¿Por qué siempre debe haber humoristas en los programas de variedades?
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De entre 6.000, apenas un puñado vende
El concurso M1 Gran Prix, que transmitió en directo TV Asahi el 22 de diciembre de 2019, terminó con una holgada victoria de los casi desconocidos “Milk Boy”, que fueron capaces de vencer a los veteranos ganadores de anteriores ediciones. Con esa única noche de reconocimiento a nivel nacional, es muy posible que el duo cómico pase a convertirse, en su calidad de “chicos cenicienta”, en una figura favorita de los medios.
En Japón son muchos los jóvenes humoristas que mantienen el llamado “sueño japonés” y trabajan duro a diario para crear sus propios temas cómicos. Una gran cantidad de ellos, en realidad, termina por llamar a las puertas de Yoshimoto Sōgō Geinō Gakuin, una escuela de formación de artistas administrada por la corporación Yoshimoto Kōgyō, la más grande de la industria. El motivo es obvio: en el mundo de espectáculo, en el que tienen mucho peso la apariencia, las habilidades de canto y actuación, y, además, la influencia de los padres que puedan estar en el sector, la sección de la comedia, en la que uno puede saltar a la fama solo si es divertido, abunda en posibilidades.
Sin embargo, hay más de 6.000 comediantes en Yoshimoto, y lo cierto es que tan solo unas pocas docenas logran vender realmente. En otras palabras, ganarse el pan con el humor es bastante difícil.
La risa es una expresión emocional muy familiar para el ser humano. En cuanto se reúnen algunas personas, enseguida nace la risa. Pero hay condiciones para que se produzca. En primer lugar, es necesario que se dé algo antinatural, falto de sentido común; y lo que lo provoca debe ser algo con lo que estemos familiarizados. Además, ese elemento antinatural no es algo que tiene que ver con nosotros, y la risa nace únicamente cuando logramos por fin liberar la mente de esa antinaturalidad. Lo que percibimos como antinatural varía de persona a persona, y también varía lo que consideramos familiar, o lo que tiene que ver con nosotros. La risa es, pues, algo altamente individual. Por lo tanto, para que el humor se pueda convertir en negocio debe cumplir todas esas condiciones ante un gran número de personas. Solo aquellos que destacan en estas habilidades especiales pueden tener éxito en el mundo de la comedia.
El M1 Gran Prix mencionado al comienzo es una ocasión para competir con estas habilidades, pero cuando se consideran las condiciones que conducen al humor, resultan obvias las diferencias entre este tipo de concursos y, por ejemplo, una competición deportiva o artística. Para que una de estas competiciones funcione debe, en primer lugar, garantizarse una cierta homogeneidad en el contenido con el que se competirá, así como claridad en los criterios de evaluación. No se pueden comparar cosas diferentes, y unos estándares ambiguos de evaluación pueden causar injusticias. Sería casi imposible cumplir con estos requisitos en un concurso de comedia transmitido por televisión. Si se estableciera un tema común para facilitar dicha comparación, el público y los espectadores, que escucharían contenidos similares una y otra vez, sin duda se aburrirían. Además, en caso de que la historia o tema resultara tan avanzado que se hiciera difícil reconocer la mencionada antinaturalidad, la evaluación variaría según cada juez, y terminarían decidiendo sobre sus gustos. Los tres finalistas del M1 Gran Prix del año pasado dieron la impresión de haber alcanzado ya un cierto nivel artístico, porque todas las técnicas que utilizaron para contar sus historias están ya establecidas. Es lógico considerar que, al final, fue la familiaridad hacia los artistas la que decidió el resultado del concurso.
Ingenio y buenas dotes de observación
Los artistas que se hacen famosos a través de estos programas de comedia expanden gradualmente su terreno de acción. Katō Kōji, por ejemplo, conocido humorista del duo de manzai Gokuraku Tonbo, ha ejercido de maestro de ceremonias para Sukkiri!!, programa wideshow (tipo de programa en el que famosos y tarentos hablan de su vida cotidiana y de noticias diversas) de Nippon TV, durante muchos años. El duo Bakushō Mondai ha trabajado en Sunday Japon y Bakuhō! THE Friday (ambos de TBS Television), y otros programas, ninguno de ellos de humor. En Viking! (Fuji TV), programa de actualidad, participan a menudo diversos comediantes, pero siempre a título personal, y no como humoristas. El duo Hakata Hanamaru-Daikichi ya se ha convertido en la “cara de la mañana” de NHK, como presentadores para el programa Asaichi.
