Las heroínas de los seriales de la NHK: de Ohanahan a Amachan
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Amachan se extiende por Internet
El serial matutino de la NHK (la televisión pública japonesa) Amachan se ha convertido en un fenómeno. Su historia se desarrolla en Tōhoku, zona del este de Japón afectada por el Gran Terremoto del 11 de marzo de 2011, y con un toque de comedia ligera ha dado lugar a la expresión ya de moda “ye, ye, ye”. Las canciones que aparecen en la misma también son ahora grandes éxitos.
La historia comenzó como una parodia de la moral de los ochenta, y está basada en la historia de Aki, la heroína, que aspira a convertirse en ídolo de los medios; fue adoptada como tema favorito por las tribus de internet (los otakus), que extendieron el alcance de Amachan a través de la red.
En otros artículos ya se ha hablado varias veces sobre el atractivo de Amachan, así que en este texto me gustaría remontarme en la historia del marco temporal que suponen los seriales matutinos de la NHK.
Ídolos del pueblo, nacidos de las series en las franjas horarias entre turnos de trabajo
Los seriales matutinos se conforman a un marco que se denomina “novelas serializadas para televisión de la NHK”, y comenzaron en 1961. El primer ejemplo lo tenemos en Musume to watashi (Mi hija y yo), serie que se emitió entre las 8:40 y las 9:00, cinco días a la semana, durante cerca de un año.
Desde un principio se dio en llamar como hemos mencionado a las series que caían en la franja horaria entre turnos de trabajo y mostraban la hora en pantalla. Es de suponer que esta costumbre venía de la radio; yo recuerdo haber escuchado, en la sala de estar de mi casa, los seriales de mañana y tarde emitidos por la radio. En mitad de un episodio solían decir de pronto “Son las 7:53”, para que la gente supiera qué hora era.
Ya existían seriales sobre héroes orientados al público infantil, emitidos a las seis de la tarde, como Gekkō Kamen (Capitán Centella) o Nanairo Kamen (Máscara de siete colores, 7-Color Mask en su versión anglosajona).
Aunque los índices de audiencia de los seriales matutinos de la NHK fueron buenos desde el principio, el primero en convertirse en un éxito y que sirvió como lanzadera para una actriz principiante en su papel de heroína fue Uzushio (1964), con Hayashi Michiko. En aquel momento yo era estudiante de segundo curso, así que solo recuerdo levemente aquella serie que retrataba a Hayashi Fumiko en la primera mitad de su vida. Hayashi Michiko (otra de las actrices), experta en el arte de la charla, fue elegida como anfitriona del concurso de canción de la gala de fin de año, el año siguiente (1965).
Ohanahan avivó el fenómeno hace 47 años
Posteriormente, la serie que logró impactar a la sociedad japonesa fue Ohanahan, en 1966. Yo estaba en cuarto curso de primaria, y recuerdo que nuestra tutora estaba tan enganchada a la serie que a la hora de la comida veía la reposición del mediodía en la televisión del aula. El tierno tema musical se utilizó hace unos pocos años en un anuncio de la serie del “perro blanco” de Softbank, y la versión con letra se convirtió también en un éxito que interpretó Baisho Chieko en la gala televisiva de fin de año. Pero sobre todo Kashiyama Fumie, la bonita heroína, se convirtió así en un ídolo popular.
Me gustaría citar ahora un artículo aparecido en Shūkan TV Guide (publicado por Tokyo News en 1962), para dejar constancia de la fiebre que la serie causó en su momento.
“Un empleado del servicio de distribución de agua de Tokio declaró en una ocasión a la NHK: ‘A las 8:15 de la mañana los medidores del consumo de agua descienden en picado, y el volumen aumenta’.
En aquella época la telenovela matutina comenzaba a las 8:15. Existe una leyenda, que podríamos considerar la continuación de esa historia del agua: a la hora de emisión del serial radiofónico de la NHK Kimi no na wa (1952-1954) la zona femenina de los baños públicos se vaciaba. Hoy en día no será fácil encontrar una imagen tan clara respecto a Amachan.
El papel de heroína que sufre vicisitudes se convirtió en la vía al éxito para grandes actrices
Takahashi Kōji, que interpretaba a la pareja de Kashiyama (un oficial del ejército) también logró una popularidad rabiosa, y la cadena de televisión se vio inundada de cartas que solicitaban clemencia por el personaje, para que no muriera en combate. Por otra parte la serie contaba con localizaciones en Iyo-Ōzu, prefectura de Ehime, elegido porque allí se conservan calles antiguas, pese a que Hana, la protagonista de Ohanahan, era de Tokushima. Por ello existen anécdotas sobre las disputas que surgieron entre Tokushima y Ōzu sobre cuál era el escenario real de la serie. Se podría decir que ese fue el comienzo de la fiebre de las localizaciones por el país.
Ohanahan cuenta la biografía de una mujer a través de las eras Meiji, Taishō y Shōwa, y como la mayoría de los seriales matutinos refleja un tipo de heroína que pasa por muchas vicisitudes en su vida. A partir de la cuarta serie de la NHK, Uzushio, se empezó a promocionar a nuevos talentos para el papel de protagonista, y el concepto terminó por convertirse en regla.
