Una mirada al final de la vida en la sociedad superenvejecida de Japón
Una residencia geriátrica para convivir con las mascotas
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El envejecimiento demográfico afecta tanto a las personas como a las mascotas
Mi adorado perro Ikkyū es un macho de raza shiba que, haciendo honor a los caracteres de su nombre, me brinda “un descanso” en el ocaso de mi vida. Cuando, de buena mañana, le toco la nariz húmeda con los dedos, me invade la felicidad de saber que sigue vivo.
Después de cumplir los 15 años, Ikkyū ha envejecido de repente. Le tiemblan las patas y las caderas al andar, y ha empezado a mostrar síntomas de demencia senil, como incontinencia o fuertes llantos. Si por cualquier razón inesperada tuviera que separarme de él y no pudiera tenerlo a mi lado hasta el final, estoy seguro de que perdería la cordura.
La esperanza de vida de los perros en Japón en 2021 era de 14,2 años y la de los gatos, de 14,7 (datos del Libro blanco de los animales domésticos de 2023 de la aseguradora Anicom); se ha alargado casi un año en cuestión de un decenio. Los animales domésticos, compañeros de vida de los baby boomers ―generación que impulsó la cultura de tener mascotas―, también han experimentado un envejecimiento demográfico repentino.
Hay una residencia geriátrica que ha abordado de forma pionera el reto de posibilitar una convivencia entre residentes y animales de compañía en la que los unos cuiden de los otros: el centro Sakura no Sato Yamashina de la ciudad de Yokosuka, en la prefectura de Kanagawa.
El bienestar social de los animales de compañía
La residencia Sakura no Sato Yamashina, construida en 2012, es un edificio de cuatro plantas con capacidad para cien residentes en habitaciones totalmente privadas. Se estructura en unidades (casas) de diez habitaciones y solo está permitido convivir con perros y gatos en las cuatro unidades de la primera planta (la segunda, en Japón). Los animales entran y salen de las habitaciones de los residentes a su aire.
Los residentes de las unidades que admiten animales deben tener ya mascotas propias con las que desean seguir conviviendo o bien haberlas tenido en el pasado y querer volver a vivir en un entorno con animales. La residencia adopta perros y gatos para este segundo grupo de personas.
El bienestar social de los animales de compañía, un concepto del que todavía no se habla demasiado, gira en torno a proteger la vida de perros y gatos que conviven con personas, así como el estilo de vida conjunto que ambos mantienen. El director de la residencia, Wakayama Michihiko, de 59 años, opina que es una nueva rama que sobrepasa el marco de otros conceptos de bienestar ya existentes como el de las personas mayores o las personas con discapacidad.
El tiempo transcurre con serenidad en la residencia
De la enseñanza secundaria al sector social
Wakayama era profesor de ciencias en un instituto de bachillerato de la prefectura de Ibaraki cuando sus padres, un oficinista y una ama de casa, decidieron lanzarse a fundar una residencia geriátrica.
“Cuando mis padres me pidieron que los ayudara, yo estaba en mi octavo año como profesor y era la época en que me sentía más motivado. El primer sábado de septiembre, una alumna alegre y activa que soñaba con ser científica sufrió un accidente yendo al instituto en bicicleta para asistir a la clase de refuerzo de las 7:30 de la mañana. Al enterarme, fui corriendo al hospital, pero cuando llegué ya era tarde: había fallecido”, explica el director con la voz entrecortada, recordando aún con nitidez aquel injusto suceso.
Después de aquello, Wakayama decidió quemar sus últimos cartuchos como profesor durante el medio curso que le quedaba y cambiar al sector social. En 1999 fundó junto a sus padres la entidad Kokoro no Kai y al año siguiente inauguró un servicio de día para personas mayores y un centro de apoyo a la ocupación de personas con discapacidad intelectual.
Servicios sociales que perseveran
Wakayama sentía la necesidad de actuar para que el gastado lema de los “servicios sociales que perseveran” no se quedara en palabras vacías y se convirtiera en una realidad.
Justo en aquella época, se enteró del caso de un hombre que vivía solo y se había visto obligado a dejar a su perro en un refugio de acogida para ingresar en una residencia geriátrica. El anciano, que lloraba constantemente lamentando haber “matado a su familia con sus propias manos”, falleció en solo seis meses.
“Aunque seguro que la vida le ofrecía muchas cosas positivas, murió culpándose a sí mismo. Hizo que me cuestionara un sistema de bienestar social para la tercera edad que obligaba a un anciano a terminar su vida de aquella manera”, recuerda Wakayama. El suceso le inspiró la idea de convertir la residencia geriátrica que estaba montando en un centro que permitiera la convivencia con animales de compañía.
En aquella época, el Ayuntamiento de Yokosuka no hallaba respuesta para un caso concreto de asistencia social de un residente mayor. El señor tenía un perro y vivía de la ayuda pública a la subsistencia. Sufría una demencia cada vez más grave y estaba al borde de la ruina, pero se negaba obstinadamente a trasladarse a un centro sin su compañero animal. Wakayama los admitió a ambos en el Sakura no Sato Yamashina, que justo acababa de inaugurarse. El perro falleció antes, pero el dueño también pudo expirar apaciblemente medio año más tarde.
