La sorprendente relación entre el baño y la longevidad
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La bañera: un lugar para calentar el cuerpo y relajarse
La mayoría de los japoneses se baña todos los días. Hay países en los que la gente dice que se ha “bañado” aunque solo haya tomado una ducha. Pero en Japón, bañarse es algo más: implica siempre haberse metido en la tina de agua caliente. En los países occidentales, solo cerca del 10 % de la gente se baña, mientras que en Japón, según algunos estudios, lo hace entre el 70 % y el 80 %, porcentaje que sube a más del 90 % en los hogares con niños. Dado que solo un 10 % de los japoneses se conforma con la ducha y prescinde completamente de la bañera durante todo el año, podemos decir que casi todos los japoneses siguen esta costumbre.
El cuarto de baño que la mayoría de los japoneses tiene instalado en su casa está dividido en dos partes: una bañera suficientemente profunda y, a su lado, un espacio holgado para lavarse. El retrete está ubicado siempre en otro compartimento totalmente separado del baño. A la bañera se pasa una vez que todo el cuerpo ha sido enjabonado y está ya bien aclarado, todo lo cual se hace en el espacio contiguo. Al sumergirse en el agua, el cuerpo está ya totalmente limpio, así que el agua no se ensucia y, por lo general, todos los miembros de la familia pueden bañarse, uno tras otro, sin necesidad de renovarla. Algunos extranjeros entienden que eso de bañarse todos en la misma agua es poco higiénico, pero esa idea no es acertada. En Japón, la bañera no es para lavar el cuerpo, sino solo para calentarlo y relajarse. Los niños pequeños suelen bañarse junto a su padre o a su madre, entablándose una bonita comunicación táctil entre los cuerpos desnudos.
Hasta donde llegan mis conocimientos, en todo el mundo no puede encontrarse otro país en el que la práctica totalidad de la gente se bañe de este modo todos los días. Yo he dedicado 20 años al estudio e investigación, desde una perspectiva médica, de la costumbre cotidiana de bañarse en tina. Los investigadores del mundo publican cada año un gran número de estudios sobre los efectos que tienen sobre la salud aspectos de nuestra vida como el ejercicio físico, la alimentación o el sueño. Sin embargo, apenas tenemos noticia de que se hagan estudios sobre los efectos del baño, una prueba más de que en el extranjero apenas existe tal costumbre.
Un hábito que solo podía haber nacido en una “potencia termal”
En Japón, el baño recibe comúnmente el nombre de o-furo. Siendo tan estrecha y cotidiana la relación con el o-furo, no es de extrañar que en una encuesta realizada por la agencia de noticias Jiji en 2004 se hallase que entre un 80 % y un 90 % de los japoneses gustan de bañarse. Pero esta preferencia nacional por el baño nunca hubiera existido de no haber sido por el entorno natural del país, que es extraordinariamente pródigo en fuentes termales, lo que ha permitido surtir las bañeras con generosidad. Se calcula que Japón, que no destaca precisamente por su extensión territorial, tiene unos 27.000 manantiales localizados de agua caliente. En Occidente, un país termalmente rico puede tener, digamos, del orden de 200 manantiales. Las cifras hablan por sí solas. Esto ha hecho posible que desde la antigüedad en Japón resultase fácil conseguir agua caliente para alimentar las tinas. El libro histórico Nihon Shoki, escrito hace cerca de 1.300 años, refiere ya que el Emperador tomaba baños termales. En nuestros días, para obtener agua caliente basta con abrir un grifo, pero tales comodidades apenas tienen algunos decenios de historia. En otras épocas, en los países menos ricos en aguas termales no era fácil preparar el baño y probablemente sea esa la razón de que la costumbre no arraigase en el pueblo.
En el gusto por el baño de los japoneses parece distinguirse también un trasfondo religioso. Los japoneses han sido tradicionalmente budistas y dentro de esta religión se practica el seyoku, una forma de caridad consistente en prestar el baño al necesitado de él. De hecho, el baño más antiguo que se conserva en Japón es el situado en el templo budista de Tōdaiji (Nara), famoso por su gran estatua de Buda. Hay incluso sutras que pregonan las virtudes salvíficas del o-furo y es muy posible que todo ello haya contribuido a que se extendiese una imagen moralmente buena del mismo y a que la costumbre se transmitiera sin interrupción.
