El mensaje que encierra la “Tumba de Cristo” de Aomori
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En la aldea de Shingō, prefectura de Aomori, hay un lugar muy misterioso. Me enteré de su existencia por pura casualidad. Recorría la nacional 454 entre Hachinohe y el lago Towada cuando vi un letrero que un investigador de lugares de peregrinación como yo no podía ignorar, pues decía: “Kirisuto no haka” (“Tumba de Cristo”).
El paraje está situado en un altozano próximo a la carretera nacional. Recibe el nombre de Parque de la Aldea de Cristo y está perfectamente demarcado y ordenado. En la parte más alta se ven dos montículos redondeados sobre los que se yerguen sendas cruces. ¿Por qué dos?
Según el panel explicativo del parque, a los 21 años Jesucristo llegó a Japón, donde se entregó a diversos ejercicios ascético-teológicos. Cuando tenía 33 años volvió a su tierra judía, donde pregonó sin éxito su doctrina. Estuvo a punto de ser ejecutado en la cruz, pero Isukiri, su hermano menor, se prestó a morir en su lugar, pudiendo Cristo regresar vivo a Japón a través de Siberia. En Japón, residió en la antigua aldea de Herai (hoy incorporada a Shingō), donde vivió hasta los 106 años. De las dos tumbas, en una reposa Cristo, mientras que la otra acoge los restos de Isukiri, en concreto, sus cabellos. Se convendrá en que el relato es de lo más descabellado.
Existe también un centro de documentación llamado Kirisuto no Sato Denshōkan (Centro de Tradición Oral Aldea de Cristo), en el que fotografías de los supuestos descendientes de Cristo residentes en la aldea, “pruebas” de la relación existente entre el lugar y la tierra de los judíos y un “testamento de Cristo” escrito en japonés comparten el espacio con aperos de labranza y atuendos tradicionales. Según la documentación expuesta, después de librarse de morir en la cruz, Cristo cambió su nombre por el de Torai Tarō Daitenkū (algo así como “Tarō Gran Cielo, el Forastero”) y se casó con una lugareña de Herai, con la que tuvo tres hijas.
Mírese como se mire, esta tumba es un engaño. La creencia mundialmente más extendida es la de que el enterramiento de Cristo se encuentra en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Ni siquiera en Israel parece que vaya a ser posible identificar el lugar donde se halla la tumba de Cristo por métodos arqueológicos. Según el Nuevo Testamento, Jesús murió en la cruz, resucitó al tercer día y posteriormente subió a los cielos. La tumba de Cristo no tiene existencia real, ni académica, ni religiosamente hablando.
Un descubrimiento basado en documentos falsificados
¿Por qué existirá en Aomori una supuesta tumba de Cristo? El origen de esta creencia se remonta a la época de preguerra. En 1934, a solicitud del alcalde de la aldea de Herai, el pintor de estilo japonés Toya Banzan visitó la comarca del lago Towada para hacer ciertas investigaciones. En aquella época, había surgido un movimiento para convertir dicha comarca en parque nacional y lo que pretendía el alcalde invitando al pintor era que este le sirviera de altavoz para proclamar el hecho de que el paraje de Mayogatai, dentro del término municipal de Herai, estaba en estrecha relación con dicho lago. Y en esa etapa de su vida Toya estaba inmerso en la lectura de un famoso documento apócrifo llamado Takeuchi Bunsho.
El Takeuchi Bunsho fue presentado como un documento perteneciente a la familia del estudioso de las religiones Takeuchi Kyomaro (1875-1965). Escrito en misteriosos caracteres que no aparecen en ningún otro documento, revelan supuestamente la “verdadera historia” no revelada de Japón, con alusiones a épocas previas incluso a la del legendario emperador Jinmu, al que la tradición sitúa en el siglo séptimo antes de Cristo. Pese a sus pretensiones de autenticidad, es probable que el Takeuchi Bunsho sea una invención del propio Takeuchi Kyomaro. Según este documento, tanto el buda histórico Sakyamuni como Confucio, Mencio o Moisés hicieron vida ascética en Japón. Hasta su entrada en la modernidad, durante siglos Japón sufrió un cierto complejo de inferioridad frente a China y tras su entrada en la misma tuvo que situarse a la cola de las potencias occidentales. Surgió entonces la pretensión de haber dado origen, en una remota época, a estas dos grandes civilizaciones.
En el verano de 1935, el propio Kyomaro visitó la aldea de Herai, a petición de Toya, para llevar a cabo sus investigaciones. Fue en ese verano cuando descubrió la “Tumba de Cristo” en la colina entonces llamada Hakadokodate (literalmente, “mansión del cementerio”). Se dice que, tras hacer un grave silencio frente a los dos montículos, Kyomaro exclamó: “¡Sin duda es aquí, es aquí!”.
La pretensión de que la aldea fue visitada por Cristo no formaba parte de la tradición oral de la actual Shingō. Un empleado del Ayuntamiento que, con la intención de promover la imagen de la aldea, recorrió las casas en busca de cualquier objeto que sustentara dicha tradición, encontró que entre los aldeanos que habían vivido en el lugar antes y durante la guerra había quien se negaba a atenderlo, posiblemente porque había tenido que soportar que se lo señalase como “uno de esa aldea que dicen que visitó Jesucristo”. Tras la derrota japonesa en la contienda, la tumba quedó olvidada durante algunos años.
