El emperador emérito Akihito y el primer ministro Abe, diez años de desencuentros
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La primicia periodística la dio la cadena pública de radiotelevisión NHK el 13 de julio de 2016, cuando el Partido Liberal Democrático (PLD) de Abe todavía bullía de entusiasmo tras su holgado triunfo en las elecciones parciales a la Cámara Alta de la Dieta (Parlamento). Se informó entonces de que el Emperador había comunicado su deseo de abdicar el trono y la noticia conmocionó al país. La Agencia de la Casa Imperial se apresuró a desmentir la primicia, pero el amplio seguimiento informativo ofrecido al día siguiente por los principales periódicos del país la convirtieron en un hecho consumado. El desarrollo posterior, que solo puede ser calificado de excepcional, pues implicó la aparición ante los medios del propio Emperador en forma de su videomensaje del 8 de agosto, es de sobra conocido.
Es obvio que todo fue una táctica cuidadosamente elaborada por parte del ahora emérito Emperador. Se cree que inmediatamente después de la formación del segundo gabinete de Abe, Akihito comenzó a hacer llegar a la Agencia de la Casa Imperial su voluntad de abdicar. En el otoño de 2015, si no antes, la agencia había transmitido ya el hecho a la Oficina del Primer Ministro. Sin embargo, la oficina de Abe pretendió archivar el asunto, tratando de persuadir a la agencia para que, si el problema era la excesiva carga de trabajo, recurriese a la regencia para repartir funciones. Esgrimió también el argumento de que la abdicación tenía un difícil encaje constitucional. Tal fue la primera respuesta obtenida de la oficina de Abe.
En vista de que discreción empleada en la transmisión de la voluntad de Akihito no abría ninguna puerta, se optó por utilizar medios extraordinarios: apelar directamente a la opinión pública y ganársela para la causa de la abdicación pasando por encima de la Oficina del Primer Ministro.
La reforma legislativa, para otro momento
El movimiento pilló desprevenida a la Oficina del Primer Ministro, que se sintió muy contrariada. Su enfado se tradujo en una política de nombramientos “vengativa”: destituyó al máximo responsable de la Agencia de la Casa Imperial, Kazaoka Noriyuki, y colocó como lugarteniente de su sucesor a Nishimura Yasuhiko, que había ejercido como secretario del Gabinete para Gestión de Crisis. Sin embargo, las encuestas realizadas en sucesivos días por los medios de comunicación revelaron de forma unánime que entre ocho y nueve de cada 10 ciudadanos apoyaban la vía de la abdicación. Esto obligó a la Oficina del Primer Ministro a corregir el rumbo que había tomado. La táctica utilizada por los círculos proximos a Akihito probó ser muy efectiva.
Las palabras de Akihito difundidas por el videomensaje llegaron al corazón de muchos japoneses. Reflexionando sobre el camino que él mismo había abierto, el del Emperador como símbolo (expresión que aparece en la Constitución de 1946), fue muy sincero al expresar su vivo temor ante lo difícil que le resultaría en adelante, a su avanzada edad, seguir cumpliendo “en cuerpo y alma” con las obligaciones que ese importante papel simbólico le imponía. Manifestó también que esta situación no podría remediarse aligerando la carga que suponía para él el ejercicio de sus funciones públicas, ni tampoco estableciendo una regencia. Añadió que lo que tenía en mente por encima de cualquier otra cosa era que las funciones simbólicas del Emperador siguieran cumpliéndose sin interrupciones y de forma estable, y que eso había sido lo que lo impulsó a lanzar su mensaje. “Deseo fervientemente que sea posible obtener la comprensión del pueblo”, concluyó.
La segunda respuesta de la Oficina del Primer Ministro, formulada con motivo de la emisión de este sincero mensaje cuidadosamente estudiado para no exceder los límites de la Constitución, fue admitir la posibilidad de la adbicación mediante una ley especial que la limitaba a este caso concreto, lo cual se hizo siguiendo el dictamen emitido por un órgano consultivo establecido ad hoc para estudiar cómo aliviar la carga que representan las funciones públicas del Emperador.
