículos por las calles de Obuse, ya no veremos esa caótica amalgama de grandes vallas publicitarias y letreros de neón a la que nos han acostumbrado casi todos nuestros municipios. Y la impresión no afecta solo al centro urbano: en los huertos de frutales primorosamente cuidados se ha respetado igualmente la belleza del paisaje. Este esfuerzo por crear un espacio placentero tiene mucho que ver con los 1,2 millones de turistas que visitan cada año el municipio.
Hacer empresa es hacer historia
La empresa Obusedō estableció en 1984 un departamento de proyectos culturales que hasta el momento ha organizado conciertos, la exposición de escultura contemporánea Obuse-kei y el Congreso Internacional Hokusai, entre otros actos. Desde 2003 viene organizando también el maratón Obuse-mini, una iniciativa más que está contribuyendo a dinamizar la vida cultural y ciudadana.
“La empresa japonesa”, sostiene Ichimura, “siempre ha tenido una faceta de impulsora del bienestar social. El negocio con ánimo de lucro sirve de motor de arranque, pero conduce siempre a pensar también en ese otro aspecto del bienestar. Yo creo que dentro de la sociedad japonesa siempre ha habido esa conciencia de la importancia de lo público. Y al sector privado le corresponde ahí un papel diferente al de la administración”.
Sobre la historia y tradiciones de su empresa, Ichimura tiene su visión: “Esto es como ese juego del oodamaokuri que hacen en los festivales deportivos, escolares de todos los cursos alineados de dos en dos, con los brazos alzados y pasándose una gran bola de unos a otros. La verdadera protagonista no es tanto la persona como la bola. Lo que hacemos nosotros es lo mismo: recibir la bola y pasársela al siguiente”.
“¿Que para qué seguimos con el negocio? Pues… lo que nos gusta es que la gente piense que nuestra tienda alegra el barrio, y que es estupendo tener siempre ahí, a su disposición. Yo siempre imagino la escena de un ciudadano de Tokio y otro de Osaka, por ejemplo, que se conocen por casualidad en Obuse y establecen entre ellos un diálogo que solo es posible porque el escenario es precisamente Obuse. Yo creo que con esta ciudad que tenemos, podemos aspirar a eso. Si nosotros, desde nuestra tienda, podemos ayudar en algo para hacer posible esa escena, es para estar muy satisfechos”, concluye Ichimura, dándonos así una elocuente imagen de su visión ideal del negocio.
Ficha de la empresa
K. K. Obusedō
808 Obusemachi
Kamitakai-gun, Nagano-ken
381-0293 Japan
Presidente: Ichimura Tsugio
Objeto social: Fabricación y venta de confitería, restauración, hospedaje, proyectos culturales
Capital social: 20.000.000 de yenes.
Número de empleados: 100
Tel.: (81) 262476369
Sitio web: http://www.obusedo.com
Ficha de la empresa
Masuichi-Ichimura Shūzōjō K.K.
807 Obusemachi
Kamitakai-gun, Nagano-ken
381-0294, Japan
Presidente: Ichimura Tsugio
Objeto social: Producción y venta de sake
Capital social: 28.000.000 de yenes
Número de empleados: 10 (incluido empleo estacional)
Tel.: (81) 0262472011
Sitio web: http://www.masuichi.com
Texto: Nagasawa Takaaki (periodista, editor senior de nippon.com)
Imagen del banner: Cortesía de Obusedō