La erupción del Ontake demuestra la dificultad para predecir este tipo de fenómenos
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El 27 de septiembre de 2014 el monte Ontake entró en erupción de repente. Esta montaña de 3.067 metros, que se extiende en la frontera entre las prefecturas de Nagano y Gifu, es el segundo volcán más alto de Japón después del monte Fuji, y está registrado como una de “las 100 montañas más populares” del país. Muchos de los escaladores que estaban disfrutando del buen tiempo otoñal se vieron en medio del desastre, que provocó numerosas víctimas. Esta es la primera vez que el monte Ontake ha entrado en erupción desde marzo de 2007. La Agencia Meteorológica de Japón ha aumentado el nivel de alerta por el volcán hasta tres en una escala del uno al cinco que aconseja a los montañeros “no aproximarse al volcán”.
Uno de los países con mayor actividad volcánica del mundo
La Agencia Meteorológica de Japón define como “volcanes activos” aquellos que han entrado en erupción en los últimos 10.000 años. Hay 110 volcanes activos en Japón, incluyendo volcanes submarinos, un 7 % de todos los volcanes del mundo. Japón, al ser uno de los países más volcánicos del planeta, disfruta de abundantes aguas termales, una gran atracción para el turismo en todo el país.
La AMJ asegura que 47 volcanes, incluyendo el monte Ontake, podrían entrar en erupción a lo largo del próximo siglo. No obstante, los tipos de erupción y los temblores previos que servirían como advertencia varían entre los distintos volcanes, por lo que hay un límite respecto a con qué exactitud pueden ser predichas estas erupciones. La AMJ vigila las 24 horas los volcanes susceptibles de entrar en erupción con distintos equipos, entre los que se incluyen sismómetros y cámaras.
Registros de la Agencia Meteorológica de Japón muestran que desde el siglo XVIII se han producido 20 desastres volcánicos en Japón con 10 o más muertos o desaparecidos. El mayor de estos desastres se produjo en 1792, cuando la actividad volcánica del monte Unzen (en la que hoy es la prefectura de Nagasaki) provocó temblores de tierra y una avalancha de rocas y tierras que acabó con la vida de 15.000 personas.
En el siglo XX una erupción en la isla volcánica de Torishima, en el Pacífico, ocurrida en 1902, arrasó con toda la población del lugar, 125 personas. En 1914 otra potente erupción mató a 58 personas y el río de lava conectó la que era la isla de Sakurajima con la región de Kyūshū. Posteriormente, en 1926, el mayor desastre volcánico del siglo dejó 144 fallecidos cuando la erupción del monte Tokachi en Hokkaidō derritió la nieve, produciendo deslizamientos de barro masivos. Más recientemente, el monte Unzen entró en erupción en 1991 produciendo flujo piroclástico, una masa de gas y fragmentos de roca que se desplazó rápidamente matando a 43 periodistas y a los vulcanólogos que estudiaban la actividad de la montaña.
Los análisis de los expertos sobre la erupción del Ontake
Un panel de expertos sobre la predicción de erupciones volcánicas de la AMJ, dirigido por el profesor emérito de la Universidad de Tokio Fujii Toshitsugu, mantuvo una reunión extraordinaria el pasado 28 de septiembre para debatir sobre la actividad del volcán Ontake. En la rueda de prensa que fue ofrecida después de la reunión, Fujii aseguró que el panel concluyó que tuvo lugar una erupción freática en la que las aguas subterráneas calentadas se convirtieron en vapor, dando lugar también a flujo piroclástico. “Podría sucederse más erupciones con flujos piroclásticos”, advirtió. En cuanto a la magnitud dijo que era del mismo nivel que la erupción de 1979, cuando el volcán expulsó 200.000 toneladas de ceniza.
El panel explicó también que el flujo piroclástico se extendió hasta tres kilómetros al suroeste, mientras que la nube de cenizas se elevó hasta siete kilómetros por encima del cráter, viajando hacia el este. Un análisis desde el cielo reveló que la erupción llegó desde la zona suroeste de la cima del Kengamine, dispersando grandes fragmentos de roca en un radio de un kilómetro desde los cráteres. Pese al flujo piroclástico no aparecieron señales de que los árboles u otra vegetación hubiese ardido.
El panel concluyó que el calor del magma subterráneo fue el que llevó las aguas del subsuelo al punto de ebullición y al rápido incremento de la presión que causó la erupción freática, al no haber evidencias de lava entre las cenizas. Los temblores de baja intensidad que comenzaron 11 minutos antes de la erupción continuaron durante cerca de 30 minutos posteriores a la erupción con más intensidad. Los clinómetros revelaron que el volcán se elevó ligeramente durante 7 minutos antes de la erupción, y se volvió a hundir después de que esta ocurriese.
Se produjeron también varios temblores el 11 de septiembre, pero tal como Fujii ha asegurado, “cuando ocurre una gran erupción las señales son evidentes, pero es muy difícil predecir erupciones de escala menor, como esta”.