Cuenta atrás para la Copa Mundial de Rugby
La selección japonesa de rugby: luchando por Japón desde la diversidad
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La Copa del Mundo de Rugby 2015 tuvo lugar en Inglaterra. Un día después de que Japón dejase al mundo boquiabierto con una arrolladora victoria sobre Suráfrica, el jugador Gorōmaru Ayumu, héroe de la hazaña con 24 puntos en el partido, publicó un mensaje en Twitter que se convirtió en tendencia: “Ahora que el rugby está en boga, es el momento de dar visibilidad también a los jugadores extranjeros del equipo japonés. Son compañeros excelentes que han elegido luchar por Japón en lugar de por su país natal. Tienen otras nacionalidades, pero defienden a Japón. Eso es el rugby”.
Michael Leitch, que capitaneó el equipo japonés en el mundial de Inglaterra, nació en Nueva Zelanda y se trasladó a Japón a los 15 años. Tras estudiar en el instituto de bachillerato Yamanote de Sapporo y en la Universidad de Tōkai, entró a trabajar en Toshiba y obtuvo la nacionalidad nipona. También originario de Nueva Zelanda, Karne Hesketh, que logró dar la vuelta al marcador con una jugada impresionante en el partido de 2015 contra Suráfrica, decidió ir a Japón al no alcanzar su sueño de entrar en la selección de su país. Hesketh se curtió en el Sanix de Fukuoka durante cinco años y se convirtió en una revelación tan solo un año después de pasar a formar parte de la selección japonesa.
Los jugadores extranjeros de la selección no recibieron ningún trato especial por el hecho de proceder de otros países. El exentrenador jefe Eddie Jones les impuso exactamente la misma rutina de entreno que a los japoneses, compuesta de cuatro duras sesiones diarias, la primera de las cuales empezaba a las 5 de la mañana.
“Eddie presiona al equipo con sus palabras, que se clavan mucho más hondo en los jugadores nativos de inglés que en los japoneses, que las reciben a través de un intérprete”, comentó el japonés Ono Kōsei, que domina el inglés porque a los 5 años se mudó a Nueva Zelanda.
Por qué hay jugadores extranjeros que visten el uniforme japonés
A diferencia de lo que sucede en el fútbol o en las olimpiadas, en el mundial de rugby no es necesario poseer la nacionalidad de un país para jugar con su selección.
Concretamente, para jugar en una selección nacional de rugby, basta con no haber jugado ningún partido oficial con la selección de otro país ni con ninguno de los equipos casi nacionales, y además cumplir una de las dos condiciones siguientes: que el jugador, uno de sus padres o uno de sus abuelos haya nacido en el país en cuestión, o bien haber residido allí durante más de tres años. Por eso en el rugby personas de distinto aspecto y procedencia pueden ponerse un mismo uniforme, lucir un mismo escudo y cantar un mismo himno juntas.
Leitch habla así del valor de jugar con Japón: “En adelante Japón tiene que construir su sociedad junto con las personas que lleguen de otros países. Creo que la selección de rugby puede convertirse en un buen ejemplo para la sociedad japonesa, que podemos emitir un mensaje positivo al respecto”.
En otros deportes también hay jugadores que han jugado y ganado trofeos con la selección nipona, pero nacieron y se criaron en otros países o bien tienen padre o madre extranjero. La diversidad de nacionalidades y culturas del rugby en Japón, sin embargo, destaca sobre la de las demás disciplinas.
En el campamento de entrenamiento intensivo de la selección japonesa en Miyazaki, que finalizó el 17 de julio de 2019, también participaron jugadores de distintas procedencias, como el surcoreano Koo Ji-won y los surafricanos Wimpie van der Walt, Grant Hattingh y Pieter Labuschagné. Hendrik Tui, natural de Nueva Zelanda y graduado por la Universidad Teikyō, y Timothy Lafaele, que nació en Samoa, se mudó a Nueva Zelanda a los 4 años y se graduó en la Universidad Yamanashi Gakuin, tienen la nacionalidad japonesa. También se han nacionalizado Uwe Helu, originario de Tonga y graduado en la Universidad de Takushoku, y Samuela Anise, nacido en Fiyi.
En la selección nipona también hay jugadores que desarrollaron sus carreras profesionales en distintos países antes de llegar a Japón. Lomano Lemeki nació en Nueva Zelanda, en el seno de una familia procedente de Tonga, se crio en Australia y llegó a Japón para jugar como profesional. Luego se casó con una japonesa y obtuvo el pasaporte nipón. Los padres de William Tupou también son de Tonga, pero él nació en Nueva Zelanda. Jugó en Australia, donde los equipos de rugby son de 13 jugadores en lugar de 15, y participó también en la selección de Tonga, donde también se juega con 13 jugadores.
