GO Journal entrevista a atletas con discapacidad
Hata Yukako: una vida transformada por el triatlón
Deporte Tokio 2020- English
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Conocer a otros deportistas como ella la liberó de sus complejos
Desde los 13 años, cuando te detectaron el osteosarcoma, hasta entrada en la veintena, no tuviste ningún contacto con el deporte, ¿verdad?
El motivo principal fue la falta de información. En aquellos tiempos el deporte paralímpico prácticamente no salía por los medios de comunicación. Al pensar en deporte, partía de la premisa de que yo no podía hacer lo mismo que los demás, y por tanto mi única opción era no practicarlo. Durante los seis cursos de la educación secundaria, no participé en ninguna clase de educación física y nunca asistí a las jornadas deportivas escolares. Como es lógico, ver a todos mis compañeros haciendo ejercicio me provocaba una gran frustración. A menudo me preguntaba por qué tenía que sucederme a mí aquello y me iba a la enfermería del colegio a llorar. Al final, me frenaba la vergüenza (de llevar una pierna protésica). No quería ver a nadie haciendo deporte.
¿Les contabas a tus padres o a los profesores cómo te sentías?
Sí. Pero, como los adultos de mi alrededor tampoco habían visto deporte paralímpico, se limitaban a compadecerme por no poder hacer actividad física. Ahora me doy cuenta de que el motivo por el que no me involucré antes en el deporte fue porque mi entorno no lo propiciaba.
Te iniciaste en la natación cuando empezaste a trabajar. ¿Hubo algún motivo en especial?
Desde siempre me había gustado mover el cuerpo. Nadé en el mar cuando fui de viaje al extranjero, en mi época de estudiante. Me encantaba la natación. Cuando empecé mi vida laboral y tuve más tiempo libre, me apunté a un club deportivo sin ningún objetivo concreto, pero me cambiaba en la oficina para no tener que hacerlo en el vestuario y entraba en la piscina escondiéndome. Así que no me lo pasaba bien, claro (risas). Por eso quise buscar compañeros que fueran como yo y encontré el club de natación para personas con discapacidad Chiba Miracles. Ese fue el primer paso para introducirme en el mundo del deporte paralímpico. Deseaba ampliar mis horizontes conectando con otras personas y recibiendo su apoyo.
¿Experimentaste algún cambio importante después de unirte al club Chiba Miracles?
Antes nunca había tenido amigos con discapacidad. El presidente del club tenía una discapacidad como la mía, y luego fui conociendo a personas en silla de ruedas, personas ciegas, personas sordas, personas sin brazos… A pesar de tener una discapacidad como yo, todos parecían hacer su vida sin reparos ni vergüenza. Desconocía su pasado pero, al menos en aquel momento, me parecían llenos de vitalidad. Observar a esas personas me enseñó una nueva forma de vivir; sentí que podía llegar a ser como ellos si cambiaba mi forma de pensar.
El salto de la natación al triatlón
Cuándo retomaste la natación, ¿tenías en mente el mundo de la competición y los juegos paralímpicos?
Cuando ingresé en el Chiba Miracles, en 2008, vi los Juegos Paralímpicos de Pekín por la tele. Justo en la misma época empecé a participar en campeonatos de natación adaptada, y algunos de mis nuevos compañeros de club compitieron en Pekín. Por aquel entonces estaba muy lejos de alcanzar un nivel tan alto; tan solo quería que me enseñaran más sobre natación. Aunque ya había aprendido a nadar antes de mi enfermedad, había pasado mucho tiempo y mi situación había cambiado bastante.
Una vez asistí a un campus de entrenamiento organizado por la Federación de Natación Adaptada de Kantō, hablé con uno de los entrenadores y me dijo “Si vas a entrenar conmigo, tendrás que aspirar en serio a competir en Londres dentro de cuatro años”. A partir de aquello, empecé a entrenar en solitario con él y a ir directamente a nadar después del trabajo.
En 2009 ingresé también en el Club Internacional de Natación de Inage para entrenar por las mañanas, con lo que me hallé con el entorno adecuado para perseguir el objetivo de competir en los paralímpicos.
Aunque no llegaste a participar en Londres 2012, decidiste cambiarte al triatlón y empezar una nueva carrera deportiva.
