La inflación, esa gran desconocida para esta generación
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Una sorprendente subida en el precio de las chucherías
En Japón se produjo una verdadera conmoción cuando se anunció que, a partir de abril, el precio del popular Umaibō, una chuchería, subiría de diez a doce yenes por unidad (precio sin impuestos). Este producto no había cambiado de precio desde que apareciera en el mercado en 1979. La razón del cambio, según la cuenta oficial de la empresa fabricante, Yaokin, en Twitter, es “el aumento de los precios de las materias primas y el transporte”, algo que resulta comprensible. El precio del maíz, uno de sus ingredientes, y el de la gasolina han subido en gran medida.
La economía japonesa ha permanecido en un estado constante de deflación durante casi treinta años. Nadie con menos de treinta años recuerda una época de inflación, y su única experiencia en lo que a subidas de precios se refiere se debe a aumentos en los impuestos. Quizá crean que los precios de las cosas no aumentan con tanta facilidad. Son parte de una generación que creció junto a la aparición de las tiendas de cien yenes, y no conocen la inflación.
Los “precios locos” que sacudieron el país
Hay otra generación que presenta una cierta simetría. A principios de los setenta la canción Sensō wo shiranai kodomotachi (Los niños que no conocen la guerra) se convirtió en un gran éxito. Un cuarto de siglo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, todos los jóvenes menores, a partir de la generación llamada baby boomers, a la que este autor pertenece, habían nacido tras la guerra. Tampoco nuestra generación conocía, en su caso, la deflación.
A lo largo del periodo de recuperación económica tras la Segunda Guerra Mundial, hasta la época de crecimiento acelerado, se consideraba de sentido común que los precios subieran. Después llegaría otra época de inflación mucho peor. Japón se hallaba en plena “remodelación del archipiélago” bajo el gabinete de Tanaka Kakuei cuando estalló la llamada Cuarta Guerra de Oriente Medio en otoño de 1973. Los países árabes prohibieron la exportación de petróleo, lo cual provocó una subida general de precios y la Crisis del Petróleo. Japón, que depende en gran parte de las importaciones para sus necesidades energéticas, vio cómo los precios de los bienes de consumo ascendían hasta que la tasa anual de aumento superó el 10 %, y en un momento dado llegó a experimentar una subida anual de precios de más del 20 %, un periodo que se dio en llamar la época de los “precios locos”.
Recientemente se escuchan frases como “Esto no se ha visto desde la Crisis del Petróleo”, o “Vuelven los setenta”. En Occidente la tasa de inflación ya había empezado a crecer antes de la invasión de Ucrania. La pandemia creó atascos en la cadena de suministros, y ante la nueva demanda provocada por las perspectivas del fin del coronavirus los precios alcanzaron cotas aún más altas.
El FMI anuncia un shock de precios
Los precios a los consumidores no han dejado de crecer en Estados Unidos desde otoño de 2021; en diciembre de ese año el índice de precios había alcanzado el 7 % anual, y en febrero de 2022 un 7,9 %, cifras que no se habían visto en cuarenta años. Los precios en la Eurozona también llegaron a subir hasta el 5 % en diciembre y el 5,8 % en febrero, una crisis como no se veía desde 1997. La invasión de Ucrania, uno de los principales exportadores de grano a nivel mundial, junto a las sanciones impuestas por parte de Occidente contra su invasor, Rusia, un gigante energético, han provocado nuevas subidas de los precios de la energía y los productos primarios: el petróleo, el gas natural, el grano... El Fondo Monetario Internacional ha advertido de un shock de precios que afectará al mundo entero.
El índice japonés de precios al consumidor, que no incluye los precios de productos alimenticios frescos, subió en febrero un 0,6 % con respecto al mismo mes del año anterior, pese a que un descenso en los precios de la telefonía móvil lastraba dicho índice. Por otro lado, los precios de los bienes corporativos subieron en febrero un 9,3 % anual, la primera vez en 41 años que sucedía esto, desde la segunda Crisis del Petróleo en diciembre de 1980.
Si los precios corporativos continúan esta evolución, cuando el impacto de las tasas de la telefonía móvil haya finalizado en abril, los precios al consumidor llegarán o sobrepasarán, probablemente, el objetivo de estabilidad del 2 % con respecto al año anterior que el Banco de Japón estableciera en su día.
Miedo a la estanflación
Ese objetivo de estabilidad en los precios del 2 %, que el Banco de Japón decidiera en enero de 2013, tenía como principal razón de ser “superar la deflación y lograr un crecimiento económico sostenible”, según una declaración conjunta entre dicha entidad y el Gobierno.
No obstante, la situación actual no asegura ningún tipo de estabilidad por mucho que se consiga llegar a ese 2 %, aunque se pueda superar la deflación. Debemos replantearnos la forma tradicional de luchar contra esa deflación.
Esta “generación que no conoce la inflación” necesita también adquirir algunos conceptos básicos al respecto. Los japoneses que llevan toda su vida experimentando este largo periodo de deflación y sintiéndose en cierto sentido cómodos en él son ahora personas de mediana edad que se vieron muy afectadas por los “precios locos” y la burbuja inmobiliaria; son también personas que no han llegado a darse cuenta del verdadero peligro que supone la deflación.
La inflación suele dividirse, a grandes rasgos, en dos tipos: la generada por el “tirón de la demanda” y la que crea el “empujón de los costes”. La primera es típica de épocas de bonanza económica, cuando los consumidores aflojan más su cartera, la demanda crece y los productores y distribuidores no dan abasto. La segunda ocurre cuando ascienden los precios de las materias primas y los recursos. La que amenaza a Japón en estos momentos es del segundo tipo.
La inflación de la energía y los alimentos limita el poder adquisitivo de los consumidores, algo que también reduce los beneficios corporativos. Japón depende de las importaciones para su energía y productos primarios, y el yen, de valor en descenso, también se ha visto afectado. Hay muchas posibilidades de que no solo se produzca un periodo de inflación, sino también una estanflación (estancamiento + inflación).
Si las cosas van bien, nubes. Si van mal...
La inflación también podría llegar a provocar cambios en las políticas monetarias. La Reserva Federal de Estados Unidos ha eliminado su política de interés cero por primera vez en dos años, cambiándola por un interés del 0,25 %, y se espera que la cifra aumente seis veces más durante el resto de 2022. El Banco Central Europeo también planea acelerar la reducción de su política de flexibilización cuantitativa, que se espera termine entre julio y septiembre. Japón tampoco podrá mantener su política de interés cero mucho más tiempo.
En 1973, tras el comienzo de la primera Crisis del Petróleo, el Banco de Japón aumentó el interés de sus políticas monetarias de un 4,25 % anual a un 9 %, en cinco etapas sucesivas.
Un poema cómico describió una vez las tasas de interés como una “mancha en la libreta del banco”; el día en que esas tasas deben cambiarse está llegando.
Aunque se alcance un alto el fuego en Ucrania, los desórdenes económicos causados por la guerra no se terminarán tan fácilmente, y las sanciones a Rusia sin duda continuarán un tiempo. La Crisis del Petróleo de los setenta condujo al mundo entero a un periodo de estancamiento económico, y la posibilidad de que esa situación se repita es cada vez mayor.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: clientes de un supermercado de Osaka compran papel higiénico en grandes cantidades durante el periodo de caos económico ocasionado por el shock del petróleo; octubre de 1973, Kyōdō)