Un paseo por Tokyo Skytree y sus alrededores
Calles comerciales de "shitamachi”
Guíade Japón
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El atractivo de shitamachi
Kira-Kira Tachibana es una estrecha calle comercial de unos 500 metros de largo que alberga numerosas tiendas familiares y puestos de comida a la sombra de la recién inaugurada Tokyo Skytree que está en la orilla del río Sumida. Pasadas las tres de la tarde de un día entre semana, la vuelven a transitar algunos vecinos de la zona que han salido de casa para hacer las compras necesarias para preparar la cena, una vez ha parado el chaparrón; amas de casa ancianas la cruzan subidas en destartaladas bicicletas; un gato se acicala al abrigo de una caja de cartón. Se oyen voces en una y otra tienda mientras sus dueños bromean con los clientes.
El joven dueño de Torishō, un bullicioso puesto de yakitori (brochetas de carne de pollo asada) elude una pregunta mientras junta unas brochetas de pollo. "¿Que de dónde procede nuestra carne? Bueno, de aquí y allí, aunque la mayoría del pollo que vendemos es de la prefectura de Iwate. De todas formas, créeme cuando te digo que no notarías la diferencia entre uno y otro", cacarea. "¿Quieres que te lo caliente? Pues claro que quieres, si está mucho más rico así", continúa. El trato a los clientes propio de shitamachi dista mucho del de las lujosas boutiques de Ginza, a tan sólo 30 minutos en tren, donde los dependientes te reciben entre reverencias.
El puesto de carne de pollo asada Torishō lleva abierto al público más de cincuenta años. / Las gyōza (empanadillas) de pollo, elaboradas con diferentes cortes de esta ave, son uno de los productos que más se venden en Torishō.
"Una zona comercial como ésta es un servicio esencial para la comunidad local, tanto como el suministro de agua o gas", dice Ōwa Kazumichi, dueño de la tienda de ropa interior de señoras Daiwa -representa a la segunda generación de su familia dedicada a este negocio- y actual miembro de la junta directiva de la asociación local de comerciantes. "Esta calle forma parte del tejido de la comunidad local; es una parte fundamental en la vida de sus gentes. Ofrecemos algo que las grandes cadenas y los grandes almacenes no tienen", añade.
El nacimiento de una nueva estrella
Tokyo Skytree abrió sus puertas al público oficialmente el 22 de mayo de 2012. Durante el primer mes, la visitaron más de cinco millones de personas, que fueron recibidas en la torre y el centro comercial colindante por su mascota, Sorakara-chan (“la niña del cielo”), un personaje de mejillas rosadas y sonrisa encantadora con una cabellera dorada en forma de estrella. Se espera que la cifra de visitantes alcance los 32 millones en un año, lo que supone un número mayor que del parque de atracciones Tokyo Disneyland en la misma cantidad de tiempo. Según las estimaciones de las autoridades locales, el impacto económico de Skytree será de unos 88 mil millones de yenes al año sólo en el distrito de Sumida, en el que se encuentra la torre.
Los alrededores de Skytree siguen conservando lo que los japoneses denominan una "atmósfera retro", pues la zona alberga numerosos edificios y pequeños comercios que permanecen intactos desde la época de la posguerra o antes, al menos por ahora; esto supone millones de años en una ciudad que a menudo parece existir reinventándose a sí misma constantemente. La nueva torre constituye un monumento impresionante visible a kilómetros. En este shitamachi, donde no abundan los edificios altos que puedan competir con ella, Skytree es omnipresente, como si se tratara de un pirulí gigante que aparece continuamente entre tejados y edificios. Recuerda al monte Fuji en los grabados en madera del siglo XIX, en los que precisamente aparecían los distritos que conformaban el barrio de shitamachi; es como si Skytree estuviera esperándonos en cada esquina.
En Daikokuya, un puesto familiar de oden que durante los últimos sesenta años ha servido a los aficionados locales el plato para combatir el frío por antonomasia en los tenderetes, consistente en verduras, pasta de pescado y tofu, entre otros ingredientes cocidos y más sabrosos de lo que puede parecer a simple vista, es posible adquirir varios productos con la forma de Tokyo Skytree.
