Los Beatles, medio siglo después: una retrospectiva de su visita a Japón
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Mi primer encuentro con los Beatles fue en junio de 1965, al año siguiente de los Juegos Olímpicos de Tokio. Tomé un avión por primera vez en mi vida y entrevisté en exclusiva a los cuatro en los estudios londinenses de Abbey Road, también conocidos como Estudios EMI. La actuación de los Beatles en el Budōkan de Tokio se haría realidad un año después. Nacida el mismo año que John Lennon, desde aquella entrevista de 1965 hasta la disolución de la banda en 1970, todos los años pude entrevistar a mis cuatro coetáneos y conocer así su rostro más íntimo. Ahora, con ocasión del 50 aniversario de aquella mítica actuación de los Beatles en Japón, me gustaría echar, una vez más, una mirada retrospectiva a la relación que, como periodista especializada en temas musicales, mantuve con ellos y, de paso, a todo el Japón de la época.
A Londres a los 25 años, como jefa de redacción
Los Beatles comenzaron a ocupar un lugar en mi mente después de graduarme en una universidad de ciclo corto, cuando llevaba ya varios años trabajando como redactora de la revista Music Life.
Lo que me llevó a colocarme en una editorial centrada en la música fue mi afición al rock norteamericano, al R&B (Rhythm & Blues) y a Elvis Presley. No puedo decir, por tanto, que al principio me sintiera demasiado atraída por los Beatles.
Alrededor de 1963, el nombre de la banda inglesa comenzó a dejarse ver a menudo en las revistas norteamericanas del ramo. Los ecos de las informaciones divulgadas sobre las decenas de miles de enardecidas fans que llenaban los locales donde fuera que actuase el grupo durante su gira norteamericana de 1964 llegaron hasta Japón. Para mediados de ese año, por la redacción de Music Life se pasaba, de cuando en cuando, alguna colegiala que, de regreso de la escuela, nos preguntaba si no teníamos alguna noticia o fotografía nueva de los Beatles.
Cuando preguntábamos a aquellas jovencitas cómo era que sabían tanto sobre las canciones de los Beatles, nos respondían que la FEN, emisora de las Fuerzas Armadas estadounidenses destinadas en el Extremo Oriente, las ponía mañana, tarde y noche, y que también podían escucharlas en algunas emisoras nocturnas.
El sencillo I Want to Hold Your Hand, primero de la banda comercializado en Japón, se estaba vendiendo bien, pero yo, acostumbrada al rock americano de los cincuenta, percibía el sonido de los Beatles como algo completamente ajeno y tenía la impresión de que su fama sería pasajera.
En todo caso, era indudable que los Beatles eran populares entre los jóvenes y una revista musical lo que desea es publicar cosas que interesen a los aficionados.
En aquella época, había que prepararse a pagar muchas decenas de miles de yenes por una sola fotografía de los Beatles servida por las agencias. Kusano Shōichi, primer redactor jefe de la revista, me dejó caer, como quien no quiere la cosa, que tendría que ir a Londres a entrevistarlos. Montamos nuestra estrategia aprovechando todos nuestros contactos nacionales e internacionales. Lógicamente, solicitamos por carta autorización para entrevistarlos a su mánager, Brian Epstein, pero su respuesta fue “absolutely not”. Recibía peticiones similares desde todos los rincones del mundo y estas formaban ya verdaderas montañas sobre su escritorio.
Al final, siguiendo los consejos de la discográfica EMI, decidimos desplazarnos de todos modos a Londres en junio de 1965. Nos dijeron que tendríamos una oportunidad única para realizar el encuentro, ya que durante todo el mes los cuatro miembros de la banda permanecerían en Londres para grabar Help! Y justo una semana antes del día previsto para la partida tuve que sustituir a Kusano al frente de la redacción.
Epstein había aceptado recibirnos, pero, por supuesto, no habíamos obtenido su visto bueno a nuestro encuentro con los Beatles. Algo impensable en nuestros tiempos, como regalo para el mánager llevamos una katana (espada japonesa). Pensamos que llevar una sola resultaría todavía más llamativo, así que compramos otras cuatro espadas de imitación. Envolvimos todas en papel y las llevamos como equipaje de mano. Aprovechamos el viaje para hacer otros reportajes en Hamburgo y París antes de llegar a Londres, pero en ningún sitio se nos plantearon problemas en la aduana.
Las tres horas en los estudios Abbey Road
Sin ser un entendido en las cosas de nuestro país, a Epstein no se le ocultaba que el mercado japonés de la música estaba experimentado un rápido crecimiento. Sin embargo, agobiado por las peticiones de todo el mundo que seguían acumulándose, su política parecía ser la de no dar un trato de preferencia a nuestra petición. Aun así, impresionado quizás por el entusiasmo de aquel equipo que llegaba procedente del Lejano Oriente, o tal vez complacido por las katana (conocía la película Los siete samuráis, de Kurosawa Akira), finalmente accedió a concedernos la entrevista a la banda.
