Harajuku, un lugar turístico en plena transformación

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Hirano Kumiko [Perfil]

Una estación que perderá su estilo retro

En un día de otoño, el sol envuelve la estación de Harajuku y el ir y venir de la multitud que la utiliza; hay tanta gente que cualquiera diría que es fiesta. La zona donde se sitúa es, junto con Asakusa, Tsukiji y Shibuya, uno de los lugares turísticos más populares de Tokio y un área donde se marcan tendencias. Se puede ver a mucha gente haciendo fotografías con su teléfono inteligente para subirlas luego a Instagram. Parece que lo que más gusta es que esta estación con aires de nostalgia siga aún en pie en un barrio que siempre va a la moda.

La estación de JR de Harajuku, el edificio de madera más antiguo de la capital japonesa, conserva el mismo aspecto elegante que tenía en 1924 —año en que se terminó de construir—, a diferencia de la zona que la rodea, que está en constante transformación. Detrás de ella sobresale el verdor del santuario Meiji. El edificio, de dos plantas, tiene un tejado de dos aguas cubierto con láminas de cobre de un azul grisáceo y está coronado por una especie de campanario. Destaca, además, por sus vigas y pilares negros, que contrastan con las paredes blancas. Esta técnica de construcción, el entramado de madera, es propia de Europa, motivo por el cual la estación de Harajuku recuerda a los edificios antiguos de Alemania o Inglaterra. Ver a los jóvenes caminar delante de ella es un contraste digno de mención. Las redes sociales han contribuido a que se la conozca en todo el mundo, lo que, a su vez, la ha convertido en un lugar emblemático.

Estación de Harajuku, de Nakamura Yukino.

Lamentablemente, estamos siendo testigos de su desmantelamiento. Son muchas las voces que han instado a preservarla, pero nadie ha sido capaz de determinar qué hacer con ella o cómo costear el traslado y el mantenimiento de la misma; el tiempo se acaba.

En 1906, año en que comenzó a funcionar, era una estación pequeña y tranquila. Tres años más tarde, pasó a formar parte del recorrido de la línea Yamanote. En 1920, la construcción del santuario Meiji hizo que se convirtiera en la principal forma de llegar a él. Por este motivo, se trasladó la estación, que se encontraba más cerca de Yoyogi, a su ubicación actual y se construyó un edificio de madera elegante y de estilo occidental. El proyecto corrió a cargo de Hasegawa Kaoru, ingeniero del Ministerio de Ferrocarriles que también supervisó la obra de la estación de Kamakura, construida con la misma técnica europea del entramado de madera. Al parecer, en el Ministerio de Ferrocarriles tenían mucho gusto por la libertad y el idealismo propios de la era Taishō, motivo por el cual decidieron encomendarle la tarea a alguien joven.

Casi un siglo después, la estación de Harajuku recibe una media de pasajeros diaria superior a los 70.000. El 70 % de ellos no tiene un abono de transporte, lo cual pone de relieve la gran cantidad de gente que va allí solo por los atractivos de la zona en sí.

Para reducir las aglomeraciones, la Compañía de Ferrocarriles del Este de Japón amplió las instalaciones —se construyó un paso elevado para conectar los andenes— y reformó el andén que se utilizaba únicamente durante el período tradicional de visitas de Año Nuevo al santuario Meiji para que fuera exclusivo de los trenes de la línea Yamanote que circulan en el sentido de las agujas del reloj. Esa obra permitió también el acceso a la salida Takeshita. Además, se habilitarán tornos nuevos en el lado del santuario Meiji, se construirán más baños y se instalarán ascensores. Las obras que se están haciendo en estos momentos forman parte de los preparativos para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020; el objetivo de esta renovación de gran envergadura es que también se utilicen las estaciones cercanas de Sendagaya y Shinanomachi, donde avanzan los trabajos, para acudir a las sedes de las competiciones.

La construcción de un edificio moderno hará de la estación un lugar más práctico y quizás alivie el problema de las aglomeraciones, pero conllevará la desaparición del encanto que desprende el edificio de madera. Puede que nadie diera el visto bueno a un plan a semejanza del de la estación de Tokio, en la que se consiguió mezclar de forma magnífica lo antiguo y lo moderno.

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Escritora de literatura de no ficción. Empezó a escribir tras trabajar en el sector editorial. Amante del té asiático. Su obra de 2000 Tantan yūjō (Dulce y exquisito sentimiento) ganó el Gran Premio de No Ficción Shōgakukan. Además de escribir sobre varios países asiáticos, Hirano está especialmente interesada en el periodo en que Taiwán estuvo bajo control japonés. Es autora, entre otras obras, de Teresa Ten ga mita yume: kajin kasei densetsu (El sueño de Teresa Teng: una leyenda de la canción china), Chūgokucha: fūga no uragawa (El té chino: detrás de la elegancia), Tōsan no sakura: chiriyuku Taiwan no naka no Nihon (Los cerezos en flor del padre: la pérdida de la cultura japonesa en Taiwán), y Mizu no kiseki o yonda otoko (El hombre que provocó un milagro de las aguas).

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