GO Journal entrevista a atletas con discapacidad

Chōkai Renshi: un joven as del baloncesto en silla de ruedas

Deporte Tokio 2020

Chōkai Renshi es la pieza central de la selección japonesa masculina de baloncesto en silla de ruedas, una disciplina estrella que acapara la atención pública. El joven as se propone canalizar la frustración de Río 2016, donde compitió estudiando todavía el bachillerato, para perseguir el oro en los Juegos Paralímpicos de Tokio.

Chōkai Renshi CHŌKAI Renshi

Nacido en 1999 en la ciudad de Saikai, prefectura de Nagasaki. Con una discapacidad congénita en piernas y brazos, a los 3 años le amputan ambas piernas porque carece de tibias. Poco después de iniciarse en el baloncesto en silla de ruedas, en primer curso de secundaria, destaca en los campeonatos de la región de Kyūshū. Lo fichan para la selección nacional de Japón en primero de bachillerato. Todavía estudiando en el instituto, se convierte en el jugador más joven de la selección masculina de baloncesto en silla de ruedas de Japón para los Juegos Paralímpicos de Río 2016. Miembro de Para Kanagawa Sports Club y WOWOW. Es uno de los candidatos favoritos para los Juegos Paralímpicos de Tokio, en los que se espera que desempeñe un papel importante.

El imponente muro de un noveno puesto mundial

¿Cuándo empezaste a implicarte en el deporte?

La primera disciplina competitiva que practiqué fue el tenis, que probé con el club del colegio cuando iba a primero de secundaria. Pero no me lo tomé nada en serio, porque a los dos meses lo dejé para iniciarme en el baloncesto en silla de ruedas. En los seis años de primaria probé varios deportes (fútbol, béisbol, bádminton, vóleibol…), pero solo como entretenimiento. En mi familia somos de baloncesto —íbamos a animar a mi hermano mayor en los partidos de minibásquet y lo practicaba siempre con mi padre—, así que era natural que yo también siguiera ese camino. También estaba la diversión de ir en silla de ruedas, claro. Al principio no controlaba bien la silla de competición y me caía al intentar girar, o incluso la trataba como un juguete. Fue así como me fui metiendo en el baloncesto.

¿Cómo era el primer equipo de baloncesto en silla de ruedas al que perteneciste?

Era un equipo de Sasebo muy bueno, que estaba entre los tres primeros de Kyūshū. Cuando me admitieron, el miembro más cercano en edad me llevaba diez años, así que además de que el nivel era altísimo, contaba con un entorno que me ayudaba mucho. Tal vez me entrenaron para que me aficionara al baloncesto en silla de ruedas (risas). Después de que me uniera a ellos, propusieron un plan para entrenarnos como equipo desde lo más básico y crearon las condiciones necesarias para que yo fuera aprendiendo. Me apoyaron muchísimo en múltiples aspectos. Cuando llevaba un tiempo preparándome, participé en un campus de entrenamiento júnior donde conocí a jugadores de mi generación, pero durante el primer año entrené exclusivamente con compañeros mucho mayores.

Cuando competiste en Río 2016, todavía estudiabas el bachillerato y eras el jugador más joven del equipo. Tres años después, vives por tu cuenta en la prefectura de Chiba, trabajas en una empresa y entrenas en el Para Kanagawa Sports Club de Fujisawa. ¿Por qué decidiste alejarte de tu Nagasaki natal y cambiar tanto tu entorno?

Después de los Paralímpicos de Río, cuando tocaba enfocar la preparación para los de Tokio, hubo un tiempo en que consideré abandonar el baloncesto en silla de ruedas. Estaba convencido de que había dado el 100 % al prepararme para Río, participando en campus de entrenamiento y practicando continuamente; todo para terminar en el noveno puesto mundial. Concluí que mis esfuerzos habían sido en vano y me sentí frustrado, como si me hallara ante un muro enorme. Así que pensé en dejar el baloncesto en silla de ruedas y emprender un camino distinto. Hasta me puse a recopilar folletos informativos de programas de estudios en el extranjero para después del bachillerato.

Tengo entendido que te enfrentas a oponentes difíciles con un gran espíritu de desafío y que los obstáculos han sido tu combustible para avanzar en la vida. ¿En los Juegos Paralímpicos de Río notaste que el muro a saltar era insalvable o que había una gran diferencia con tus experiencias previas?

Fue más bien una cuestión anímica: sentía que no podía ganar, que no podía salir a jugar los partidos, que las cosas no me salían bien. Me planteé para qué había sacrificado mi vida en bachillerato preparándome para Río. Con todo lo que hice, no logré el resultado que deseaba. Ya no era frustración, sino ganas de abandonar. Pero vaya, casi todo se redujo a una rabieta (risas).

