La caligrafía japonesa

El día a día de Kanazawa Shōko

Cultura

A los 30 años, la calígrafa Kanazawa Shōko le comunicó a su madre que había decidido irse a vivir sola. A esta última le preocupaba cómo se las apañaría su hija y pensaba que regresaría al hogar familiar en una semana, pero lo cierto es que la joven está disfrutando de esta etapa de su vida.

Una clienta popular en los comercios del barrio

Hace un año y medio que la calígrafa Kanazawa Shōko, de fama mundial, vive sola. La joven, con síndrome de Down, eligió los primeros días de marzo, una época muy primaveral, para mostrarnos su residencia, un apartamento alquilado en las inmediaciones de la estación de Kugahara, en el distrito tokiota de Ōta.

Al caminar por la calle comercial frente a la estación, Kanazawa saluda y sonríe a varias personas, e incluso una mujer pide estrecharle la mano. Su casa se encuentra a unos escasos minutos a pie de allí. Durante este paseo con la calígrafa, podemos ver una fotografía suya y de una de sus obras en el escaparate de una floristería; es el panfleto en el que se anuncia su próxima exposición individual, que tendrá lugar en septiembre en el Museo Real de Ueno. Si uno observa detenidamente la zona, verá también referencias a la artista en otros establecimientos: un restaurante de fideos soba, una pastelería, una peluquería o una papelería.

La propia Kanazawa se encargó de ir a cada local y repartir dos copias de cada folleto; pidió a los propietarios que pegaran ambas, de modo que los clientes pudieran ver el anverso y el reverso. Le hicieron el favor y esta calle comercial, donde todos apoyan a la calígrafa, ha tomado el sobrenombre de calle Kanazawa Shōko.

Kanazawa nos lleva hasta su apartamento dando un paseo por la calle comercial cercana a la estación.

Al abrir la puerta de la vivienda, vemos la cocina, de color blanco y compuesta por fogones de inducción. El espacio es perfecto para la joven, a quien le encanta cocinar. Pasando la cocina accedemos a una amplia habitación con suelo de madera. Las paredes son completamente blancas; las cortinas, de un rosa que da un toque de relax al ambiente. La estancia también incluye un tocador de estilo rococó, un escritorio y una estantería; el color básico es el blanco, aunque se observan toques de rosa. Sin duda alguna, se trata del cuarto de una joven.

Pasión por la cocina

Kanazawa viaja con frecuencia por todo el país junto a su madre, Yasuko, para asistir a la inauguración de sus exposiciones, realizar muestras de su obra o dar conferencias. Sin embargo, cuando se encuentra en Tokio, cocina siempre. Cuando visitamos su apartamento, le preguntamos qué habrá para cenar. La calígrafa contesta que, como tiene invitados, preparará estofado de ternera, así que sale a comprar los ingredientes necesarios.

La joven entra en una carnicería cercana y pide que le den carne de ternera de calidad y la base necesaria para preparar la salsa de un estofado. Allí compra también zanahorias y cebollas. Una señora que se encuentra realizando compras en el mismo establecimiento se pone a charlar animadamente con ella. "Vamos al mismo club de natación", explica la mujer. Tras pagar sus compras, Kanazawa nos lleva a una cafetería que le gusta mucho.

Comprando en la carnicería.

La atmósfera de la cafetería, con más de cuatro décadas de historia, evoca la era Shōwa, motivo de nostalgia para muchos. Mientras espera que le pongan un café con leche, Kanazawa charla con el dueño sobre sus apariciones en televisión y sobre cocina. Además, disfruta compartiendo contenidos en las redes sociales con su teléfono inteligente. Al parecer, frecuenta el establecimiento prácticamente a diario. Al ver al propietario y a su esposa, que la tratan como si fuera su propia hija, uno se da cuenta de que la calígrafa se ha convertido en todo un tesoro de la zona donde vive, e incluso llega a la categoría de ídolo. Un agente de policía que patrulla la zona nos dice: "Nuestra querida Shōko es como una pequeña hada caída del cielo que con su varita mágica ilumina y alegra esta área". Suena convincente.

Su cafetería preferida.

Regresamos a su casa, donde Kanazawa se pone un delantal y se lava las manos a conciencia, ya que las considera muy importantes para la cocina. En primer lugar, utiliza un pelador para quitarles la piel a las zanahorias y las patatas, que luego corta cuidadosamente con un cuchillo; llega el turno de la cebolla. Al principio nos dice que no le duelen los ojos, pero lo cierto es que hay un momento en el que parece que va a ponerse a llorar. Sin pensárselo dos veces, abre el grifo y se lava los ojos. La escena, aunque resulta graciosa, enternece.

Como si se tratara de una clase de cocina, la joven va explicando los pasos que da: "Esto es aceite de oliva". "Cortamos la carne de forma que resulte fácil de masticar". "Cuando la carne esté asada, le ponemos vino tinto". Tarda aproximadamente una hora en preparar el estofado. Huele muy bien.

La cena de hoy: estofado de ternera.

Kanazawa pone un poco de estofado en un cuenco pequeño y lo coloca en un escritorio blanco, delante de una fotografía de su difunto padre, Hiroshi. Entonces, cierra los ojos y junta las palmas de las manos en señal de rezo, al tiempo que le da las gracias por cuidar siempre de ella desde el cielo y le ofrece degustar el plato juntos.

