El vertido de agua de Fukushima Dai-ichi al mar, un problema también de los tokiotas
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La falta de terreno obliga a verter el agua tratada al mar
Al subir las escaleras de emergencia de un edificio que hay dentro del perímetro de la central nuclear de Fukushima Dai-ichi, un paisaje insólito se extiende ante la vista. El terreno que antes se usaba para las actividades de la central ahora parece un almacén de depósitos.
Los residuos de combustible nuclear que se fundieron y volvieron a solidificarse dentro de los reactores que sufrieron el accidente en el Gran Terremoto del Este de Japón, en 2011, siguen desprendiendo calor y deben enfriarse con agua constantemente. Esa agua, además de la subterránea y de lluvia que se cuela en el edificio del reactor, está contaminada con una alta concentración de sustancias radiactivas.
TEPCO (Tokyo Electric Power Company) extrae, con un dispositivo de succión, el cesio y el estroncio, que constituyen el grueso de las sustancias radiactivas que contiene el agua contaminada, luego trata el agua con un sistema de procesamiento de líquidos avanzado (ALPS, por sus siglas en inglés) y, habiendo eliminado la mayor parte de los componentes radiactivos excepto el tritio, la almacena en depósitos. Los tanques, que son de acero y miden algo más de diez metros de altura, se colocan en formación de panal de abejas, dejando un escaso metro y medio de separación entre ellos para aprovechar al máximo el espacio disponible. En octubre de 2020, el terreno de la central acogía mil depósitos que contenían en torno a 1 millón 230.000 toneladas de agua tratada. La imagen de aquel ejército de depósitos que se alzaban al nivel del techo de un segundo piso me causó una impresión indescriptible.
Actualmente se generan unas 140 toneladas de agua contaminada al día, con lo que se llena un depósito por semana. Puesto que TEPCO dispone de espacio para almacenar hasta 1 millón 370.000 toneladas de agua en sus terrenos, el límite de capacidad se alcanzará en verano de 2022. Por otro lado, la compañía espera iniciar la extracción de los residuos de combustible de los reactores en 2021 para dar paso a la fase clave del desmantelamiento. El proceso de desmantelar los reactores requiere construir instalaciones para analizar muestras, instalaciones para almacenar los equipos e instalaciones para prevenir accidentes. Teniendo en cuenta que hay que dejar espacio para el tránsito de personas y vehículos, es inviable aumentar la cantidad de depósitos en el recinto.
El agotamiento del espacio para guardar el agua tratada se previó desde una etapa temprana. Un comité especializado del Ministerio de Economía, Comercio e Industria que viene deliberando sobre cómo desecharla desde noviembre de 2016 comparó varias propuestas (verterla al mar, evaporarla, inyectarla en formaciones geológicas, etc.) y, en febrero de 2020, recomendó la evaporación y el vertido al mar como las opciones más realistas. El Gobierno pronto aprobará seguir la recomendación del comité de verterla al mar, a pesar de la oposición de los productores del sector primario y las organizaciones de consumidores.
Mocchan y Tecchan
Lo primero que me vino a la mente al enterarme de que iba a realizarse el vertido al mar fueron Mocchan y Tecchan, dos hombres a los que conocimos en marzo de 2014 —tres años después del terremoto— en un acto para promocionar los productos de Fukushima entre los consumidores del área metropolitana que se celebró en un restaurante italiano junto a la estación de Tokio y que llevaba por título “¡Vuelven los productos marinos de Fukushima en Marunouchi, Tokio!”.
