Atesorando a los “países neutrales” en la política mundial
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Viendo cómo se desarrollan historias similares en Gaza
Recuerdo haber oído hablar de Hamás por primera vez en una mezquita de Rafah, en el sur de la Franja de Gaza. Era la primavera de 1988, poco tiempo después del inicio del movimiento de resistencia liderado por jóvenes palestinos en los territorios ocupados por israelíes conocido como la Primera Intifada.
Rafah también estaba bajo ocupación y me quedé en casa de un amigo palestino durante una semana para hacer entrevistas. Un niño me habló de una organización que distribuía lápices y cuadernos en las mezquitas y trataba a los enfermos.
Hamás se concentró primero en ganarse los corazones de los residentes de Gaza como organización de bienestar que proporcionaba educación y atención médica gratuitas. Esto le permitió establecer una sólida base política en oposición a la corriente principal de Al Fatah, la facción más grande de la Organización para la Liberación de Palestina que entonces representaba al pueblo palestino. Posteriormente, Hamás comenzó a reclutar gente para sus Brigadas Al-Qassam y otras unidades militares durante la década de 1990. Fue este grupo el que llevó a cabo el ataque transfronterizo contra Israel en octubre de 2023.
El campo de batalla que es Gaza se ha transformado en los últimos 30 años desde el ascenso de Hamás. En lugar de piedras y rocas, los jóvenes de Gaza están ahora armados con misiles y morteros. En lugar de balas de goma y botes de gas lacrimógeno, el ejército israelí se enfrenta a la resistencia con tanques y ataques aéreos. Sin embargo, la historia básica del conflicto de Gaza sigue siendo la misma, con los residentes despertando la opinión pública y la simpatía mundial mientras caen víctimas del abrumador poder militar de Israel.
El valioso papel de Noruega
En medio de todo esto, los Acuerdos de Oslo parecen haber caído en el olvido. La Primera Intifada terminó cuando las negociaciones secretas entre Israel y la OLP en Noruega culminaron en estos acuerdos de 1993. Además de comprometer a la OLP a reconocer el Estado de Israel y, a su vez, a que Israel reconociera a la OLP como representante del pueblo palestino, los Acuerdos de Oslo fueron también un pacto provisional que permitía un autogobierno limitado para los palestinos.
Recuerdo todo el esfuerzo realizado por funcionarios, académicos y facilitadores noruegos como el viceministro de Asuntos Exteriores Jan Egeland, Mona Juul y su marido, Terje Rød-Larsen. No se habría podido alcanzar ningún acuerdo sin la paciencia de Noruega como anfitrión de las conversaciones. El entorno internacional que sentó a la mesa a las dos partes enfrentadas y produjo este acuerdo fue sin duda algo extraordinario.
Sin embargo, tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, el mundo se ha dividido cada vez más entre un “bando democrático”, formado por Estados Unidos, Europa y Japón, por un lado, y un “bando autoritario”, construido en torno a China y Rusia, por otro.
Tras la Segunda Guerra Mundial, unos países europeos decidieron permanecer neutrales y no unirse ni a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, liderada por Estados Unidos, ni al Pacto de Varsovia, liderado por la Unión Soviética. Además de Suiza y Austria, que siguen comprometidos con la política de neutralidad permanente, los países nórdicos de Suecia y Finlandia también adoptaron políticas de neutralidad. Sin embargo, ante la reciente amenaza presentada por Rusia, Finlandia y Suecia se apresuraron a unirse a la OTAN, haciendo que “permanecer neutral” sea una postura diplomática cada vez más difícil de adoptar.
¿La neutralidad, una especie en peligro?
También vuelvo la vista a las negociaciones emprendidas en Ginebra (Suiza) a principios de los años noventa entre Estados Unidos y Corea del Norte. Allí también se celebraron debates sobre el futuro de Yugoslavia. Me doy cuenta de la importancia de este tipo de papel para los países en el entorno internacional. Hay algo precioso en el hecho de que las partes implicadas en cualquier conflicto puedan dejar sus países y el lugar del conflicto, situarse en un lugar neutral, reexaminarse a sí mismas y a la situación desde la distancia y debatir las cuestiones con calma.
El Acuerdo de Oslo no habría sido posible sin que Noruega asumiera su papel de sede neutral. Al celebrarse en secreto y lejos de la vigilancia constante de los medios de comunicación internacionales, el delicado proceso pudo desarrollarse plenamente. Sin embargo, hoy en día, aunque se acordara un alto el fuego en Gaza, ¿dónde se celebraría cualquier negociación de paz posterior? Egipto y Qatar han sido propuestos como posibles lugares, pero no pueden desempeñar el papel de Noruega. A medida que el mundo se polariza cada vez más, me temo que el coste de perder a los países neutrales de la escena mundial lo acabe pagando el pueblo de Palestina.
(Publicado originalmente en japonés y traducido al español desde la versión inglesa. Fotografía del encabezado: El primer ministro israelí Isaac Rabin (izquierda) estrecha la mano del presidente de la OLP, Yaser Arafat, tras la firma del acuerdo de paz entre Israel y la OLP en Washington el 13 de septiembre de 1993. El presidente estadounidense Bill Clinton se encuentra entre ellos. © Reuters).