Previene la necesidad de cuidados en la tercera edad y aminora riesgos cardiacos
Fuertemente arraigado en Japón, el o-furo ha obrado también efectos medicinales que han quedado de relieve en los últimos años. En un estudio que realicé junto a la Universidad de Chiba y publiqué en 2018, hicimos un seguimiento de la salud de 14.000 ancianos durante tres años y llegamos a la conclusión de que el riesgo de necesitar cuidados en la ancianidad se reduce un 30 % aproximadamente entre quienes se bañan todos los días con respecto a quienes no lo hacen o lo hacen solo una o dos veces a la semana. Sin necesidad de hacer exigentes ejercicios musculares, con solo bañarse plácidamente es posible prevenir la dependencia a edades avanzadas. Nuestro estudio puso de manifiesto que los efectos del o-furo sobre la salud superan con creces lo que se pensaba.
Un seguimiento todavía más amplio se hizo en un estudio publicado en 2020 por un equipo de investigación de la Universidad de Osaka. En este caso fueron 30.000 las personas monitorizadas durante un periodo de cerca de 20 años. El estudio epidemiológico reveló que quienes acostumbran bañarse todos los días ven reducido su riesgo de sufrir cardiopatías y accidentes cerebrovasculares en un 30 % con respecto a quienes no lo hacen o lo hacen solo una o dos veces a la semana. Se afianza, pues, la idea de que bañarse es uno de los factores que alargan la vida y mejoran la salud.
Mejor circulación sanguínea, mayor relax físico y mental
Entre los efectos médicos del baño tenemos el hipertérmico, el de flotación y el de presión hidrostática. Lógicamente, un efecto más sería el de limpiar el cuerpo, pero este lo ofrece también la ducha. Los tres anteriores solo se consiguen en la bañera.
El efecto hipertérmico se logra al calentarse el cuerpo inmerso en agua caliente. Se necesita para ello que el agua esté a 38 o más grados. El cuerpo sumergido en agua caliente se calienta y los vasos sanguíneos se dilatan, mejorando así la circulación. La sangre transporta oxígeno y nutrientes a las células del organismo, cuyo número se calcula en 37 billones, y retira el dióxido de carbono innecesario y el material de desecho. Se cree que la sensación de descanso y ligereza que tenemos al salir del baño se debe a la mejora de la circulación sanguínea.
Además, el efecto hipertérmico alivia el dolor físico. Calentando moderadamente el cuerpo puede controlarse la hipersensibilidad nerviosa y esto supone una mejora sobre dolores crónicos como los que afectan a las caderas o a la zona de los hombros, por rigidez. Los ligamentos que rodean las articulaciones están formados principalmente por colágenos y otras proteínas, cuya flexibilidad aumenta al ser calentado el cuerpo, teniendo un efecto reblandecedor sobre la articulación y aliviando los dolores de estas zonas, pero el efecto flexibilizador se extiende al conjunto del organismo. Cuando el baño se toma una o dos horas antes de acostarse, se consigue mejorar asimismo la calidad del sueño, según han revelado diversos estudios.
Pero no ha de pensarse que a una mayor temperatura del agua corresponden mejores efectos. Se han hecho numerosos experimentos sobre japoneses que indican que a partir de los 42º el agua estimula muy fuertemente el sistema nervioso simpático, una de las ramas del sistema nervioso autónomo. Los nervios simpáticos se encargan de las respuestas de lucha y huida ante los estímulos externos y son los responsables de que los latidos del corazón se aceleren, la presión arterial suba y los músculos se tensen. No es la reacción que desearíamos obtener cuando nos metemos en la bañera con la intención de librarnos del cansancio y relajarnos. Por el contrario, cuando el agua del baño está a 40 o menos grados, el que se estimula es el sistema parasimpático. Esto destensa el cuerpo y produce relax. Sería aconsejable, pues, bañarse con el agua a 40º. Hay que tener en cuenta, de todos modos, que al parecer entre japoneses y occidentales podría haber unos dos o tres grados de diferencia en la sensación de calor, así que esos 40º podrían resultar excesivos para estos.
El efecto de flotación queda perfectamente explicado por su propio nombre. Sumergiéndonos hasta los hombros conseguimos que nuestro cuerpo se aligere hasta una décima parte de su peso real. 60 kilos pueden sostenerse como si fueran seis. Los músculos lo notan enseguida y se logra un gran efecto de relax.
La presión hidrostática tiene un efecto compresor sobre el organismo. La sangre venosa congestionada regresa al corazón y con la mejora de la circulación se aligeran la hinchazón y sensación de pesadez.
¿Cuál es el método de baño que ofrece mayores ventajas para la salud? Básicamente, bañarse a 40º durante 10 minutos con el agua hasta los hombros. El sudor de la frente es un buen indicativo de que el cuerpo se ha calentado lo suficiente. No hay que complicarse. En esta época de coronavirus y de tanto estrés, llenemos bien nuestra bañera de agua caliente y regalémonos al menos con unos minutos de relax.
Fotografía del encabezado: PIXTA.