El misterio de las “sirenas” japonesas momificadas
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Los ningyo en los documentos históricos
Los registros históricos de apariciones de ningyo (literalmente, ‘pez humano’, a veces traducido como ‘sirena’) comienzan en el periodo Asuka (siglos VI-VII) y se extinguen en la fase intermedia del periodo Edo (1603-1868). Geográficamente, cubren casi todo el país, pues abarcan desde Aomori al norte a Ōita al sur, si bien la mayor concentración se da en la costa del mar del Japón.
El más antiguo de estos registros lo encontramos en el Nihon shoki, famoso libro histórico de principios del siglo VIII, aunque la palabra ningyo todavía no se usaba. Entre las anotaciones correspondientes al vigesimoséptimo año del reinado de la emperatriz Suiko (619), se refiere que en el río Gamōgawa de la provincia de Ōmi (actual prefectura de Shiga) apareció una criatura de aspecto humano, y que otro extraño ser “mitad humano, mitad pez” quedó atrapado en las redes de un pescador de Horie, en la provincia de Settsu (parte de las actuales prefecturas de Hyōgo y Ōsaka). Siglos después, el naturalista y etnólogo Minakata Kumagusu (1867-1941), supuso que se trataría de algún tipo de salamandra. El nombre ningyo hace su aparición en los textos de la mano del Wamyō ruijūshō (937), el diccionario chino-japonés más antiguo que se conserva en Japón. Citando el Shanhaijing (“Libro de los montes y los mares”) y otras fuentes chinas describen el ningyo como ser con cuerpo de pez y rostro humano, que produce sonidos semejantes a voces infantiles. El ningyo del Shanhaijing es descrito con cuatro patas y similar a las salamandras, pero en este mismo libro aparece otra criatura, el diren (teijin, en japonés), que es un pez con rostro humano.
En la colección de cuentos Kokon chomonjū (1254, periodo Kamakura) encontramos uno que describe detalladamente el ningyo. Según nos cuenta, a finales del periodo Heian (794-1185), en la comarca costera de Beppo, provincia de Ise (actual prefectura de Mie), un pescador atrapó tres grandes peces. De parecidos rasgos, tenían cabeza de forma similar a la humana, morro prominente y dientes menudos. El aspecto de su cara era simiesco. Si alguien se acercaba a ellos, lanzaban grandes alaridos y derramaban lágrimas. Los pescadores de la aldea probaron a comer uno de ellos, que resultó muy sabroso. El libro se pregunta si estos extraños seres serán lo que llaman ningyo.
Según el Azuma kagami, anuario histórico elaborado por el bakufu (gobierno militar) de Kamakura, en 1247 quedó varado en la costa de Tsugaru (prefectura de Aomori) un gran pez que parecía un cadáver humano. Ese año el shogunato de Kamakura se vio sacudido por graves enfrentamientos armados entre facciones guerreras rivales (Choques de la era Hōji). Un libro posterior, el Hōjō godaiki (“Registro de cinco generaciones de la casa Hōjō”) vuelve sobre esa misteriosa aparición y afirma que se trató de un ningyo. Refiere también que hubo más de diez casos similares a aquel, y pone en relación estas apariciones y los grandes sucesos históricos.
En 1999 se halló en el yacimiento arqueológico de Suzaki (prefectura de Akita) una tablilla de madera con las figuras de un monje budista y una criatura con aspecto de ningyo. La tablilla podría datar de la segunda mitad del siglo XIII. Los dibujos están acompañados de un texto que podría interpretarse como “da lástima, pero mátalo”. Se cree que en aquellos convulsos tiempos medievales la gente tomaba estas apariciones como malos presagios, por lo que el dibujo podría representar un rito funerario que implicase alguna invocación para apartar las desgracias.
Imágenes dejadas por la historia natural y la narrativa
A partir del periodo Edo, los ningyo son presentados desde la perspectiva de la historia natural, dentro de la fusión intelectual que se produjo entre la tradición botánica de origen chino y la nueva corriente llamada Rangaku, que introdujo en Japón muchos saberes occidentales por mediación holandesa.
