La búsqueda de empleo de las mujeres japonesas
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Como continuación del primer artículo de esta serie, en el que examinábamos la transformación de la sociedad japonesa a partir del proceso de la búsqueda de empleo (shūkatsu), en este segundo artículo vamos a repasar la situación reciente de la búsqueda de empleo de las estudiantes universitarias. ¿Es verdad, como afirman algunas fuentes, que cada vez hay más mujeres que prefieren ser amas a casa a tiempo completo que buscar un trabajo?
El término que se utiliza popularmente para designar a las mujeres que estudian en la universidad, joshidaisei (en un sentido amplio, ‘estudiantes universitarias’; en un sentido más limitado, ‘estudiantes de universidades femeninas’) conserva un marcado regusto de la época de la burbuja económica (1986-1991) que me parece sinceramente vergonzoso. Aun así, es evidente que hoy en día en Japón sigue habiendo muchas diferencias de género a la hora de buscar trabajo, y creo que vale la pena que resumamos los problemas y las inquietudes propios de las mujeres japonesas en dicha faceta de la vida.
Las generaciones mayores comparten un arraigado estereotipo de cariz conservador (o, simplemente, propio de su época) de que el destino de las mujeres que estudian en las universidades femeninas es entrar a trabajar en grandes empresas para luego casarse, dejar la empresa y convertirse en amas de casa. Para mí, que soy de la generación de la burbuja económica y viví la aprobación de la Ley de Igualdad de Oportunidades Laborales, los cambios que he ido observando desde los tres años en que dirigí el Departamento de Búsqueda de Empleo de la universidad femenina donde trabajo me han dejado boquiabierta. Las tendencias de estos últimos tiempos superan con creces mis previsiones.
Antes de seguir quisiera apuntar que en este artículo con estudiantes universitarias me refiero a las estudiantes medias de las universidades privadas de Tokio, no al conjunto de todas las universitarias del país.(*1) Lo que me propongo es identificar las transformaciones socioeconómicas sobrevenidas en Japón observando los cambios que han experimentado las estudiantes respecto a la generación de sus madres, representantes del modelo de las amas de casa de finales de la era Shōwa (1926-1989).
Las office ladies, una especie en vías de extinción
Hace unos diez años la búsqueda de trabajo se enfocaba hacia el modelo familiar en el que hombre, cabeza de familia, ganaba el pan mientras la mujer cuidaba de la casa y los hijos. Antes de que la Ley de Igualdad de Oportunidades Laborales entrase en vigor en 1986, prácticamente todas las mujeres trabajadoras —incluso las que habían estudiado en universidades de prestigio como la Universidad de Tokio— se veían limitadas a puestos de empleada rasa.(*2) Sin embargo ahora los puestos rasos son al contrario muy escasos, especialmente en las empresas más populares. Es más, hoy en día la flexibilización de las formas de contratación ha llevado a que la mayoría de las empresas abandonen la contratación de puestos rasos y la sustituyan por el subcontrato. Y los contratos rasos que sobreviven son para puestos de alta cualificación, como los que exigen dominar varios idiomas o competencias comerciales.
La universidad donde trabajo tiene la fama de que la mayoría de las estudiantes acaban de office ladies (ver la nota 2 al pie), pero en realidad poco más del 20 % se coloca en puestos de empleada rasa, y lo hace en empresas de moda como los megabancos, con una competencia encarnizada para entrar. Asimismo, más del 50 % de las estudiantes trabaja en puestos con posibilidad de promoción, sin discriminación por sexos. A juzgar por la experiencia de mi universidad, con la competencia feroz de los últimos años las empresas se muestran muy exigentes con los resultados de los empleados regulares, sean hombres o mujeres, retirando las pagas extras a los que no logran aumentar los beneficios y ahorrando dinero con las subcontratas. Este es probablemente el motivo de la reducción del número de puestos rasos y el aumento del número de puestos con posibilidad de promoción.
Del plan profesional al plan vital
La situación actual acarrea una gran incertidumbre para las estudiantes universitarias que buscan empleo. Tienen demasiadas opciones: ¿empleadas rasas en empresas grandes o empleadas con posibilidad de promoción en pymes o empresas jóvenes? ¿Generalistas o especialistas? Y, para las que son de provincias, ¿buscar trabajo en su región o en una gran ciudad? Además de las opciones mencionadas, no son pocas las estudiantes que deciden perseguir su sueño de infancia para convertirse en auxiliares de vuelo o presentadoras de televisión. Muchas de las chicas no se limitan a la elección de la empresa o el tipo de empleo que desean, sino que a la vez se plantean qué tipo de vida quieren llevar (algo que considero muy aconsejable). La postura de las estudiantes está cambiando: la cantidad de jóvenes que quieren trabajar toda la vida se ha disparado.
Tal vez porque la mía es una universidad femenina, al ingresar la mitad de las estudiantes declaran que después de graduarse quieren entrar en una gran empresa como empleadas rasas, luego dejar el trabajo para dedicarse a la crianza de los hijos, y finalmente buscar un trabajo a tiempo parcial cuando los hijos sean mayores. Sin embargo, al llegar a los últimos cursos cambian de parecer a causa de varios factores: no saben si se casarán y, aunque lo hagan, quieren ser económicamente independientes por si se divorcian, o por el riesgo de quedarse sin ingresos si el marido pierde su empleo por despido o quiebra de la empresa. No son raros los casos de chicas que han vivido esas situaciones en sus familias. También el empobrecimiento de las madres solteras del que se hacen eco los medios de comunicación les parece un problema cercano.
