Más indiferencia que desconfianza: los japoneses ante los medios de comunicación
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En los últimos tiempos están proliferando las fake news, noticias falsas que se nos cuelan a través de servicios de Internet como Facebook o Twitter y que pueden llegar a menoscabar ese conocimiento de los temas políticos que tan necesario es para el correcto funcionamiento de una democracia. Simultáneamente, vemos también cómo un personaje como Donald Trump, presidente de Estados Unidos, insulta a los medios de comunicación que le resultan más incómodos colgándoles ese letrero de fake news. Se ve que la expresión está de moda, que se está tambaleando la confianza que teníamos en los medios, y que su progresiva pérdida de credibilidad es un fenómeno mundial.
En Japón, cuando se habla sobre los medios, también se suele aludir a la desconfianza que inspiran. Pero se trata de una desconfianza que no es exactamente la misma que puede sentirse en Occidente. ¿Dónde está la diferencia? ¿Hay tendencias que afectan por igual a Japón y a otros países? El presente artículo es una reflexión sobre la desconfianza hacia los medios tal como se da en Japón. Parte de él se inspira en mi libro Media fushin: nani ga towarete iru no ka (“Desconfianza en los medios: ¿qué estamos cuestionando?”), que publiqué en 2017.
Medios acomodaticios y excesivamente considerados
Según un informe emitido en 2017 por el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo (Universidad de Oxford), las causas que subyacen bajo la desconfianza en los medios son la polarización de la política en el país en cuestión, un fenómeno muy difícil de erradicar, y el carácter tendencioso que muestran los medios tradicionales que se apoyan en estas ideas tan polarizadas. Es decir, que la desconfianza crece en la misma medida en que, al tratar una serie de temas, el debate político se ideologiza e intensifica.
Si aplicamos estas conclusiones al caso japonés, vemos que la línea editorial de los medios de comunicación tradicionales, con las lógicas excepciones, es muy contenida, trata de dar una imagen de neutralidad y en general rehúye la polémica. Desde hace ya mucho tiempo, los medios japoneses suelen ser acusados por los extranjeros de ser muy aburridos, de no presentar posturas claras y de limitarse a publicar los anuncios que hace el Gobierno tal y como les llegan.
Japón no está falto de temas controvertidos: los problemas de discriminación que sufren los burakumin o las minorías surcoreana y norcoreana; el uso de la energía nuclear; los problemas derivados de las diversas visiones de la historia; los que afectan a la manera en que se informa sobre los asuntos relacionados con la Casa Imperial, etcétera. Sin embargo, los medios japoneses no son propensos a abordar estos temas con ánimo polémico, prefiriendo guardar siempre una prudente distancia.
En 2017, en relación con ciertos escándalos que afectaron al primer ministro Abe Shinzō, saltó a la fama la palabra sontaku (consideración o miramiento basado en suposiciones sobre la situación o deseos de otras personas), que incluso se llevó un premio al vocablo de moda que se entrega cada año.
La palabra sontaku define con gran exactitud ciertos patrones de conducta imperantes en las esferas políticas y burocráticas del país, que están fuertemente jerarquizadas. Y si hay una palabra que define también lo que ocurre en los medios japoneses, es precisamente esta. Porque nuestros medios leen muy bien en el aire, practican mucho el sontaku y evitan instigar enfrentamientos innecesarios. A la vez, puede decirse también que adoptando esa postura los medios de comunicación de Japón cumplen la función de representar a la mayoría social y dar cohesión al país.
Quizás por efecto de estas maneras informativas, en la sociedad japonesa no se manifiesta claramente una polarización de la opinión política. Por tanto, es difícil descubrir en Japón ese tipo de desconfianza hacia los medios a la que alude en su informe el citado instituto.
En esta situación, las tiradas de los periódicos japoneses alcanzan cifras impensables en otros países. Según la Asociación de la Prensa de Japón, incluso ahora los periódicos impresos colocan diariamente en total de más de 40 millones de ejemplares y, según los resultados de una encuesta de la televisión pública NHK, la televisión sigue teniendo un seguimiento de cerca de cuatro horas diarias de promedio.
