Reportaje: 84 horas de rescate con Koko en el desastre de la península de Noto
Prevención de desastres Sociedad- English
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A la espera de una posible llamada desde que ocurre el terremoto
Son las 3 de la tarde del 3 de enero y nos hallamos en las cercanías de la ciudad de Wajima. Un SUV que viene en sentido contrario se detiene delante de nosotros para cerrarnos el paso. El conductor sale del vehículo y, con gesto tenso, nos anuncia: “Hay un desprendimiento y la carretera está bloqueada. Lo acabo de comprobar. Den media vuelta”.
Dos días después del primer temblor, el equipo enviado a Noto de la Asociación de Perros de Rescate de Japón, una organización de voluntariado sin ánimo de lucro, toma la salida de Kanazawa en la autopista y se dirige a Wajima por la costa. Puede que las réplicas de la mañana del día 3 hayan causado hundimientos. Es imposible prever los desastres secundarios que podrían producirse a partir de ahora. De nuevo somos conscientes de lo duro que resulta visitar zonas damnificadas.
Pertenezco a la Asociación desde hace diez años. He adiestrado a mi querida Koko como compañera y perra de rescate. La Asociación cuenta con dos equipos de perros: el TEAM7, que alquila un centro de entrenamiento a la ciudad de Ichikawa (prefectura de Chiba), y el Team Sakura, situado en Machida (prefectura de Tokio). Yo pertenezco al TEAM7, me encargo de su gestión y ejerzo de subdirector del Departamento de Perros de Rescate en la oficina central de la Asociación.
El TEAM7 cuenta con menos de 30 miembros, cuyas ocupaciones principales van desde empleados de empresa, funcionarios o ejecutivos hasta amas de casa. El rango de edad oscila entre los 20 y los 70 y pico. La mayoría son mujeres. Los miembros ejercen como adiestradores y entrenan a sus propias mascotas para convertirlas en perros de rescate. Los canes aprenden a obedecer órdenes como “espera” o “ven” y se los prepara para buscar a personas atrapadas entre escombros o casas derrumbadas en desastres.
El terremoto de la península de Noto se produce el 1 de enero a las 16:10. Veo la noticia por televisión y por internet, nervioso ante la posibilidad de que me llamen para que acuda. Como norma general, la asociación ordena a sus miembros que se queden de guardia en casa por si deben ir a ayudar cuando ocurren temblores de intensidad 6 alta o mayor.
A las 16:40, media hora después del terremoto, me contactan de la asociación para pedirme que coordine a los miembros del TEAM7 que estén listos para ir. Convoco a todos los miembros del equipo y recluto a los que saldrán. El equipo que acaba poniéndose de guardia está formado por cuatro miembros (dos hombres contándome a mí y dos mujeres), de los que uno es el capitán y los otros tres son adiestradores con tres perros de rescate.
Dentro del TEAM7 se forma simultáneamente un grupo de apoyo logístico que envía al grupo desplazado información útil como la del tráfico o la del tiempo. Por otro lado, a los miembros del equipo que están de guardia en casa se los mantiene al día de la ubicación del equipo movilizado y de la situación. También se crea un chat de grupo para las familias de los miembros desplazados para tenerlos informados y que no se preocupen por sus familiares. Ese apoyo logístico es lo que permite trabajar tranquilo al equipo enviado.
La tarde del día 2, se decide que nos reuniremos a las 6:00 del día 3 en el área de servicio del lago Suwa de la autopista Chūō para dirigirnos a Suzu.
Como norma general, en las actividades de rescate se requiere que los voluntarios se procuren alojamiento y comida; la asociación solo cubre los gastos de transporte. Puesto que en las zonas damnificadas los suministros de agua y luz están cortados, no es posible abastecerse allí. Para esta misión, me llevo 12 litros de agua, fideos instantáneos, comida enlatada, bolsas de comida preparada y otras provisiones, así como una olla de camping y un fogón de gas portátil. Le pido a un compañero que traiga una lata de gasolina. Como habrá que dormir en el coche, me llevo también un saco de dormir grueso, bolsitas autocalentables (kairo) y otros artículos para combatir el frío.