Nos dirigimos a los Estudios EMI, donde los Beatles hacían la grabación, pasadas las 5.00 de la tarde del 15 de junio. En la sala de mezclas, situada en el primer piso del estudio 2, se sumó a nosotros el productor de la banda, George Martin. Los cuatro integrantes, que grababan en una sala del piso bajo, se mostraron atraídos por el kimono que vestía y miraban hacia donde estábamos, interrumpiendo su charla. Paul Mc Cartney me señaló las escaleras y me invitó a bajar.
Por lo visto, sabían que alguien vendría a entrevistarlos, pero no podían imaginar que sería una mujer tan pequeñita como yo (1,50 m) vestida con un kimono. George Harrison me preguntó por qué llevaba un cinturón tan ancho y por qué las mangas tenían que ser tan largas. El kimono se convirtió en la excusa perfecta para iniciar la conversación.
Ante una mujer de su misma edad, que hablaba en un inglés chapurreado, pequeñita y de aspecto inofensivo, los integrantes de la banda debieron de relajarse mucho, porque hablamos con toda confianza, en un ambiente muy poco ceremonioso. En principio, nos concedieron 30 minutos, pero estuvimos juntos tres horas.
Llevaba cuatro copias impresas de un cuestionario con unas 10 preguntas dirigidas a los miembros, que habíamos recabado entre nuestros lectores. Cuando le entregué el suyo a Paul, él se quedó también con los otros tres diciéndome que con mi inglés el asunto podía alargarse hasta el día siguiente, y se encargó de repartirlos a George Harrison, Lennon y Ringo Starr. Los cuatro comenzaron a responder por escrito a las respuestas afanosamente.
John, que al principio parecía el más distante de los cuatro, fue intercalando bromas conforme iba acostumbrándose y al final resultó ser el más locuaz de los cuatro. Sabía algunas cosas sobre Japón y decía que le gustaría viajar allí y conocer a algún “sumo wrestler”. Parece que un amigo suyo de la escuela de arte tenía una libro de fotografías de Japón con unas imágenes muy beautiful de los sumōtori. “Yo sé hablar japonés”, dijo, y nos regaló con unas frases en las que se limitaba a imitar la supuesta entonación de nuestro idioma.
Cuando llegué a Japón después de haber permanecido durante un mes en Estados Unidos haciendo otros reportajes, el número de Music Life en el que aparecía la entrevista ya había salido. Nuestra revista solía tener tiradas de entre 50.000 y 70.000 ejemplares, pero de aquel número se imprimieron 250.000 y se vendieron prácticamente todos.
En Japón un año después de la entrevista en Londres
Me enteré a principios de 1966 de que los Beatles vendrían a Japón. Cuando fui a hablar con Nagashima Tatsuji, responsable de Kyōdō Kikaku (actualmente, Kyōdō Tōkyō), me preguntó por la personalidad de los integrantes. Entre bromas, le dije que eran buena gente, que su mánager, Epstein, era un tipo de cuidado, etcétera. La venida de los Beatles a Japón se concertó poco después.
De la organización del viaje y de los conciertos de los Beatles en Japón se encargaron conjuntamente la citada empresa, el periódico Yomiuri Shimbun y la televisión Chūbu Nippon Hōsō. Las entradas para cada una de las cinco actuaciones que realizaron entre el 30 de junio y el 2 de julio se adjudicaron en rifas o concursos: tenías que escribir una postal al Yomiuri, participar en los concursos organizados por la fabricante de dentífricos Lion o por Toshiba Musical Industries (discográfica que comercializaba en Japón sus discos) o probar suerte comprando un billete de ida y vuelta de las aerolíneas japonesas JAL. Mucha gente joven, loca por conseguir una entrada, probó suerte con todos esos métodos.
Frente al entusiasmo de la juventud, a muchos adultos les desagradaba el grupo, entre otras cosas, por sus melenas. Mucho más aceptables se les hacían los Brothers Four, con sus rayas del pelo escrupulosamente marcadas y su estilo college folk.
Los Beatles llegaron a Japón en la madrugada del 29 de junio, por culpa de un tifón que obligó a retrasar un día su viaje. Ese mismo día se convocó una rueda de prensa. Subieron a la tribuna los cuatro integrantes. Se acordó que solo tres reporteros tendrían derecho a hacer preguntas, en representación del resto. Cuando vi que los representantes leían las preguntas extendiendo un rollo de papel a modo de makimono me sorprendí mucho y se me escaparon algunas risas. Es de suponer que los Beatles no esperarían una press interview tan ceremoniosa, pero los cuatro se las arreglaron para evadirse de las preguntas con mucho ingenio.
El intrigante brindis de John Lennon
Me reuní con los cuatro integrantes la tarde del 2 de julio. Fui la única periodista en ser invitado formalmente a la suite presidencial del décimo piso del Tōkyō Hilton Hotel, donde se alojaban. El único problema fue que la gente entraba en la habitación y salía de ella sin pausa, y el ambiente no era el más apropiado para una serie de preguntas y respuestas.
