El manga y el anime japonés de ayer y de hoy
Más allá del anime: los cortometrajes de animación de Yamamura Kōji
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Un hombre tacaño encuentra unas cerezas y se las come. Como no quiere desperdiciar las semillas, se las come también. Al hacerlo empieza a crecerle un brote en la coronilla, que vuelve a crecer por mucho que lo corta. Finalmente se convierte en un magnífico cerezo que, al llegar la primavera, florece, y bajo el cual una multitud celebra banquetes. El hombre arranca el árbol de raíz, pero el hueco que queda en su cabeza se llena de agua y se convierte en un estanque, al que termina por arrojarse para morir. Esta surrealista historia de rakugo, Atamayama (El monte cabeza), ha sido adaptada como cortometraje de animación de diez minutos por Yamamura Kōji, y se convirtió en la primera obra japonesa en ganar, en 2002, el Gran Premio en el Festival Internacional de Animación de Annecy. Desde entonces Yamamura continúa marcando un variado estilo en el mundo de la animación. En agosto de 2017 se proyectaron nueve obras suyas, incluyendo la última, como parte del evento Yamamura Kōji - migime to hidarime de miru yume (Yamamura Kōji - un sueño visto con el ojo derecho y con el izquierdo). (Para saber más sobre las obras proyectadas lea la segunda página de este artículo).
Los cortometrajes: el laboratorio de la animación
En 2017 se celebróa el primer centenario de la animación japonesa. Los largometrajes de animación de Japón, comenzando por los del propio Miyazaki Hayao, gozan de gran popularidad en todo el mundo, y la palabra anime se ha convertido en sinónimo de animación comercial de estilo japonés. Sin embargo, Yamamura ve los cortometrajes de animación como un género aparte del anime; según él presentan un espíritu experimental heredado de los comienzos de la animación, hace ya cien años.
“El cortometraje es un laboratorio de métodos para los animadores. Probamos muchos materiales: acuarelas, colores pastel, tinta con base de agua y tinta japonesa, arcilla, vidrio, arena… Ver ilustraciones creadas con materiales así nos provoca sorpresa. Cada uno de los materiales tiene un uso diferente, y en esa diversidad expresiva yace la fascinación del cortometraje”.
Convertirse en animador
Cuando era estudiante de primaria, Yamamura solía ver el anime Mōretsu Atarō, basado en un manga de Akatsuka Fujio. Un día Yamamura empezó a pensar cómo era posible que la imagen estática de Nyarome (uno de los personajes del anime, un gato vagabundo parlante que camina sobre sus patas traseras) que veía en el Menko -un juego de cartas- se moviera al aparecer en televisión; según Yamamura, así comenzó a investigar sobre el proceso de la animación. “Tras darme cuenta de que la animación se basa en crear movimiento mediante la sucesión de una serie de imágenes, a base de ensayo y error llegué a crear mi primera película de stop motion en 8mm, para la que tardé años, desde la secundaria hasta el instituto. La impresión inicial que tuve al proyectar esa obra por primera vez es algo que todavía me mueve a hacer cortometrajes”.
Se especializó en pintura representativa al óleo en la Universidad Tōkyō Zōei, pero pronto comprendió que se le daba mejor la animación. “Mientras estudiaba expresión artística me di cuenta de que apreciaba la animación por el interés que poseen los cambios que experimentan las imágenes, y en la forma en que es capaz de representar emociones como la ira, la alegría, el miedo y el deseo, algo que no se puede lograr con un único dibujo”, reconoce.
En esa época recibió una gran influencia de la obra de animadores de países tan dispares como Rusia y Canadá, empezando por el gran Yuriy Norshteyn, influencia que lo inspiró para adentrarse de lleno en la senda del animador y crear obras que pudieran disfrutar los adultos. El primer Festival Internacional de Animación de Hiroshima, en 1985, al que acudió como espectador, también ejerció un influjo positivo sobre Yamamura. “Proyectaron un ciclo de obras de Ishu Patel, animador indio afincado en Canadá. Cada una de sus obras tenía un tema diferente y usaba técnicas diferentes; su sentido estético me impresionó profundamente”,
Como proyecto de graduación en la universidad realizó un cortometraje en el que utilizó arcilla como material, llamado Suisei (Acuático), y tras terminar la universidad trabajó dos años en una productora, especializándose en crear fondos para animes, antes de hacerse freelance.
Atamayama: seis años de trabajo para diez minutos de película
“Tras independizarme, durante un tiempo no tuve oportunidad de hacer obras para adultos. Comenzaron a llegarme encargos de NHK y otras cadenas para hacer trabajos para niños, pero no me alegré mucho de ello porque sentía que aquello no era exactamente lo que yo deseaba hacer; mi meta era producir obras que los adultos pudieran disfrutar gracias a sus conocimientos y su imaginación. Pero a medida que iba creando esas películas me iba dando cuenta de que los niños se divertían o asustaban más con los movimientos de los personajes que con la historia en sí. Al sacar los miedos más ocultos, la curiosidad, y otros sentimientos del ser humano, aunque se tratara de historias para niños creo que logré crear el tipo de expresión que estaba buscando”.
En Baberu no hon (El libro de Babel, 1996), una película infantil de cinco minutos de duración, Yamamura eligió representar un mundo que diera miedo, en lugar de un mundo adorable. Como solo disponía de un mes para la producción no quedó satisfecho con los resultados. El año siguiente comenzó a trabajar en Atamayama. Trabajó en esa obra durante seis años, mientras hacía otros proyectos.