Veinte de los cuarenta y un jugadores que se reunieron para el campamento de entrenamiento intensivo en Miyazaki, que arrancó el 9 de junio, nacieron fuera de Japón. Unos crecieron en Japón y otros eligieron dicho país como su residencia permanente. Unos han obtenido la nacionalidad nipona y otros no. Sin embargo, esas diferencias no conllevan distinciones dentro del equipo, donde todos son compañeros. La selección nipona de rugby encarna verdaderamente la diversidad.
Las tres opciones que trajeron de cabeza al capitán del equipo
Leitch, que es la columna vertebral de equipo, presenta unos orígenes muy diversos: el padre es neozelandés descendiente de inmigrantes escoceses, la madre nació en Fiyi y emigró a Nueva Zelanda, mientras que él decidió marcharse a estudiar a Japón a los 15 años.
“Cuando vivía en Nueva Zelanda, entrené con jugadores que venían de Japón para aprender y me sorprendió lo buenísimos que eran. Por eso me entraron ganas de jugar al rugby en Japón”, explica el jugador.
El neozelandés era un adolescente delgaducho que seguramente no podía competir en fuerza y potencia físicas como requería el rugby de su país. Su interés por Japón se disparó al encontrarse con jugadores de su misma edad que eran “increíblemente buenos” a pesar de poseer un físico pequeño. No vino porque tuviera que “conformarse con un país con un nivel bajo de rugby”.
El actual capitán de la selección llegó a Japón para estudiar en el instituto de bachillerato Yamanote de Sapporo, por recomendación de una amistad que había pasado la infancia aquí. Se curtió físicamente mediante el entreno constante y una dieta rica; su familia de acogida tenía un restaurante de sushi, por lo que nunca le faltó pescado fresco, y todas las noches antes de acostarse se zampaba una hogaza de pan de molde entera bien untada con mantequilla. Tras mucho entreno sobre campo de tierra —algo que nunca había visto en Nueva Zelanda— e incontables heridas, logró desarrollar un físico y una técnica sólidos, además de un tenaz espíritu de lucha.
Con todo, hubo una época en que Leitch dudó sobre qué país debía representar en los mundiales de rugby. Se le planteaban tres opciones: su Nueva Zelanda natal, la tierra ancestral de su madre, Fiyi, o el país donde residía, Japón.
“Tenía un conflicto interno porque no me sentía ni del todo neozelandés ni del todo de Fiyi. En Japón me consideraban extranjero, pero si volvía a Nueva Zelanda, también me iban a ver así, en parte. No encajaba en ningún lugar”, cuenta.
Leitch no hallaba un motivo sólido para decantarse por ninguna de las opciones, pero se decidió por Japón porque era donde se había formado como jugador.
Habilidades para encajar en el rugby japonés
Lo que acabamos de explicar guarda relación con el hecho de que Leitch, a pesar de las dudas que albergó, terminase liderando el equipo. A la vez que se muestra respetuosa con la diversidad de nacionalidades y culturas de sus jugadores, la selección de Japón es, al fin y al cabo, un equipo genuinamente nipón.
Pongamos como ejemplo a Wimpie van der Walt, nacido en Suráfrica. Sus 188 centímetros de estatura lo convierten en un jugador alto en Japón, pero bajito entre los gigantes de su país natal. Los puntos fuertes que en Suráfrica no eran apreciados —rapidez para recuperar el balón del suelo, fortaleza mental para efectuar repetidos contactos y placajes desde una posición baja— hallaron buena acogida precisamente en Japón, donde no se busca dominar al contrario con el volumen corporal, sino superar la desventaja de la altura para ganar.
La selección japonesa actual está repleta de historias como la de van der Walt. Con quince posiciones, cada una con una función distinta, el rugby da lugar a que caracteres muy variados puedan brillar en el campo.
Leitch suele decirle a su hija de cinco años que lo diferente es bueno: “Hacer lo mismo que todos no tiene por qué ser bueno. Intentar cosas distintas está bien. Hazlo y no te preocupes”.
El capitán no se refiere a la diferencia entre extranjeros y japoneses. Todas las personas tienen un carácter propio. No podemos ser todos iguales; es necesario que haya personas con distintos puntos de vista. Cuando nos quedamos encallados con una forma de proceder, una idea nueva lleva a una nueva solución que abre paso a una nueva era. Si un enfoque distinto se combina con una idea distinta, puede que encuentren una forma de superar dificultades que antes parecían inabordables. Ese es el valor intrínseco de la diversidad.
En el mundial de rugby de 2019, cuando los jugadores con el uniforme de Japón unan sus fuerzas para enfrentarse a los mejores equipos del mundo, este valor saldrá sin duda a la luz.
Fotografía del encabezado: Michael Leitch (centro) en el partido de prueba que tuvo lugar en el estadio de Twickenham en noviembre de 2018. Japón perdió ante el equipo inglés por 15 puntos ante 35.
Fotografía: Ōtomo Nobuhiko