Lecciones del antiguo Japón para una vida sostenible
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Una ciudad gris con un pasado más verde
Azby Brown es experto en arquitectura, diseño y ambientalismo en Japón. En Just Enough: Lessons from Japan for Sustainable Living, Architecture, and Design (Lo justo: lecciones de Japón para un estilo de vida, una arquitectura y un diseño sostenibles), transporta al lector a un pasado en el que Tokio se llamaba Edo para mostrarnos cómo los japoneses lograron fraguar un estilo de vida con menos residuos. Si bien el mundo ha cambiado desde los siglos XVII y XVIII, Brown está convencido de que el viejo Japón tiene mucho que enseñarnos.
“Tokio es una zona densamente urbanizada”, comenta Brown. “Es el mayor conglomerado urbano del mundo, con más de 37 millones de habitantes, lo que, obviamente, causa muchos problemas. Para empezar, casi todo lo que necesita la metrópolis —desde la electricidad hasta el agua y la comida— procede de fuera de su territorio. Tokio crea una huella ambiental enorme y depende de las prefecturas circundantes para muchas cosas. En 2011, por ejemplo, cuando se produjo el Gran Terremoto del Este de Japón y el desastre nuclear de Fukushima Dai-ichi, quedó patente su vulnerabilidad respecto al suministro de agua y energía”.
La capital nipona sufre varios problemas medioambientales de los que también adolecen otras urbes del planeta, como la generación masiva de desechos, la mala calidad del aire, que afecta a la salud de los ciudadanos, y la dependencia de sistemas de energía perjudiciales para el medioambiente. Puede que algunos de ellos sean inevitables, pero Brown señala que Edo, a pesar de que era una de las mayores ciudades del mundo y estaba densamente poblada, funcionaba mejor que Tokio en muchos sentidos.
Al comparar la metrópolis japonesa con otras grandes ciudades como Nueva York o Londres, Brown opina que estas tienen más parques y espacios verdes: “En ciertos distritos la planificación urbanística ha mejorado, pero, en general, toda Tokio resulta bastante gris y desoladora desde el cielo. Los mejores modelos de enfoque sostenible suelen ser las ciudades europeas. Muchos lugares de Alemania y Escandinavia, por ejemplo, han hecho grandes esfuerzos para minimizar el consumo energético y los desperdicios, adoptando mejores principios para con la vegetación y el calentamiento y enfriamiento pasivos. Tal vez Tokio sea mejor que muchas ciudades asiáticas, en parte porque se desarrolló varias décadas antes, pero le falta mucho camino para llegar al nivel de ciudades como Portland en Estados Unidos, Vancouver en Canadá, Copenhague en Dinamarca o Estocolmo en Suecia, que han avanzado increíblemente a la hora de ampliar espacios verdes y pasarse a las energías renovables”.
A pesar de lo dicho, Brown reconoce que Tokio destaca en ciertos apartados: “El transporte público, por ejemplo, es estupendo, en especial comparado con el de Estados Unidos, donde aún predomina el coche. La contaminación del aire derivada de vehículos y fábricas ha disminuido mucho respecto a los años setenta, un hito en que el transporte público ha contribuido enormemente”.
Reconsiderar ríos y canales
Algo que Brown lamenta de la vida en el Tokio contemporáneo es que las autoridades locales aprecien cada vez menos las vías de agua de la ciudad. “La amplia red de ríos y canales de Edo, y posteriormente Tokio, se usó como sistema de transporte durante siglos”, destaca. “Sin embargo, tras la era Meiji (1868-1912), se sustituyeron gradualmente primero por el ferrocarril y más tarde por las carreteras, hasta que se olvidó su importancia. Es una lástima porque durante el periodo Edo (1603-1868) existía una relación más simbiótica con los ríos y el mar, que constituían un valioso recurso para la industria pesquera, por lo que se procuraba no contaminarlos”.
“Restablecer unas redes de transporte acuático urbano más completas en lugar de limitarnos a tener unas cuantas barcas para los turistas es uno de los aspectos del replanteamiento general del transporte urbano que nos conviene ahora. Lo ideal sería eliminar el uso del vehículo privado y hacer que nuestras ciudades fueran navegables mediante una combinación de autobús, metro ligero, bicicleta y zonas peatonales”.
“Por suerte, la gente empieza a ser consciente de que las ciudades japonesas serían más habitables si cuidaran mejor las vías acuáticas. Nihonbashi, en Tokio, es un buen ejemplo de ello. El puente se cubrió con una autopista para las Olimpiadas de 1964. Ahora están soterrando ese tramo de la carretera y planean abrir el río para que vuelva a ser utilizable. En Seúl hicieron algo parecido hace unos diez años y fue un éxito rotundo”.
Un mejor uso de los desechos
Otro problema relacionado con la gestión hídrica es el tratamiento de los residuos por parte de las ciudades. Tokio genera una cantidad ingente de desechos y su enorme impacto se nota en muchas zonas. Por más que ahora una gran parte se recicle, a fin de cuentas, casi todo se acaba incinerando o acumulando en vertederos. La bahía de Tokio se ha ido llenando de islas artificiales construidas en parte con esa basura”.