Entre bastidores en la selección japonesa

A tus 20 años, llevas ya cinco en la selección nacional y has competido en los Juegos Paralímpicos de Río. ¿Has notado algún cambio mental o emocional últimamente?

Durante mucho tiempo fui el más joven de la selección japonesa, donde creo que me aceptaban aunque solo fuera por mi impulsividad y mi agresividad. Agradecido por el apoyo que todos me brindaban, me lo pasé en grande, pero creo que estuve demasiado consentido. Ahora que nos preparamos para Tokio, tengo compañeros más jóvenes en el equipo, y debo seguir compitiendo agresivamente con los mayores y contribuyendo en el equipo en cada vez más aspectos. El principal cambio que noto es que ahora me centro en desarrollar un juego que nos favorezca a todos y que al final satisfaga al equipo, aunque a mí mismo no me convenza.

¿Qué diferencias ves entre tu papel en el equipo al que perteneces y tu papel en la selección japonesa?

En la selección japonesa, todos los jugadores tienen un nivel muy alto. Así que, si hay un compañero que es bueno lanzando a canasta, enfoco mi juego en hacer que sea él quien tire. Básicamente estoy entre bastidores: creo que mi papel es el de potenciar a los jugadores necesarios en cada situación. En mi equipo, en cambio, hay jugadores que aspiran alto y otros que solo juegan por afición. Los equipos de club presentan esa diversidad de intereses. Mi papel allí es invertir todo lo posible mi experiencia en el equipo. Debo desempeñar varios papeles, pero creo que a cambio disfruto de una diversión y una motivación que no obtengo jugando con la selección nacional.

Diría que la madurez y la objetividad con que hablas a tus solo 20 años atestiguan todo el tiempo que llevas jugando con la selección japonesa.

Cuando me entreno mentalmente y repaso lo que vengo haciendo hasta ese momento, suelen venirme a la mente las palabras “mantener la cabeza fría”. Más que algo que me comentan los demás, se trata de una expresión que uso en mi autoanálisis. No es que me desvincule de mis emociones conscientemente, pero soy capaz de pensar con muchísima frialdad para que el equipo logre el éxito en una situación determinada y para que despleguemos un juego eficiente. Por otro lado, hay veces en que, aunque todos los que me rodean celebren mi buen juego, yo mismo ni me inmuto. Seguramente no es una tendencia negativa, pero creo que debo esforzarme por mejorar el aspecto de la oscilación emocional.

De cara a los Juegos Paralímpicos de Tokio

Antes has hablado de lo mentalmente quemado que estabas después de Río. Concretamente, ¿cómo te imaginas el camino hasta los Juegos Paralímpicos de Tokio?

Desde que me mudé a Kantō, me ha costado encontrar la estabilidad emocional. Al final he abandonado la universidad, he conseguido un trabajo y me he organizado la vida para poder centrarme solo en el baloncesto en silla de ruedas. Ahora estoy realmente listo para encarar los próximos Juegos Paralímpicos. También tengo una idea concreta de lo que quiero hacer después de competir en Tokio, claro: jugar en una liga extranjera.

Por último, coméntanos cómo enfocas esas paralimpiadas de Tokio en las que anunciaste que vas a por el oro.

Llevo ya tres años preparándome para Tokio desde que terminó Río, pero lo cierto es que en el mundial del año pasado quedamos novenos y en los Juegos Paralímpicos de Asia tampoco conseguimos los resultados que esperábamos. Sinceramente, no sé si podemos hablar de oro en estas circunstancias, pero mencionarlo ayuda a reafirmar la voluntad de los jugadores y también es una forma de constatar que perseguimos el objetivo en serio. Por eso nos pusimos de acuerdo con todos los miembros del equipo en declarar abiertamente que vamos a por el oro.

He entrenado con el objetivo de ganar una medalla olímpica desde que empecé a jugar al baloncesto en silla de ruedas. Ahora que al fin estoy en la selección nacional y el deporte forma parte de mi vida cotidiana, hace dos o tres años que siento especialmente que mi sueño ha dejado de ser solo mío y que lo comparto con mi familia, que tanto me ha apoyado, con las amistades que me animan, con los patrocinadores y con todo el personal colaborador. El hecho de ser consciente de que no se trata solo de mi objetivo me impulsa a intentar cualquier cosa y es también el motivo por el que estoy tan implicado en este deporte; por eso quiero lograr ese objetivo cueste lo que cueste.

(Esta entrevista se incluyó originalmente en japonés en el número 4 de GO Journal, publicado el 22 de enero de 2020.)

Fotografía: Ninagawa Mika 
Entrevista y redacción: Zōshigaya Sen’ichi 
Colaboración: Traducido a partir de un resumen de un artículo de GO Journal.

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