Para la perra, me llevo comida para cuatro días, agua, chucherías, pelotas y algún otro juguete, una esterilla gruesa, bolsas para heces y empapadores de orina. El trayecto hasta Suzu es largo, por lo que tanto personas como perros tendremos que descansar e ir al baño varias veces. Además de los enseres personales, el equipo debe llevar otros artículos como dispositivos de radio digitales, cuerdas o pizarras blancas.
Un trayecto de 15 horas, casi el doble de lo normal
Entre los preparativos y los nervios, solo he dormido un par de horas. Koko y yo salimos de nuestro hogar en Chiba a la 1:30 de la madrugada del día 3 y emprendemos el viaje en mi coche.
En Tokio pasamos a buscar a otro miembro del equipo y a su perro y ponemos rumbo al oeste por la autopista Chūō. Poco después de las 6:00, nos reunimos con los demás en el área de servicio del lago Suwa. También han venido un par de componentes del Team Sakura. Entretanto, recibimos información de los bomberos de la zona afectada y nos cambian de destino para que vayamos al distrito de Monzen de la ciudad de Wajima. Necesitan perros de rescate y se ha decidido llevar a cabo las actividades de salvamento en colaboración con el Cuerpo de Asistencia en Emergencias de los Bomberos de Aichi, que tiene jurisdicción en la zona.
Tomamos la salida del intercambiador de Kanazawa-Morimoto en la autopista Hokuriku y seguimos por carretera normal, descansando varias veces por el camino. La carretera está intacta durante un buen tramo, pero, a medida que nos acercamos a Wajima, empieza a mostrar rajas, levantamientos y hundimientos. Los puntos peligrosos están señalizados con conos rojos y tenemos que esquivarlos cambiando de carril.
Empieza a llover. Hay aviso de lluvias torrenciales. Aquí se produce la escena de la carretera cortada del principio del artículo. Damos media vuelta y seguimos rumbo a Monzen por otra carretera. Vamos a tardar mucho, pero no nos queda otra opción. Si tenemos un accidente, seremos una carga para la policía y los bomberos, que ya andan desbordados; debemos evitarlo a toda costa.
En Shikamachi, un distrito vecino de Wajima, hay cada vez más viviendas con las paredes derrumbadas, tejas caídas a los lados de la calle y casas con el techo tapado con lonas azules. Comprendo que ya estamos en la zona más castigada por el terremoto y me pongo tenso. Los daños son peores aún al llegar a Wajima. Hay edificios derrumbados por doquier, con postes eléctricos y tejados medio tumbados o con la planta baja totalmente aplastada. Uno se pregunta si los habitantes de aquellas casas salieron de allí sanos y salvos.
Pasadas las 16:30, llegamos a la estación de Monzen del Departamento de Bomberos de Wajima, uno de los centros de las operaciones de rescate. Hemos tardado 15 horas en llegar, casi el doble de lo habitual. Debería estar agotado, pero la tensión de ir a buscar a personas desaparecidas se me entremezcla con la esperanza y la incertidumbre de no saber si Koko será capaz de rastrear a alguien entre los edificios derruidos.
Búsqueda a contrarreloj tras el derrumbe
Tan pronto como llegamos, recibimos una petición de movilización de los bomberos de Nagoya y nos dirigimos de inmediato a la zona de la búsqueda. Arrancamos el coche y en 5 minutos nos hallamos ante una casa con la planta baja totalmente destruida. Los postes eléctricos están de lado. Los cables cuelgan y llevan atadas unas cintas amarillas que señalan peligro.
Cae la tarde. La búsqueda es una carrera a contrarreloj. Me pongo el casco y saco a Koko de la jaula del coche. Normalmente, dejaría que explorara un poco la zona para que se familiarizara con el entorno, pero no hay tiempo para eso, así que nos ponemos manos a la obra. Uno de los compañeros lanza polvo al aire para comprobar la dirección del viento y se forma una cortina blanca que se desplaza lentamente de este a oeste.
Los perros de rescate usan su agudo sentido del olfato para buscar a personas atrapadas a partir del olor de estrés que emiten. La regla de oro es buscar en la dirección contraria al viento. Koko está entrenada para que, cuando detecte un olor de estrés en el aire, vaya a la fuente de dicho olor, es decir, cerca de donde está la persona atrapada, y ladre.