Hay otro tipo de desperdicios a considerar dentro de los desechos urbanos: “En el periodo Edo, los residuos humanos se reciclaban como fertilizantes en el proceso agrícola. Era una época en la que Europa y Norteamérica sufrían brotes terribles de cólera y otras enfermedades porque los residuos humanos se vertían en los ríos. Pero Edo lo evitó vaciando constantemente los retretes y llevando las heces a las granjas, algo que siguió haciéndose hasta bien entrado el siglo XIX”.
“Ahora usamos inodoros de descarga. Son higiénicos y seguros, pero el problema de este sistema es que terminamos vertiendo los residuos en los ríos y las aguas de consumo, con lo que necesitamos grandes plantas de tratamiento con productos químicos para hacer que el agua vuelva a ser potable. En el periodo Edo acertaron de pleno al usar esos desechos como fertilizantes. Aumentaban la producción de alimentos a la vez que evitaban enfermedades. Era mucho más higiénico y no contaminaban las fuentes de agua. Se decía que uno podía coger agua del río Sumida para preparar el té. Quizás no convenía bebérsela directamente, pero se podía consumir hirviéndola primero”.
Si bien resultaría difícil retomar aquellas prácticas antiguas, es cierto que se han hecho avances enormes en todo el mundo en el desarrollo de sistemas prácticos para el procesamiento de residuos que ayudan a recoger y reutilizar los residuos humanos en lugar de verterlos en las aguas.
Rebajar el calor
Lidiar con el calor veraniego es otro inconveniente que la tecnología moderna ha acentuado. En los tórridos y húmedos meses de verano, la mayoría de las ciudades japonesas se ven sometidas al fenómeno de las islas de calor, porque la superficie de los edificios y el pavimento retienen el calor y lo proyectan. “Las ciudades no están diseñadas para aprovechar los recursos de refrigeración naturales”, explica Brown. “Ponemos el aire acondicionado al máximo y es muy problemático”.
Las gentes de Edo dieron con una solución simple y ecológica también para ese problema. “Usaban celosías ligeras y desmontables, cubiertas de enredaderas, para dar sombra al interior de la casa”, afirma Brown. “Igual que las ‘cortinas verdes’, servían tanto de fuente de alimentos como legumbres y calabazas —o de color, como las campanillas— como de sombra. Creo que las casas del periodo Edo probablemente eran más cómodas que las actuales, aunque no tuvieran electricidad”.
Brown apunta que la idea de la cortina verde ha vuelto a conseguir adeptos y se ha adaptado para los edificios institucionales. Una gran firma ha instalado cortinas verdes en cinco fábricas, plantando campanillas y gōya (calabaza amarga) para crear cortinas opacas vivas de más de 140 metros de longitud. La firma ha constatado que la sombra añadida reduce la necesidad de aire acondicionado en las fábricas, especialmente por la mañana. Otros grupos empresariales han puesto en marcha proyectos similares para instalar cortinas verdes en escuelas y edificios de la Administración de todo el país. Es una idea excelente, barata, fácil de llevar a cabo y arraigada en la tradición”.
Ideas viejas para nuevas formas de pensar
Aunque la tecnología ofrece soluciones, a Brown le interesa más cambiar la mentalidad de las personas: “Quisiera que adoptaran un enfoque más restaurativo en todo lo que hacen. Es decir, que deberíamos aspirar a implantar una economía circular en la que casi todo se reciclara y se volviera a utilizar. Deberíamos tener una relación más simbiótica con el medioambiente”.
Brown es consciente de que cambiar los hábitos es el obstáculo más difícil de superar. “Aceptémoslo: somos animales de costumbres y nos acostumbramos a la comodidad”, declara. “Muchas cosas que hacemos y que son perjudiciales o negativas para el medioambiente vienen de ahí, y cuesta que renunciemos a las comodidades. Pero intento animar a los demás a que, cuando compran o usan algo —ya sea comida, ropa o electrodomésticos—, al menos piensen un poco de dónde proceden todos esos recursos, cómo nos llegan y dónde acabarán”.
En definitiva, Brown cree que la planificación urbanística debería ser como la jardinería: “En lugar de construir torres monstruosamente sobredimensionadas para los ricos y destruir barrios que funcionaban estupendamente, podríamos aprender cómo Edo conservó su entorno natural facilitando hábitats para muchas especies a la vez que cubría las necesidades de los residentes”. Las ciudades planificadas así, como Edo, siguen pudiendo acoger a una población numerosa con su actividad económica y sistemas de transporte complejos porque están cuidadosamente integradas en sus ecosistemas locales. La clave es entender cómo la vida humana y la naturaleza forman un todo interdependiente que funciona.
Just Enough: Lessons from Japan for Sustainable Living, Architecture, and Design
Autor: Azby Brown
Publicación: Stone Bridges Press, 2022
ISBN: 9781611720778
(Traducido del artículo original en inglés. Fotografía del encabezado: La Toki no Kane, torre de “la campana del tiempo”, del casco antiguo de Kawagoe, en la prefectura de Saitama. © Pixta)