Japón desde el camión de la basura: una perspectiva privilegiada
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Nueve meses recogiendo la basura: una gran experiencia
Siendo estudiante de posgrado me enseñaron que el ya fallecido profesor de la Universidad de Waseda Yorimoto Katsumi, experto en administraciones públicas, había estudiado el funcionamiento de los servicios municipales de limpieza subiéndose él mismo a un camión de recogida de basura, lo cual despertó en mí el ansia de dedicarme algún día a investigaciones tan apegadas a la realidad cotidiana como las suyas. Posteriormente, por pura casualidad, se me presentó la oportunidad de conocer de primera mano cómo se hacía este trabajo en el municipio tokiota de Shinjuku y no la dejé escapar. A lo largo de los nueve meses comprendidos entre junio de 2016 y marzo de 2017, intermitentemente, estuve trabajando para el Centro de Tratamiento de Residuos Urbanos de Shinjuku.
Esta experiencia me permitió conocer las múltiples actividades que viene desarrollando dicho municipio en el campo de la recogida y transporte de la basura: la recogida de la basura combustible en los camiones compactadores; el trabajo de los vehículos ligeros en las áreas de calles estrechas; la recogida a domicilio para ancianos que viven solos; patrullaje y recogida en el problemático barrio de Shinjuku 2-chōme, que en estos temas es una verdadera ciudad sin ley, o las labores selectivas para extraer la basura combustible que ha sido embolsada junto a la no combustible. Conocí también otras actividades, como las advertencias y orientaciones que se dirigen a quienes incumplen las ordenanzas o las visitas a las escuelas para participar en las clases de educación medioambiental.
Esta experiencia de casi un año, con sus calurosos días veraniegos y sus fríos invernales, durante el cual puede observar cómo se hacían las labores y participar en ellas, fue un primer paso en mi acercamiento académico a los entresijos de los servicios de limpieza de los municipios que componen Tokio.
Las operaciones de recogida tienen cosas que nunca hubiera imaginado. Me sorprendió comprobar, por ejemplo, cómo el olor de la basura se contagia al aliento de uno mismo. Una vez quedé envuelto en una nube de harina cuando la bolsa que acabábamos de recoger de una panadería reventó al ser compactada por el mecanismo del camión. Este mecanismo me jugó otra mala pasada cuando reventó igualmente otra bolsa que contenía las sobras de carne de una carnicería, escupiéndome el caldo, de cuyo nauseabundo olor no pude desprenderme durante el resto del día. Viéndolas con perspectiva, aquellas experiencias fueron muy intensas.
Las operaciones de recogida son exigentes físicamente y la zona lumbar es la más castigada. Durante cada jornada, recogía y cargaba un volumen de bolsas equivalente a seis camiones y al día siguiente me levantaba tan derrengado que apenas era capaz de sostenerme en pie durante las clases que impartía. La carga es también psicológica. La exasperación que me producía pensar que por muchas bolsas que recogiera siempre habría muchas más esperándome apartaba de mi mente cualquier otro pensamiento que no fuera el de terminar rápidamente. Por no hablar del preocupante cariz que adquiere para quien hace este trabajo el problema del agotamiento de los recursos de la Tierra, a la vista de las enormes cantidades de objetos todavía utilizables que se desechan.
Comportamientos incívicos que hacen más duro el trabajo
Acompañando a los empleados de la limpieza, se siente muy de cerca su compromiso y entrega. No diré que a todos, pero sí a la mayoría de ellos los mueve el deseo de dejar a los ciudadanos un entorno de vida en las debidas condiciones higiénicas. Lo entienden como su misión y ponen toda su pasión en ello. Sinceramente, me emocionó ver cómo estos profesionales van completando con ahínco su labor diaria, esa labor que nadie desea hacer y es vista por la sociedad con desprecio. Por el contrario, muchas veces me decepcionó e indignó la desidia con la que muchos ciudadanos sacan su basura, burlándose del trabajo de los primeros. Mostraré aquí algunos de esos comportamientos.
Podría citar, para empezar, la mala costumbre de tirar las cosas sin haberlas escurrido. Cuando la basura está cargada de líquido resulta mucho más pesada y difícil de cargar, pero mucho peor que eso es que, al ser colocadas en el compactador, las bolsas revientan y dispersan su contenido por la calzada. A veces la calle se mancha en un radio de tres metros. Para evitar que esto afecte a los transeúntes, vehículos y edificios, causando daños de difícil reparación, los operarios se ven obligados a exponerse a las salpicaduras haciendo de pantalla ante la boca de carga.
Otra falta habitual es no anudar correctamente las bolsas. El trabajo de recogida se desarrolla en plena calle, afectando en algunos casos al tránsito de vehículo y personas. Los operarios tratan de completar la labor en el menor tiempo posible y para manejar las bolsas con rapidez suelen tomarlas por el nudo. Si este no está bien hecho, la bolsa puede abrirse al ser levantada y las basuras acaban desperdigadas, lo que implica un trabajo extra y retenciones más largas de vehículos o personas.
Terminaré con otro problema: el de quienes no respetan las normas de separación de residuos establecidas por cada municipio. Algunos vehículos recolectores han sufrido incendios originados en botes de aerosol, encendedores o baterías de teléfonos móviles que se habían colado entre la basura combustible. Sustituir el vehículo siniestrado por uno nuevo supone un gasto de dinero público próximo a los ocho millones de yenes, dinero que procede, huelga decirlo, de los impuestos.
