¿Cambiará la política japonesa con la rebaja de la edad electoral?
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Elecciones a la Cámara Alta de 2016, primera oportunidad
La edad mínima para poder ejercer el derecho a la participación política, es decir, el derecho a votar en elecciones a cargos públicos, ha sido rebajada de los 20 a los 18 años. Las elecciones a la Cámara Alta de la Dieta (Parlamento) del próximo verano serán las primeras en las que se aplique esta reforma legal, que está siendo muy discutida en los medios de comunicación y otros foros de debate.
Tengo la impresión de que, cuando se habla del influjo que este cambio pueda tener sobre la política japonesa, el debate se centra en dos puntos. Por una parte, el influjo que tendrá sobre las medidas políticas que se tomen en el futuro, en el sentido de si esta reforma servirá o no para poner freno a la llamada “democracia de plata”. Por la otra, se vierten opiniones sobre cómo cambiará esta reforma los resultados electorales.
En este artículo trataré estos dos aspectos, aportando mi propia visión sobre los efectos y posibles cambios de dirección que podría imprimir a Japón la rebaja de edad en el ejercicio de este derecho.
Rebaja de edad electoral y “democracia de plata”
La “democracia de plata” (en referencia a las sienes plateadas o canosas de la tercera edad) es un término que hace referencia a una situación política en la que la tercera edad, que además de ser un grupo poblacional muy amplio suele tener un alto índice de participación en las elecciones, ejerce una fuerte influencia, impidiendo que se rectifiquen aquellas medidas políticas que dan un tratamiento de favor a los ancianos. Por una parte, se expresa la esperanza de que si se rejuvenece la población votante, las esferas políticas empiecen a promover medidas más favorables a los intereses de las capas más jóvenes. Pero también hay quien niega esta posibilidad, basándose en que los jóvenes de más de 18 y menos de 20 años constituyen un grupo numéricamente pequeño que, además, muestra un índice de voto bajo. En estos términos se plantea el debate(*1).
Ahora bien, la propia idea de que existe una “democracia de plata” no es, en su mayor parte, más que una simple hipótesis. De los hechos que se exponen a continuación se desprende que no puede decirse, simplemente, que el alto porcentaje que representan los ancianos entre los votantes esté dando lugar a formas de seguridad social que privilegian a ese grupo poblacional.
En primer lugar, el actual sistema de seguridad social de Japón fue diseñado durante el periodo de elevado crecimiento económico conocido internacionalmente como “milagro japonés”, en que las personas entre 20 y 39 años representaban una importante parte del total de la población y, además, no se apreciaban grandes diferencias en el índice de participación electoral entre las diversas generaciones. Los otros países avanzados que, como Japón, presentan baja natalidad y alto índice de envejecimiento, se han dotado de sistemas de seguridad social que ofrecen más servicios a las capas más jóvenes que el sistema japonés. Por otra parte, las diferencias intergeneracionales en la percepción de la carga relativa soportada para costear la seguridad social no son tan marcadas, pues no se entiende que los mayores estén pidiendo a las generaciones en edad laboral que soporten una carga excesiva.
La Gráfica 1 muestra los resultados de una encuesta de opinión sobre este último punto(*2). Entre las generaciones jóvenes abundan quienes consideran que es inevitable que la carga que soportan las generaciones en activo aumente. Esta opinión es menos común entre los mayores de 60 años. Aparte del hecho de que a partir de los 60 años crece ostensiblemente el porcentaje de respuesta “no sabe”, por lo demás, no se aprecian claras diferencias en la percepción de la carga que supone para cada generación la seguridad social. De estos datos se deduce que, aunque se produjera un rejuvenecimiento del perfil del votante, eso no haría que el mensaje que los electores hacen llegar a los políticos sobre el problema de la financiación de la seguridad social cambiase demasiado.
