Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional
Madera, moho y arquitectura japonesa
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Recientemente un estudiante de arquitectura de Europa me preguntó: “¿Por qué los japoneses historicamente han construido casi exclusivamente con madera cuando los incendios eran tan comunes?”. El fuego es sin duda un problema para la construcción con madera en Japón, un hecho que se refleja en en la estricta legislación actual para la extinción de incendios. No obstante, este parece haber sido el menor de los frecuentes desastres naturales que configuraron el estilo arquitectónico tradicional de Japón. Los otros tres a considerar eran más acuciantes: el moho, los tifones y los terremotos, en este orden.
Una presencia constante
El moho es una plaga que afecta a edificios del siglo XX en todo el mundo. En la búsqueda de la eficiencia energética, los países desarrollados introdujeron nuevos métodos de aislamiento térmico y se esforzaron en limitar la circulación del aire entre el interior y el exterior de las viviendas. Desafortunadamente, los problemas relacionados con el moho y el síndrome del edificio enfermo no tardaron en demostrar que el control de la humedad y una adecuada ventilación son absolutamente necesarios para la salud de los habitantes. Para lograr esto, los edificios de hoy en día se apoyan en la ventilación estructural y mecánica, que aumenta el coste y la complejidad de los edificios.
La mayor parte de Japón tiene unas condiciones ideales para la aparición del moho y otros tipos de hongos. Las temperaturas rara vez caen bajo cero o suben por encima de los 35°C, ofreciendo una temperatura ideal para su crecimiento. Pero lo que es más importante, la humedad puede rondar en torno al 70 % durante semanas, especialmente en los húmedos meses de verano. Al llegar la temporada de las lluvias es cuando el moho puede ser realmente destructivo. Las mujeres se preocupan de que su cabello pueda enmohecerse si no lo secan adecuadamente e innumerables pares de zapatos han sido destrozados por el moho dentro de los armarios.
Las construcciones tradicionales en madera combatían al moho elevando el edificio por encima del terreno y dejando los muros prácticamente abiertos para que el aire pudiese circular libremente por debajo, alrededor y a través de todo el espacio interior. Los edificios de más de 300 años de antigüedad que mantienen su aspecto original suelen estar “ligeramente habitados”, con muy pocos muebles y algunos pocos accesorios. Los templos, santuarios, palacios y casas de las tradicionales clases altas entran en esta categoría.
Los hogares privados estaban construidos típicamente con troncos pesados y una excelente ventilación natural. Ya que puede haber un alto nivel de humedad relativa incluso en invierno, estas casas tienen una ventilación abundante aunque estén cerradas a los elementos externos—a través de espacios entre las contraventanas y puertas corredizas de papel, entre los muros y el tejado, y frecuentemente a través de chimeneas completamente abiertas.
Toda esta ventilación ha servido para hacer que las casas tradicionales japonesas sean más confortables en verano, pero muy poco acogedoras en invierno. No obstante, vestir muchas capas de ropa y tener sabañones en los dedos era al parecer un pequeño precio a pagar para evitar el moho.
La cultura de las casas de 30 años
Los antiguos cronistas chinos se dieron cuenta de que las celebraciones religiosas de las personas del archipiélago japonés estaban dedicadas principalmente a la limpieza y la pureza, elementos que marcan muchas prácticas culturales y religiosas hasta el día de hoy. La facilidad que tiene el moho para proliferar en Japón puede ayudar en parte a explicar por qué la cultura de la limpieza ha sido tan prevalente y por qué la “impureza” sigue siendo un tabú.
Japón es percibido ampliamente como un país muy tradicional, pero entre los japoneses hay una fuerte preferencia por lo nuevo. Las principales empresas de construcción no guardan en secreto el hecho de que diseñan sus casas para que duren aproximadamente 30 años, tras lo que se espera que el edificio sea demolido y reemplazado. La idea de que una casa es “vieja” después de solo 30 años es increíble para los profesionales de la construcción de Occidente, pero la reconstrucción es un medio perfecto para eliminar completamente el moho y las plagas de insectos—cuestiones que no son para nada triviales en el clima japonés.
La cultura de reconstruir frecuentemente tiene también unas viejas raíces. Hasta el siglo VIII, la muerte de un Emperador era un motivo para trasladar el palacio y en algunos casos toda la capital imperial. Aparte de las razones políticas, una idea de este tipo es solo posible si la arquitectura es considerada como algo relativamente efímero.
Esta idea está en apariencia en muchos aspectos de la cultura durante el período Edo (1603-1868). Había un dicho popular que afirmaba que el fuego era una de las dos “flores” de Edo, ya que la ciudad “florecía” con frecuencia. Estos incendios eran recogidos en historias y en xilografías de este período, dado que reducían sensiblemente la esperanza de vida de los edificios.
Trasladar una casa significa descartar todo excepto la estructura de madera, desmontar los marcos, y volver a encajar los troncos con un tejado y muros interiores nuevos. Cualquier parte que se haya podrido es reemplazada en ese momento. Esta demostró ser una forma ideal para eliminar cualquier deterioro causado por el moho y los insectos al tiempo que se preservaban las partes más resistentes de la casa, con el consecuente beneficio económico. De hecho encontramos antiguas vigas y columnas recicladas en muchas casas rurales hoy en día, donde la madera de anteriores construcciones ha sido reutilizada.