Los operarios de la limpieza aguantan estoicamente esta desidia ciudadana y siguen haciendo su labor sin rechistar. Pero el hecho es que esta falta de conciencia redunda en más trabajo para los operarios, más personal contratado y más gasto en equipamiento. Deberíamos darnos cuenta de que todo esto deriva finalmente en una mayor carga para todos.
Las adjudicaciones a empresas privadas traen el deterioro de la calidad del servicio
Conociendo por dentro este trabajo uno se percatará enseguida de la gran cantidad de operarios que proceden de empresas privadas de envío de personal (empleos temporales). En un contexto de reducción del número de empleados públicos, también en la recogida de residuos urbanos se ha echado mano del sector privado, hasta el punto de que hoy en día en Japón ocho de cada 10 trabajadores están contratados por estas empresas. El Estado está promoviendo la reforma de las administraciones locales y regionales, y estas labores de las que se tiende a pensar que “cualquiera puede hacer” han sido las primeras en ser señaladas como susceptibles de privatización. Una vez en manos privadas, el número de empleados públicos se ha venido reduciendo. Quien haya probado a hacerlo sabrá muy bien que el trabajo de recoger la basura, como cualquier otro, no es nada sencillo. Hay conocimientos que solo pueden obtenerse sobre el terreno y es ahí donde van desarrollándose las aptitudes de los operarios hasta que quedan cualificados profesionalmente para ofrecer un servicio que responda a las necesidades de los vecinos.
Escuché también los testimonios de los operarios contratados por empresas privadas. Muchos de ellos reconocen que su planteamiento es simple: desempeñan un trabajo que nadie quiere hacer y obtienen un pago por él. Se advierte una gran diferencia entre ellos y los empleados municipales en lo referente a su motivación y en ellos se echa en falta esa disposición a esforzarse por prestar a los ciudadanos un servicio cada vez mejor que se advierte en estos últimos.
La gente tiene la esperanza de que la administración local se haga cada día más eficiente y esa es la razón de que suela ver con buenos ojos que se sigan confiando estas labores a empresas privadas. Pero lo que nos espera es un deterioro de la calidad de las labores y un peor servicio al ciudadano. Las consecuencias las pagaremos, como no podía ser de otro modo, nosotros mismos.
Una función que podría extenderse a la prevención de delitos y desastres
En estos momentos en que nos engulle esta ola de privatización de los servicios, los empleados municipales de la limpieza siguen pensando siempre en cómo satisfacer las demandas de los ciudadanos. Para ello, están desarrollando nuevas modalidades de trabajo.
Una de ellas es la recogida a domicilio, que se efectúa en las puertas de las viviendas de los ancianos que viven solos y de las personas cuyas discapacidades les impiden sacar la basura como el resto de los ciudadanos. Al mismo tiempo, se trata de confirmar la seguridad de estas personas. Es una nueva modalidad desarrollada conjuntamente por los servicios de limpieza y los servicios sociales, en este momento en el que la muerte en soledad de muchos ancianos está empezando a verse como un grave problema social.
Los empleados de la limpieza, que casi todos los días recorren las calles y oyen la voz de los vecinos, perciben antes que ningún otro qué está ocurriendo en las calles y en qué entorno se desarrolla la vida vecinal. Desde este punto de vista, son un activo muy valioso para los poderes públicos, ya que, en potencia, son capaces de hacer una gran contribución en áreas como la prevención de delitos o de desastres. Son vistos como una fuerza humana con la que se puede contar para muchas cosas, pues su movilidad podría ayudar a salvar muchas vidas, por ejemplo, en caso de ocurrir un gran terremoto en la capital, eventualidad que según los expertos se hará realidad en los próximos 30 años con una probabilidad del 70 %.
Hay otras interesantes iniciativas, como la que se está desarrollando en la ciudad de Hachiōji (prefectura de Tokio), para conseguir que estos empleados dejen de ser considerados como operarios que hacen una labor simple y repetitiva, y sean vistos como verdaderos expertos que dominan todas las cuestiones relativas a los desechos urbanos.
“Si no estudias, al final acabarás haciendo ese trabajo”. Esta frase, dirigida por una madre a su hijo, llegó casualmente a oídos de unos de estos empleados durante su ronda. Es muy triste que exista esta mentalidad. Pero la realidad está empezando a distanciarse de la imagen que sustenta esa frase. Este trabajo está transformándose para dejar de ser una simple labor de recogida y convertirse en un modo de conocer las necesidades de los vecinos y satisfacerlas.
Tal vez dentro de algún tiempo se oiga a los niños decir a sus padres, a la vista de uno de estos vehículos, que de mayores les gustaría trabajar subidos a uno de ellos, para ser útiles a la sociedad. Tengo la esperanza de que algún día nuestra sociedad sea así. Para conseguirlo, por una parte, hay que seguir avanzando en la concienciación de los empleados que realizan la limpieza de las calles, pero, por la otra, nosotros mismos, además de ser más respetuosos hacia quienes con dedicación desempeñan estas despreciadas labores, tendríamos que desarrollar un mayor interés por ellas y una actitud más participativa.
Fotografía del encabezado: operaciones de recogida de basura en una calle de Shinjuku-ku (Tokio) en noviembre de 2018. ©2018 Tokyo Seisou Shinjuku.