¿Se precipitó Kishida al anunciar la reactivación nuclear? El caso de Kashiwazaki-Kariwa
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Prudencia en las centrales
Pensaba yo, ingenuamente, que las nuevas directrices gubernamentales favorables a la reactivación nuclear serían saludadas con el mayor beneplácito por la Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO), pero lo cierto es que en Kashiwazaki-Kariwa, a pie de planta, todo se ve con bastante frialdad.
“Las declaraciones del primer ministro van a ser un empujón más hacia el objetivo de la reactivación, pero para ser sinceros a los que trabajamos aquí nos dejó un tanto perplejos que públicamente le pusiera fecha a esa reactivación”, manifestó una persona relacionada con la central.
El 25 de agosto, el director de la instalación, Inagaki Takeyuki, declaró en su rueda de prensa habitual que en aquellos momentos no estaba en condiciones de aventurar una fecha para la reactivación. ¿A qué se debe esta prudencia mostrada por TEPCO?
Las declaraciones de Kishida deben enmarcarse en coyuntura energética muy apurada, con el gran encarecimiento del crudo y del gas natural provocado por la invasión rusa de Ucrania, a lo que se suma la necesidad de hacer avances en la agenda de “transformación verde” (transición energética) mediante la descarbonización, pero surge la duda de si este tipo de decisiones políticas tienen una base sólida en la situación real, o si se toman unilateralmente, sin preocuparse por haber conseguido previamente un cierto consenso, que es la impresión que uno recibe.
Hasta el momento, TEPCO se ha concentrado en la labor de explorar y poner en práctica las medidas de seguridad que permitirían la reactivación de los reactores VI y VII de los siete instalados en la central de Kashiwazaki-Kariwa, todos ellos detenidos actualmente. Pero desde enero de 2021 se ha aireado una larga serie de prácticas fraudulentas o, en palabras de TEPCO, “irregularidades” que han obligado a la Comisión (Autoridad) Reguladora Nuclear a intervenir prohibiendo las operaciones en la central en abril del mismo año. Esta prohibición ha convertido en papel mojado todo el calendario de reactivación que se había establecido.
Lo que más nos importa a los ciudadanos es si las centrales nucleares se operan en condiciones de seguridad. Finalmente, todo se reduce a eso. Si no es así, nunca debería permitirse una reactivación. Veamos, para empezar, cuáles han sido las medidas de seguridad tomadas hasta el presente.
Qué hacer cuando falla la electricidad
La seguridad en una central nuclear depende básicamente de si, en caso de accidente, es posible detener los reactores, enfriar el combustible nuclear y evitar que las sustancias radiactivas salgan al exterior. En Fukushima Dai-ichi, el tsunami, que llegó hasta las torres que alojaban los reactores, dejó inutilizados también los generadores eléctricos de emergencia que funcionaban con gasóleo, de forma que la central quedó sin corriente eléctrica. Aunque fue posible detener los reactores, no lo fue enfriar el combustible, y esto fue la causa del gran desastre que se originó.
Fue una buena lección, así que lo primero que se ha hecho en la central de Kashiwazaki-Kariya ha sido proteger la central de la acción de un tsunami, a cuyo fin TEPCO ha construido un dique de 15 metros de altura sobre el nivel del mar. En previsión de que un tsunami gigante pueda superar esa altura, las torres han sido equipadas adicionalmente con paredes y paneles de protección. Y previendo que ni siquiera así sea posible impedir que el agua anegue las instalaciones, las partes más vitales de la maquinaria se han colocado en espacios rodeados de gruesas paredes que pueden cerrarse herméticamente. Según explica uno de los responsables de TEPCO, “se ha dado una solución, pero se ha previsto al mismo tiempo qué hacer en caso de que esa solución no sea efectiva. Así es como hemos ido desarrollando nuestra política de seguridad”.
Para el hipotético caso de que, aun así, la electricidad quede cortada, la respuesta ha sido colocar en un lugar elevado un vehículo dotado de generador de turbina de gas, capaz de suministrar flujo eléctrico en esas situaciones, y de centralita o conmutador. Además, se ha dotado permanentemente la central con una unidad móvil de generación de electricidad y, como último recurso para enfriar los reactores, se ha asegurado el suministro de agua en grandes cantidades colocando en el recinto un estanque de 20.000 metros cúbicos de capacidad.
Había que prever también la posibilidad de que el daño llegase hasta el núcleo del reactor, que es el caso más temido. Para evitar que la situación derive en una explosión de hidrógeno, se ha instalado también un nuevo dispositivo que frena la elevación de la densidad del hidrógeno combinando este elemento con el oxígeno. Finalmente, aunque la fuga de sustancias radiactivas se haya producido, para evitar que estas se diseminen por el exterior de las torres, se ha instalado una válvula de filtrado que rebaja su densidad.
