Nakamura Takanosuke, un todoterreno del kabuki que busca en la innovación la esencia de lo clásico
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El kabuki en la sangre
En el mundo del kabuki, la interpretación es un arte que se transmite de padre a hijo, o de maestro a discípulo. Takanosuke tuvo por padre al gran Nakamura Tomijūrō V. Designado en 1994 tesoro nacional viviente (ningen kokuhō), era un actor muy completo que cautivaba al espectador con su destreza en el recitado y magistrales danzas clásicas. El nacimiento de su hijo Takanosuke le llegó en 1999, cuando contaba 69 años.
“De pequeño, no recibí de mi padre instrucciones concretas sobre la forma de interpretar”, rememora Takanosuke. “Ensayábamos las danzas, pero, siguiendo la teoría del Fūshikaden (clásico que expone la teoría del kabuki) de Zeami, mi padre entendía que lo que tuviera que enseñarme me lo enseñaría cuando cumpliese los 14 años. Hasta esa edad, él quería que me criara a mis anchas como cualquier niño, porque para él, lo esencial era que el kabuki me gustase. Siguió esa política”.
En el kabuki el nombre artístico individual o myōseki y el yagō, que es el de la escuela o casa de procedencia, se transmiten de generación en generación. Aquí, por principio todo se hereda, y uno se convierte en lo que fueron su padre y su abuelo. Atravesando determinadas etapas, el myōseki va subiendo de categoría hasta llegar a su punto máximo. Además del nombre, se heredan también las actuaciones y papeles en los que han destacado los antecesores.
Nakamura Takanosuke debutó con este nombre a los seis años, interpretando al mítico Ushiwakamaru (sobrenombre juvenil de Minamono no Yoshitsune) en el Kabukiza de Ginza (Tokio). “Nuestro yagō, Tennōjiya, se deriva del templo de Shitennōji, de Osaka. El nombre que me puso mi padre, Takanosuke, está inspirado en las leyendas sobre taka [nombre genérico de rapaces como el azor o el gavilán] que se han guardado en ese templo, y en nuesto kamon [insignia familiar], que muestra ocho plumas de taka en disposición radial”.
Su padre confiaba en transferir su nombre, Tomijūrō, a su hijo, cuando este cumpliera los 20, aunque sabía que para ello él tendría que llegar a los 90. Junto con dicho nombre, le transmitiría también los bailes del drama Kyōganoko musume Dōjōji. Desgraciadamente, Tomijūrō murió en 2011, a los 81 años.
“Como al morir mi padre yo solo tenía 11 años, me quedé sin saber qué instrucciones concretas quería darme para esa obra. Para un actor de kabuki, el principal maestro es siempre el padre. Habiendo perdido prematuramente a ese maestro, yo ya tenía bastante con tratar de sobrevivir en este mundo. Pero, aunque también he pasado malos tragos, el kabuki siempre ha seguido gustándome”, añade.
Actuaciones que valen por 100 ensayos
En 2013, con ocasión del segundo aniversario de la muerte de su padre, dio inicio a la reunión Shō no Kai. Tenía 14 años. Desde entonces, con la interrupción impuesta por la pandemia del nuevo coronavirus, ha seguido adelante con esta original actividad anual que en 2024 celebró su novena edición.
“Aún no tengo tantas oportunidades de actuar en obras en cartelera, pero de esta forma voy ensayando los papeles que puedo hacer según mi edad, y hacerlo mostrándolo al público, que es el objetivo de estas reuniones. En el kabuki se dice que un solo día de actuación ante el público vale más que 100 de ensayos. Los ensayos son ciertamente importantes, pero la experiencia que se gana actuando ante el público tiene un gran valor. Quería darme la oportunidad de mostrar todo lo que había venido estudiando. Suelo elegir las partes que se le daban mejor a mi padre y otras del repertorio clásico (Edo kabuki)”, explica.
Para la séptima edición de la Shō no Kai, la de 2022, Takanosuke eligió la obra Funa Benkei, una de las que hicieron famoso a su padre. Se trata de una adaptación al kabuki de una obra de teatro nō basada en la epopeya medieval Heike monogatari y otras fuentes. En 2023, volvió a interpretar esa misma obra en el Kabukiza. El investigador y crítico del kabuki Yanai Kenji, en un artículo publicado por el periódico Tōkyō Shimbun en febrero, elogió la belleza de los movimientos con que Takanosuke se desplaza por el escenario y la tensión que transmite con todas las partes de su anatomía, cualidades que, según dijo, adelantan lo mucho que cabe esperar de él cuando madure.