La costa de Fukushima es idónea para la pesca porque en ella confluyen corrientes frías y calientes. El pescado de la zona, de carne firme porque se cría entre fuertes corrientes marinas, se conoce como jōban-mono (常磐もの) en honor a las antiguas provincias de Hitachi (常陸国) e Iwaki (磐城国) y siempre había gozado de un gran reconocimiento entre los profesionales de la cocina y los expertos del mercado de Tsukiji. Por desgracia, el accidente nuclear obligó al sector pesquero de Fukushima a detener su actividad. La pesca se reanudó de forma experimental en junio de 2012, pero solo para determinados métodos de captura, especies y zonas. A pesar de que se puso todo el cuidado posible en garantizar la seguridad del género, sometiéndolo a pruebas de detección de radiactividad tanto de la prefectura como de las propias cooperativas pesqueras, prácticamente no se logró convencer a los consumidores.
En el acto que mencionábamos arriba, los responsables del Gobierno prefectural expusieron, con la máxima formalidad y refiriendo datos concretos, los estrictos controles de seguridad que debían superar los productos para comercializarlos, mientras los participantes escuchaban en completo silencio las explicaciones sobre “las zonas damnificadas, que necesitaban apoyo”. Fueron el pescador Kikuchi Motofumi, apodado Mocchan, y el comprador intermediario de productos marinos Iizuka Tetsuo, también conocido como Tecchan, ambos de Sōma, quienes rompieron el hielo en aquel ambiente rígido.
Aquellos dos niños traviesos convertidos en adultos desprendían tanta alegría que el apelativo de víctimas de un desastre no les pegaba en absoluto. El relato sobre los recuerdos de crecer en un municipio con puerto pesquero y las penurias de los pescadores más jóvenes, que se ven obligados a cocinar cuatro comidas diarias para toda la tripulación por más fatigados que estén con la pesca, se fue animando como el número de un dúo cómico y arrancó varias carcajadas al público. Limpiaron y cortaron un Odontobutis obscura, que en Fukushima se llama donko, prepararon una sopa de tsumire (bolitas de pescado), receta típica de pescadores, y la repartieron entre los asistentes.
El tsumire que comimos con el hígado del pescado tenía una textura esponjosa y un sabor tan delicioso que hacía suspirar. Mientras los dos hombres iban de mesa en mesa con una sonrisa de orgullo y diciendo “¿A que está bueno?”, los asistentes se olvidaron del “apoyo a las víctimas” y se convirtieron en fans incondicionales de Sōma.
Con todo, el donko que se sirvió en aquella ocasión no procedía de Sōma, sino de Hokkaidō, ya que aquel pescado no estaba incluido entre las especies de pesca experimental por temor a que excediera los límites de radiación. A día de hoy sigo sin olvidar las palabras que Kikuchi pronunció al final del acto, a modo de cierre: “Quiero seguir siendo pescador en Sōma. Y quiero que algún día prueben el donko de allí”.
Al año siguiente, en otoño de 2015, Kikuchi, Iizuka y varios compañeros fundaron la revista trimestral Sōma Taberu Tsūshin, que en cada número presenta a un productor de la costa de la prefectura de Fukushima, generalmente de Sōma, mediante un completo reportaje, como iniciativa para difundir los encantos de la comida y los productores de la zona.
Yo misma estoy suscrita a Sōma Taberu Tsūshin y visito Sōma varias veces al año para asistir a las rutas guiadas que se organizan para los lectores. Gracias a mis repetidos viajes a Sōma, he podido comprobar que tanto los productores agrícolas como los pescadores y los procesadores de productos marinos se esmeran en evitar sacar al mercado alimentos que sobrepasen los límites establecidos. El esfuerzo que dedican y las medidas que adoptan para superar la mala reputación generan un valor mayor que el que ofrecían antes del desastre. Ahora sé que los alimentos de Fukushima son precisamente los más seguros porque se someten a una serie de exámenes escrupulosos antes de salir a la venta.
Kikuchi e Iizuka no son los únicos; la mayoría de los productores y procesadores del sector primario en Fukushima tocaron fondo con el accidente nuclear y han pasado los diez años posteriores trabajando para recuperar la confianza de los consumidores poco a poco. Me parecería una auténtica crueldad que todo ese esfuerzo acumulado quedase anulado con el vertido del agua tratada al mar.