A las 16:45, el capitán del equipo nos manda que empecemos la búsqueda con Koko. Pregunto a los bomberos por la situación dentro de la casa. Mirando de frente, de izquierda a derecha hay un aparcamiento aplastado, un salón y una salita para el altar budista. No es posible acceder de una estancia a otra. Los bomberos han entrado con linternas y han llamado, pero no han obtenido respuesta.
Comenzamos la búsqueda por el salón. Subimos al tejado y meto a Koko en la brecha de un metro entre un tejado y otro, el único acceso disponible. La perra merodea por la entrada del salón, pero no ladra ni agita la cola horizontalmente como suele hacer cuando encuentra a alguien. Como no da indicios de hallazgo en el salón, la llamo para que vuelva.
La calle que hay delante del lugar de la búsqueda parece ser la vía principal del pueblo. Cuando, de vez en cuando, pasa un vehículo, alguien avisa: “Viene un coche”. A los perros de rescate se los deja sueltos, sin correa, así que me pongo en alerta para que Koko no se lance a la carretera si se acerca un coche.
Continuamos la búsqueda en el aparcamiento que hay debajo del primer piso. Apunto a una brecha y le digo a Koko: “Busca”. Entramos en el oscuro aparcamiento, que está lleno de polvo y escombros. Koko va de un lado a otro y al final avanza hasta el fondo. Intento averiguar por dónde anda a partir del sonido de sus pasos, pero sus livianos 14 kilos no hacen ningún ruido al pisar los escombros.
Si Koko está buscando, llamarla interferiría con una actividad crucial; si no, hay que llamarla para que vuelva y pensar en la siguiente búsqueda. Si el lugar queda fuera de mi vista, hay que dejarla trabajar a su aire.
Al rato, el capitán me indica que mande a otro perro de rescate. Los perros solo pueden mantener la concentración durante 10 minutos seguidos como máximo. Llamo a Koko con un grito y vuelve por el flanco del aparcamiento, desde fuera del edificio. El segundo can busca en el salón y el tercero, detrás del tejado, pero ninguno ladra.
A las 17:11 ya está oscureciendo y el capitán anuncia el fin de la búsqueda.
La búsqueda en Dōshi (Yamanashi) y Atami (Shizuoka) con lo aprendido en el Gran Terremoto del Este de Japón
Al volver a la estación de bomberos de Monzen a hacer guardia no noto ni el cansancio. Solo me invaden el alivio de haber finalizado la búsqueda sin desastres secundarios y el deseo de asistir al Cuerpo de Asistencia en Emergencias al día siguiente.
Es como cuando Koko y yo buscamos a una niña de primaria que había desaparecido en un camping de Dōshi, en la prefectura de Yamanashi, en septiembre de 2019. El rastreo del TEAM7 se limitó a una jornada, pero ese día llovió intensamente y sopló un viento fuerte. Los zapatos se nos empaparon y la lluvia nos caló hasta la ropa interior. Solo descansábamos para secarnos y volvíamos a la tarea. Pasé el día buscando junto a Koko en esas condiciones, pero no notamos ni una pizca de cansancio. Quizás mi fuerte deseo de encontrar a la niña por sus padres, que la buscaban desesperadamente, me impidió sentir el agotamiento. Koko y yo también participamos en la búsqueda del deslizamiento de tierra que se produjo en Izusan, Atami (prefectura de Shizuoka), en julio de 2021.
El Gran Terremoto del Este de Japón, ocurrido en 2011, fue lo que me motivó a unirme a la Asociación de Perros de Rescate. La sensación de impotencia ante aquel desastre se me quedó clavada. Después de aquello, empecé a vivir con Koko, que es una border collie, una raza conocida por su gran capacidad de aprendizaje, y pensé en adiestrarla con la intención de aprovechar sus capacidades para un fin útil.
Los perros de rescate, por lo general, se certifican tras pasar una serie de adiestramientos y pruebas que organiza la Asociación. La certificación tiene dos años de validez (tres durante la pandemia), por lo que hay que superar las pruebas cada dos años para seguir ejerciendo. Actualmente el TEAM7 cuenta con cinco de estos canes, contando a Koko, toda una veterana que ha superado las pruebas de certificación en tres ocasiones y se halla en su séptimo año de servicio.