El Yamato honzō (1709), un herbolario de medicina tradicional escrito por Kaibara Ekiken, afirma, citando como fundamento el libro chino Bencao Ganmu (“Compedio de materia médica”), del periodo Ming, que los huesos del ningyo tienen propiedades medicinales. En concreto, asegura que detienen la melena (expulsión con los excrementos de sangre negra procedente de una hemorragia estomacal o intestinal).
Por su parte, la enciclopedia ilustrada Wakan sansai zue (1713), primera publicación del género en Japón, clasifica al ningyo entre los peces junto al besugo o al arenque, y explica que en Holanda sus huesos son utilizados como antídoto para los venenos. La ilustración presenta al ningyo con la mitad superior del cuerpo de mujer y la inferior de pez, es decir, como una sirena de la imaginería moderna. Ōtsuki Gentaku, en su libro Rokumotsu shinshi (1786), da cuenta de la apariencia física y de las propiedades medicinales de estas “sirenas” citando muchas fuentes chinas y japonesas, pero también otras muchas occidentales, como la Cirugía del famoso cirujano francés del siglo XVI Ambroise Paré, o la Enciclopedia de zoología del naturalista polaco Jan (John) Jonston. De todos sus hallazgos concluye que las “sirenas” existen realmente.
Hirata Atsutane, un intelectual de la escuela Kokugaku de finales del periodo Edo, también creía, al parecer, en la existencia de las sirenas y en sus propiedades medicinales. En una carta escrita en 1842, refiere que una vez consiguió huesos de sirena, los pulverizó y, disolviendo los polvos en agua, los bebió junto a sus amigos un “día fausto” deseándose mutuamente larga vida.
Escritores y pintores han dejado también bellas representaciones de los ningyo o sirenas. En la narración “Inochi toraruru ningyo no umi” (“El mar de las ningyo que cobran vidas”), incluida en la colección Budō denraiki (1687), Ihara Saikaku trata el tema de un ningyo que apareció en Tsugaru (Aomori) en 1247. La criatura de la que habla el citado Azuma kagami apareció en ese mismo año, pero la de Saikaku presenta ya un bello rostro femenino y una especie de cresta de gallo sobre la cabeza. Además, despide un fragante aroma y su voz es como la de las alondras. Ningún otro libro de esa misma época ofrece una descripción tan cumplida, así que los detalles debieron de nacer de la imaginación de su autor.
En el libro Kannon reigenki, que contiene obras de los famosos grabadores Utagawa Hiroshige II y Utagawa Toyokuni III, el ningyo es representado como una bella mujer ricamente ataviada en su parte superior, pero con cola de pez, que flota en el aire. El texto que va junto a la ilustración nos cuenta que estando Shōtoku Taishi en la provincia de Ōmi difundiendo la ley de Buda, se le acercó para pedirle socorro un ningyo que había sido humano en su anterior reencarnación, y que deseaba alcanzar el nirvana. En las cercanías del lago Biwa quedan leyendas similares que parecen enlazar con aquellas referencias a los ningyo que aparecen en el viejo Nihon shoki.
Happyakubikuni y Jinjahime
Pero la leyenda de sirenas-ningyo de mayor difusión en Japón es la titulada Happyakubikuni (“La monja de los 800 años”). Según la investigadora Takahashi Harumi (Happyakubikuni densetsu kenkyū, 1982), tuvo su origen en la comarca de Wakasa (actual ciudad de Obama, prefectura de Fukui) y se difundió por 28 prefecturas, alcanzando un total de 166 variantes. El argumento básico es el siguiente: una jovencita que ha comido la carne de un ningyo que ha llevado al hogar su padre, consigue seguir cumpliendo años sin que su apariencia cambie lo más mínimo, hasta que llega a los 800, si bien la cifra varía según la versión. En algunas de estas, como la de Okayama (“Sennenbikuni”) la monja recorre durante su larga vida muchas regiones del país.
