Morisada, el gran observador de las modas y las costumbres japonesas
Historia Cultura- English
- 日本語
- 简体字
- 繁體字
- Français
- Español
- العربية
- Русский
En Edo (actual Tokio), la última tendencia en peinados es hacerse el hyōgōmusubi directamente sobre el cabello recién lavado. Consiste en echarse este hacia atrás y reunirlo formando un aro sobre en la coronilla, fijándolo con un kanzashi (horquilla ornamental). Entre las chicas de Kansai (Osaka, Kioto, etc), está de moda el ryōwawage, en el que se hacen dos moños, fijándolos con un kōgai (pasador) y enrollando hacia arriba el resto del cabello. Son algunas de las informaciones sobre los peinados imperantes en las principales urbes de Japón que nos transmite, acompañándolas de ilustraciones como si se tratase de una revista de moda, el libro Morisada Mankō, escrito por Kitagawa Morisada hace casi 200 años.
Morisada no solo se fija en el peinado. Da cuenta de la moda en el vestir, de la forma de las casas, de las torres de vigilancia de incendios, de las obras teatrales más populares, de los barrios del placer y de muchos otros aspectos de la vida de las gentes de su tiempo, comparando siempre el este con el oeste de Japón. A diferencia de nuestra época, en la que el shinkansen (tren bala) hace el recorrido entre Tokio y la estación de Shin-Osaka en dos horas y media, y en la que tan sencillo es obtener cualquier información gracias a internet, a principios del siglo XIX Edo y el área Kioto-Osaka eran lejanos países separados por una distancia nada fácil de salvar, y las diferencias entre las dos zonas eran mucho más acentuadas. Gracias a la gran cantidad de textos e ilustraciones producidos por Morisada a lo largo de 27 años, podemos obtener una imagen muy completa de la vida de la clase plebeya de aquella época.
Una joya hallada por casualidad en una librería de antiguo de Asakusa
El libro de Morisada arranca con una somera presentación personal, en la que dice haber nacido en Naniwa (otra forma de llamar a Osaka), el año 7 de la era Bunka (1810) y haberse mudado a Tōbu, es decir, a Edo, en el 11 de la era Tenpō (1840), cuando tenía 31 años. Avecindado en el barrio de Fukagawa, donde llevaba una plácida vida, según él mismo cuenta, se le ocurrió escribir un libro para no desperdiciar sus días en la inactividad, por lo que, pincel en mano, se sentó a su escritorio y comenzó a recoger los más variados aspectos de la vida de la gente común con la única intención de dejar a la posteridad recuerdo de todo ello.
Estos libros de literatura de género se llamaban en la época ruisho, y hacían las veces de una enciclopedia. En los 27 años que van del inicio de su labor a 1867, Morisada escribió una primera serie de 30 tomos que complementó después con otros cinco. Sin embargo, su afanoso trabajo no llegó nunca a conocimiento ni del bakufu o gobierno del shōgun, ni de los intelectuales, ni del pueblo llano de su época. Fue en 1901, con el país en pleno proceso de modernización, cuando una librería de libros antiguos de Asakusa (Tokio) descubrió en sus estanterías la colección autógrafa del Morisada Mankō, que vendió a la entonces Biblioteca Imperial, hoy Biblioteca Nacional de la Dieta.
El precio convenido fue de 80 yenes. Un yen de la época equivalía a unos 20.000 yenes actuales. Serían, pues, 1.600.000 yenes. La colección no estaba completa, pues de los 35 tomos faltaban el segundo y el séptimo, que actualmente siguen perdidos.
La colección reunida por la Biblioteca Imperial fue estudiada por el historiador Kōda Shigetomo, hermano menor del famoso escritor Kōda Rohan, quien se percató de su rareza y del valor. La valoración del experto fue una de las razones que llevaron a la Universidad de Kokugakuin en 1908 a reeditar la obra bajo el título de Ruijū kinsei fūzokushi. En los últimos años, se han sucedido las reediciones por parte de editoriales como Iwanami Shoten o Yūzankaku y hoy en día la obra es reconocida como una valiosa fuente de información sobre el periodo Edo.
Un talento polifacético que brilló en los negocios, la investigación y el arte
Kitagawa Morisada fue ante todo un comerciante. Aunque no se conocen demasiados detalles de su vida, él mismo aclara en Morisada Mankō que su verdadero apellido era Ishihara, y que había sido adoptado por la familia de comerciantes Kitagawa para asegurarse un sucesor al frente del negocio. En uno de los cinco tomos que complementan la citada obra, se dice también que los Kitagawa eran mayoristas de azúcar. Debieron de ser muy prósperos. Morisada vivió los años de Bakumatsu (1854-1867), fase final del periodo Edo, una época en que el azúcar, junto a la salsa de soja y al katsuobushi (bonito seco) se utilizaban con profusión en muchas recetas de cocina, y el azúcar era usado en particular como ingrediente para conseguir el intenso sabor propio de Edo.
El historiador Tanno Akira analiza así la figura de Morisada:
“En primer lugar, fue un comerciante sensato y de pulso firme. Además, su estilo no era el de una persona de talento agresivo, sino más bien el de un hombre de negocios de gran curiosidad, que hallaba un especial placer y se sentía feliz estudiando sus temas favoritos. En segundo lugar, es evidente que tuvo una disposición natural para la investigación, pues era racional y metódico, y lo demuestra en muchos detalles, como por ejemplo en el hecho de que siempre dejase espacios en blanco entre sus artículos para poder hacer añadidos posteriores”.