Después de certificarse, los perros se someten a un entrenamiento conjunto con los bomberos y otros organismos para ser capaces de desplegar sus capacidades en zonas afectadas por desastres. El centro de adiestramiento de Fujimi ofrece sesiones de entrenamiento cotidiano varios fines de semana al mes. Tiene el tamaño de un patio de escuela primaria y cuenta con una casa que va a derrumbarse y una montaña de escombros de la altura de un edificio de dos o tres plantas para que perros y adiestradores practiquen la búsqueda de personas.
A las 19:00 del día 3, tras terminar la búsqueda, me lleno la tripa con fideos instantáneos y complementos alimenticios. Con todo, el frío de la noche se va apoderando de mi cuerpo. Llevamos aquí solo un par de días, pero los refugiados siguen en condiciones muy duras, con cortes de electricidad y agua, y ahora empiezan a arreglar las viviendas damnificadas. Espero de todo corazón que la recuperación se logre lo antes posible.
Algo después de las 20:00, paseo a Koko. Le digo “Hoy lo has hecho genial. Mañana también cuento contigo, ¿eh?” y le doy boniato como recompensa. Me pongo un abrigo de plumas y meto las piernas en el saco de dormir para descansar bien. Aun así, solo logro conciliar un sueño superficial por culpa del frío y los terremotos que se producen de vez en cuando. Durante la noche me despierto cuatro veces y enciendo la calefacción del coche.
Entrenar para satisfacer los deseos de las víctimas
El día 4 de enero, salgo a pasear a la perra a las 6 y algo. Tengo que ir a trabajar tan pronto como vuelva, así que me preparo y salgo de la estación de bomberos de Monzen a las 7:40. Llego al aparcamiento cercano al lugar de búsqueda en unos 5 minutos. Las Fuerzas de Autodefensa ya están rastreando y al poco se nos informa de que han encontrado a personas desaparecidas. Koko y los otros canes no se desplazan hasta la zona, pero siento un gran alivio. Aunque siempre deseo que no tengan que intervenir los perros, es complicado en un país tan propicio a los desastres como Japón.
A las 7:50 anulan la solicitud de movilización. Dejamos salir a los perros de las jaulas para que quemen energía jugando con la nieve que queda en el aparcamiento.
Al volver a la estación de bomberos de Monzen, me dicen que ese día no se harán más búsquedas con perros. No se sabe si al día siguiente las habrá. Una asociación de perros de rescate que conozco hace guardia en el ayuntamiento de Wajima. Contacto con ellos y me cuentan que llevan mucho tiempo esperando en el centro de la ciudad y que es poco probable que los hagan salir a buscar hoy. Tras recibir esta información, los del TEAM7 hablamos y decidimos esperar a que llegue el Team Sakura, que está de camino, para retirarnos de la zona damnificada.
El Team Sakura llega poco después de las 13:40. Mantenemos una reunión breve y los del TEAM7 salimos de la estación de bomberos de Monzen alrededor de las 14:30. Nos espera un largo camino. Llego a casa a las 4:18 del día siguiente, 5 de enero, después de acompañar a mis colegas en la suya. El trayecto de regreso ha durado 14 horas.
Una de las cosas que me han marcado más de esta movilización han sido las reverencias profundas que nos dedicaron las personas del refugio cuando nos vieron llegar con el equipo de perros de rescate. En el desastre de los desprendimientos de tierra de Atami, los habitantes de la zona también se paraban a hacernos reverencias cuando pasaban por donde estábamos y nos agradecían la búsqueda. Les devolvería esa amabilidad con mis esfuerzos de búsqueda junto a Koko.
El día después de volver a casa, participo en el primer simulacro voluntario del año. Cuanto más entrenamos, más sólido es el vínculo que siento con Koko, y eso me resulta muy alentador.
Fotografías: TEAM7 de la Asociación de Perros de Rescate de Japón
Colaboradores en la edición: equipo editorial de POWER NEWS.
Colaboren con el adiestramiento de perros de rescate
Los perros y sus adiestradores entrenan con regularidad para que los destinen a zonas damnificadas cuando hay un desastre, cuya ocurrencia es impredecible. Se aceptan donaciones para el adiestramiento de perros de rescate en emergencias donde se indica a continuación.
Asociación de Perros de Rescate de Japón (organización sin ánimo de lucro). Número para el envío de fondos: 00110-0-176779. (Indiquen claramente “Donación” en el formulario de la transferencia).
(Traducido al español del original en japonés.)