Por segunda vez consecutiva, la oficina de Abe desestimaba la voluntad del Emperador, que mediante un videomensaje argumentado de forma comprensible para cualquiera, estaba proponiendo una reforma permanente de la legislación para que incluyera la figura de la abdicación, a fin de facilitar la continuidad y estabilidad futura de la propia familia imperial. No hará falta decir que lo que el Emperador condensaba en su mensaje no era un mero deseo de ser aliviado en sus funciones públicas.
Sucesión femenina o por vía femenina, caminos explorados con Koizumi
A nadie se le oculta ya que entre Abe, máximo responsable de la Oficina del Primer Ministro, y el ahora Emperador emérito se ha abierto un profundo foso. Este desencuentro tuvo su origen hace más de 10 años.
Durante el Gobierno encabezado por Koizumi Jun´ichirō, Akihito, que tenía ya una viva conciencia sobre el grave problema de continuidad que afrontaba la familia imperial, planteó a través de la Agencia de la Casa Imperial, con la misma discreción que en esta ocasión, la posibilidad de que el trono pudiera ser heredado por una mujer o canalizado por línea femenina hacia un heredero varón. En respuesta a esta iniciativa, la Oficina del Primer Ministro estableció en 2004 el Consejo de Expertos en la Ley de la Casa Imperial, del que obtuvo un informe favorable a ambas propuestas, con lo que se iniciaron los preparativos para una reforma de dicha ley. Según un veterano periodista adjunto a la Agencia de la Casa Imperial, la emperatriz Michiko comentó a cierta amistad íntima que con aquello el Emperador y ella se sentía un poco más desahogados.
Sin embargo, del entorno de Abe, que entonces ocupaba el cargo de secretario en jefe del Gabinete, se hicieron oír voces contrarias a la reforma, que instaban a seguir con la tradición mantenida a lo largo de innúmeras generaciones de transmitir el trono solo a varones y por línea masculina. El propio Abe apareció en un programa de televisión expresando sus dudas sobre la conveniencia de poner fin a esta tradición. En esta coyuntura se produjo en 2006 el nacimiento del Hisahito, hijo del príncipe Akishino (hermano del actual Emperador), con lo que el gabinete de Koizumi desistió de presentar el proyecto de ley de reforma. Con la posterior creación de un nuevo gabinete de Gobierno dirigido por Abe el informe emitido por el consejo de expertos quedó definitivamente archivado.
Dos intentos frustrados por la Oficina del Primer Ministro
No es difícil imaginar el desaliento de Akihito. Llegó a tal punto que el estrés acabó afectando a su salud. El director de la Agencia de la Casa Imperial, Haketa Shingo, en una rueda de prensa celebrada en diciembre de 2008, atribuyó este deterioro de su estado al “problema de la continuidad de la familia imperial, del que no ha podido apartar su mente un momento durante estos últimos años”.
Aprovechando el hecho de que el Gobierno había pasado a manos de otra fuerza política, el Partido Democrático, la Agencia de la Casa Imperial volvió a llamar a la puerta de la Oficina del Primer Ministro. El intento llegó a buen puerto pues, siendo primer ministro Noda Yoshihiko, la agencia logró conducir al Gobierno hacia la creación de josei miyake (núcleos familiares femeninos con título propio dentro de la familia imperial, para impedir que los miembros femeninos de la familia pierdan su título y condición al casarse con “plebeyos”). Pero Abe y los suyos, que habían pasado a la oposición parlamentaria, reaccionaron vivamente contra esta idea. Abe hizo público su posicionamiento contrario con mucho afán, llegando a decir en una comisión de estudios multipartidaria que existía el “peligro de malograr tanto la larga historia de sucesión imperial por línea masculina como ese principio básico”, y publicando en la revista mensual Bungei Shunjū (número de febrero de 2012) una colaboración en la que sostenía que la reforma de la Ley de la Casa Imperial no era algo que pudiera dejarse en manos del Partido Democrático, y que el josei miyake sería el principio del fin para la estirpe imperial.
Los deseos del entonces Emperador se vieron frustrados una vez más con la recuperación del poder por parte del PLD. En una entrevista en exclusiva publicada por el periódico Sankei Shimbun (31 de diciembre de 2012) cuando Abe había recuperado ya la jefatura del Ejecutivo, este se reafirmó en su idea de que la transmisión del trono debía hacerse siempre por línea masculina y dijo que los pasos dados por el gabinete de Noda en sentido contrario quedaban invalidados.