Todas estas medidas de seguridad se basan en los nuevos criterios de regulación surgidos de la reforma llevada a cabo en julio de 2013. La reforma trajo un considerable endurecimiento de los criterios entonces vigentes en Japón relativos a la seguridad frente a terremotos y tsunamis, y fueron calificados como los más rigurosos del mundo. Incluyen, por ejemplo, medidas ante situaciones como la utilización intencional de aeronaves para destruir otras instalaciones en atentados terroristas. Por lo que respecta al Reactor VII de Kashiwazaki-Kariwa, en octubre de 2020 se realizó una inspección y para enero de 2021 todas las variadas obras relacionadas con las medidas de seguridad estaban prácticamente terminadas. En la planta de trabajo, la sensación de la gente era la de que se había hecho cuanto estaba en sus manos (para más información sobre medidas de seguridad, consúltese mi libro Kashiwazaki-Kariwa genpatsu, anzen taisaku no genjō, “Cómo están la seguridad en la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa”).
Uso indebido de tarjetas de identificación y graves fallos de funcionamiento
Pero cuando el camino hacia la reactivación parecía expedito, comenzaron a salir a relucir muchas prácticas que comprometían la imagen de la instalación. En primer lugar, trascendió que un empleado de TEPCO, cuando olvidaba su tarjeta de identificación en horas de servicio, se servía de las de sus compañeros para acceder a ciertas zonas especialmente importantes de la central, en violación de las normas internas. Se descubrieron también en el pasado decenas de casos de prácticas que, si bien no podían ser calificadas de violaciones del reglamento, eran sin duda incorrectas. Todos estos hechos arrojaron serias dudas sobre la seguridad en la central, especialmente sobre la posibilidad de que alguien ajeno a la misma pudiera penetrar en ella.
Seguidamente, se dio a conocer que el dispositivo de detección de intrusos, uno de los mecanismos de la seguridad antiterrorista, en concreto de la llamada “seguridad física”, había estado fallando sin que nadie se ocupase de su reparación. En concreto, se encontró que entre marzo de 2020 y febrero de 2021 habían ocurrido 16 fallos de funcionamiento. La Autoridad Reguladora Nuclear incluyó esta situación entre los problemas de seguridad de mayor gravedad. Por si fuera poco, se informó también de que una de las empresas que habían colaborado en la construcción de la central, encargándose de las instalaciones fijas de extinción de incendios, no había respetado los métodos especificados en el contrato para la soldadura de las tuberías. El descubrimiento obligó a la empresa a realizar, a partir de enero de 2022, correcciones en 1.580 puntos solo en el Reactor VII. También está trabajando en el Reactor VI.
Los grandes accidentes no son producidos solamente por desastres naturales. Muchos tienen su origen en errores humanos, que incluyen negligencias, falsas apreciaciones y fallos de funcionamiento. No es posible garantizar la seguridad de una instalación reforzando solamente su hardware.
Traslado de funciones de la casa matriz a la planta para agilizar la comunicación
Hasta el momento, TEPCO ha tratado de atajar estas prácticas y situaciones de diversos modos. Sin embargo, en mayo de 2022 volvió a informarse de que algunos empleados habían podido acceder a las instalaciones con su permiso de acceso caducado, circunstancia de la que no se habían percatado. La compañía acababa, en diciembre de 2021, de crear el departamento de control de seguridad de la empresa, que quedó desgajado del resto de la organización. Estos casos de utilización fraudulenta de las tarjetas de seguridad revelan que la empresa debe reforzar tanto la formación de sus empleados en materia de ética de trabajo como los mecanismos de control y vigilancia de los accesos a las instalaciones.
Se ha señalado que la mala comunicación entre la división nuclear de las oficinas centrales de TEPCO en Tokio y la planta de Kashiwazaki-Kariwa está tras todos estos problemas. Considerando esta posibilidad, a fin de acercar la planta a la sede central y mejorar dicha comunicación, desde mayo de 2022 una parte de las funciones de esta se está trasladando a aquella, en un proceso que afectará finalmente a cerca de 300 empleados. También se ha acusado a la compañía de secretismo. Para corregir esta tendencia, se ha empezado a contratar personal procedente de otras organizaciones, como las Fuerzas de Autodefensa, la Policía, el Cuerpo de Bomberos u otras compañías eléctricas.