Tokyo Skytree aparece de nuevo varios comercios más allá, en la tienda Miyoshi Tōfu Kōbō, donde los paquetes en los que se vende el queso de soja recién hecho están adornados con un dibujo de la nueva atracción de la zona. "Es una pena que no hayáis venido antes", comenta la vendedora mientras le pedimos que pose para una foto. "¡Mi hija es mucho más fotogénica que yo! Mi yerno es el jefe ahora; me han pedido que les cuide la tienda mientras están fuera", añade. Hay carteles en la pared en los que aparecen los nombres de los agricultores que producen la soja que usan. Además, la tienda organiza excursiones para que los niños del vecindario planten arroz en arrozales de la prefectura de Chiba. En el aire se respira el sentimiento de comunidad de esta zona.
Sirviendo a la comunidad local
"Somos un clásico ejemplo de calle comercial de tipo local. La mayoría de nuestros clientes viven a una distancia de entre 500 y 700 metros. La apertura de Skytree puede suponer una oportunidad para atraer a nuevos clientes, pero, si no conservamos el apoyo local, no tendremos mucho que ofrecer a los que vengan de más lejos. Es vital que sigamos valorando los vínculos con la comunidad local. Sólo así podremos hacer que Kira-Kira Tachibana resulte atractiva para residentes y visitantes por igual", explica Ōwa.
Bajando un poquito más por la misma calle, vemos una mesa a la puerta del restaurante Tanuki Sushi sobre la que se exponen varias piezas de pescado y marisco crudo con arroz. En el local, un matrimonio de ancianos está sentado detrás de la barra preparando los paquetes de sushi para llevar. "Es un servicio que ofrecemos. A la gente le gusta llevarse algo de sushi de camino a casa; hace más de una década que lo hacemos. El sushi de kohada (sábalo) es uno de los que más se vende", explica la mujer mientras señala un paquete. "Es uno de los favoritos de la gente de shitamachi. ¡Un paquete de seis piezas sólo vale 400 yenes! ¡Llévale algo a tu mujer!", exclama.
Ōwa admite que tanto la calle comercial como sus clientes están envejeciendo, por lo que es necesario que se produzca un relevo generacional si quieren conservar su vitalidad actual en el futuro. "Tenemos que adaptar nuestras ideas a los nuevos tiempos; una calle comercial ha de seguir el mismo proceso", dice. La proliferación de supermercados y grandes centros comerciales modernos ha provocado que muchas galerías de tiendas antiguas de Japón se hayan convertido en verdaderos pueblos fantasma. ¿Cómo se las arreglará Kira-Kira Tachibana para lidiar con la invasión de las cadenas de supermercados y con la última atracción turística fastuosa del país a la vuelta de la esquina?
"No podemos confiarnos. Tenemos que asegurarnos de que continuamos satisfaciendo las necesidades de la comunidad. En los últimos treinta años, hemos llevado a cabo un mercado matinal una vez al mes, así como grandes rebajas cinco veces al año. Hacemos todo lo posible para crear un ambiente familiar. Los niños se lo pasan en grande en los mercados vespertinos de septiembre y en el festival de Tanabata en julio (fiesta que celebra el encuentro entre las estrellas Vega y Altair, separadas por la Vía Láctea, que sólo les permite verse una vez al año, el 7 de julio). También estamos haciendo esfuerzos para crear nuestras propias marcas "Kira-Kira". Asimismo, hemos acondicionado un local donde los más mayores pueden sentarse con los pies en alto a descansar y charlar con sus amigos, y disponemos de un servicio de "tiendas móviles" para cubrir las necesidades de los clientes de la tercera edad: los responsables de varios comercios van juntos a los edificios de apartamentos de la zona con gran concentración de ancianos. Es una forma de garantizar que permanezcan vinculados a la comunidad aunque no salgan de casa tanto como antes", cuenta Ōwa.
Se trata de hacer que los compradores experimenten algo que no se puede encontrar en ningún otro lugar, y de paso inspirar a los jóvenes para que mantengan vivos el espíritu y las tradiciones de la comunidad en los años venideros. Aunque muchas tiendas familiares se han visto forzadas a echar el cierre a falta de un sucesor que tomara las riendas, en muchos casos las nuevas generaciones están desempeñando un papel fundamental en la supervivencia de las tradiciones de la zona.
Hato-no-Machi: mantener vivo el pasado
A unos minutos de allí, en Higashi-Mukōjima, hay otra calle comercial shitamachi que ha lanzado un ambicioso proyecto para atraer a jóvenes mentes creativas a la zona en un intento de revitalizar el vecindario y garantizar la supervivencia de su calidad única.
