El ‘castella’ de Nagasaki, un dulce auténticamente japonés

Cultura

Hirano Kumiko [Perfil]

 Un dulce japonés apreciado por los portugueses

Hace algunos años visité las instalaciones del fabricante de pão de ló, típico de la región de Oporto, al noroeste de Portugal. El negocio, que data de 1730, sirvió a la familia real en el pasado y actualmente está en manos de su séptimo gerente.

Predecesor del castella japonés, el pão de ló se elabora también con huevos, azúcar y harina, y se cuece en horno de carbón. Al introducirse este dulce redondo en la boca, el aroma del huevo se cuela desde la nariz hasta lo más profundo del cerebro. El dulce portugués, sin embargo, carece del tacto húmedo del castella que conocen los japoneses y presenta una textura más seca; la composición de la masa es distinta.

Llevé castella a los trabajadores de la fábrica portuguesa para que lo probasen. Todos lo encontraron delicioso y reconocieron que sabía distinto al pão de ló. Los japoneses fueron modificando el bizcocho que les habían traído los portugueses y lo convirtieron en un dulce más suave, en consonancia con sus gustos. La imparable curiosidad y el interés de los japoneses los lleva a adaptar las técnicas y los objetos que les llegan del extranjero para brindarles su toque distintivo.

Permítanme que insista: el castella es un dulce genuinamente japonés. Aunque últimamente abundan con poco azúcar y más esponjosos y ligeros, adaptados al paladar de los japoneses actuales, creo que es imprescindible que los turistas de otros países prueben el castella original.

Les ofrezco una última sugerencia. Los oriundos de Nagasaki no tienen preferencia por el castella de marcas famosas como las que se venden en las tiendas de los grandes almacenes de Tokio, donde se acumulan los turistas; lo compran a cortes en las tiendas de alimentación y los mercados de toda la vida. Por solo 300 yenes se puede comprar una bolsa de bordes de castella de los que se descartan al cortarlo en forma de barra para empaquetarlo.

Tres unidades por solo 500 yenes.

Las ancianas de Nagasaki aseguran que el castella también está bueno mojado en el té verde o en la leche. Cuando visiten la ciudad, pasen por cualquier calle comercial donde compren los vecinos del barrio y prueben el castella de una de sus tiendas. Será la guinda del pastel en su viaje.

Fotografía del encabezado: El corte frontal corresponde al del castella tradicional. La masa tiene un punto de humedad y ofrece un tacto meloso, con la nota crujiente del azúcar gordo de la base. Todas las fotografías son de Hirano Kumiko.

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Escritora de literatura de no ficción. Empezó a escribir tras trabajar en el sector editorial. Amante del té asiático. Su obra de 2000 Tantan yūjō (Dulce y exquisito sentimiento) ganó el Gran Premio de No Ficción Shōgakukan. Además de escribir sobre varios países asiáticos, Hirano está especialmente interesada en el periodo en que Taiwán estuvo bajo control japonés. Es autora, entre otras obras, de Teresa Ten ga mita yume: kajin kasei densetsu (El sueño de Teresa Teng: una leyenda de la canción china), Chūgokucha: fūga no uragawa (El té chino: detrás de la elegancia), Tōsan no sakura: chiriyuku Taiwan no naka no Nihon (Los cerezos en flor del padre: la pérdida de la cultura japonesa en Taiwán), y Mizu no kiseki o yonda otoko (El hombre que provocó un milagro de las aguas).

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