Últimamente esta idea de la “democracia de plata” se ha puesto de moda en foros y tribunas de opinión, donde más que una hipótesis se considera ya poco menos que un hecho probado. Sin embargo, difícilmente puede decirse que el hecho de que las personas mayores representen la mayoría del electorado sea el principal factor de que la seguridad social otorgue un trato de privilegio a ese grupo de edad. Esto debe explicarse mediante otras circunstancias, como son el número extremadamente bajo de mujeres que ocupan escaños en los órganos legislativos, el largo periodo durante el cual el Partido Liberal Democrático (PLD), que tiene una visión de la familia conservadora, ha ocupado el poder, las estructuras de los partidos políticos en que se tiende a adjudicar los cargos por antigüedad, el sistema burocrático del Estado, etc. En todo caso, lo que puede decirse es que entre la discusión sobre la “democracia de plata” y la rebaja de la edad de voto que va a hacerse existe un desfase.
El significado de participar en la política desde edades tempranas
Entonces, ¿qué influjo electoral se va a observar cuando los jóvenes de 18 o 19 años pasen a tener ese derecho? No es difícil predecir que, representando un porcentaje cercano al 2 % del total de electores y con un índice de participación bajo, la reforma no va a hacer variar los resultados electorales.
Si se interpreta que la rebaja significará un dotar de mayor amplitud a la conducta electoral de las capas más jóvenes, que es uno de los factores responsables de las grandes fluctuaciones en los resultados electorales de los últimos años, podrá argumentarse, inversamente, que es posible que se produzcan cambios electorales bruscos a corto plazo. Pero aquí me gustaría adoptar una perspectiva un poco más amplia para indagar en el significado y posibilidades que encierra esta rebaja.
En comparación con lo que ocurre en otros países desarrollados, la implicación de los electores japoneses en actividades políticas es pequeña. Son muy pocos los que contactan directamente con los políticos o participan en manifestaciones y otros actos. Para una gran mayoría, la participación en la política comienza y termina con el ejercicio del voto.
Obtener, mediante la actual reforma, dos años antes el derecho al voto significa adelantar dos años esa implicación personal en la política. Quizás quepa esperar que, en el futuro, el índice de participación electoral ascienda entre las personas en sus veinte o en sus treinta, si es que, junto a esa implicación en la política, se produce también una acumulación de conocimientos políticos y una elevación del interés en estos temas.
La atención se centra, en estos momentos, en los estímulos que van a recibir estos nuevos votantes y el entorno que va a rodearlos. En el PLD se habla de exigir a los profesores de los institutos de bachillerato que respeten la neutralidad política y hay movimientos para promover una ley que permita castigar duramente las infracciones. Me refiero a cosas de este tipo. Pero a los 18 años se llega cuando los alumnos cursan el tercer y último curso del bachillerato. En cuanto a los universitarios, en principio y con algunas pocas excepciones, todos serán electores desde el primer año de carrera. Dado que actualmente cerca del 50 % de los jóvenes que han terminado el bachillerato ingresan en una universidad para estudiar una carrera de cuatro años, podemos decir que no será en los institutos de bachillerato, sino en las universidades, donde va a cobrar significado esta rebaja de edad.
Los universitarios como votantes potenciales
La Gráfica 2 muestra, a fecha de 1 de abril de 2015, cuántas elecciones nacionales (a la Cámara Alta o a la Baja) han o habrán experimentado las personas de diferentes edades, desde la obtención del derecho a votar. Las líneas azules marcan el dato correspondiente a la actualidad, con la edad de voto situada a los 20 años. Las líneas rojas expresan la experiencia en caso de que la edad fueran los 18 años. Abajo aparecen las edades de personas a echa de 1 de abril de 2015. En las escuelas japonesas se sigue el principio de formar los grupos de edades partiendo del 2 de abril de un año, hasta el 1 de abril del año siguiente. Así pues, en la gráfica, cada cuadrícula corresponde a un curso escolar. El supuesto es que los jóvenes ingresan en la universidad y pasan de un curso a otro sin tropiezos.