¿Cómo es el agua tratada?
Cuando visité Fukushima Dai-ichi el pasado septiembre, presencié el proceso de purificación del agua contaminada que se lleva a cabo mediante el ALPS. Ahora los niveles de radiación son lo bastante bajos para poder acceder al 96 % del recinto de la central sin ningún equipo de protección, pero al interior del ALPS, donde se trata el agua contaminada, hay que entrar con traje especial y mascarilla completa.
El proceso de purificación del ALPS empieza mezclando productos químicos en el agua contaminada para que se sedimenten el cobalto y el manganeso. Luego el agua pasa por dieciocho torres de absorción de siete tipos distintos que absorben las sustancias radiactivas gracias al carbón activado y los agentes de intercambio iónico que contienen.
Aunque el ALPS no permite deshacerse por completo de las sustancias radiactivas, logra situar el agua contaminada dentro de los límites que establece el Gobierno para los desechos de las centrales nucleares que se liberan al medioambiente. La densidad del estroncio, por ejemplo, se reduce a una milmillonésima parte al pasar por el sistema de purificación.
El agua de la fotografía de la izquierda es agua tratada con el ALPS. Al acercar el medidor de radiación, aparece un valor de 1. En la imagen de la derecha, un recipiente de plástico lleno de bolitas de radón, que se venden como producto de salud y belleza para aportar al baño doméstico los efectos de las aguas termales, da una lectura de 3.
A pesar de que estos datos no permitan afirmar categóricamente que el agua tratada sea segura, no me pareció que pudiera resultar muchísimo más peligrosa que las bolitas de radón, que se transportan como una mercancía cualquiera.
Esfuerzos para ilustrar al público
La tecnología actual no permite suprimir el tritio, pero este es un elemento presente en la naturaleza que se halla en el vapor, la lluvia y el agua corriente. Al contener una carga baja de radiactividad, no transmite radiación al organismo a través de la piel y, aunque se beba, se expulsa como el agua y no se acumula.
El plan del Gobierno para verter el agua tratada al mar consiste en diluirla con agua de mar hasta que la concentración del tritio disminuya a una cuarentava parte del límite fijado oficialmente y luego liberarla poco a poco, a lo largo de 30 años. Una cuarentava parte representa una concentración más baja que el estándar que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el agua potable.
Muchos consideran que las explicaciones de TEPCO no son fiables porque ellos provocaron el accidente y afirman que la compañía engaña a los medios de comunicación. Para salir de dudas, preguntamos al profesor Yasuda Hiroshi, del Instituto de Investigación de Biología y Medicina Nucleares de la Universidad de Hiroshima, por los posibles efectos de verter tritio al mar, y nos respondió lo siguiente: “El tritio es un nucleido que se genera en la naturaleza mediante las radiaciones cósmicas y que, a pesar de haberse esparcido ampliamente en el entorno con los experimentos nucleares posteriores a la Segunda Guerra Mundial y las centrales nucleares, no se ha demostrado que afecte negativamente la salud de las personas”.
“La mayor parte del tritio se halla en la llamada agua pesada, o HTO (similar a H2O, pero uno de los dos átomos de hidrógeno se sustituye por uno de tritio), una sustancia que se comporta prácticamente igual que el agua. Al verterse en el mar, se dispersa rápidamente y no se acumula en las especies marinas, por lo que el volumen que se consume a través de los productos del mar es insignificante comparado con la cantidad de nucleidos radiactivos que consumimos de la naturaleza normalmente. Además, la radiación que emite el tritio es de baja energía y, como permanece poco tiempo en el organismo porque se elimina enseguida mediante la orina y el sudor, no se absorbe y afecta menos a la salud que otros nucleidos”, explica Yasuda.