Takanosuke dice que ha empezado a percatarse de cómo su padre le fue preparando el camino para que se perfeccionara como actor. Cuando estaba en el primer curso de la primaria, por recomendación paterna comenzó a aprender de los shimai (actuaciones que condensan los movimientos más característicos del nō) de Katayama Yūsetsu, famoso actor de teatro nō (escuela Kanze) reconocido como tesoro nacional viviente. “Mi padre también tuvo un profesor de nō del que aprendió la forma de caminar arrastrando los pies siguiendo una línea perfectamente recta. Pero a mí, de niño, no me gustaba el nō y me preguntaba por qué tenía que hacer esas cosas”.
Ahora Takanosuke solo tiene gratitud hacia su padre. Y continúa aprendiendo del primogénito de Yūsetsu, Katayama Kurōemon X. “En las danzas del kabuki el paso es también muy importante, y así pude trabajar la correcta posición del tronco. Pero no es solo eso. Dentro del repertorio del kabuki, hay partes que son desarrollos de otras preexistentes en obras del nō y del kyōgen, géneros dramáticos con historia más larga que la del kabuki. Conocer las formas originales me llevó a redescubrir todo el encanto del kabuki y a entender cómo interpretar mejor los papeles. Siento que eso era lo que quería mi padre”.
Una fusión kyōgen-kabuki
En la novena edición de la Shō no Kai, que tuvo lugar a mediados de agosto en el Teatro nacional Nō de Tokio, Takanosuke interpretó junto al actor de kyōgen Nomura Yūki, a quien conoció por mediación de Kurōemon, la pieza “Futari Sanbasō”. Con Yūki, nacido como él en 1999, Takanosuke ha conseguido una perfecta compenetración. Los dos comparten el celo en la transmisión de las artes dramáticas en su forma clásica, pero quieren hacerlo aceptando al mismo tiempo el reto de la innovación.
El origen del sanbasō está en una danza ritual sintoísta para propiciar una buena cosecha, que quedó integrada en el kyōgen. Del kyōgen pasó al kabuki, donde se interpreta en ocasiones especiales, como funciones de presentación de nuevos actores o galas de transmisión de nombre de una generación a otra. En el kabuki, el instrumento musical por excelencia es el shamisen (cuerda), pero en esta ocasión los dos jóvenes actores bailaron al ritmo del nō-hayashi (viento y percusión), los dos con sus elegantes hakama (traje tradicional) con sus respectivas insignias familiares, pero cada cual siguiendo el estilo de baile propio de su género dramático. El mayor interés de la actuación era precisamente que el público pudiera cotejar ambos estilos.
“Danzando, se reza a los dioses. Ese es el origen del buyō [baile tradicional japonés]. Lo sentí muy profundamente al interpretar con Yūki el sanbasō. Es una danza ritual de las muy distinguidas, incluso dentro de las del kabuki. La puesta en escena incluye tramoya y maquillaje. En el nō, se prescinde de todos estos elementos y por eso se crea un ambiente de mayor sacralidad, más tenso. Es importante bailar sintiendo la energía liberada por la tierra cuando es despertada, y la forma de utilizar el cuerpo es totalmente diferente de la del kabuki. Esta actuación conjunta me ha permitido comprobar una vez más la posición que ocupa el kabuki como arte popular, y como debe interpretarse”.
En esa misma reunión, bailó también el “Bōshibari” con Onoe Sakon, siete años más joven. También en este caso la base era una historia del kyōgen, en la que Takanosuke da vida a Jirō Kaja, un sirviente al que su señor, antes de salir, inmoviliza atándole las manos a una vara pasada detrás de su cuello para evitar así que recaiga en el vicio de beberse su sake. Onoe Sakon, por su parte, interpreta el papel de otro sirviente, Tarō Kaja, a quien su señor le ha atado las manos a la espalda con el mismo propósito. Pese a este impedimento, ambos se las arreglan para sacar el sake y bebérselo, celebrando su hazaña con un “etílico” baile. Es un número humorístico que requiere grandes dotes interpretativas, y con el que los dos jóvenes actores consiguieron hacer reír al público.
Las obras nuevas como iniciación al kabuki clásico
El año pasado, Takanosuke actuó en varias obras nuevas, entre ellas Tōken ranbu: Tsuki no tsurugi enishi no kiri no ha, Kiwametsuki Indo-den Mahābhārata senki o Lupin III. “Actuando en estas obras, me he concienciado aún más de la importancia del kabuki clásico. Lo que permite hacer estas adaptaciones es haber dominado los fundamentos. Para romper los moldes, primero hay que tenerlos. Ahora que soy joven tengo que seguir estudiando los clásicos e interiorizar todos esos moldes”.