“En Okayama no hay testimonios de personas que hayan visto ningyo, pero sí muchas leyendas de monjas budistas”, explica Kinoshita Hiroshi, director de la Sociedad de Folclore de Okayama. “Hay, por ejemplo, una leyenda de una joven cuya edad se ha detenido tras comer carne de ningyo, y que al partir de peregrinación clava en el suelo un bastón y dice: ‘Volveré cuando haya echado raíces’. El bastón echa raíces y se convierte en un gran árbol”. En la leyenda, tiempo después, un joven de Okayama encuentra a la mujer en Wakasa. Esta le habla con nostalgia de sus años en su aldea natal, cerca de mil años atrás.
“El sentido que se cree ver en los ningyo, o sus funciones dentro de las narraciones, varían según la época y el lugar. En la Edad Media, generalmente, eran de mal augurio, pero también encontramos el caso opuesto. En el periodo Edo, durante el cual ocurrieron epidemias de viruela, sarampión y otras enfermedades, apareció el personaje llamado Jinjahime (“la Princesa del Santuario”), como criatura premonitoria que prefigura a los posteriores amabiko y amabie”, añade Kinoshita.
La princesa Jinjahime es una emisaria del Ryūgū (palacio submarino del dragón, rey del mar) de la que se dice que apareció en 1819 en las costas de la provincia de Hizen (actuales prefecturas de Saga y Nagasaki). La Jinjahime hizo el siguiente presagio antes de desaparecer: “Los siete años siguientes traerán buenas cosechas, pero después se propagará el korori, para ponerse a salvo del cual deberéis dibujar mi imagen y contemplarla”. La princesa tenía un bello rostro femenino, pero con dos cuernos en la frente. Su cuerpo era el de un dragón sin patas y con una cola terminada en tres afiladas espadas. Este personaje terminó clasificándose también dentro de los ningyo.
Japón, ¿exportador de momias de ningyo?
En el periodo Edo, entre las atracciones de caseta de feria estaba la “Momia de ningyo”, muy popular pues se decía que si la veías directamente o incluso en pintura, recibirías favores como protección frente a las enfermedades o una larga vida. Algunas de estas momias fueron a parar a los templos budistas o santuarios sintoístas.
“Supongo que serán creaciones de finales del periodo Edo, o de principios de la era Meiji (1868-1912). Había una fuerte demanda, pues además de utilizarse en las casetas de feria se exportaba también a Europa. Sin duda, debió de haber artesanos muy buenos, especializados en estas figuras”, dice Kinoshita.
Se cree que la momia de ningyo conservada en el Museo Nacional de Etnología de la ciudad de Leiden fue llevada a Holanda por uno de los empleados de la delegación comercial holandesa en Dejima (isleta artificial en Nagasaki donde se permitía el comercio entre japoneses y holandeses), entre las décadas de 1810 y 1820.
En 1842, el empresario y productor de espectáculos norteamericano Phineas Taylor Barnum alcanzó un gran éxito con la momia que llamó “Sirena de Fiyi”, y que probablemente era también de fabricación japonesa. Aquella “sirena” y otras muchas de la época solían ser monos en su mitad superior y salmones u otros peces en su mitad inferior, y estaban hechas con gran destreza. En el relato de su expedición a Japón, el comodoro norteamericano Matthew C. Perry alude a las momias de sirenas al hablar de los conocimientos científicos de los japoneses, y de su destreza manual e inventiva.
Hoy en día, muchos templos budistas y santuarios sintoístas muestran algunas de aquellas momias, de las que todavía sigue diciéndose que protegen a quienes las contemplan de los malos espíritus, enfermedades y desgracia, les dan larga vida y les otorgan también protección en los partos. Algunas de estas momias no se exponen públicamente, por lo que es difícil conocer su número con exactitud. Una de las más famosas es la que reposa en el Kamuro Karukaya-dō, un pabellón situado en las faldas del monte Kōya, famoso por su histórico templo budista del mismo nombre, en la ciudad de Hashimoto (prefectura de Wakayama). Ha sido reconocida como patrimonio folclórico de la prefectura. Con una longitud de unos 60 centímetros, su expresión facial y la postura del cuerpo recuerdan vivamente a las del personaje de la pintura El grito, de Munch. Su origen se vincula con el ningyo del río Gamōgawa que, como hemos dicho, aparece en el Nihon shoki. Otro templo que conserva una momia similar en forma y pretendido origen es el de Ganjōji, en la ciudad de Higashiōmi (prefectura de Shiga).