Los dibujos de Atamayama están realizados con lápices, rotuladores y bolígrafos, y muestran varias técnicas. Un material adicional, por ejemplo, es la espuma de un limpiacristales. “Hice, con el escáner, capturas de las burbujas al romperse. Quería lograr un aspecto de película antigua”. Utilizó ese método también en su obra más larga hasta la fecha, Kafuka inaka isha (Kafka, médico rural, 2007, de 21 minutos). “Hice tantas capturas que terminé por romper el escáner”, dice, con una sonrisa amarga.
Atamayama (El monte cabeza)
La era digital abre un mundo de posibilidades
La animación internacional es cada vez más digital, y los gráficos por computadora en 3D están experimentando un tremendo auge. “Creo que el cine digital y la animación se combinan muy bien. La invención del cel (abreviatura de “celuloide”, una transparencia utilizada para crear cada fotograma de animación) en 1914 fue uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la animación. Sin embargo, las posibilidades expresivas se veían en esa época frenadas por las limitaciones técnicas. Solo se podía pintar con pinturas acrílicas, y no se podían añadir sombras. Con la introducción de las técnicas digitales no importa en qué tipo de papel pintes, qué materiales utilices, después puedes completar la imagen con gran libertad. Es como si hubiéramos regresado a los comienzos de la animación”.
Yamamura dibuja primero en papel, y después escanea su trabajo y lo guarda en el ordenador. En sus obras más recientes se va perfilando una tendencia cada vez más fuerte a crear imágenes planas.
“Las cintas digitales se están convirtiendo en la norma, a nivel internacional. Pero si todos los creadores utilizan las mismas aplicaciones la mayoría de las películas tendrán el mismo tipo de calidad. Es importante saber combinar las técnicas digitales con otras técnicas ya existentes. Si te conformas con una herramienta digital porque es muy útil, puedes terminar cerrándote posibilidades, en lugar de abrirlas”.
La animación: soñar con los ojos abiertos
Entre las nueve obras que se proyectan este verano se encuentra Sati no “parādo” (El desfile de Satie, 14:12). Yamamura creó esta película en 2016, el 150 aniversario del nacimiento del compositor francés Erik Satie, utilizando su ballet Parade; el cortometraje ha sido proyectado en festivales de cine de todo el mundo.
“En realidad no planeaba hacer que coincidiera con el aniversario de su nacimiento; llevaba diez años pensando en producirlo. Es una obra inspirada por la música. En especial, los arreglos y la interpretación de Willem Breuker (músico holandés de jazz) me parecen magníficos, y quería convertirlos en imágenes”.
El ballet se estrenó en 1917; contaba con libreto del poeta Jean Cocteau, diseño artístico de Pablo Picasso y música de Erik Satie, y fue compuesto para Los Ballets Rusos, compañía fundada y dirigida por Serguéi Diáguilev. En el ballet, los artistas muestran sus actuaciones delante de una gran tienda de circo, mientras los gerentes animan a la gente para que entre; se trata de una obra que rompió moldes, presentada de la mano de tres maestros de la vanguardia de su tiempo. El cortometraje de Yamamura sigue los arreglos de Breuker, recrea la primera interpretación del ballet y muestra, dentro del desfile, a Satie, Cocteau y Picasso.
“En los cortometrajes se puede crear un mundo completo con una relación entre imágenes y música a partes iguales. Hay personas que nunca escuchan la música de Satie, o la música clásica contemporánea en general. Para ellos, quizá este cortometraje sea difícil de comprender. Pero si tienen oportunidad de escuchar este tipo de música, creo que viendo esta obra se pueden sorprender de una forma nueva. Espero que el público sienta deseos de escuchar más obras de Satie e interpretaciones de Breuker”.
Tráiler de Sati no “parādo”
Otra obra en la que la música desempeña un papel importante es Mizu no yume (El sueño del agua). Realizado únicamente con tinta japonesa, este cortometraje en cuatro partes representa la vida en el mar, desde su nacimiento hasta la evolución de las ballenas. La proyección de este verano contiene la primera parte (4:15); la obra será finalizada, según el autor, para otoño de 2017. La pianista francesa Catherine Verhelst, quien aceptó encargarse de la música tras ver imágenes de la obra de Yamamura, compone la música.
En el ciclo de este verano también aparece Kaibutsu gakushō (Notas de estudio para una enciclopedia de monstruos, 6:10), una cinta extraña y algo humorística, así como Kojiki Hyūga hen (Kojiki - el capítulo de Hyūga, 4:31), la primera parte de una adaptación que Yamamura está realizando del Kojiki, la obra clásica del siglo VIII que reúne mitos sobre la creación de Japón.
El título del ciclo, Migi me to hidari me de miru yume (Sueños que vemos con el ojo izquierdo y el ojo derecho), lo ha elegido el propio Yamamura.
“Es un título basado en otra obra de Satie, Choses vues à droite et à gauche (sans lunettes) (Cosas vistas a izquierda y derecha –sin gafas–). La animación son sueños vistos con los ojos abiertos. Sueños que se pueden ver si hacemos trabajar tanto al hemisferio derecho del cerebro como al izquierdo. Pero el título de Satie contiene las palabras “sin gafas”, un toque sarcástico. Las personas damos por supuesto que, mirando bien con el ojo izquierdo y con el derecho, estamos viendo (entendiendo) todo, cuando en realidad no vemos nada… Yo he preferido evitar el sarcasmo, y simplemente espero que los espectadores disfruten de la animación”.
Tráiler de Kaibutsu gakushō
Texto: Itakura Kimie (equipo editorial de nippon.com)Imágenes: Ōkubo Keizō