Entre ellas, Tōken Ranbu (“Baile salvaje con espadas”) sea quizás la que más atención ha recibido. Está basada en un popular juego online del que se han hecho también un anime y un musical. El tema es la lucha de los tōken danshi (personificaciones masculinas de famosas espadas históricas) contra los “revisionistas de la historia”. Takanosuke interpreta dos papeles: el del espadachín Dōdanuki Masakuni y el del bushi (guerrero) del siglo XVI Matsunaga Hisamichi. La obra ha contribuido a acercar a muchos jóvenes al mundo del kabuki.
“Más de la mitad del público eran fans del juego online. Me preocupaba qué recepción tendría nuestra obra, ya que, aunque es una creación totalmente nueva, sigue los cánones del kabuki clásico. Pero desde el primer día vi que la reacción era buena y que seguían el desarrollo con mucha atención. Esta representación ha dado pie a que mucha gente venga al kabuki clásico por primera vez. También en nuestra Shō no Kai hemos visto de pronto una mayor proporción de espectadores jóvenes”.
Takanosuke ve las nuevas obras como una puerta hacia el kabuki clásico. “Por ejemplo, es difícil que obras clásicas como Kanadehon Chūshingura, que suelen tener por tema la lealtad al señor y la venganza de la afrenta recibida, lleguen directamente al corazón de los jóvenes de hoy en día. Y es que los valores y la mentalidad que transmiten distan mucho de los actuales. Por eso, me gustaría que estas nuevas obras sirvieran como un primer acercamiento al kabuki”.
Aunque al principio el argumento o el guion puedan resultar difíciles de comprender, Takanosuke cree que muchos aspectos de gran atractivo, como la música, el vestuario, los cambios de decorado y efectos escénicos, o los propios actores, pueden servir de estímulo para despertar el interés por el kabuki. “Estoy convencido de que un arte como este, con más de 400 años de historia, tiene una gran capacidad de transmisión si el público se acerca a los escenarios”, sostiene.
Hacia lo clásico a través de lo experimental
El joven actor no cree que la herencia y transmisión de lo clásico implique cerrarse al cambio. “El kabuki es un arte vivo, que sufrió numerosas transformaciones a partir del periodo Edo (1603-1868). Hay que encontrar formas de representar el kabuki que conecten con los jóvenes de cada época. Ese es el gran reto al que nos enfrentamos”.
Su padre, Tomijūrō, participó en el vanguardista Takechi Kabuki, la novedosa representación del dramaturgo y crítico teatral Takechi Tetsuji (1912-1988), que creó un estilo experimental propio, reciclando obras clásicas. Takanosuke se muestra muy ambicioso al respecto.
“A mí me gustaría probar a hacer algo similar al Takechi Kabuki y a ese fin creo que son importantes los estímulos que podamos recibir de las nuevas historias y de nuestra colaboración con actores del mundo del kyōgen”, afirma.
Preguntado por sus objetivos a largo plazo, Takanosuke es claro: “Saber manejar los clásicos y hacerme digno de heredar el nombre de mi padre, convirtiéndome en la sexta generación de Tomijūrō. Me estoy planteando qué tipo de kabuki aspiro a hacer, y cuando llegue ese momento me gustaría haber llegado ya a una respuesta. Pero para eso tengo que afrontar muchos desafíos, ahora que soy joven”.
En noviembre, Takanosuke debutará como actor de teatro moderno en la obra Uchōten Kazoku (título español del anime: La familia excéntrica), que cuenta la historia de una familia de tanuki (Nyctereutes procyonoides, especie de perro mapache japonés) que sobrevive en la ciudad de Kioto adoptando ocasionalmente formas humanas. Y no es que el kabuki le deje demasiado tiempo libre. En diciembre participará en la función especial de presentación de nuevos actores “Kichirei kaomise kōgyō” en el teatro de kabuki Minamiza de Kioto, y el 2025 lo abrirá con la función “Shinshun Asakusa Kabuki”, considerada el bautismo de fuego de los nuevos actores, donde se medirá con actores de su generación como el citado Sakon, Nakamura Hashinosuke o Ichikawa Somegorō.
Takanosuke es ya un acreditado actor que cautiva con su presencia y figura, curtida en los shimai, una voz potente que le permite llegar con nitidez al declamar y buenas dotes de baile. Habrá que seguir con atenta mirada la evolución de este joven actor que continúa acumulando experiencia.
Fotografías: Matsuda Tadao (cortesía de Office Takaya)
(Traducido al español del original en japonés.)