Tras los pasos de los “cristianos escondidos” en la novela 'Silencio' de Endō Shusaku
El legado de Tetsukawa Yosuke, padre de la arquitectura cristiana de Japón
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La “Iglesia Blanca” desde la que se domina el puerto pesquero de Fukue
Al puerto de Arikawa, principal punto de acceso de la isla de Nakadōri, puede llegarse directamente en barco desde Nagasaki. Pero yo preferí dirigirme primero a otra de las islas Gotō, la de Fukue. Cerca de una rada que se abre a unos 20 minutos en autobús del puerto de Fukue, en esta isla, está la iglesia de Mizunoura, también llamada la Iglesia Blanca, que es obra del constructor local Tetsukawa Yosuke (en adelante, Yosuke). Luego, desde el puerto de Fukue se puede ir a Nakadōri en un barco que, antes de llegar a Arikawa, se detiene en el puerto de Naru, donde se alza otra iglesia católica del mismo autor, la de Egami. Un recorrido, pues, de gran interés arquitectónico.
La iglesia de Mizunoura está en una elevación desde la que se domina el pequeño puerto pesquero. Muchas de las iglesias católicas del archipiélago de Gotō, incluyendo la antigua iglesia de Nokubi, se alzan en laderas montañosas muy próximas al mar, y uno se pregunta por qué será así.
Cuando, en 1797, el feudo o señorío de Ōmura promovió la repoblación de las islas Gotō, muchos cristianos ocultos de la comarca costera de Sotome, en Nagasaki, abandonaron sus tierras en busca de un lugar más seguro. Sin embargo, todas las tierras productivas de las islas estaban ya en manos de los isleños, que eran budistas, y a los recién llegados solo se les permitió roturan tierras situadas en remotos parajes a los que debía accederse por mar, o tierras más accesibles pero improductivas.
La actual iglesia de Mizunoura, construida por Yosuke en 1938, no es la primera erigida en el lugar. La precedió otra en 1880, que fue demolida debido a su mal estado. Es una amalgama de estilos románico, gótico y “japonés”, de un llamativo color blanco. Junto a ella quedan restos de una mazmorra de la época de la persecución. Muy cerca se ha elevado también un monumento al único habitante de las islas reconocido como santo por la Iglesia católica: San Juan de Gotō.
La iglesia de Egami, máximo exponente de la arquitectura católica en madera
La aldea de Egami, en la isla de Naru, es uno de los 12 elementos constitutivos de los “Sitios de los cristianos ocultos en las regiones de Nagasaki y Amakusa” declarados patrimonio cultural del mundo por la Unesco. Se encuentra a siete kilómetros al oeste del puerto de Naru, en una zona llana dentro de un pequeño valle que se abre hacia al mar. Es un trayecto de unos 20 minutos por carretera, pero la de Egami es la única iglesia de las incluidas en mi recorrido hasta la que no se puede llegar en transporte público. Tomé un taxi, para lo que tuve que esperar una hora en la sala de espera del puerto. El taxista me explicó que existían en la isla tres líneas recorridas por microbuses y con una de ellas se podía llegar a Egami, pero que todas dejaron de operar en otoño de 2023.
Desde la época en que Japón enviaba embajadas a la China Tang, entre los siglos VII y IX, Naru fue uno de los puntos donde paraban los barcos en espera de vientos favorables. Luego se convirtió en una isla eminentemente pesquera. Su momento de mayor población lo alcanzó a principios de la década de 1960, cuando superaba los 9.000 habitantes. Hoy apenas cuenta con 2.000 y el proceso de despoblación sigue acelerándose.