Otro problema distinto es si los medios de comunicación disfrutan de una amplia confianza popular.
Apretada competencia dentro de unos esquemas muy limitados
Para no tener que reducir su tirada, o para no ocasionar un bajón en sus niveles de audiencia, los periódicos y cadenas de televisión de Japón han sido muy cuidadosos en la elaboración de páginas o programaciones que se adapten perfectamente a sus usuarios más leales y dóciles. Se prestan a cubrir generosamente todos los avisos e informaciones de interés público que les sirven fuentes gubernamentales e industriales. Los artículos editoriales suelen adoptar un tono familiar para todos los públicos, y los artículos y programas suelen estar concebidos para que resulten fácilmente comprensibles a cualquier estudiante de secundaria. Por tanto, apenas encontramos artículos comparables a los op-ed (opposite the editorial page, escritos por expertos ajenos al comité editorial de la publicación) que pueden leerse en el New York Times o a esos largos y complicados artículos que suelen publicar los periódicos europeos más prestigiosos, que más que artículos parecen trabajos académicos. Y mucho menos todavía podemos esperar que los principales diarios japoneses publiquen esa otra modalidad de fake news que constituyen los artículos escabrosos, obscenos y de poco fundamento que adornan la prensa sensacionalista británica.
En cuanto a la televisión, el artículo 4 de la Ley de Radiotelevisión estipula que las emisiones deberán mantener un tono político neutro. En febrero de 2016 causaron un gran revuelto unas declaraciones de la entonces ministra de Interior y Comunicaciones, Takaichi Sanae, en las que venía a decir que las cadenas que violaran repetidamente este principio de neutralidad podrían ver suspendidas sus emisiones. Existe también la percepción de que han desaparecido de los programas informativos aquellos presentadores influyentes y de fuerte personalidad que los dirigían en otra época, y de que los locutores que los han sustituido se limitan a conducir el programa evitando complicaciones. Esto es otro indicativo de que en el mundo de la radiotelevisión japonesa desviarse del camino marcado se ha convertido en un comportamiento proscrito.
Japón es un país capitalista y liberal que garantiza la libertad de expresión. Pero el hecho es que desde el final de la Segunda Guerra Mundial nuestros periódicos y televisiones siguen siendo básicamente los mismos. Unos mismos miembros que rindiendo cuidadosamente diversos sontaku a la sociedad, dan continuidad a unos mismos esquemas de paginación o programación, preservando sus respectivas imágenes corporativas como empresas cercanas a la gente. Los medios japoneses se han debatido, dentro de estas estructuras industriales, por diferenciarse de alguna forma de sus competidores, enzarzándose en una dura batalla por alcanzar una mayor tirada o índice de audiencia.
Más que desconfianza, indiferencia
Volviendo a la investigación comparativa de ámbito mundial realizada por el citado instituto británico, descubrimos que los medios japoneses no disfrutan de una credibilidad demasiado alta. El estudio compara los resultados de 36 países. A la pregunta de si conceden credibilidad a la mayor parte de las noticias que se difunden, los japoneses responden afirmativamente en un 43 %. Este porcentaje coloca a Japón en el puesto 17 de los 36 países, a un nivel comparable al de Reino Unido. A título informativo, diremos que Alemania se sitúa en séptimo lugar con un 50 % y Estados Unidos en vigésimo octavo, con un 38 %.
Pero hay un aspecto especialmente interesante cuando se aborda el tema de la credibilidad de los medios japoneses, y es que cuando ya no se pregunta por los medios en general, sino solo por aquellos medios que habitualmente utiliza el entrevistado para informarse, no se produce la esperada subida, sino que la credibilidad se estanca en un 44 %, descendiendo hasta el puesto 28 entre los 36 países. En Reino Unido el porcentaje sube al 51 % (puesto 19), en Alemania al 58 % (sexto puesto) y en Estados Unidos al 53 % (puesto 13). En Japón, por lo que a credibilidad se refiere, apenas existe diferencia entre los medios en general y el medio que el ciudadano elige para informarse, lo cual puede ser entendido como una muestra de la extendida idea de que las diferencias entre unos medios y otros son muy pequeñas. Es decir, que los ciudadanos no están eligiendo de una forma activa los medios que más les convencen y que su interés en las tendencias o movimientos que puedan ocurrir en el mundo informativo es mínimo.