En primer lugar, mirando la gráfica en conjunto, vemos que, para cada edad concreta, la línea roja se eleva uno o dos recuadros sobre la azul. Esto significa que si la edad de voto estuviera establecida a los 18 años, se habría experimentado, dependiendo de la edad, entre una y dos elecciones más. Si el intervalo medio entre elecciones, que actualmente es de 1,5 años, se mantiene en el futuro, la rebaja de edad de los 20 a los 18 años supondrá un aumento de la experiencia electoral de uno o dos comicios. Las líneas verticales que unen los trazos de color representan la divisoria entre haber experimentado o no unas determinadas elecciones. Así, las elecciones a la Cámara Baja del 14 de diciembre de 2014 permitieron votar a los ciudadanos nacidos antes del 14 de diciembre de 1994. Esto esta representado por la línea vertical que enlaza con el trazo azul que parte de la punta de la flecha situada a la derecha de “C. Baja, 14”
Observando la posición de esta línea vertical, vemos que se sitúa dentro del tercer curso universitario, más cerca de los 20 que de los 21 años. Señala el hecho de que muchos alumnos de tercero pudieron votar en las elecciones a la Cámara Baja de 2014, mientras que otros, una minoría, no habían obtenido aún el derecho. Si pasamos a la línea roja, vemos que muchos alumnos del primer curso universitario y todos los del segundo tienen experiencia electoral, teniendo los que inician el tercer curso entre dos y tres experiencias.
Desde otro ángulo, cuando se celebran unas elecciones en un determinado momento, si exceptuamos a los alumnos que quedan “colgados” por no haber podido acceder a la universidad o pasar de curso, los universitarios con derecho a votar serían todos los de tercer y cuarto año, más la parte de los de segundo que hayan cumplido los 20. Con la introducción de la rebaja de edad, todos los universitarios son electores. Si esos comicios se celebran en la segunda mitad del año, el número de universitarios electores se multiplicará por 1,5.
Estos datos sugieren la posibilidad de que la universidad, como espacio y como periodo vital, cobre mayor relevancia de la que tiene ahora cuando se trata de recibir votos en unas elecciones o de ver el grado de implicación de las capas de edad más jóvenes en la política. Con la rebaja de edad el conjunto de los universitarios quedará dentro del terreno donde pueden cosecharse votos y esto significa una oportunidad para los partidos que desean hacerse con el voto de los más jóvenes. Una vez conseguida una fuerte adhesión en la juventud, se abre la posibilidad de mantener esa adhesión a lo largo de decenios. Es un atractivo que no puede encontrarse en el voto de la tercera edad. En ese sentido puede decirse que es una oportunidad para toda la sociedad japonesa, para conseguir que los políticos vuelvan su mirada hacia los jóvenes.
Cómo acercar a los jóvenes a la política
Hasta el momento, los políticos se servían de los estudiantes como staff (personal) en las campañas electorales y otras actividades políticas, pero la impresión que se recibe es que, si exceptuamos a ciertos partidos, el resto no se ha propuesto nunca seriamente conseguir un mayor apoyo entre los jovenes promoviendo determinadas medidas políticas, ni insertar a los estudiantes en la estructura del partido. Dicho de otro modo, los estudiantes no han sido vistos como adeptos o votantes potenciales.
Si partimos de que estas tendencias son reales, serán un reflejo de la realidad organizativa de los principales partidos políticos, donde la formación y mantenimiento de las organizaciones que llevan a cabo las campañas electorales se dejan en manos de políticos individuales.
En muchos casos, los universitarios tienen muy poco interés en la política, no votan y ni siquiera se inscriben en el censo del municipio en el que podrían votar. Una vez terminada la carrera, es muy probable que se muden a otro lugar. Por su parte, los políticos que, a cualquier nivel, son elegidos por un determinado distrito electoral, no encuentran motivación para acercarse y tratar de captar para su organización a los electores que no residen en su distrito o se prevé que dejen de residir en él(*3). Debería ser el aparato organizativo de cada partido el que remediase estas situaciones, pero parece ser que ese aparato es demasiado débil para hacer un esfuerzo continuo de captación de estudiantes y de jóvenes en general.