Por su entusiasmo investigador y su mente racional, podríamos compararlo a nuestro contemporáneo Tachibana Takashi, apodado “el gigante del saber”. Por la curiosidad y espíritu de aventura que mostró como hombre de negocios, la comparación más válida sería con el fundador de Honda, Honda Sōichirō. Morisada sería una fusión de esos dos talentos. La imagen precedente, que muestra con todo lujo de detalles las diferencias en el peinado y en el vestir de dos mujeres de la clase popular, prueba que, además, Morisada estaba bien dotado para el dibujo. El texto es igualmente pormenorizado.
Transmisor de interesantes diferencias entre áreas urbanas
Muchas de las páginas de Morisada Mankō comparan la moda, costumbres y otros aspectos del área Kioto-Osaka con los de Edo. Como se ha dicho, Morisada nació en Osaka y, aunque desde los 31 años residió durante algunos periodos en Edo para atender sus negocios, parece ser que Osaka siguió siendo su domicilio principal y plataforma de actividades. Fue por tanto un hombre de Osaka que contempló siempre Edo y su cultura con ojos de visitante.
Aunque Edo experimentó un desarrollo fulgurante como capital de facto de Japón desde que Tokugawa Ieyasu estableció allí su gobierno en 1603, hasta esas fechas el corazón político y cultural de Japón había estado en Kioto, siendo Osaka el centro económico por excelencia. Visto desde estas dos últimas ciudades, Edo no dejaba de ser una ciudad de la entonces todavía marginal región de Kantō. La rivalidad entre estas dos zonas se prolongó a lo largo de los cerca de 260 años del periodo Edo.
La falta de sintonía entre Kamigata (Kioto-Osaka) y Edo se manifestaba en muchos detalles. Por ejemplo, en todo el país se utilizaba el ken como medida de longitud, pero mientras que en Edo equivalía a 1,74 metros, en Kamigata equivalía a 1,91 metros. Por cierto, se cree que el menor valor del ken de Edo fue una concesión a la “autoridad moral” de su contraparte. De la longitud del ken se derivaba la del tatami (estera), y también aquí se hacía sentir esa autoridad, pues el tatami de Kamigata se llamaba kyōma (“tatami capitalino”), mientras que el de Edo recibía el nombre de inakama (“tatami rústico”). En Kamigata, a las cosas de Edo se les concedía un valor puramente local y esta actitud nunca fue abandonada. Ante esto, Edo optó por desarrollar desacomplejadamente una cultura propia. Las ilustraciones que aparecen a continuación, salidas también del pincel Morisada, son un buen ejemplo de las diferencias visibles entre Kioto y Edo en la forma y disposición de las casas y tiendas.
Imaginamos que el estilo de Edo debió de producir un cierto “shock cultural” a alguien como Morisada, acostumbrado al estilo de Kansai. Y no eran solo la utilización del espacio o las características de los edificios. Las diferencias afectaban también al habla, a las costumbres, a las formas de vida, al vestido, a la alimentación, a los gustos y aficiones... Pero Morisada evitó siempre hacer juicios de valor y establecer jerarquías. Se esforzó por exponer objetivamente las diferencias con el mayor rigor para, como él mismo dice, “dejar a la posteridad” recuerdo de ellas.
También cuando habla de la estética femenina, como en el caso de los peinados y sus accesorios que citábamos antes, comenta escuetamente que las modas varían y no hay modelos permanentes. Morisada siempre presenta las tendencias y los valores como cuestiones contingentes y no jerarquizables. La cultura es fluctuante y precisamente por eso hay que evitar los choques, conocerse y respetarse. Ese es su ideario.
“Hubo en Osaka un popular escritor de obras para kabuki y kyōgen”, continúa el citado Tanno, “ocho años mayor que Morisada, llamado Nishizawa Ippō. Nishizawa visitó Edo en la misma época que Morisada y escribió la pieza Kōto gosui (publicada en 1850) sobre las diferencias entre Kioto, Osaka y Edo. Morisada conoció a Ippō en Edo y los planteamientos e intenciones de este como escritor de piezas teatrales pudieron tener alguna influencia sobre él, pero el libro de Morisada precedió en 10 años a la obra de Ippō, que toma el estilo de un ligero reportaje, mientras que el de Morisada, por la precisión y objetividad de sus textos y sus abundantes dibujos, tiene aires de verdadera enciclopedia ilustrada”.
Morisada dejó la pluma en 1867, influido quizás por la deriva tomada por los acontecimientos a raíz de la llegada en 1853 de los barcos del comodoro norteamericano Matthew C. Perry. Sabemos que le preocupaba que estallase una guerra entre el gobierno del shōgun y los Estados Unidos.
“En el Morisada Mankō” sostiene Tanno, “se siente el cariño del autor hacia las clases populares, a las que, en muchos artículos sobre oficios o alimentos, retrata acarreando pescado o verduras con sus varas de cestas al hombro, haciendo referencias también al sushi, al soba (fideos de alforfón), etc. Pero a la llegada de Perry sucedieron más de 10 años de grandes tumultos e inestabilidad social, que posiblemente le impidieron seguir escribiendo”.
Con la era Meiji (1868-1912), las viejas costumbres de Edo y su cultura popular, que tanto había amado Morisada, fueron sucumbiendo bajo la imparable ola de la occidentalización. Quizás, la penetración de la cultura extranjera resultara difícil de aceptar incluso para una persona tan tolerante hacia lo diferente como fue Morisada. En todo caso, nada sabemos sobre él a partir de estos años.
Fotografías del encabezado y texto: Colección de la Biblioteca Nacional de la Dieta.
Bibliografía: Kinsei fūzokushi: Morisada Mankō (“Revista de costumbres de la edad moderna: Morisada Mankō”; Iwanami Bunko). Morisada Mankō zuhan shūsei (“La colección ilustrada Morisada Mankō”; Yūzankaku).