“Aquella de allí es la casa natal del padre de Nomo Hideo, el beisbolista que jugó en las Grandes Ligas. Hideo la visitó a menudo mientras su abuela disfrutó de buena salud”, me comentó el comunicativo taxista, que me informó asimismo de otros muchos detalles interesantes sobre la isla. La charla continuaba cuando, entre los árboles que se veían al fondo del patio de una escuela primaria ya cerrada, se vio la silueta de una iglesia. Con el marfil de sus paredes y el azul pastel de los marcos de sus ventanas, cromáticamente se la veía muy bien integrada en el entorno de verdes bosques y cielo azul recorrido por nubes blancas. No tan impresionante como la “Iglesia Blanca” de Mizunoura, esta parece más bien sacada de un cuento infantil ilustrado.
La actual iglesia fue construida en 1918 por iniciativa de la comunidad cristiana local, formada por unas 40 o 50 familias de fieles. Tanto el talado del bosque para obtener material de construcción como las obras de nivelación del terreno se costearon con los magros ingresos que los lugareños obtenían de la pesca del kibinago (Spratelloides gracilis). El método artesanal seguido en su construcción se hace notar especialmente en las ventanas. En las iglesias estamos acostumbrados a ver ventanas con coloristas vidrieras, pero en esta lo que encontramos son sencillas flores pintadas sobre los vidrios por los propios fieles.
Del “descubrimiento” de los cristianos japoneses a la libertad de credo
Desde el puerto de Naru no sale ferry hacia Arikawa, pero sí hacia Narao, donde es posible tomar un autobús de línea hasta Arikawa. La hora y media que se tarda en llegar la dediqué a refrescar mis conocimientos sobre los últimos años de represión del cristianismo y primeros de la nueva era de libertad.
En 1858 el bakufu o Gobierno shogunal puso fin a más de 200 años de política de aislamiento nacional firmando acuerdos comerciales con Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y Holanda. En Nagasaki, uno de los puertos abiertos a los barcos de dichos países, se creó un barrio para los extranjeros. Ante la inminente supresión de la legislación represiva, la Santa Sede confió a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París la reevangelización de Japón. Se dispuso también que en la misma ciudad de Nagasaki se construyera una iglesia, la de Ōura, para atender las necesidades religiosas de los residentes extranjeros católicos.
El 17 de marzo de 1865, esta iglesia fue escenario de un milagroso “descubrimiento”: el de los cristianos japoneses que habían perseverado en su fe clandestinamente durante siglos. Una docena de kakure-kirishitan (cristianos ocultos) del barrio de Urakami se acercó sigilosamente al templo y declaró su fe al párroco, el francés Bernard Petitjean. El suceso causó conmoción en la Santa Sede, que se había resignado a pensar que ya no había cristianos en Japón.
En 1867, Yoshinobu, decimoquinto y último shōgun de los Tokugawa, devolvió simbólicamente sus atribuciones al emperador, dando paso así a la formación del Gobierno Meiji un año después.
El Gobierno Meiji, que deseaba crear un nuevo Estado imperial, estimó que a ese fin sería muy importante promover el sintoísmo en detrimento del resto de las religiones, por lo que prohibió el cristianismo y persiguió duramente a sus practicantes. Pero esta tendencia no duró mucho tiempo. Cuando la embajada comandada por el noble Iwakura Tomomi visitó los países occidentales para ponerse al corriente de las técnicas más novedosas y de los nuevos sistemas implementados en los países desarrollados, los mandatarios de estos países reclamaron insistentemente que Japón respetase la libertad de credo. En atención a estas reclamaciones, las leyes represivas fueron derogadas en 1873. Con las nuevas disposiciones, perdieron vigor las leyes que habían prohibido el cristianismo durante 259 años.
Cuando pudieron salir finalmente de la clandestinidad y practicar abiertamente su religión, en las comunidades cristianas japonesas cundió el deseo de construir iglesias. Este sueño pudo ser realizado gracias al apoyo de los sacerdotes católicos franceses enviados por la citada Sociedad de las Misiones Extranjeras de París, y de los carpinteros-constructores japoneses que trabajaron a sus órdenes.