Mi entrenador no podía dedicarme el tiempo suficiente y, al final, dejé de prepararme con él en 2012. Aunque me quedara sin ir a Londres, ni me planteé abandonar el deporte. Muchos de los compañeros del Club Internacional de Natación de Inage practicaban triatlón y, viendo cómo lo disfrutaban, se me despertó una gran curiosidad por su disciplina. Cuando intentaba decidir si iba a pasar los cuatro años siguientes entrenando para competir en natación en Río, pensé que, si me dedicaba en serio al triatlón, que todavía no estaba casi implantado en Japón, podía servir para ampliar las posibilidades de ese deporte. La gente de mi alrededor también me animó y al final decidí probar con el cambio.
¿Qué es lo que te atrajo del triatlón?
Consideraba que la natación se me daba bien y me parecía importante seguir practicándola. Sin embargo, también sentía que necesitaba alguna novedad para seguir desarrollando mi carrera como atleta, y el triatlón me permitía probar nuevos retos al tiempo que continuaba con la natación, mi punto fuerte. Es más, pensé que así obtendría el estímulo de ir conquistando aquello que se me daba mal. La carrera de larga distancia y la bicicleta eran terrenos por descubrir y sentí que me ofrecían muchas posibilidades. Mucha gente accede al triatlón desde otro deporte. Tal vez sea porque es una disciplina que permite aprovechar la competencia ya adquirida en deportes que casi todo el mundo ha practicado alguna vez, como son la natación, la bicicleta y la carrera.
Lo logrado en los Juegos Paralímpicos
En Río 2016 te estrenaste en los Juegos Paralímpicos y lograste un flamante sexto puesto. ¿Qué sentido tuvo para ti participar en aquella competición, como atleta que no había estado en contacto con el deporte paralímpico desde la infancia?
Fue la primera vez que me alegré de verdad de tener una discapacidad. Me sentí muy agradecida de que existiera un lugar en mi vida en que pudiera pensar eso. Sin ese objetivo, probablemente nunca lo hubiera visto así. Lo mejor es que mi familia sintió lo mismo que yo. Los padres se consideran siempre responsables de la vida de sus hijos, y los míos llevaban desde que enfermé pidiéndome perdón por no haberme dado un cuerpo sano. Sin embargo, cuando me vieron disfrutando en los paralímpicos, pude decirles sinceramente “No pasa nada. Estoy agradecida de verdad”. Creo que eso fue lo más significativo para mi familia.
Aunque ya habías participado en muchos campeonatos mundiales antes de ir a Río, ¿sentiste que los paralímpicos eran un lugar especial?
Lo que me causó una mayor impresión fue la Villa Olímpica. Nunca había visto a tantas personas con discapacidad reunidas en un mismo lugar. Habiendo vivido durante tantos años como minoría en la sociedad japonesa, en la Villa Olímpica formaba parte de la mayoría, mientras que la minoría era el personal sin discapacidad con el que nos cruzábamos de vez en cuando. Tal vez fuera algo superficial, pero al ver que existía un universo opuesto al de siempre, me cuestioné por qué tenía que vivir como minoría en Japón, y por primera vez fui consciente de los muros y las barreras físicas que hay en el mundo.
Por último, quisiera preguntarte si percibes algún cambio de actitud de la sociedad respecto a las piernas protésicas o la discapacidad desde que te iniciaste en el triatlón.
A diferencia de la época en que me metía en la piscina a hurtadillas, desde que empecé a practicar triatlón aprendí a amar mi pierna protésica y me sentí liberada de la necesidad de esconderla con fundas. Fui yo misma la que cambió, no el entorno. Creo que, a base de ir a la piscina con la pierna protésica, a los demás les resultará cada vez menos raro ver a personas como yo. Gradualmente dejarán de sobresaltarse, impresionarse o sentir que han presenciado algo terrorífico. Es mi turno de actuar para cambiar cómo se ve la discapacidad.
El triatlón me ha transformado radicalmente la vida y los valores, ampliando mis vínculos con otras personas y haciéndome más fuerte. Eso ha enriquecido mi existencia. Quiero seguir creando el tipo de relaciones que yo he experimentado para que cualquier persona que adquiera una discapacidad o pierda movilidad física pueda pensar “No es para tanto; todo irá bien”, independientemente de lo que diga la sociedad. Para mí, practicar un deporte implica también ir tejiendo esos vínculos humanos.
(Esta entrevista se incluyó originalmente en japonés en el número 4 de GO Journal, publicado el 22 de enero de 2020.)
Fotografía: Ninagawa Mika
Entrevista y redacción: Zōshigaya Sen’ichi
Colaboración: Traducido a partir de un resumen de un artículo de GO Journal.