La Fiesta de Cristo, una rareza que despierta curiosidad
El supuesto enterramiento volvió a ser objeto de atención a partir de la década de los 70, con el boom del ocultismo. Revistas especializadas en dichos temas y novelas fantásticas difundieron la existencia de la “Tumba de Cristo”. El hecho de que entre los lugareños no hubiera creyentes cristianos facilitó las cosas. Autores de gran renombre en Japón, como Takahashi Katsuhiko o Saitō Sakae también se han hecho eco en sus obras de su existencia.
En 1964 comenzó a celebrarse cada verano la Fiesta de Cristo, organizada primero por la Cámara de Comercio e Industria local y luego por la Asociación de Turismo. La ceremonia se celebra siguiendo el rito sintoísta. El kannushi (sacerdote sintoísta) recita los norito (oraciones sintoístas) mirando hacia la tumba, y los invitados más insignes ofrendan sus tamagushi (ramas de sakaki Cleyera japonica, árbol sagrado en el sintoísmo, adornadas con papelitos). Asisten al acto muchos políticos, tanto del partido gobernante como de la oposición. El acto llega a su clímax con la ejecución de dos bailes regionales: el Tanaka-shishimai y el Nanyadoyara, versión regional del conocido bon-odori, que se ejecuta alrededor de la tumba.
Resulta bastante impactante ver a las mujeres, vestidas de kimono, ejecutar un bon-odori alrededor de una gran cruz. La Fiesta de Cristo aparece en todo tipo de programas televisivos y guías, y con el nuevo siglo ha empezado a ser difundida también por las redes sociales, de modo que hoy en día la aldea de Shingō se ha convertido en un punto de atracción turística, si no de primerísima categoría, si al menos conocido en todo el país. Todos los años asisten a la celebración cientos de turistas, una masa considerable si pensamos que la aldea tiene una población de unos 2.500 habitantes.
Los antepasados transmisores de una tradición son lo importante
Por lo que he sabido a través de mis investigaciones, en la aldea no hay nadie que crea que la tumba es verdadera. Es más bien entre los turistas llegados de fuera donde pueden encontrarse algunos que lo creen, si bien son una pequeña minoría. Siendo así, ¿verán los lugareños esta tumba como un simple recurso turístico que les permite llevar a cabo con éxito de asistencia este evento anual?
Según el kannushi que oficia la ceremonia, “sea quien sea la persona enterrada, lo importante es rendir homenaje a su alma. Y si por casualidad se trata de Jesucristo, para el sintoísmo, que rinde culto a todos los dioses, esto no representa ningún problema”. Los empleados municipales que forman parte del equipo organizador de la fiesta añaden que, tratándose de tumbas de los antepasados de los actuales vecinos de la aldea, no estaría bien abandonar su limpieza ni las ofrendas de flores e incienso.
Los vecinos creen en sus antepasados que han venido honrando las tumbas, no en la supuesta “Tumba de Cristo”. El hecho de que el lugar fuera llamado Hakadokodate y de que en él hubiera dos túmulos nos habla de que originalmente se trataba de la tumba de alguna familia, posiblemente muy ligada a la aldea. Hoy en día, los vecinos valoran que sus antepasados hayan conservado y honrado esas tumbas. El problema no es lo que haya en su interior. No es, pues, cuestión de credos ni de fe: lo importante es la comunidad a la que se pertenece y la praxis sostenida por dicha comunidad.
La cultura religiosa japonesa, más basada en la práctica que en la fe
Lo que aquí decimos es en realidad aplicable al conjunto de la religiosidad japonesa. Durante las fiestas de Año Nuevo, la primera visita a un lugar sagrado suele hacerse a un santuario sintoísta; la boda puede celebrarse en una iglesia cristiana y el funeral, según el rito budista. En los hogares hay altares budistas y sintoístas. La mezcla de religiones que tan extendida está por Japón a veces es entendida como falta de principios o presentada como un ateísmo de hecho. Especialmente, suele criticarse que los funerales sean puros eventos sociales vacíos de contenido y no sustentados por ninguna fe.
Sin embargo, habría que preguntarse si la religión debe ser siempre “creer en algo”. La idea que tenemos de que las religiones consisten en creen en una doctrina sistematizada se basa en el modelo del protestantismo occidental. La “doctrina” del sintoísmo es muy ambigua y el budismo japonés difiere del predicado por Buda. De suyo, en la enseñanza de Buda, enfocada a liberación del espíritu mediante la renuncia al mundo, no hay espacio para los antepasados ni para sus tumbas.
No quiere decir esto que religiosidad japonesa sea puro engaño. En Japón, la religión no es algo en lo que se crea, sino algo inseparable de la comunidad a la que uno pertenece y, precisamente por eso, se entiende como algo que se practica.
Los japoneses no hacen su primera visita anual ni celebran un funeral porque crean firmemente en la existencia de la deidad sintoísta Amaterasu, del Jōdo (Tierra Pura, paraíso del buda Amida) o del Jigoku (infierno budista). Lo hacen porque en la comunidad de la que forman parte se ha venido haciendo así a lo largo del tiempo. La “Tumba de Cristo” de la aldea de Shingō es manifiestamente falsa y precisamente por ello nos enseña lo mal que encajan en el modo de entender la religión en Japón esos esquemas de “creer” o “no creer”.
Fotografía del encabezado: la llamada “Tumba de Cristo”, ubicada en la aldea de Shingō, prefectura de Aomori. (Fotografía cortesía de la Federación de Turismo de la Prefectura de Aomori)