El ‘Man'yōshū’ y Reiwa, ecos del pasado en una nueva era
El ‘Man’yōshū’ y la era Reiwa: los peores comensales
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Sakashimi to
mono iu yori wa
sake nomite
yoinaki surushi
masaritaru rashi
(Ōtomo-no-Tabito, poema 341 del Libro III)
Que en japonés moderno sería:
Erasō ni
mono wo iu yatsu yori
sake nonde
yoinaki suru yatsu ga
(mada) mashi
Más que a esos
que con aires de superioridad
sermonean al próximo en los banquetes
prefiero a quienes se ponen llorones.
Desde que escribí un libro sobre la cultura del banquete en el antiguo Japón tal como nos la muestra el antiguo poemario Man’yōshū (Man’yōbito no utage; “El banquete entre las gentes del Man’yōshū”, Kōdansha, 2014), algunos piensan de mí que soy un gran bebedor, pero se equivocan. Mi organismo carece de las enzimas que descomponen el alcohol, lo que hace de mí un abstemio. No obstante lo cual, los banquetes en sí mismos me encantan, porque me parecen una estupenda manera de confraternizar con otras personas.
Luís Fróis (1532-1597), que fue misionero en Japón, dejó recuerdo escrito de la tolerancia de los japoneses hacia el alcohol. Según el portugués, embriagarse, que para sus compatriotas era una gran vergüenza, para los japoneses era motivo de orgullo. Por eso, sigue Fróis, cuando un vasallo le preguntaba a otro cómo había pasado la velada el señor, el otro podía decir sin empacho que se había servido emborracharse.
Aunque mi experiencia en el extranjero no me permite hacer comparaciones muy precisas, yo creo que la sociedad japonesa es muy tolerante hacia quienes se exceden con el alcohol.
El poema precedente forma parte de un grupo de “odas al vino” escritas por Ōtomo-no-Tabito e incluidas en el Man’yōshū. Un castizo de Edo lo comentaría así: “Los peores, eso son los peores. Los pelmas que se ponen a sermonear a la gente cuando uno está bebiendo. No hay cosa que odie más que tener que soportar un sermón cuando empino el codo. Antes que con esos, me quedo con los borrachos llorones. ¡Ya lo creo que sí!”
¡Pues eso!
Fotografía del encabezado: PIXTA.