Ni un solo utensilio de caligrafía en su casa

El día siguiente, Kanazawa nos muestra cómo pasa el tiempo en su pequeño palacio. La mañana la tiene libre, así que se la toma con calma; el estudio comienza por la tarde. En su escritorio, un libro de contenido aparentemente difícil: Yojijukugo Jiten. En un cuaderno copia la explicación de un término budista que aparece en la primera página del manual, Aibetsuriku (La angustia derivada de la separación de los seres queridos). Desde niña, la calígrafa se dedica cada día a copiar pasajes de la Biblia. Sin duda alguna, estos esfuerzos diarios le han permitido cultivar una sensibilidad aguda respecto a las palabras y las letras.

Estudiando con Yojijukugo Jiten.

Una vez terminado el estudio, toca relajarse. Kanazawa saca un iPad rosa, con el que ve un vídeo en YouTube de un niño de doce años que imita a Michael Jackson. A ella también le gusta bailar como el cantante estadounidense. Posteriormente, se pone a teclear con el ordenador lo que parece ser una búsqueda en Internet. Resulta que encuentra un programa de radio en el que sale el mismo niño y varias actuaciones suyas; la calígrafa muestra una sonrisa de oreja a oreja. Cabe destacar, por otro lado, que en su habitación no se ve ni un solo utensilio de caligrafía. Esto se debe a que Kanazawa desea contar con un espacio en el que relajarse con total libertad y alejarse del trabajo. Otro hábito importante en el día a día de la joven es practicar ejercicio para adelgazar. La calígrafa ha engordado un poco, quizás por comer demasiado ahora que ella misma se encarga de cocinar. Tras ejercitarse levemente en su cinta de correr rosa, se dirige, con el ánimo renovado, a su lugar de trabajo, donde la espera su madre.

Los tres compromisos de Kanazawa: Recoger la casa, irse a la cama a la hora de siempre y adelgazar.

Durante sus horas de descanso, Kanazawa busca vídeos de baile en su iPad.

El amor incondicional de una madre

La casa familiar, muy cercana a la estación de Kugahara, es una elegante vivienda de dos pisos en cuya planta baja se encuentra la escuela de caligrafía, de la que principalmente se encarga la madre de Kanazawa. Yasuko nos lleva a una amplia sala de estar en la planta superior, donde su hija nos ofrece un pedazo de tarta de chocolate con forma de corazón.

En el fondo del salón hay un escritorio sobre el que podemos ver una hoja de papel de gran tamaño, encima de un tapete azul oscuro, en la que está escrito el Sutra del Corazón. En la pared de detrás, Sutra del corazón entre lágrimas, una obra de cuatro hojas que realizó cuando tenía diez años y que sigue siendo a día de hoy el más popular de sus trabajos. Está previsto que en la exposición que albergará el Museo Real de Ueno en septiembre esta aparezca junto a otra que elabora en estos momentos, también bajo el título Sutra del corazón.

Tras finalizar la sesión de caligrafía, la madre de Kanazawa nos cuenta, con cierta tristeza, que su hija no regresa a casa desde que se fue a vivir sola hace año y medio, y que puede pasar hasta una semana sin verla cuando no tienen trabajo. La joven llevaba un tiempo diciendo que se independizaría cuando cumpliera los 30 años; por ejemplo, habló a este respecto durante su discurso con motivo del Día Mundial del Síndrome de Down en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, el 20 de marzo de 2015. Yasuko prosigue explicando que, a pesar de su preocupación, aceptó la decisión de su hija porque esta había realizado una promesa en público. Nos cuenta, además, que desde que Shōko era pequeña, le enseñó con disciplina a cocinar, limpiar y encargarse de las compras, de forma que pudiera valerse por sí misma cuando ella ya no estuviera. "Los padres son quienes piensan que sus hijos no son capaces de esto", afirma.

Kanazawa practica caligrafía con su madre en la casa familiar.

Tras hacer un repaso de las dudas y los problemas a los que se han enfrentado en estas tres décadas, Yasuko continúa hablando sobre su hija. A su juicio, Shōko entiende el valor del dinero por haberse convertido en un miembro de la sociedad. La también maestra calígrafa recuerda una anécdota a este respecto: un día, su hija le pidió que le diera un sueldo. Entonces decidió que este fuera de 5.000 yenes por cada hoja de caligrafía que realizara durante una muestra. Los días en los que la escritura había quedado mejor, la joven le pedía que subiera el importe hasta los 7.000 yenes. Hablar sobre esta capacidad de negociar de la joven es motivo de felicidad para su madre, que sonríe al compartir las historias sobre los progresos de su hija.

Kanazawa ha sido capaz de independizarse contra todo pronóstico, gracias al amor incondicional de su madre, que creía en la fuerza de vivir y en las posibilidades de los niños con síndrome de Down, así como a los esfuerzos realizados por la propia joven, cuyos días transcurrían rodeada del cariño y la confianza hacia su progenitora. Las dos jornadas que pasamos con la calígrafa y su madre nos han servido para volver a confirmar lo maravilloso que puede llegar a ser el ser humano.

Imagen de la cabecera: Kanazawa Shōko cocinando en el apartamento en el que vive sola. Fotografía tomada por Nagasaka Yoshiki.

(Traducción al español del original en japonés)

caligrafia Kanazawa Shōko