Pero más problemático todavía que las carencias organizativas es el hecho de que los partidos son incapaces de atraerse no ya al estudiante, sino al elector en general, mediante un cuerpo coherente de medidas políticas
Los métodos de captación de apoyos a los que tradicionalmente han recurrido los políticos, que se basaban en cosas como los intereses creados en torno a determinadas profesiones o empresas, así como a vínculos interpersonales en una determina zona, solo tienen sentido cuando los lugares de trabajo y de residencia de la gente están perfectamente fijados, algo que no ocurre con los universitarios. Cuando se trata de crear una red en sentido horizontal dentro de un grupo integrado por miembros de la misma generación, que no están atados a ese tipo de intereses, cabe pensar que el método más efectivo es presentar un programa claro de medidas políticas.
En adelante, el interés de políticos y medios de comunicación se dirigirá hacia qué tipo de medidas políticas permitirán hacer mayor acopio de votos entre los jóvenes. Pero no pretendo solucionar aquí tales dudas. Porque lo más rápido es contactar directamente con las capas jóvenes, ganarse su apoyo e ir acuñando juntos esas nuevas políticas. Los partidos políticos que tenemos hoy en día en Japón no abordan los retos políticos partiendo de las bases. Está muy arraigada la idea de que las medidas políticas son propuestas que se hacen de arriba abajo, gestadas entre la elite de políticos, burócratas y entendidos en cada materia. Y hay que pensar que esta dirección única en la fijación de políticas es uno de los factores que está distanciando la política de los electores.
Por todas estas razones, que los políticos sean capaces o no de aprovechar la oportunidad que significa la rebaja de edad electoral de los 20 a los 18 años, no es sino una continuación de otros muchos retos a los que se enfrentan hoy en día los partidos políticos, como el reto de acortar distancias con un electorado de perfil muy variado, o el de recuperar el interés y las expectativas de la gente en la política. La rebaja de la edad, en sí misma, no va a tener efectos mágicos. Pero, al menos, podremos abrigar la esperanza de que esta reforma dé pie a cambios estratégicos, organizativos y de mentalidad en la esfera política.
Fotografía del encabezado: aspecto del simulacro de plebiscito realizado en el Instituto de Bachillerato Ritsumeikan Uji, de la ciudad de Uji (prefectura de Kioto) el 8 de julio de 2015. Cerca de 300 alumnos de segundo de bachillerato depositaron su voto a favor o en contra de las nuevas leyes de defensa nacional propuestas por el Gobierno. (Fotografía: Jiji Press)
(*1) ^ Para recoger ambos planteamientos, aportaré dos artículos editoriales publicados durante el mes de junio. El primero, titulado “Derecho de voto a los 18 años: son los jóvenes quienes más deben participar en la política”, apareció en el Mainichi Shimbun el día 17: http://mainichi.jp/opinion/news/20150617k0000m070126000c.html
El segundo apareció dos días más tarde en el Nihon Keizai Shimbun, bajo el título de “Que el voto a los 18 años abra una brecha para cambiar la política de Japón”: http://www.nikkei.com/article/DGXKZO88259750Z10C15A6EA1000/
(*2) ^ He extraído los datos de la siguiente página web. http://survey.gov-online.go.jp/tokubetu/h20/h20-sss.html
Tabla de resultados de la Encuesta especial sobre el sistema de la seguridad social.
(*3) ^ Sobre este particular, consúltese mi artículo “Fuanteika suru shakai ni taiō dekinai Nihon no senkyo” (Las elecciones japonesas no pueden dar respuesta a una sociedad cada vez más inestable), aparecido en el número de abril de 2015 de la revista Chūō Kōron.
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