No se les permitía salir de su habitación, así que mataban el rato haciendo los dibujos que les habían encargado los clubes de fans, o escuchando los discos de canciones populares y de otros géneros que les habían regalado los organizadores. Cuando entré en la habitación, había expuestas cámaras fotográficas, así como kimonos y obi (cinturón o faja del kimono) traídos desde alguna tienda de souvenirs. Los cuatro parecían especialmente interesados en las cámaras e incluso llegaron a preguntar al cámara que me acompañaba, Hasebe Hiroshi, cuál de ellas era la mejor.
De repente John, que había estado entrando en la habitación y saliendo de ella, tomó en la mano un vaso con zumo de naranja que estaba encima de la mesa y, elevándolo, gritó algo. Creí entender que decía “The Beatles will fade out!”. Los demás lo tomaron a broma y le rieron la gracia, pero Starr se dirigió al mánager llamándolo por su nombre y dijo: “Con lo que ganamos, y no podemos ni salir de esta habitación. ¿Dónde vamos a gastar el dinero?”.
Luego, Epstein se me acercó y, llevándose el índice a los labios, me susurró que no se me ocurriera escribir lo que había dicho Lennon. Y lo dijo muy en serio.
Asistí al concierto inaugural de la gira japonesa de los Beatles y al que la cerró, el día 2 de julio. Pese al griterío femenino, sus voces eran perfectamente audibles. Recuerdo también que cuando le tocó el turno a la canción Yesterday las chicas se intercambiaban “¡chis!” entre ellas, hasta que se hizo un silencio sepulcral.
Testigo de excepción de la colaboración entre John y Paul
La recepción de los Beatles en Japón cambió completamente con su visita. Antes de la misma, llegó a organizarse un movimiento para impedir que aquellos melenudos roqueros británicos pisaran el Budōkan, santuario japonés de las artes marciales. Ultraderechistas recorrían las calles con sus vehículos, difundiendo su oposición a la visita.
Después de una visita cuya duración no llegó ni a los cinco días, no pudiendo sino reconocer las bondades del grupo, el ambiente social fue cambiando. La visita trajo consigo también un aumento exponencial en las tiradas de discos. Y los medios de comunicación, que se habían prodigado en todo tipo de habladurías sobre ellos, adoptaron un tono mucho más amistoso. Entre los adultos que habían permanecido indiferentes a su música, se fue extendiendo la idea de que su música no era, al fin y al cabo, nada mala. Y a partir de entonces el Budōkan se consolidó como escenario para grandes conciertos. Creo que, en muchos aspectos, la presión sobre los jóvenes se suavizó.
En cuanto a mí, acepté la oferta de acompañar al grupo en la gira norteamericana de agosto de 1966, que fue la última. Entre ese momento y la disolución del grupo en 1970 estuve con los Beatles todos los años. Durante ese periodo, presencié escenas irrepetibles y momentos significativos en la historia del grupo. Incluso, recuerdo, en los ensayos previos a la actuación de Chicago, arranque de la citada gira norteamericana, John salió desnudo de la ducha y me pidió, con rostro impertérrito, que le lanzase la toalla que estaba sobre una silla. Era parte de su sentido del humor.
Estuve también en los Estudios EMI en septiembre de 1967, cuando Paul y John daban los últimos toques a la letra de The Fool on the Hill y también cuando hacían la grabación junto a los dos restantes miembros. Por cierto, la japonesa que en esos momentos estaba sentada en un rincón del estudio no era otra que Ono Yōko, que a finales de ese mismo año se casaría con John.
Por pura casualidad, estuve también en el concierto de enero de 1969, el mítico “Concierto en la Azotea”. Me encontraba en Londres haciendo otros trabajos cuando me llamaron desde la empresa Apple, establecida por los Beatles, para invitar a un concierto que estos se disponían a dar sobre un tejado. Pensé que sería un simple capricho de los cuatro, que volvían a estar juntos tras un largo paréntesis pero, para mi sorpresa, luego quedó incluido en el álbum Let it Be y la escena apareció incluso en una película.
Un recuerdo convertido en tesoro
Las noticias sobre la disolución de los Beatles en 1970 me entristecieron, pero no me sorprendieron. Las cosas no marchaban bien en Apple desde aproximadamente 1968 y, exceptuando el “Concierto en la Azotea”, los cuatro integrantes apenas se acercaban a ella. En The Fool on the Hill John y Paul trabajaron amistosamente en las letras, pero en The Beatles, el llamado Álbum Blanco (1968), se hizo patente que cada cual tenía su orientación. Creí adivinar que finalmente tomarían caminos divergentes.
Lo que no podía imaginar es que, 50 años después de aquellos conciertos en Japón, continuase hablando de los Beatles. Indudablemente, sus canciones tienen algo universal y llegan al corazón de la gente en cualquier momento y lugar. Sin embargo, es únicamente en Japón donde siguen realizándose eventos a gran escala en relación con el grupo. Tal vez sea porque en Japón sea especialmente grande el número de personas que guardan como un precioso tesoro aquellos recuerdos de los Beatles.
(Elaborado por la redacción de nippon.com a partir de una entrevista celebrada el 25 de junio de 2016)
Fotografía del titular:
Los Beatles actuando en el Budōkan de Tokio, el 30 de junio de 1966. (Fotografía: Jiji Photo)