Sin embargo, el profesor también advierte: “Además del tipo y la cantidad de sustancias que se viertan, hay que considerar la influencia psicológica y social que ejerce el hecho de liberar sustancias radiactivas en el medioambiente de forma artificial. Puede tener un impacto especialmente fuerte en el modus vivendi de los ciudadanos que viven de la pesca, por lo que conviene explicar bien la situación y tomar las medidas pertinentes para evitar dañar la reputación de esa industria”.
Los daños sobre la reputación son, precisamente, el problema principal del vertido al mar. “Ojalá el Gobierno y los expertos se hubieran esforzado más en convencer a los ciudadanos antes de ponerse a debatir sobre si verter el agua o no. Fukushima no es el primer sitio donde va a llevarse a cabo el vertido al mar; ya hay otras centrales nucleares en el mundo que lo hacen. Quisiera que los consumidores, en lugar de dejarse influenciar ignorando la realidad, primero recopilaran la información que hay publicada, la examinaran con sus propios ojos, reflexionaran y luego juzgaran”, opina Kikuchi.
La electricidad generada en la central Fukushima Dai-ichi ha cubierto la demanda energética de la megalópolis de Tokio durante muchos años. Sin embargo, los que sufrieron daños incalculables con el accidente nuclear fueron los ciudadanos de la prefectura de Fukushima, que no se beneficiaban de la energía que se producía en su zona. Por eso opino que el vertido del agua tratada al mar no es un problema de un lugar remoto, alejado de la capital, sino que nos incumbe a todos los que vivimos en ella y utilizábamos la energía de Fukushima.
Dejemos de extender rumores negativos irresponsablemente y de evitar los productos de Fukushima porque “dan como miedo”, y hagamos el esfuerzo de pararnos a pensar e informarnos bien para discernir con la lógica qué es aquello que debemos temer.
Para terminar, quiero transmitir unas palabras de Tecchan y Mocchan que, a mi entender, son una invitación a que los consumidores y los usuarios de la energía reflexionemos juntos.
Iizuka Tetsuo: “Sinceramente, me da la impresión de que lo del vertido al mar estaba pactado desde el principio. No quiero dejar que me influya. Aunque tres de cada diez personas se nieguen a comer productos de Fukushima y no quieran ni escuchar explicaciones, yo me he esforzado al máximo en conectar con las otras siete y hacerles llegar el mensaje. Aun cuando, con el vertido al mar, esas siete se vean reducidas a seis o a cinco, yo voy a seguir haciendo lo mismo”.
Kikuchi Motofumi: “Desde el terremoto, la mala reputación lo invade todo, así que no habrá ningún cambio abismal aunque se decida hacer el vertido al mar. Quiero encontrar soluciones novedosas que fulminen los rumores y hacer cosas interesantes con los compañeros de mi zona. Aunque no vaya a tener un impacto en el mundo, quiero tenerlo en el corazón de mis hijos”.
Los sitios web de TEPCO y del Ministerio de Economía, Comercio e Industria publican información sobre los avances en el tratamiento del agua contaminada y el proceso de desmantelamiento de la central con explicaciones claras, acompañadas de datos y gráficos, que resultan fáciles de comprender aunque se carezca de conocimientos especializados en la materia. La prefectura de Fukushima también difunde datos de seguimiento de muchos puntos de la zona con el objetivo de proteger la salud y la seguridad de los ciudadanos.
- TEPCO: portal sobre el agua tratada.
- Ministerio de Economía, Comercio e Industria: portal sobre el desmantelamiento y la gestión del agua contaminada.
- Prefectura de Fukushima: portal de datos de seguimiento de todas las fuentes de radiactividad medioambientales.
- Central nuclear Fukushima Dai-ichi: revista de información sobre el desmantelamiento.
Fotografía del encabezado: El recinto de Fukushima Dai-ichi, con los depósitos de agua tratada. Al fondo se observan los cuatro reactores nucleares de la central. (Esta fotografía y las del interior de la central fueron tomadas por Hashino Yukinori, miembro del equipo de nippon.com.)
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