Pero momias de ningyo en actitud del Grito de Munch las encontramos también en otros lugares. Hay una en el templo de Myōchiji de Kashiwazaki (prefectura de Niigata) y otra en Fujinomiya (prefectura de Shizuoka), conservada por la entidad religiosa Tenshō Kyōsha. Esta última es muy grande, pues alcanza los 170 centímetros de longitud. La del Zuiryūji de Osaka es de largos cabellos y brazos extendidos, y la del santuario de Konpira (prefectura de Kagawa) está boca abajo, con la cabeza levantada.
Análisis de un ningyo disecado
Actualmente, la Universidad de Ciencias y Artes de Kurashiki (prefectura de Okayama) está dirigiendo un estudio científico sobre la momia de ningyo que se conserva en el Enjuin de la ciudad de Asakuchi, en la misma prefectura.
El citado Kinoshita se sintió muy interesado cuando descubrió, mientras investigaba los materiales propiedad de Satō Kiyoaki (1905-1998), naturalista oriundo también de Okayama, los negativos de las fotografías que este había tomado de la momia de dicho templo. Satō es el autor del primer diccionario de yōkai (seres monstruosos, fantasmas) de Japón, publicado en 1935. A través del Museo de Historia Natural de Kurashiki, Kinoshita solicitó a dicha universidad que organizase un equipo de investigación para abordar el tema. “La momia que me mostraron en el templo de Enjuin pertenece al grupo de las momias grito de Munch y tiene una longitud aproximada de 30 centímetros. Me dio la impresión de ser la más pequeña de todas las que he visto”.
En la caja que la contiene hay también una explicación bajo el título de “Ningyo disecado”. “Según esta nota, el ningyo fue capturado en las aguas costeras de Tosa en la época del shōgun Yoshimune (1736-1741) y, en vista de que era un ser extraño, fue disecado y llevado a Osaka. Posteriormente, fue comprado por la familia Kojima de Fukuyama (prefectura de Hiroshima), pasando a formar parte de la colección familiar. Se desconoce cómo fue a parar al templo de Enjuin”.
Según un primer informe del estudio dado a conocer en abril, tanto el cabello como las cejas, las orejas y las uñas parecen ser de algún primate, mientras que los dientes podrían ser, más bien, los de algún pez carnívoro. Entre las escamas de su mitad superior se han encontrado algunas diferentes al resto. Se espera que el informe final, que incluirá también consideraciones folclorísticas, sea publicado este otoño.
“Más tarde, esperamos que la universidad haga también un análisis de ADN para conocer qué tipo de pez fue utilizado, así como la prueba de datación del carbono-14. Junto con mis enfoques históricos y folclorísticos, veremos si somos capaces de hacer algún descubrimiento”.
Los estudios que se han realizado desde la era Meiji nos hablan de salamandras, dugongs, manatíes, focas, leones marinos y peces remo gigantes (Regalecus glesne) como especies utilizadas. Pero sea cual sea la verdadera naturaleza de los ningyo, lo cierto es que hasta finales del periodo Edo la gente creía en su existencia y en los favores que dispensaban. La relación entre humanos y ningyo ha sido larga y profunda. Esta es la conclusión a la que podemos llegar a partir de los variados materiales históricos encontrados y de los preciosos “especímenes” conservados.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: A la izquierda, tablilla funeraria de un ningyo hallada en el yacimiento arqueológico de Suzaki, en la prefectura de Akita. Cortesía del Consejo de Educación Prefectural de Akita / Jiji Press. La fotografía de la momia del ningyo del templo budista de Enjuin es cortesía de la Universidad de Ciencias y Artes de Kurashiki).