A simple vista, parece que el tiempo se hubiera parado en la calle comercial Hato-no-Machi, formada por un entramado de callejones estrechos donde se alinean bicicletas oxidadas y máquinas expendedoras descuidadas. Su historia se remonta a hace unos ochenta años, lo que vendría a ser la historia antigua de Tokio; es una de las pocas zonas de la capital que apenas sufrió daños durante los bombardeos de 1945.
Cerca de la entrada hay una bomba de agua azul, que aparece diminuta en comparación con la figura dominante de Skytree detrás de ella. El agua de la lluvia que cae sobre los tejados de las casas de la zona se almacena para poder usarse en caso de incendio o cualquier otra emergencia. Los callejones son tan estrechos que los camiones de bomberos no caben; el único ruido de tráfico que se escucha es el ocasional rugido de la moto de alguna tienda; al otro lado de la calle se percibe la música procedente de una radio con el volumen bajo, y desde el patio de la guardería de la esquina se oyen los gritos de los niños.
El boom de la posguerra
Aunque resulta difícil de imaginar a día de hoy, en los primeros años de la posguerra Hato-no-machi era un barrio rojo con mucha actividad, una de las zonas en las que las autoridades de la ocupación aliada hacían la vista gorda a la prostitución. Se dice que el lugar tomó su nombre, “la calle de las palomas”, en español, de una expresión utilizada para referirse a las mujeres que trabajaban allí. Algunos edificios que servían como casas de citas todavía se conservan; se pueden distinguir por las baldosas que decoran la fachada y que les dan una apariencia de baño público, pero como si alguien le hubiera dado la vuelta a las paredes del baño para que las interiores se convirtieran en las exteriores. Una de ellas presenta extravagantes pilares y aleros cubiertos de baldosas brillantes de color rosa y verde alrededor de la entrada, cerrada con tablas de madera; apoyado en la puerta se ve un paraguas que alguien ha decidido tirar.
Una tranquilidad fantasmagórica se cierne sobre lo que antaño fue un barrio rojo. / Esta característica fachada de baldosas es una prueba de que el edificio albergó en otro tiempo un burdel. / Un superviviente de una época anterior a la aparición de los teléfonos inteligentes o smartphones.
Del alero del edificio contiguo cuelga un cartel que avisa de que se pueden hacer llamadas y enviar telegramas desde allí.
El Edén debe su nombre al clásico cinematográfico Al este del edén, adaptación a la gran pantalla de la homónima novela de John Steinbeck, protagonizada por James Dean. / Pocas cosas han cambiado en su interior desde los tiempos del actor.
El restaurante y cafetería El Edén lleva abierto desde 1959, cuando la zona estaba en pleno apogeo. "En aquella época tenías que tener cuidado", recuerda el dueño con una sonrisa. "Todavía andaban por aquí muchos tipos de esos", dice mientras se toca con una dedo la mejilla de un extremo a otro, gesto que sirve para hacer referencia a la yakuza o mafia japonesa. "Se fueron hace mucho tiempo; ahora sólo quedan los buenos", añade. Muchos clientes habituales de El Edén llevan siéndolo décadas, y la cafetería se ha convertido en un lugar donde los residentes de la zona se reúnen y le dan a la lengua. "Por cierto, ¿qué día es hoy?", pregunta un hombre mayor en la barra cuando le sirven el menú especial del día.
La historia de la calle comercial Hato-no-Machi se remonta a hace unos ochenta años. Tras el cierre del barrio rojo en la década de los cincuenta, empezó a prosperar como zona comercial especializada en productos frescos. Durante un tiempo, las casas de geishas y los restaurantes tradicionales de la vecina Mukōjima fueron sus principales clientes, pero en cuanto esos lugares cayeron en desgracia entre los políticos y hombres de negocios con influencia, la zona entró en decadencia. Los residentes se iban haciendo mayores, y muchos comercios echaron el cierre de manera permanente", cuenta Matsuhashi Kazuaki, propietario de la peluquería Cut Bank y presidente de la asociación local de comerciantes.
Atraer a las nuevas generaciones
Con todo lo bien que se ha conservado el ambiente de la zona, ésta guarda cierto encanto exótico propio para una nueva generación. Matsuhashi cree que esto puede ser la clave para revitalizarla y conservarla de cara al futuro.