Dos sacerdotes que dejaron honda huella en Yosuke
El Museo Geihinkan, situado en la terminal portuaria de Arikawa, además de presentar la caza de la ballena, que en otros tiempos fue la principal actividad económica de esta parte del archipiélago, tiene una parte consagrada al legado arquitectónico de Yosuke, con fotografías y paneles informativos.
Yosuke nació en 1877 en la antigua aldea de Uonome, hoy en día integrada en el municipio de Shinkamigotō, como primogénito de un maestro carpintero. Tras completar sus estudios a los 15 años, comenzó a formarse en el oficio paterno. Las influencias más importantes en su carrera profesional las recibió de dos sacerdotes franceses.
El encuentro de Yosuke con la arquitectura occidental se produjo a los 22 años, cuando participó en las obras de construcción de la iglesia de Sone, muy cerca de su casa natal. Fascinado por la belleza de la bóveda de crucería, consiguió que el padre Albert Charles Arsène Pélu le enseñase geometría y los rudimentos del diseño de iglesias.
A los 27 años tomó el relevo de su padre y creó el grupo de trabajo Tetsukawagumi, con el que comenzó a construir, principalmente en la prefectura de Nagasaki, iglesias católicas que él mismo diseñaba, la primera de las cuales fue la de Hiyamizu, en la isla de Nakadōri.
La segunda gran influencia en su vida fue la de Marc Marie de Rotz, con quien trabó conocimiento poco antes de terminar la era Meiji (1868-1912). Además de hacer una gran labor social en Sotome, Nagasaki, donde fundó una institución para dar formación y trabajo a personas desamparadas, De Rotz era arquitecto y ya había diseñado en Japón varias iglesias, entre ellas la de Ōno y la de Shitsu. Promovió también en Japón una técnica de hacer muros que recibió el nombre de “muro de De Rotz”, en la que utilizaba una mezcla de cal, arena y arcilla roja disuelta en agua para hacer la argamasa. Esta técnica tuvo no poca influencia en la albañilería japonesa de la época. Se dice que Yosuke aprendió del padre De Rotz su actitud hacia el trabajo, con detalles como ir al bosque a elegir uno mismo la madera o participar en los acarreos de madera, ladrillos y otros materiales junto al resto de los creyentes.
En una aldea de la isla de Kashiragashima, unida a la de Nakadōri por un puente y situada a unos 30 minutos en autobús del puerto de Arikawa, se encuentra la única iglesia de piedra construida por Yosuke. La aldea es otro de los constituyentes del sitio de la Unesco.
Una parte de los cristianos ocultos que pasaron de Sotome al archipiélago de Gotō durante la época de la prohibición eligieron Kashiragashima como su nuevo hogar. Hasta entonces, Kashiragashima había sido utilizada por los isleños para confinar a los enfermos, por lo que pocos se aventuraban a entrar en ella. La iglesia está construida con piedra arenisca extraída en las cercanías. En la construcción de los muros de piedra participaron también los fieles.
Un autodidacta que se atrevió con el hormigón armado
Yosuke comenzó a trabajar como carpintero-constructor a los 15 años habiendo recibido solo una educación elemental, por lo que no tenía estudios superiores de arquitectura. Tampoco había tenido oportunidad de ver con sus propios ojos las iglesias que se construían en Europa. Por si fuera poco, ni siquiera era cristiano, pues era budista. Es sorprendente que una persona con este perfil diseñara y construyera por sí mismo cerca de 30 iglesias y participase en la construcción de otra veintena. En el proceso por el que aquel carpintero acabó convirtiéndose en un consumado “arquitecto” tuvieron mucho que ver los providenciales encuentros con los dos citados sacerdotes. Pero estos encuentros no sirven para explicar la energía y continuidad que demostró en su carrera profesional.
Cuando me enteré de que uno de sus nietos, que convivió con él en los años finales de este, vivía en Nagasaki y tenía el título de arquitecto, me decidí a visitarlo una vez concluido mi recorrido por las islas Gotō. Su nombre es Tetsukawa Susumu.