Los padres también están cambiando su forma de pensar. Antes muchos deseaban que sus hijas se convirtieran en el prototipo de mujer de la era Shōwa: “Nuestra hija es muy tranquila y no hace falta que se esfuerce mucho. Nos gustaría que entrase como office lady en una buena empresa, que se casase y que luego se dedicase a atender a su familia”. En cambio últimamente, en los seminarios sobre búsqueda de empleo para padres de alumnos —que se han popularizado desde que estalló la crisis global de 2008—, cada vez son más los que quieren que sus hijas encuentren un trabajo que les permita mantenerse toda la vida, sin importar si es en una gran empresa o no.
Como comenté en el anterior artículo de esta serie, el estancamiento de la economía y el avance del envejecimiento demográfico están transformando el modelo de trabajo de Japón. La incorporación de las mujeres al mercado laboral es necesaria en todos los frentes: el de las políticas gubernamentales, el de las empresas aquejadas por la escasez de mano de obra y el de las finanzas domésticas que se gestionan con ingresos cada vez más exiguos. Consecuentemente van a resultar diferentes las opciones más ventajosas entre la línea de ser amas de casas como la generación de sus madres y la de dedicarse exclusivamente a trabajar. De ahí que sea muy importante tener un plan de carrera vital si las empresas ofrecen las facilidades para conciliar la vida laboral y la familiar.
Las amas de casa, ¿símbolo de las clases privilegiadas?
De vez en cuando me encuentro con artículos que afirman que cada vez hay más mujeres jóvenes que quieren ser amas de casa. Pues bien, cuando pregunto a mis estudiantes, pocas son las que dicen querer ser amas de casa y muchas las que lo consideran una perspectiva aburrida y prefieren desempeñar un trabajo interesante. Para las estudiantes de ahora incluso ayudar en las tareas domésticas es una expresión en desuso. Y además, cuanto más se dedican al ocio y al trabajo por horas y menos a estudiar durante la vida universitaria, más motivadas están luego por desarrollar su carrera profesional.
En la generación de las madres convertirse en ama de casa era un plan de futuro extremadamente realista y fácil de realizar. Pero en estos años los salarios de los hombres tienden claramente a la baja y no es raro que las mujeres trabajen. Parece ser que las jóvenes actuales relacionan la expresión ama de casa con las clases bienestantes: “¿Que si quiero ser ama de casa? ¡Claro que sí! Siempre que goce de una economía lo bastante holgada, claro”. Tal vez ser ama de casa se haya convertido en un tipo de vida reservado a las familias de ingresos elevados, una opción fuera del alcance de la mayoría.
Para ayudar a mis estudiantes a esbozar un plan de carrera a medio y largo plazo, todos los años les pregunto cómo se ven a la treintena y a la cuarentena. Además de mencionar distintas profesiones, la mayoría describe una mujer que, a ser posible, encuentra una pareja con ingresos elevados, ejerce de esposa encargándose de las tareas domésticas y la crianza de los hijos y tiene un trabajo motivador. “Quiero ser una mujer magnífica toda la vida”, apuntan. Lo que me describen es exactamente la imagen de una supermujer.
¿Es posible compaginar el trabajo y la familia?
El camino para llegar a ser una supermujer está sembrado de obstáculos. Hay que considerar si la empresa en la que se va a trabajar ofrece ayuda para la conciliación de la vida laboral y familiar, si hay compañeras que hayan logrado ya conciliarlas realmente o si las generaciones de sus padres colaborarán en la conciliación. Las mujeres de provincias se encuentran con el dilema entre el deseo de los padres de que regresen a su lugar de origen y su deseo de disfrutar de los atractivos de la vida en la gran ciudad. Pero en Tokio el coste de la vida es demasiado alto. No son pocas las estudiantes que enfocan la búsqueda de empleo con el firme objetivo de encontrar un puesto con posibilidad de promoción para poder permitirse vivir solas en Tokio (aunque también hay excepciones de jóvenes afortunadas que siguen recibiendo una asignación para pagar el alquiler tras graduarse). Por eso hay estudiantes que eligen buscar empleo en su zona de origen en lugar de en Tokio, aunque en ese caso tienen que enfrentarse a los obstáculos del mundo laboral en provincias: la escasez de ofertas de trabajo, las malas condiciones y sobre todo el ambiente conservador que favorece a los hombres.
Resulta obvio que las empresas y el Gobierno deben crear un entorno favorable para que las mujeres trabajen. En el torbellino de cambios que se despliega en estos momentos, la búsqueda de empleo de las mujeres debe ser, si cabe, más estratégica que la de los hombres.
(Traducido del original japonés, redactado el 1 de mayo de 2016.)
Fotografía del titular: Un grupo de estudiantes asisten a su ceremonia de graduación en la Universidad de Tokio el 25 de marzo de 2016. (Cortesía de Jiji Press)
(*1) ^ La tasa de jóvenes que ingresaron en la universidad para estudiar licenciaturas de cuatro años en 2013 fue del 54 % entre los chicos y del 45,6 % entre las chicas (del 55,2 % si se incluyen las licenciaturas cortas).
(*2) ^ Las empleadas rasas u office ladies son mujeres que trabajan en oficinas y a las que se relaciona con tareas simples como preparar el té y hacer copias, cuando en realidad muchas desempeñan funciones altamente cualificadas, y aun así tardan más en subir de rango y reciben salarios menores que los hombres.
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