La razón por la que las cosas son como son hoy día hay que buscarla en las peculiaridades de la comedia en Japón. Para que un artista se haga famoso a nivel nacional resulta indispensable que aparezca en televisión. Sin embargo, en los programas de televisión, vistos por un gran número no especificado de personas, existen estrictos códigos a los que atenerse. No se permiten las palabras vulgares ni el lenguaje discriminatorio, ni se puede insultar a nadie. En los últimos años, las bromas con las que se critica al Gobierno son también tabú. Para los artistas que descubren la antinaturalidad presente en el mundo y la convierten en humor para dárselo al público, la presencia de este tipo de códigos es una fuerte restricción sobre su proceso creativo. Por ejemplo, uno de los escenarios cómicos creados por FEC, una asociación de artistas afincada en Okinawa, titulado “La base americana del humor”, retrata con ironía la gran dependencia que muestra el sistema de defensa japonés hacia Okinawa, pero no se emite por televisión, y en el DVD que se vende pueden escucharse pitidos de censura en varios lugares. Otro ejemplo es Matsumoto Hiro, un artista de Kagoshima, famoso por sus gags sobre el artículo 9 de la Constitución, pero jamás visto en televisión. Un artista debe “saber comportarse” para llegar a ser alguien, podríamos decir.
En general lo antinatural se da en situaciones en las que la gente no se comporta demasiado bien, por lo que los artistas activos en Japón deben cada día enfrentarse al difícil reto de cómo extraer la antinaturalidad de la naturalidad aparente. Para ello se requiere una vista aguda y mucho ingenio: si miran los fenómenos de este mundo con los mismos ojos con que lo hace la gente común, no podrán encontrar esa antinaturalidad ni crear historias cómicas que hagan reír al público. Esta habilidad es especialmente necesaria para el wideshow y los programas de variedades. Este tipo de programas tratan la actualidad, pero a diferencia de los debates más serios y los programas de noticias, no existe en ellos la necesidad de profundizar demasiado, y los espectadores no quieren en general usar tanto la cabeza. Es por eso que, cuando un invitado se anima hasta cierto punto, hablando de un tema, resulta necesario pasar a otro tema. Sin embargo, cortar de forma indiscriminada un tema que se está hablando puede hacer que el programa parezca poco serio. En esos casos resulta útil contar con humoristas, los maestros en sacarle la risa al público con ingenio en los temas más difíciles de tratar.
La risa no se enfrenta a la antinaturalidad del mundo, ni trata tampoco de solucionarla. La acepta, la ridiculiza y, finalmente, la libera del corazón con un “Bueno, vale”. Este enfoque resulta una salvación para todos aquellos que consideran los programas de televisión como simple entretenimiento. Esta necesidad del público existe como trasfondo en las actividades mismas de los comediantes.
El trabajo de un humorista, imposible para una inteligencia artificial
Algunas personas se preocupan por la idea de que los seres humanos nos veamos reemplazados por inteligencias artificiales en muchas actividades que realizamos normalmente, a medida que la tecnología avance en el futuro. ¿Podrá realmente una IA hacer el trabajo de un comediante? En octubre de 2018 la NHK transmitió un programa experimental llamado AI ikusei owarai battoru - shishō tai deshi (Batalla de humor para enseñar a una IA - maestro contra discípulo), en el que un humorista hacía el papel de maestro y educaba a su discípulo: una inteligencia artificial. El maestro preparaba una historia con la IA, y esta aprendía a hacer gags basados en ella. El resultado fue un éxito razonable, y la inteligencia artificial fue capaz de proporcionar un cierto grado de humor para el tema elegido.
Sin embargo, si alguien me pregunta si una IA puede aprender las habilidades reales de un artista más allá de ese punto, yo soy de la opinión de que los obstáculos siguen siendo demasiado altos. Para poder crear humor verdadero uno debe descubrir la antinaturalidad ya mencionada, y tener una cierta familiaridad con lo creado. No importa cuán divertido sea un chiste, si no sentimos familiaridad hacia la persona que lo cuenta no nos reiremos. Los psicólogos han demostrado que, si bien no tendemos a sentir familiaridad hacia una fría máquina, tampoco lo haremos respecto a un robot diseñado para parecerse a un humano. Por lo tanto, incluso si la IA llega a desempeñar un papel activo en la industria del humor, será, en el mejor de los casos, como referencia para crear historias. Cómo y dónde hablar depende de las habilidades del artista. Considerando la complejidad del mecanismo mismo de la risa, no es probable que disminuya en el futuro el número de espacios donde actúan los humoristas de carne y hueso.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: duo masculino conocido como Milk Boy que ganó el M1 Gran Prix de 2019 (imagen por cortesía de Yoshimoto Kōgyō Co., Ltd.)