Todas estas medidas aparecen en el Informe de Mecanismos de Mejora elaborado por la compañía, que fue remitido en septiembre de 2021 a la Autoridad Reguladora Nuclear. Se habla de inspecciones técnicas en todas las instalaciones, reconversión y otros planes como los arriba expuestos, y se espera que todo ello contribuya a evitar la repetición de las “irregularidades” detectadas.
Obtener el apoyo de la prefectura y municipios afectados, una difícil tarea
El problema es qué va a ocurrir ahora. Aunque ha pasado cerca de un año desde que TEPCO remitió el informe a la autoridad, esta sigue sin certificar que se haya dado solución efectiva a todos estos problemas y nadie sabe cuánto tardará en hacer público su visto bueno. Así las cosas, el primer ministro Kishida anuncia que trabaja para poder reactivar las centrales el próximo verano. ¿Va a resultar esto posible?
Un alto responsable de TEPCO hace las siguientes previsiones: “Creo que este año se completarán todas las obras de reforma que se están haciendo para reforzar la seguridad. La inspección final de la Autoridad Reguladora Nuclear llegará previsiblemente a partir de comienzos del año que viene. Pero no se sabe cuándo se obtendrán las conclusiones definitivas. Y es posible que entre tanto se detecten nuevos problemas, así que la situación es impredecible”.
Supongamos que la autoridad confirma que TEPCO ha conseguido mejorar los niveles de “seguridad física”. Quedará todavía un último obstáculo por superar: obtener el consentimiento de los Gobiernos regional y local. Para proceder a reactivar la central es necesario conseguir la autorización tanto del Gobierno de la prefectura de Niigata, como de los municipios de Kashiwazaki y Kariwa, donde se ubican las instalaciones. Pero, según comentó una fuente de TEPCO, no se tiene la menor idea sobre qué proceso se seguirá para obtener el asentimiento del gobernador prefectural.
Hanazumi Hideyo, gobernador de Niigata, volvió a imponerse en las elecciones celebradas en mayo de 2022. Si bien la desahogada victoria de Hanazumi sobre su rival, una política local de ideario antinuclear, supone un gran alivio para TEPCO, no cabe decir que Hanazumi sea proclive a dar fácilmente luz verde a la reactivación. Fuentes de círculos políticos de Niigata afirman que el gobernador no dará ningún paso antes de recibir las conclusiones de la Comisión de Verificación, que es un órgano independiente del Gobierno prefectural. Los debates de la comisión no permiten saber todavía en qué sentido se pronunciará y el hecho es que en su interior los contrarios a la reactivación también están representados.
Sin fecha para la reactivación
Entre los empleados locales de TEPCO, predomina la confianza en cuanto a la capacidad de la empresa de operar con seguridad en situaciones de normalidad. Tecnológicamente, su nivel es alto. A juzgar por los esfuerzos que se han hecho sobre las bases de unos nuevos criterios y reglamentos más exigentes, parece que la compañía ha tomado todas las medidas posibles, manejando una amplia gama de supuestos. En teoría, comparando el caso japonés con el de otros países, no habría ninguna razón para impedir la reactivación de unas instalaciones que cumplen estos criterios calificados de los más exigentes del mundo. Pero la duda queda.
“Hay elementos de incertidumbre, como cuál será el resultado de la inspección final de la Autoridad Reguladora Nuclear, o si se podrá conseguir el consentimiento de las autoridades regionales y locales. En estos momentos no podemos poner fecha a la reactivación”, manifiesta un responsable de TEPCO. Una situación que invita a proceder con la máxima prudencia.
Y más que ninguna otra cosa, es importante que la empresa operadora, TEPCO, recupere la credibilidad perdida ante la ciudadanía. Porque sin el respaldo de la opinión pública no va a ser fácil decretar la reactivación. En la referida rueda de prensa periódica, el director de la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa, Inagaki Takeyuki, dijo que la reactivación no sería posible sin tomar las medidas necesarias para poner fin a las irregularidades y recuperar la confianza de la población, para lo cual lo único que podían hacer era concentrarse en su labor, actuar y hacer méritos. Es lo único que TEPCO puede hacer.
Son muchos los problemas que se interponen en el camino de la reactivación nuclear. Mi impresión es que va a ser muy difícil hacerla realidad el próximo verano. Y, para ser sincero, creo que tampoco hay plena seguridad de que pueda hacerse durante el resto del año. Habría que saber si la optimista declaración de Kishida se basa en un conocimiento suficiente de los problemas que afectan a las instalaciones nucleares.
Fotografía del encabezado: Interior del edificio (estructura) de contención del Reactor VI de la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa, operada por TEPCO. (Jiji Press)