Verdades y mentiras del ‘sankin-kōtai’
Todo listo para la llegada del daimio en los pueblos de casas de postas
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Ieyasu, modernizador del transporte terrestre
Los shukubamachi (pueblos donde se concentraban las casas de postas) del periodo Edo tienen su origen en las shukueki o estaciones de postas que surgieron en el siglo octavo a raíz de la promulgación de las leyes conocidas como Taihō rituryō (701). Aquellas primeras estaciones, con alojamientos, postas de caballos y porteadores, se ubicaron en los principales nudos de la vía terrestre que unía Kioto con Dazaifu, centro administrativo de la isla de Kyūshū, guardando entre ellas una distancia de 30 ri, es decir, de unos 16 kilómetros.
Más tarde, en el periodo Sengoku (“de los países beligerantes”, mediados del siglo XV - segunda mitad del XVI) se reforzaron los servicios de postas de dichas estaciones para que los viajeros pudieran servirse de los caballos de refresco y contratar porteadores con mayor facilidad. Especialmente activo en este campo fue el clan feudal de los Gohōjō, que controlaba la región de Sagami (centro y oeste de la actual prefectura de Kanagawa) desde su castillo de Odawara. Favoreciendo los medios de transporte, los Gohōjō consiguieron activar el intercambio de mercancías e impulsar así la actividad económica en general.
Tras su victoria en la batalla de Sekigahara (1600), el nuevo hombre fuerte del país, Tokugawa Ieyasu, extendió y mejoró la red de hospedaje y postas, comenzando por dotar de estos servicios la vía terrestre de Tōkaidō. El desarrollo posterior fue muy rápido y así fue como se fueron formando los pueblos de postas que conocemos hoy.
El bakufu o Gobierno del shōgun estableció normas claras para las dotaciones de caballos de postas y porteadores en las carreteras principales. Por ejemplo, el número de porteadores y de caballos de carga de que debían disponer permanentemente las casas de postas quedó fijado en 100 y 100 para las de la carretera de Tōkaidō, 50 y 50 para las de la Nakasendō y 25 y 25 para las del resto de las carreteras del país. Las casas que no estaban en condiciones de alcanzar esas cifras debían proveerse de hombres y animales en las aldeas rurales más cercanas, que solían ser llamadas sukegō o “aldeas de apoyo”. Como se ve, los pueblos de casas de postas y aldeas circundantes quedaban obligados a colaborar para hacer posible el sankin-kōtai (sobre esta costumbre convertida en deber de vasallaje, véanse los artículos anteriores de esta serie).
En los pueblos de casas de postas había dos instalaciones especialmente importantes. La primera era el toiyaba. En ella trabajaban los funcionarios encargados de que todo marchase bien en dichas poblaciones y se satisficiera la demanda de porteadores, caballos y mensajeros. Su responsable máximo, el toiya, solía ser el personaje más prominente del pueblo (nanushi), que contaba con el apoyo de los toshiyori. A sus órdenes trabajaban los chōzuke, con funciones administrativas y de contabilidad.
La otra instalación central se llamaba honjin y su función era prestar alojamiento a los daimios (señores feudales) que pasaban por el lugar con motivo del sankin-kōtai. En muchos casos, el honjin era regentado por el propio toiya.
El toiya tenía, pues, una misión importantísima, ya que intervenía en asuntos vitales para que el viaje del sankin-kōtai se llevase a cabo sin tropiezos. Aunque hemos dicho que los honjin tenían por principal función prestar alojamiento a los daimios, con el tiempo abrieron sus puertas también a otros clientes de posición social inferior.
Estructura de un pueblo de casas de postas
Así llegaba el daimio a sus aposentos
La comitiva del sankin-kōtai era una verdadera marcha militar y tomar hospedaje equivalía a acampar o instalar campamento, un matiz que queda recogido en la propia palabra ‘honjin’. Para el han o señorío feudal del daimio, el honjin era una posición propia, por no decir un territorio propio.
De cualquier modo, el honjin había que reservarlo y se consideraba razonable hacerlo con una antelación mínima de 10 días. De parte del honjin debían hacerse las comprobaciones de rigor para no incurrir en double booking, y emitirse el documento de aceptación de reserva. Esto era correspondido de parte del han con el envío, a más tardar un día antes del día de reserva, de los pertinentes sekifuda, grandes letreros informativos con los nombres de los insignes huéspedes, que se colocaban a la entrada del pueblo y junto a la puerta del honjin. La colocación de estos letreros reforzaba la imagen de toma de posesión de ese territorio.