A la luz de todos estos datos solo cabe pensar que lo realmente preocupante en el caso japonés no es la falta de credibilidad de los medios, sino la indiferencia de los ciudadanos hacia ellos y, por extensión, hacia la propia sociedad.
También por lo que respecta al movimiento femenino #MeToo, que comenzó el año pasado, vemos que frente a la vitalidad con que se ha difundido en las redes sociales, los medios de comunicación tradicionales han reaccionado con cierta torpeza. Ante temas que en el ámbito internacional son muy polémicos, los medios japoneses no saben posicionarse. Con respecto al problema del acoso sexual, parecen renuentes a debatirlo como uno de los nuevos temas de interés social. En todo caso, si bien en Japón no se aprecia una desconfianza en los medios o una polarización demasiado escandalosas, sí que se siente una extrema debilidad en los medios a la hora de identificar los temas más importantes y graves que marcan el destino de la sociedad democrática, asumirlos como propios y debatidos junto a los ciudadanos.
Cada vez más distancia entre la sociedad y sus medios
Hay otros datos que avalan la brecha que se ha abierto en Japón entre el mundo de la información y la sociedad. En el estudio del instituto Reuters, solo un 19 % de los japoneses dijo haber comentado con sus compañeros de trabajo o amigos alguna de las noticias surgidas durante la última semana, un porcentaje bajísimo si lo comparamos con el 40 % de Estados Unidos o con el 37 % de Reino Unido. También es mucho menor el porcentaje de personas que dice haber compartido o discutido noticias a través de Internet (Japón: 5 %; Reino Unido, 12 %; Estados Unidos, 20 %). Y en cuanto a la costumbre de compartir y comentar noticias utilizando los medios on line, Japón ocupa el último puesto entre los 36 países, con un 13 %.
En otro informe de 2016 de este mismo instituto, a la pregunta de si son las hard news (política, economía, etc) o las soft news (entretenimiento) las que más interés despiertan, respondió que son las primeras el 49 % de los japoneses, lo que dejó a Japón a la cola de los 26 países que se comparaban. Por supuesto, hay sociedades en las que se considera que este tipo de noticias “serias” deben recibir una mayor atención y es lógico que en tales países se expresen actitudes de interés que no siempre se corresponden con la realidad. En Japón el pensamiento de que todo buen ciudadano debe conocer ese tipo de noticias no está demasiado arraigado y la realidad es que el nivel de interés no es alto. Es, pues, perfectamente previsible que tampoco exista un interés demasiado marcado por cómo se realiza el trabajo informativo o cómo se elaboran y sirven las noticias.
Quizás debido a esta tendencia sostenida en Japón durante largos años a apoyarse preferentemente en contenidos que no traigan complicaciones, los periódicos han logrado mayores tiradas que en otros países y el descenso en el número de horas destinadas a ver la televisión se produce a un ritmo más lento. Pero esta realidad es una velada advertencia de que la imagen de la sociedad que proyectan los medios se ha apartado de la realidad de dicha sociedad. Es decir, que si bien en Japón los medios no se han polarizado, la brecha entre medios y sociedad sigue ensanchándose.
Hacia una estrategia más arriesgada y partidista
Hay que decir, no obstante, que frente a los medios que ponen distancia con la polémica y guardan celosamente su posición equidistante pretendiendo hacerse eco de las diversas posturas enfrentadas, otros medios han adoptado una estrategia diferente. En especial una parte de los periódicos están mostrando una creciente tendencia al partidismo, plegándose a los intereses del Gobierno o de ciertos partidos. Dos casos muy representativos son el del diario Sankei Shimbun, que muestra un conservadurismo y un derechismo cada vez más marcados (revisionismo histórico, defensa del Gobierno encabezado por Abe Shinzō) y el del Tōkyō Shimbun, que se ha corrido hacia la izquierda (oposición a la energía nuclear, actitud crítica frente al Gobierno de Abe).