Madera contra metal
Los gremios, el proteccionismo y las decisiones políticas del shogunato Tokugawa restringieron el uso de los cierres metálicos en la construcción durante el período Edo. Este fue uno de los principales factores que llevaron al desarrollo de la carpintería solo en madera típica de Japón incluso después de que el acero se convirtiese en un material ampliamente disponible. Los cierres metálicos, no obstante, no son rivales para la longevidad de la carpintería en madera a no ser que sean instalados en madera bien curada y protegida del contacto con el aire. En madera curada de forma imperfecta, estos cierres pueden aflojarse al contraerse y expandirse el material que los rodea con el cambio de las estaciones, y cuando están expuestos al aire quedan sujetos a una rápida oxidación debido al clima húmedo de Japón. Además, el metal que sufre este estrés regularmente termina deteriorándose.
Por el contrario, la carpintería realizada completamente en madera se vuelve más robusta a medida que la madera envejece y las partes individuales se afianzan. Los cálculos muestran que las carpinterías de madera pueden ser más seguras estructuralmente siglos después de su construcción inicial. En general, la madera se vuelve más fuerte unos 200 o 300 años después de ser cortada. La fortaleza se reduce gradualmente después de ese punto, pero la robustez de una viga debidamente curada solo se reducirá hasta el nivel del momento en el que fue cortada después de unos mil años.
Tifones y terremotos
En la lista de desastres naturales, el moho está junto a los fuertes vientos y las lluvias torrenciales de los frecuentes tifones, otro gran argumento para construir con madera. Las fuertes lluvias que caen con frecuencia hacen necesario el uso de aleros muy sobresalientes para proteger los muros, mientras que la respuesta a los fuertes vientos son tejados pesados que no salen volando.
Los tejados pesados y en voladizo son imposibles de construir sin una estructura de madera elaborada, especialmente sin acceso a riostras ni cierres de metal. Para resistir los tifones, estos pesados tejados podrían estar idealmente sujetados con piedras pesadas o muros de mampostería. Pero en un país en el que los terremotos devastadores son casi tan comunes como los devastadores tifones, esto resulta peligroso y poco práctico.
En la arquitectura tradicional japonesa con madera la estructura está casi en su totalidad abierta para su inspección visual. Esto significa que cualquier filtración de agua, como la de un tejado con goteras, puede ser fácilmente identificada y arreglada antes de que el moho tenga la oportunidad de entrar.
La resistencia antisísmica es la tercera de las razones más importantes por las que se construye con madera. Las casas modernas de estilo occidental son construidas como una caja sólida anclada firmemente a unos cimientos, por lo que su resistencia a los terremotos se consigue asegurándose de que sus muros son lo suficientemente robustos como para resistir una sacudida lateral. Por ello, no obstante, el edificio se moverá con el terreno, haciendo que sus ocupantes sientan toda la fuerza del terremoto (y potencialmente provocando que acaben heridos cuando los muebles se caigan).
Por otra parte, las tradicionales carpinterías en madera son flexibles, por lo que mucha de la energía lateral de un terremoto puede ser absorbida por la elasticidad de las propias ensambladuras. Esto permite a un edificio con un pesado tejado pero sin muros sólidos permanecer en pie incluso durante un fuerte temblor. Muchos edificios de madera de Japón construidos en la antigüedad están diseñados del mismo modo que una silla de madera, apoyados en unos pilares sin muros conectados en la parte superior, donde se asienta un techo, y con riostras más abajo. Esto permite soportar de forma segura una estructura dinámica y de peso en la parte superior.
La mayoría de edificios tradicionales no estaban sujetos a ningunos cimientos y no tenían estructuras de base. En caso de terremoto la estructura podría salirse de sus bases de piedra, las paredes de zarzo y adobe podrían romperse y los troncos retorcerse o doblarse. No obstante, un edificio de madera construido adecuadamente se mantendrá en pie. De hecho, incluso en las construcciones actuales, aislarlo de su base —es decir, separar por completo el edificio de sus cimientos para permitir que se mueva libremente durante un terremoto— se ha convertido en la regla de oro del diseño antisísmico. El tradicional aislamiento de la base (colocar simplemente una estructura en una base sólida sin fijarlo a ella), no obstante, es esencialmente ilegal en Japón.
Una abundancia de madera
Una consideración final respecto a la preferencia por la madera en la arquitectura tradicional es la disponibilidad de este material en Japón. Las especies más comunes de madera, incluyendo el cedro, el ciprés y el pino, están por norma general preparadas para ser taladas y utilizadas tras unos 40 o 60 años de crecimiento. El cedro y el ciprés en particular son resistentes tanto al moho como a los insectos, convirtiéndolos en un material de construcción ideal para el clima japonés. Y, como he mencionado arriba, los beneficios de construir con troncos de madera superan al inconveniente del riesgo de incendio, una amenaza ante la que, sin embargo, hay tiempo para escapar y puede en muchos casos ser mitigada antes de causar serios daños.
Felizmente los carpinteros japoneses han sacado el máximo provecho de las técnicas de construcción con madera durante generaciones, dejándonos como legado un hermoso tesoro en forma de construcciones que pueden servirnos de referencia para un estilo de vida moderno, sostenible, seguro y libre de moho.
(Traducido al español del original en inglés. Fotografía del encabezado: una casa rural minka recién renovada. © Architectonic Atelier Yuu.)