"Queremos conservar la atmósfera y la historia únicas de la zona y, al mismo tiempo, revitalizarla y asegurarnos de que sigue siendo viable en el futuro. De esta idea surgió en 2008 el proyecto "Challenge Spot! Suzuki-sō”. Decidimos que la mejor forma de darle un soplo de aire fresco a la zona era animar a gente joven con ideas nuevas a mudarse aquí", explica Matsuhashi. Hace unos años, la asociación local de comerciantes arrendó el edificio Suzuki-sō, un bloque de apartamentos abandonado que iba a ser demolido, para alquilárselo a su vez a jóvenes con ideas de cómo hacer un uso creativo del mismo. "Intentamos que la renta sea mínima. Se trata de que lo usen jóvenes para hacer artesanía, proyectos artísticos de pequeña escala, cualquier cosa que sea creativa, en realidad", explica. A día de hoy, el edificio está ocupado en su totalidad.
Kami Kōbō Dōchidō, una papelería con aspecto de boutique, es uno de los negocios ubicados en el edificio. En su interior, minimalista y austero, se exponen originales cuadernos, hojas de papel y postales, muchos de ellos elaborados haciendo un uso creativo de cortes reciclados de cajas de cartón y trozos de papel desechado. "La idea de crear este negocio fue de mi marido. Solíamos ayudar a mis padres en su pequeña empresa papelera, situada río abajo, en Ryōgoku. Él se dedicaba a recoger los fragmentos de papel del suelo, pues decía que tirarlos era un desperdicio; cuando nos enteramos de este proyecto, pensamos que se trataba de una oportunidad ideal para nosotros", comenta la copropietaria de la tienda.
“Muchos artistas jóvenes, escritores y otras mentes creativas se están mudando a la zona; cuando se organizan actividades como ferias de libros de segunda mano y mercadillos, se llena de gente. Creo que los que vienen lo hacen atraídos por el aura antigua y la atmósfera especial. Se trata de algo difícil de encontrar en otros lugares de Tokio", añade Matsuhashi.
A la sombra de Skytree
Otro pequeño negocio local que se ha beneficiado de la iniciativa local es Koguma, una cafetería con estilo que hace un uso creativo de una casa antigua de madera que data de 1927 y que antaño albergaba una farmacia comunitaria; en su interior, todavía se observan antiguos frascos de medicinas. Los clientes se sientan en viejos pupitres de escuela y degustan especialidades tan clásicas como la soda con helado y el arroz con gratinado de curry.
Sus dueños visitaron la zona por primera vez como parte de un grupo de teatro. "Nos atrajo la atmósfera; no es típica de Tokio en absoluto. Aquí existe un sentimiento real de comunidad. Cuando nos enteramos de que había locales para alquilar, habían pasado tres años desde que habíamos empezado a frecuentar la zona. ¡No dejamos escapar la oportunidad!", cuentan.
Además de haber conservado las características originales del edificio, los dueños están esforzándose en mantener el ambiente característico de la zona y en tratar de llegar tanto a los ancianos que residen allí como a las multitudes de jóvenes que se acercan desde fuera los fines de semana.
"Solíamos realizar nuestras representaciones teatrales al aire libre para incorporar los sonidos naturales del ambiente a cada actuación. Queremos hacer algo parecido aquí para conservar la calidad inherente al lugar", añaden.
"Nuestros amigos nos decían que estábamos locos, que cómo podíamos abrir un negocio en esta parte de Tokio. Sin embargo, todo ha ido sobre ruedas. La apertura de Skytree ha contribuido a revitalizar la zona. No creo que su antigüedad sea una desventaja; en cierto sentido, me recuerda a los barrios humildes de París, o a los hutongs de Beijing (los callejones que conforman el casco antiguo). Es emocionante visitar lugares así como turista. Creo que permite hacerse una idea muy gráfica de una parte de la vida real en ellos, algo único; me parece que podemos ofrecerle a la gente eso mismo", prosiguen.
Matsuhashi dice que los esfuerzos realizados ya han empezado a dar frutos. "Gracias a negocios como Koguma, estamos aprendiendo paulatinamente a transmitir nuestro mensaje al resto del mundo de una manera más eficaz. Muchos jóvenes han comenzado a venir. Espero que en el futuro podamos continuar aunando los conocimientos y experiencias de mayores y jóvenes. Si los residentes que llevan años aquí y los recién llegados son capaces de seguir trabajando juntos, estoy seguro de que conseguiremos construir un nuevo futuro para este lugar tan especial", concluye.
(Traducción del original escrito en inglés por Paul Warham. Fotografías de Yamada Shinji)
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