Muy en particular llama la atención el discurso cada vez más derechista y xenófobo del Sankei Shimbun. Da la impresión de que la empresa propietaria está haciendo de ese discurso su bandera y que en este empeño tienen un papel central los artículos relacionados con los debates derivados de las distintas concepciones existentes acerca de la historia de Japón, como el asunto de las ianfu (inglés: confort women, mujeres de solaz) durante la Guerra del Pacífico. Según dicho periódico, su intención es desmontar las mentiras sobre las ianfu que ha ido propalando por el mundo el diario Asahi Shimbun (incluso ha publicado un libro cuyo título contiene esta idea), por lo que sus críticas se dirigen fundamentalmente contra las “informaciones tendenciosas” de este último rotativo.
También dirige sus diatribas contra quienes se oponen al Gobierno de Abe. Entre los últimos sucesos, el Sankei Shimbun, además de difundir informaciones inexactas sobre la actuación de ciertos marines norteamericanos, criticó duramente al Ryūkyū Shimpō y al Okinawa Times, diarios de la prefectura de Okinawa que no se prestaron a cantar las virtudes humanitarias de dichos soldados, diciendo que no merecían el nombre de empresas informativas y que, como japoneses, se sentían avergonzados de ellos. Días después, el Sankei Shimbun se percató de su propio error informativo, reconoció que no había investigado suficientemente el tema, retiró el artículo y pidió perdón (en el número del 8 de febrero de 2018). Por eso, también en Japón está prosperando un discurso que instiga la desconfianza en los medios criticando el partidismo o la parcialidad de los medios que protagonizan enfrentamientos basados en informes falsos o en puras presunciones. Habrá que ver si este tipo de desconfianza se convierte con el tiempo en una desconfianza más generalizada y qué otros efectos tiene.
Entre los cinco grandes diarios del país, el Sankei Shimbun es el de menor tirada y se dice que su situación económica es difícil. Parece ser que durante los últimos 30 años ha mantenido una viva conciencia de crisis, de que de continuar en la misma línea su situación se haría insostenible, y está pugnando por entablar un nuevo vínculo con sus lectores adoptando una estrategia editorial diferente a la de los otros periódicos. En otras palabras, hoy en día el Sankei Shimbun no apunta a un lector-consumidor indiferente y silencioso. Es un periódico que se esfuerza por hacer llegar al lector sus posicionamientos de una forma clara y que, en contrapartida, les exige que miren con desconfianza a los medios liberales con los que está enfrentado. La actual situación de los medios japoneses no permite vaticinar si en el futuro se producirá un giro en el sentido que indica la postura del Sankei, pero que algo está cambiando parece evidente.
En cualquier caso, para hacer un seguimiento de cómo evolucionan las tendencias de opinión en la prensa, será necesario establecer unos indicadores concretos y analizarlos concienzudamente.
Por otra parte, según una información difundida por la agencia de noticias Kyōdō el 15 de marzo de 2018, el primer ministro Abe se está planteando la posibilidad de suprimir el artículo de la Ley de Radiotelevisión que exige neutralidad política en las emisiones de estos dos medios, para hacer posibles emisiones totalmente libres “mediante la desregulación”. Se trataría de desregular las actividades para facilitar el acceso de nuevos competidores, pero en el campo de los canales comerciales (privados), no resultará fácil desbancar a las cinco grandes cadenas radicadas en Tokio, que han venido siendo líderes indiscutibles. Nos arriesgamos a que también en este campo se agudice el partidismo de las cadenas que concurren en esta situación oligopolística.
(Escrito el 16 de marzo de 2018 y traducido al español del original en japonés.)
Fotografía del encabezado: edición especial de un periódico japonés que transmite el lanzamiento de un misil por parte de Corea del Norte (fotografía tomada en Minato-ku, Tokio, el 29 de mayo de 2017 / Jiji Press).
Redacción: La fotografía no tiene relación directa con el contenido del artículo.