El perro enfermero Bunpuku
Bunpuku, un shiba mestizo que debe de rondar los 15 años de edad, es la estrella de la residencia. Tiene una habilidad especial, posiblemente debida a su sentido del olfato perruno: dos o tres días antes de que fallezca un residente, se tumba apoyado en la puerta de su habitación y, cuando se acerca el fin, se sube a la cama y le lame la cara con cariño. Wakayama asegura que ese comportamiento refleja claramente su voluntad de cuidar de los enfermos.
En 2019 Wakayama publicó Mitori inu - Bunpuku no kiseki (Un perro enfermero: el milagro de Bunpuku), un libro que tuvo mucha repercusión mediática a raíz del cual la heroica labor de Bunpuku se dio a conocer en programas televisivos de cadenas como la NHK, revistas y otras publicaciones.
Tristemente, Bunpuku iba a ser sacrificado en un refugio cuando lo rescató Chibawan, una asociación protectora de animales de la prefectura de Chiba. Se cree que probablemente la experiencia de haber sido abandonado y haberse visto al borde de la muerte sea el origen de su conducta cuidadora.
En los últimos tiempos, sin embargo, posiblemente porque está perdiendo el olfato con la edad, parece que su carrera de enfermero ha tocado a su fin de forma natural.
Daiki, fiel amigo de Bunpuku
Daiki era otro shiba mestizo rescatado de un refugio, como Bunpuku. Cuando lo conocí, ya pasaba el día tumbado en el suelo de la unidad y recibía la esmerada atención de la cuidadora Ideta Keiko, como se ve en la fotografía del encabezado.
Ideta tiene el título oficial de cuidadora geriátrica y la llaman por el apodo cariñoso Āmī-san (del inglés army, ‘ejército’) porque trabajó en la Fuerza Terrestre de Autodefensa. Se entregó tan en cuerpo y alma a cuidar a Daiki, con la consideración y flexibilidad que la caracterizan, que asegura que atender al can no le causó “ni la más mínima molestia”.
El puente del arcoíris
Daiki falleció de repente el pasado 27 de marzo. Sus últimos momentos se narran en el blog de Sakura no Sato Yamashina: “Daiki ha cruzado el puente del arcoíris. Su cara destila tranquilidad. Hoy no dejaba de tener convulsiones, pero al final se ha marchado en paz como si se durmiera, sin sufrir. Esta mañana Āmī-san lo ha sacado en brazos a pasear bajo un cielo azul totalmente despejado”.
Al leerlo, me acordé de la foto que tomé en mi última visita, en la que Āmī-san llevaba a Daiki en brazos. El sol que entraba por la ventana dibujaba la silueta de los árboles de fuera, que temblaban como sombras chinescas, como el puente del arcoíris que lleva al otro mundo.
El disfrute de convivir con animales en la vejez
Aquellos que desean vivir con animales hasta el fin de su vida seguramente querrían que existieran más residencias geriátricas como Sakura no Sato Yamashina. No obstante, en los doce años transcurridos desde que esta se inauguró, casi no han surgido iniciativas para fundar nuevos centros de este tipo, a pesar de que Wakayama recibe frecuentes visitas de profesionales del sector.
Cada vez hay más centros privados de pago que admiten mascotas, pero la convivencia se limita a la de cada persona con su propio perro o gato; no hay “mascotas de todos”. Cuando muere el dueño, los allegados deben hacerse cargo del animal. En Sakura no Sato Yamashina, en cambio, se lo quedan y lo cuidan hasta el final.
Es cierto que, al pensar en la convivencia con perros y gatos en el lugar de residencia, es inevitable identificar ciertos problemas potenciales: ladridos, mordeduras, malos olores e higiene, heces y orina, alimentación, paseos y chequeos veterinarios periódicos. Gestionar un centro que admite animales presenta un alto nivel de dificultad que abarca la financiación (como los gastos de pienso y atención sanitaria), el personal cuidador y las licencias gubernamentales.
Con todo, una vez se pone en marcha uno de estos centros, queda patente que la higiene de los animales se puede gestionar como la de las personas y que se crea un entorno donde las risas no cesan, porque el personal, amante de gatos y perros, se siente motivado y disfruta trabajando.
Al final, convivir con mascotas, con los pequeños cambios y estímulos diarios que supone, alegra la vida. Wakayama asegura que, en algunos casos, las ganas de relacionarse con animales y cuidarlos ayuda a mejorar las capacidades cognitivas y fomenta la movilidad de las articulaciones de los residentes.
La muerte no es nada especial
Recorriendo las unidades de Sakura no Sato Yamashina con mi cámara, me llevé la potente impresión de que los animales del centro, sin pertenecer a nadie en concreto, eran un tesoro de todos. Los perros y los gatos adoptados, que en su día sufrieron el abandono por parte de sus dueños y el pánico de la soledad y la muerte inminente, se educan en comunidad y se convierten en miembros que aportan diversión y esperanza al resto.
“La muerte no es nada especial, solo es la última actividad de la vida. Es algo natural que nos llega a todos”. Estas palabras de Wakayama, que ha cuidado de tantas personas y tantos animales, me calaron hondo.
Este año la primavera ha llegado también a Sakura no Sato Yamashina.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: en Sakura no Sato Yamashina, los perros reciben cuidados junto a las personas.)