Los honjin podían sufrir jornadas agotadoras, pues ocurría a veces que durante un mismo día debían atender a un han que se encontraba de paso y luego a otro que pernoctaba. Se guarda registro histórico de situaciones muy curiosas. Por ejemplo, un día de 1822 ocurrió que, cuando el han de Hikone llegó para descansar al honjin de Futagawashuku, trigésimo tercera estación de la carretera Tōkaidō, en la actual ciudad de Toyohashi (Aichi), se encontró con que otro han, el de Fukuoka, iba a pernoctar allí y lo había hecho saber colocando sus sekifuda, lo cual dio lugar a una reclamación (véase Sankin-kōtai to daimyō gyōretsu, editorial Yōsensha).
El han de Fukuoka se hospedaba siempre en el honjin de Futagawashuku, que guarda en sus libros el registro de su visita en 1837 (Centro de Documentación del Honjin de Futagawashuku). La llegada del daimio se esperaba para el 22 de marzo y los sekifuda estaban allí para el 17, pero las lluvias dificultaron el avance del cortejo y hubo que cambiar la reserva al 4 de abril. La mañana de ese día llegaron por fin las cortinas y linternas adornadas con los escudos y símbolos de la casa del daimio. Simultáneamente, desde el toiyaba se enviaron mensajeros para dar la bienvenida al daimio a un ri (aproximadamente cuatro kilómetros) y a medio ri de la entrada del pueblo.
Del amplio séquito del daimio, él y otros 50 principales se hospedaron en el honjin, siendo repartidos los demás vasallos, cuyo número exacto se desconoce, entre 57 de las posadas de la ciudad.
No podía permitirse el menor descuido. La actividad en el toiyaba debió de ser frenética. El daimio y los suyos continuarían su viaje temprano a la mañana siguiente.
No hablamos ya del han de Fukuoka, pero entre los grabados de Utagawa Hiroshige, el titulado “Seki, honjin hayadachi”, de la serie Tōkaidō gojūsan-tsugi, delata indirectamente el paso de un daimio por Sekijuku, cuadragésimo séptima estación de la carretera Tōkaidō, en la actual ciudad de Kameyama (Mie).
Es una escena de madrugada en la que vemos el cortinaje del honjin con los grandes emblemas de algún daimio, las tablas sekifuda, las linternas con los mismos emblemas y el palanquín listo para llevar al daimio en una nueva jornada de viaje. Ni los emblemas corresponden a los de ningún daimio ni las tablas llevan ningún nombre. Todo es ficticio pero la escena en sí representa muy bien la realidad cotidiana del paso de una comitiva por un pueblo de casas de posta durante el sankin-kōtai.
Una visita que representaba grandes ingresos para el pueblo de hospedaje
Para las ciudades y pueblos donde se situaba un honjin, la llegada del cortejo del daimio representaba una importantísima fuente de ingresos. Especialmente cuando el daimio lo era de uno de los grandes señoríos del país, su noche de estancia dejaba una enorme cantidad de dinero en la localidad. La visita, lógicamente, entrañaba el riesgo de cometer alguna torpeza u ofrecer un mal servicio, y si la comparación con otra localidad era desfavorable, la preferencia del daimio podía perderse. Seguramente por eso, los responsables del honjin aprovechaban las celebraciones del año nuevo para presentar sus respetos a los han en sus mansiones de Edo, visitas que a veces eran acompañadas de regalos, de los que quedan registros. Era un gran negocio y en él nada se dejaba al azar. Que el daimio se hospedara en un determinado lugar o no lo hiciera tenía una importancia económica decisiva tanto para la localidad en cuestión como para toda el área circundante. En la defensa de estos intereses, nada se dejaba al azar.
La dura competencia se traducía a veces en una mayor carga para la población campesina de estas regiones. En la próxima entrega de la serie, trataremos estos aspectos negativos derivados del sankin-kōtai.
Fotografía del encabezado: Kisokaidō rokujūkyū-tsugi no uchi Kanō, grabado de Utagawa Hiroshige, que representa Kanō (actual ciudad de Gifu, prefectura homónima), quincuagésimo tercera estación de la carretera Nakasendō, también conocida como Kisokaidō. Entre los pueblos de casas de postas de dicha carretera, Kanō era quinto en importancia. (Colección de la Biblioteca Nacional de la Dieta)