Declaraciones muy explícitas del Emperador
Pero el desencuentro va más allá. Un punto que se ha venido señalando es el de las respectivas actitudes hacia la Constitución. El anterior Emperador, desde aquellas palabras pronunciadas al ascender al trono en las que juró guardar la Constitución con el resto de los japoneses y desarrollar sus obligaciones cumpliendo sus preceptos, no ha desaprovechado ninguna oportunidad para referirse a ella. Especialmente explícito se mostró en la rueda de prensa convocada con ocasión de su cumpleaños en 2013, es decir, al año siguiente de la reposición al frente del Ejecutivo de Abe, un político que busca con ahínco la reforma constitucional. Tras decir, en un breve repaso a sus 80 años de vida que la guerra había sido el acontecimiento que llevaba más grabado, manifestó: “Japón, que estuvo ocupado por los aliados tras la guerra, elaboró una constitución, como algo muy preciado, para preservar la paz y la democracia. Y haciendo diversas reformas, se ha construido nuestro Japón actual (…). Por otra parte, no hay que olvidar la colaboración de los norteamericanos comprometidos con Japón”.
Lo más relevante de sus palabras es que coloca a Japón como sujeto agente de la elaboración de la Constitución, situando intencionadamente a los americanos más próximos a Japón como “colaboradores”.
Frente a esto, el PLD ha tomado la postura de considerar la Constitución como un texto impuesto por Estados Unidos (en el cómic divulgativo sobre medidas políticas “Honobono ikka no Kenpō kaisei´tte nāni?”, se afirma que MacArthur, con la intención de debilitar a Japón, encargó a sus subordinados que redactaran un borrador de Constitución en inglés dándoles solo ocho días de plazo). El propio Abe dijo en respuesta a una interpelación en la Dieta que “(la Constitución japonesa) fue elaborada por 25 personas del Cuartel General Aliado en un periodo de tiempo extremadamente corto”, y en un programa difundido en internet añadió cosas como “por decirlo claramente, es una Constitución impresentable. ¡Es que no fue hecha por japoneses!” o “es la carta de disculpa de un país derrotado en la guerra”, manifestaciones que lo sitúan en las antípodas del anterior Emperador, que dijo claramente que la Constitución es “algo muy preciado” y digno de protección.
Una Constitución respetuosa con la larga historia y tradición de la Casa Imperial
Habría que preguntarse dónde está el meollo de este desencuentro. En 2009, durante la rueda de prensa que concedió con ocasión de las bodas de oro de su matrimonio con Michiko, dijo el Emperador: “Si comparamos, a la luz de la larga historia de la institución imperial, la posición que ocupa el Emperador en la actual Constitución con la que ocupaba bajo la Constitución Imperial, creo que la de la actual Constitución se sitúa más en la línea de la visión tradicional sobre lo que debe ser el Emperador”.
Quiere esto decir que Akihito estimaba que es precisamente esta Constitución la que mejor refleja esa larga historia y esa tradición. Esto está íntimamente vinculado con las posiciones mostradas hacia la posibilidad de la abdicación a las que me refería más arriba. Después de la emisión del videomensaje imperial en agosto de 2016, se levantaron voces críticas entre los llamados “cerebros” del primer ministro Abe. La principal razón era la supuesta incompatibilidad de la abdicación con la tradición imperial. Pero esa tradición a la que se refieren estas personas no es más que la “tradición” fundamentada en la anterior Ley de la Casa Imperial, que fue redactada en la era Meiji (1868-1912). La historia de la Casa Imperial ha sido mucho más larga. Si indagamos en el asunto, descubriremos que de los 126 emperadores que han existido cerca de la mitad (59) abdicaron el trono.
Debería quedar claro, pues, que el anterior Emperador, desde una perspectiva que incluye toda esta historia, ha tenido una visión muy lúcida sobre cómo dar continuidad y estabilidad a una tradición que se remota a la antigüedad.
Reportaje y texto: Yamaguchi Kazuomi (redacción de THE POWER NEWS)
Fotografía del encabezado: los emperadores Akihito y Michiko departen en una estancia del Palacio Imperial con el primer ministro Abe Shinzō (izquierda) en la reunión conmemorativa por los 30 años de reinado, celebrada el 25 de febrero de 2019. (Jiji Press)