Le pregunté qué aspectos del trabajo de su abuelo le parecían más sobresalientes a alguien como él, que trabaja en el mismo campo. “Lo que más me impresiona es que fuera capaz de aprender de forma autodidacta las técnicas de construcción en hormigón armado”. Susumu me mostró un libro del tema, editado en 1916, que formaba parte de la biblioteca de su abuelo. Sus páginas estaban plagadas de subrayados en negro y en rojo, y de anotaciones.
En Japón, el uso del hormigón armado se generalizó a partir del Gran Terremoto de Kantō de 1923, que causó grandes desperfectos en edificios de ladrillo. Pero ya antes del cataclismo Yosuke había construido en Nagasaki un seminario católico en hormigón armado de tres plantas.
Yosuke estaba registrado en el Colegio de Arquitectos de Japón desde 1908 y se cree que una de las razones para registrarse fue, precisamente, su intención de aprender sobre las técnicas de construcción en hormigón armado. Para asistir a cursillos sobre el tema tomaba el tren nocturno y se iba hasta el lejano Tokio, donde adquiría ávidamente muchos nuevos conocimientos.
Entre las obras reseñables de su abuelo, que son muchas, la preferida de Susumu es la iglesia de Himosashi, en Hirado (prefectura de Nagasaki). Es, precisamente, una obra en hormigón armado que Yosuke concluyó tras superar grandes dificultades.
“Un arquitecto es al mismo tiempo un técnico y un diseñador. Mi abuelo tenía una gran sensibilidad como diseñador, pero ante todo era un técnico y así fue como, partiendo de su condición de maestro carpintero en una pequeña isla del sur, se atrevió con una técnica como la del hormigón armado en una época en que, en Japón, solo se impartía formación arquitectónica en dos universidades (las actuales de Tokio y Waseda)”.
Un muro de ladrillo, lo que queda de la casa de Yosuke
Yosuke se retiró en 1949, a los 70 años, dejando el negocio en manos de su primogénito Yohachirō. Sus últimos años los pasó en Yokohama, donde murió en 1976 a los 97 años.
La que fuera su casa de Nakadōri se encuentra en las cercanías del puerto pesquero de Maruo, a unos 40 minutos combinando autobuses del puerto de Arikawa. El muro exterior de ladrillo no ha cambiado, pero la casa en sí quedó vacía y fue derruida, ocupando actualmente su espacio un parque municipal. Pueden verse varios paneles con fotografías y explicaciones sobre su vida y su obra.
Sentí una vaga tristeza al saber que la casa del que podemos considerar padre de la arquitectura cristiana japonesa ya no estaba en pie, pero ese sentimiento se diluyó rápidamente.
Recordé que, cuando visité la antigua iglesia de Nokubi, en la isla de Nozaki (municipio de Ojika), comenté con mi guía el hecho de que el edificio se hubiera salvado de ser demolido al quedar desierta la aldea gracias a que el arzobispado de Nagasaki accedió a cederlo al ayuntamiento de Ojika como bien cultural. Mi guía respondió que, en cualquier caso, en el catolicismo se considera normal que una iglesia “vuelva a la tierra” una vez concluida su función. Reconsideré mi sentimiento a la luz de esta verdad, pensando que también para Yosuke este habría sido el destino más lógico de la casa en que un día vivió.
El muro de ladrillo desprendía brillos anaranjados al ser tocado por el suave sol del ocaso aquella tarde de incipiente primavera.
Imagen del encabezado: la iglesia de Mizunoura, en una colina desde la que se observa la bahía homónima, en la parte norte de la isla de Fukue. Fue diseñada y construida por el famoso Tetsukawa Yosuke. También llamada la Iglesia Blanca, se integra bellamente en su entorno marino. (Fotografía: Amano Hisaki)
(Traducido al español del original en japonés.)
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