Al repasar la lista de las generaciones de heroínas de la pantalla podemos encontrar a muchas grandes actrices, algunas de ellas completamente olvidadas ya, como Ōtake Shinobu, de Mizuiro no toki (El tiempo celeste, 1975), Asaji Yōko, de Kumo no jūtan (La alfombra de nubes, 1976), Konno Misako, de Niji wo oru (Doblar el arco iris, 1980), Yamaguchi Tomoko, de Junchan no ōenka (La canción de ánimo de Jun, 1988), Matsushima Nanako, de Himawari (Girasol, 1996), Takeuchi Yūko, de Asuka (1999)... Y muchas otras grandes actrices que continúan prosperando en la actualidad. Si contamos los ejemplos de otras actrices que lograron hacerse famosas gracias a un serial matutino, no podremos negar que se trata de una importantísima vía hacia el éxito.
El reinado de los seriales matutinos comenzó con el “chan”
Si se me permite relatar un pequeño episodio personal, entre 1979 y 1981 yo era periodista encargado de la NHK en el departamento editorial del Shūkan TV Guide; los seriales de aquella época, en cierto sentido, dejaban recuerdos más profundos. Los seriales de factura tokiota Maa neechan (Hermana Maa, 1979), Nacchan no shashinkan (La galería fotográfica de Nacchan, 1980) y Mansaku no hana (Flor de hamamélide, 1981) -a partir de abril de 1975 los seriales matutinos pasaron a emitirse dos veces al año, y la segunda serie se realizaba en Osaka- son los que yo cubría, en muchas ocasiones, en el estudio de Shibuya.
Al poco de empezar yo a trabajar comenzó a emitirse Maa neechan, una ligera comedia hogareña con Hasegawa Machiko como protagonista, Kumagai Mami como la mayor de las tres hermanas y Tanaka Yūko haciendo de Machiko (la segunda). Pero para mí, periodista novato en aquel entonces, era Fujita Yumiko, en su papel de madre, la que me hacía volver cada semana para escuchar sus historias secundarias.
Aunque me gustaría escribir sobre todo tipo de cosas, creo que lo que más me llamaba la atención eran los títulos. Maa neechan, Nacchan, y además otras series como Oteichan (1978), Chocchan (1987), Nonchan no yume (El sueño de Non, 1988), Junchan no ōenka... Y ahora, Amachan. Así es: ese “chan” (el sufijo cariñoso que se añade al nombre) es la marca del reinado de los seriales matutinos de la NHK. El estilo de Kudō Kankurō, el guionista de Amachan, también se puede entender como una parodia. Así es como se ha venido titulando las series, en honor a sus adorables protagonistas.
De Oshin, el preeminente éxito de hace treinta años, a la nueva generación de seriales
Pese a no contar con un “chan” o un “san” (otro sufijo, de más respeto), el título de Oshin (1983), uno de los mayores éxitos de la historia de los seriales matutinos, también se puede considerar como un apelativo cariñoso. La obra, con un guión original de Hashida Sugako, se emitió durante un año en una época en la que lo normal eran las emisiones de seis meses, y en su momento de mayor visionado alcanzó más de un 60% de audiencia, logrando un récord monstruoso. Para 1983, un año en el que ya empezaba a normalizarse el uso de la grabadora de vídeo, un 60% es un porcentaje muy alto. Por otro lado, Oshin fue una serie que produjo una vanguardia de grandes actrices: Kobayashi Ayako, especializada en papeles de niña, que interpretó a Oshin de pequeña, Tanaka Yūko, que había debutado con Maa Neechan y se encargó de interpretar a la Oshin adulta, y Otowa Nobuko, que encarnó a la protagonista en su tercera edad.
En 1983, por cierto, abrió sus puertas Tokyo Disneyland, se puso de moda Kin’yōbi no tsumatachi e (Para las esposas del viernes), una serie sobre adulterio ambientada en la nueva y lujosa ciudad de Tama Den’entoshi, los discos de Yūmin (Matsutoya Yumi) comenzaron a convertirse en best sellers... En definitiva, se acercaba la época de la Burbuja. Fue en esa época en la que esa serie, basada en la biografía de una mujer perseverante, y ambientada en un pueblecito desolado de la prefectura de Yamagata, durante la era Meiji y la era Taishō, se convirtió en un fenómeno. En la serie no solo aparecen historias dramáticas, sino que existen subtramas sobre los puntos fuertes de la protagonista y su aprendizaje en la vida, tejidas por la experta mano de Hashida, la guionista; ver la serie me hace pensar que existe un equilibrio entre lo bueno y lo malo, del mismo modo que a uno le ponen en el plato las verduras junto a la carne.
La costumbre del serial matutino como reemplazo del reloj ha decaído, la atención del público se ha dispersado, y los índices han descendido un 20%; pero a partir de Gegege no Nyōbō (La esposa de Gegege, 2010) la popularidad de los seriales matutinos de estos últimos años ha venido mejorando considerablemente. Independientemente de que sean buenos o malos, quizá el público en general se ha cansado de la excesiva oferta de largos programas informativos similares, de canales privados. Además, en esta era del zapping los episodios cortos de quince minutos se adecúan mejor a los nuevos gustos... La situación nos lleva también a esos razonamientos.
(Artículo escrito el 12 de agosto de 2013, y traducido al español del original en japonés)